
“Todo lo que Respira”
¡Le advierto; si para ahora, morirá! No, yo no estoy amenazando su vida por escoger no leer este artículo. Yo estoy hablando de su respiración. Nosotros raramente le prestamos atención, pero de doce a veinte veces por minuto, hora tras hora, día tras día, respiramos. De hecho, yo no puedo pensar en otra acción más esencial para nuestro ser físico que la acción de la respiración. La respiración comienza en la protrusión de la cara a lo cual nos referimos como la nariz. Aunque la nariz parezca un órgano simple, lo cierto es que no existe nada simple concerniente a este órgano.
Por ejemplo, cuando uno se acuesta para dormir después de un largo día, su nariz continúa trabajando, y realmente cumple un rol principal en el movimiento. Si uno se duerme en su lado derecho, su fosa nasal derecha se obstruirá por el drenaje después de unas pocas horas. Pero, en tal caso la nariz enviará una señal silenciosa al cerebro dentro de dos horas que estimulará el movimiento y provocaría que uno se voltee. Este movimiento, a su vez, prevendrá que sus músculos estén entumecidos en la mañana.
LA NARIZ—SU ROL EN LA RESPIRACIÓN
La nariz tiene poco de que jactarse acerca de su diseño estructural. Esta es simplemente una cavidad en el rostro fijada entre el cerebro y la boca. Se puede decir que tenemos dos “narices”, ya que la nariz está dividida en dos partes por un tabique—una pared de cartílago.
Una de las funciones más importantes de la nariz involucra la limpieza y el acondicionamiento del aire para que éste pueda ser usado en una manera segura por los pulmones. Cada día, la nariz debe tratar alrededor de 500 pies cúbicos de aire—alrededor del tamaño de un cuarto de un hospital. Los pulmones de una persona pueden tomar aire de, por decir, Rusia en el invierno, caso en el cual la nariz humedece el aire, ya que los pulmones requieren aire que sea fresco, limpio, y caliente—75 a 80 por ciento empapado, con una temperatura en los 90 grados Fahrenheit. Para humedecer el aire, la nariz segrega aproximadamente un cuarto de galón de humedad por día. Esta humedad es el líquido pegajoso llamado mucosidad. Los pelos en las fosas nasales cumplen una parte en la limpieza del aire, pero es la mucosidad la que se encarga del trabajo pesado. La mucosidad actúa como una clase de matamoscas, atrapando partículas y microorganismos que traspasan los pelos. Obviamente, la nariz no puede permitir que esta capa mucosa se estanque, así que esta provee una nueva capa cada veinte minutos. Para remover la mucosidad vieja, la nariz está equipada con miles de pelos microscópicos que golpean la capa hasta mandarla de vuelta a la garganta para que esta pueda ser tragada. Los pelos laboriosos realizan diez golpes por segundo.
No es una tarea simple que la nariz caliente el aire mientras que este entra al cuerpo. Para lograr esta tarea, la nariz tiene resaltes como repisas en las paredes de las fosas nasales, llamados turbinados, que actúan como radiadores. Estos turbinados diminutos están cubiertos con tejido eréctil que posee un suministro relativamente grande de sangre, lo cual provee el calor para el aire entrante.
LA NARIZ—SU ROL EN EL OLFATO
“Esta” puede salvar su vida de un fuego ardiente, o puede ayudarle a tener una apreciación más grande de las comidas hechas en casa. ¿De qué podría estar hablando? Estoy hablando acerca de su sentido del olfato. Los olores se registran en el cerebro, y luego le alertan de las cosas que son agradables, desagradables, y peligrosas. Este sentido le permite oler el humo del fuego, y le permite disfrutar del aroma de un delicioso pastel de manzana.
El sistema olfativo, el cual consiste de la nariz y los senos, está diseñado para detectar una variedad de químicos. La nariz de una persona promedio puede detectar más de cuatro mil olores diferentes. ¿Cómo puede la nariz detectar olores? Existe un parche de tejido amarillo-marrón de aproximadamente el tamaño de un centavo de dólar en el techo de cada cavidad nasal. Cada parche tiene alrededor de diez millones de células receptoras, más seis a ocho pelos sensoriales diminutos que sobresalen de cada célula. Todo esto está conectado al cerebro, el cual está a alrededor de una pulgada de distancia. El cerebro procesa las informaciones y las registra para el uso futuro, poseyendo finalmente la capacidad de concordar varios olores como siendo dulces, amargos, florales, o cualquiera de las miles de otras fragancias.
