¿Un Mesías que se “Escabulle” en la Historia
Cuando Pablo se presentó delante del trono del Rey Agripa, relatando la historia de Cristo, declaró de la vida del Mesías: “Pues no se ha hecho esto en algún rincón” (Hechos 26:26). Esas pocas palabras han resonado a través de los siglos como uno de los sellos de la historia de Jesús. La vida, muerte o resurrección de Cristo nunca tuvo el propósito de mantenerse en secreto—como algo que se guarda en un cajón en un sótano abandonado, y que solo unos pocos afortunados descubren por accidente. En cambio, cualquiera, en cualquier momento y en cualquier lugar, podía inspeccionar fácilmente las muchas facetas del ministerio terrenal de Cristo.
De hecho, siglos antes que Cristo pisara la Tierra en forma humana, los profetas antiguos habían hablado repetidamente de Su llegada inminente. Más de 300 profecías mesiánicas llenan las páginas del Antiguo Testamento. Dios no trató de “escabullir” al Mesías en los asuntos humanos, cubriéndole de oscuridad y desproveyéndole de anuncio. Lo cierto es que Dios hizo mucho para anunciar al mundo las nuevas de su Salvador.
Se puede encontrar un ejemplo en Génesis 49:10, donde Moisés escribió: “No será quitado el cetro de Judá, ni el legislador de entre sus pies, hasta que venga Siloh”. Hace mucho tiempo los eruditos de la Biblia han reconocido que la palabra “Siloh” es otro nombre para Mesías. Entonces, este versículo explica exactamente cuándo llegaría el Mesías—cuando el cetro hubiera sido quitado de Judá.
Así que, ¿qué es el “cetro” y cuándo fue quitado de Judá? El cetro era un báculo que los ancianos de cada una de las doce tribus de Israel poseían. En cada báculo estaba tallado el nombre de la tribu. Simbolizaba el poder soberano y judicial del pueblo de Dios. Mientras que el cetro estuviera en su lugar, los judíos podían autogobernarse, excomulgar a alguien del pueblo e incluso administrar la pena corporal (incluyendo la pena capital).
Interesantemente, el cetro incluso permaneció cuando los judíos estuvieron en cautividad bajo los babilonios, los medos y los persas. También por un tiempo bajo la cautividad romana—hasta que el emperador constituyó procuradores. Cuando eso ocurrió, incluso los judíos del primer siglo reconocieron que se había quitado el cetro (alrededor del 11 d.C.) porque los romanos abolieron el derecho judío de administrar la pena capital. Un maestro judío, el rabí Rachmon, declaró la situación en estos términos: “Cuando los miembros del Sanedrín se vieron privados de su derecho sobre la vida y la muerte, una consternación general se apoderó de ellos; cubrieron sus cabezas con cenizas, y sus cuerpos con túnicas de penitencia, exclamando: ‘Ay de nosotros, ya que el cetro se ha quitado de Judá, y el Mesías no ha llegado’” (citado en McDowell, 1999, p. 195).
Cuando los miembros del Sanedrín descubrieron que no podían matar a Jesús por sí mismos, pero tenían que requerir que Poncio Pilato, el procurador romano, hiciera eso por ellos (Lucas 23:24), ellos deberían haber sabido que el Mesías había llegado, ya que esa era la profecía exacta que Moisés había registrado. Ciertamente se había quitado el cetro de Judá—¡y ciertamente el Mesías había llegado! Pero los judíos ignoraron la voz de Dios, y demandaron la sentencia de muerte para Su Hijo unigénito. ¿Por qué? Porque fueron la gente que siempre resistía al Espíritu Santo (Hechos 7:51).
¡Ay de aquellos individuos en nuestro tiempo que ignoran la evidencia poderosa que Dios ha provisto como prueba de la deidad de Su Hijo, Jesucristo! Asegurémonos que no lleguemos a estar cegados a tal punto de no reconocer la deidad de Cristo como los judíos en el primer siglo.
REFERENCIAS
McDowell, Josh (1999), La Nueva Evidencia que Demanda un Veredicto [The New Evidence that Demands a Verdict] (Nashville, TN: Thomas Nelson).
REPRODUCTION & DISCLAIMERS: We are happy to grant permission for this article to be reproduced in part or in its entirety, as long as our stipulations are observed.