EL SISTEMA RESPIRATORIO
En esencia, el rol del sistema respiratorio es inhalar oxígeno y enviarlo a la sangre. La respiración es el proceso por el cual el cuerpo intercambia oxígeno por gas de dióxido de carbono. El sistema respiratorio y el circulatorio forman un equipo unido en un esfuerzo de dos fases. La primera fase es la inhalación, por la cual el aire fuera del cuerpo es traído a los pulmones. El oxígeno de los pulmones luego pasa al corazón, el cual bombea la sangre llena de oxígeno a través del cuerpo. En la segunda fase de la respiración, la corriente sanguínea lleva dióxido de carbono al corazón, donde este es bombeado a los pulmones y exhalado.
El aire, el cual contiene alrededor del 21% de oxígeno y el 78% de nitrógeno, entra al cuerpo a través de la nariz. El tracto respiratorio superior consiste de la nariz y la faringe, o garganta. El tracto respiratorio inferior incluye tales cosas como la laringe, la tráquea (la cual se divide en los bronquios), las ramas pequeñas de los bronquios llamadas bronquiolos, y los pulmones (órganos esponjosos en forma de sacos).
La respiración depende en la actividad de un grupo de células nerviosas especializadas encontradas en la médula del cerebro que comprende lo que es llamado el centro respiratorio. Los impulsos son enviados hasta la médula espinal y luego dentro de los nervios frénicos, causando contracción del diafragma y permitiendo que la inhalación ocurra. La ventilación de los pulmones es el resultado de la contracción del diafragma.
Antes de inhalar, la presión dentro de los pulmones es la misma que la presión atmosférica. Los músculos intercostales se contraen, causando que la caja torácica se mueva hacia arriba y hacia afuera; simultáneamente, el diafragma se contrae y es empujado hacia abajo. Al final de cada aliento, el diafragma y los músculos intercostales se relajan, y el diafragma y la pared del pecho retornan a su estado normal. Esta reducción del volumen del pecho, combinada con la elasticidad de los pulmones, obliga al aire a regresar a la atmósfera. Durante la respiración normal, el diafragma se mueve de media pulgada a una. Pero después de un trote enérgico, por ejemplo, el diafragma se mueve tres a cuatro veces más que lo usual (lo cual causa el sentimiento “cargado” en el pecho).
Cuando el aire es inhalado, viaja por detrás de la garganta, la faringe. La faringe es de aproximadamente cinco pulgadas de largo, y está forrada con una membrana mucosa protectiva que remueve impurezas del aire. La faringe también incluye las amígdalas, las cuales son tejidos blandos que contienen glóbulos blancos que combaten las enfermedades. El aire entonces circula a través de la laringe. La laringe también previene que la comida y la bebida entren por el pasaje de aire para que no ocurra asfixia.
Luego, el aire desciende a través de la tráquea—un tubo firme que es mantenido abierto por medialunas de cartílago resistente organizados con una grada encima de la otra. La tráquea se divide en dos caminos de aire llamados tubos bronquiales. Un tubo conduce al pulmón izquierdo, y el otro conduce al derecho. Los tubos bronquiales pasan a través de los pulmones t se dividen en pasajes de aire más pequeños llamados bronquiolos. Estos bronquiolos se ramifican en pequeños sacos en formas de globos llamados alvéolos.
Los alvéolos están rodeados por una red de diminutos vasos sanguíneos llamados capilares. El oxígeno llevado a través del tracto respiratorio es filtrado aquí y liberado en la corriente sanguínea. El oxígeno fluye por los capilares hacia vasos más grandes que llevan la sangre frescamente oxigenada al corazón donde esta es distribuida al resto del cuerpo. El dióxido de carbono esta concentrado mucho más altamente en los capilares que en los alvéolos, lo cual da como resultado que el dióxido de carbono se difunda en los alvéolos. La exhalación hace retroceder el dióxido de carbono a través de los vasos respiratorios y los envía fuera del cuerpo, y el proceso comienza de nuevo.
Al examinar la complejidad del sistema respiratorio, nosotros podemos ver la evidencia de un Hacedor Todopoderoso—a Quien deberíamos adorar por habernos creado. La Biblia nos recuerda: “Todo lo que respira alabe a Jehová” (Salmos 150:6). ¡Absolutamente!
REFERENCIAS
Ratcliff, J.D. (1975), I Am Joe’s Body (New York: Berkeley Publishing), pp. 35-40.
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