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¿Sudó Jesús Sangre?

El televidente de la película de Mel Gibson, La Pasión del Cristo, notará que en la escena del huerto, una manifestación de la agonía de Jesús fue las pequeñas manchas de sangre que salían de su piel facial. Esta característica del sufrimiento de Cristo es aludida por Lucas, el autor de los libros del Nuevo Testamento, Lucas y Hechos, quien era, por profesión, un médico. Sus escritos manifiestan un conocimiento íntimo del lenguaje técnico de las escuelas médicas griegas del Asia Menor.

De los cuatro escritores del evangelio, solamente el médico Lucas se refirió al sufrimiento de Jesús como “agonía” (griego agonia). Es a causa de esta agonía acerca de las cosas que estaban por venir que nosotros notamos en Su oración que “era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra” (Lucas 22:44). Solamente Lucas se refirió al sudor de Jesús (idros)—un término muy usado en el lenguaje médico. Y solamente Lucas se refirió al sudor de Jesús como consistiendo de grandes gotas de sangre (thromboi haimatos)—una condición médica aludida por Aristóteles y Teofrasto (Hobart, 1882, pp. 80-84). El término griego thromboi (de donde se desligan las palabras trombo, trombina, et.al.) hace referencia a los coágulos de sangre (Nicoll, s.d., 1:631; Vincent, 1887, 1:425). El erudito en Biblia Richard Lenski comentó sobre el uso de este término: “‘como coágulos’, thromboi significa que la sangre se mezcló con el sudor y espesó los glóbulos para que estos cayeran al suelo en pequeños coágulos y no simplemente mancharan la piel” (1961, p. 1077).

La palabra griega hosei (“como”) hace referencia a la condición, no comparación, como el erudito en griego Henry Alford observó:

La intención del Evangelista parece claramente conducir la idea que el sudor era (no se sentía como, sino era) como gotas de sangre (i.e., teñido con sangre); por ende yo entiendo que la palabra hosei solo distingue las gotas grandemente teñidas con sangre de la sangre pura… Suponer que el sudor solamente se sentía como gotas de sangre (¿por qué no gotas de cualquier cosa más? ¿Y gotas de sangre de qué, y de dónde?) es anular la fuerza del enunciado y hacer a la inclusión de haimatos no solamente superflua sino también absurda (1874, 1:648, itálicas, cf. Robertson, 1934, p. 1140).

Nosotros podemos concluir muy justificablemente que la terminología usada por el escritor del evangelio para hacer referencia a la aflicción mental severa experimentada por Jesús fue proyectada a ser tomada literalmente—i.e., que el sudor de Jesús llegó a mezclarse con sangre (cf. Robertson, 1930, 2:272).

Una investigación completa de la literatura médica demuestra que tal condición, aunque rara, sí ocurre en los seres humanos. Comúnmente referida como hematidrosis o hemohidrosis (Allen, 1967, pp. 745-747), esta condición causa excreción de sangre o pigmento de la sangre en el sudor. Bajo condiciones de gran estrés emocional, se pueden romper los pequeños capilares en las glándulas sudoríparas (Lumpkin, 1978), mezclando por ende la sangre con la transpiración. Esta condición ha sido reportada en casos extremos de estrés (vea Sutton, 1956, pp. 1393-1394). Durante los últimos años del siglo veinte, 76 casos de hematidrosis fueron estudiados y clasificados en categorías de acuerdo a factores causativos (Holoubek y Holoubek, 1996). Se descubrió que el temor agudo y la contemplación mental intensa eran las causas más frecuentes. Aunque la cantidad de pérdida de sangre generalmente es mínima, la hematidrosis también causa que la piel llegue a estar extremadamente delicada y frágil (Barbet, 1953, pp. 74-75; Lumpkin, 1978), lo cual hubiera hecho que las ofensas físicas hacia Cristo fueran incluso más dolorosas.

De estos factores, es evidente que incluso antes que Jesús enfrentara la tortura de la cruz, él ya había sufrido más allá de lo que muchos de nosotros alguna vez sufriremos. Su conocimiento penetrante de la naturaleza atroz del pecado, sus efectos destructivos y letales, la pena y dolor que causa y la medida extrema necesaria para lidiar con este, colocó a la pasión de Cristo más allá de todo entendimiento.

REFERENCIAS

Alford, Henry (1874), Alford’s Greek Testament (Grand Rapids, MI: Baker, 1980 reprint).

Allen, A.C. (1967), The Skin: A Clinicopathological Treatise (New York: Grune and Stratton), second edition.

Barbet, P. (1953), A Doctor at Calvary: The Passion of Our Lord Jesus Christ as Described by a Surgeon (Garden City, NY: Doubleday Image Books).

Hobart, William K. (1882), The Medical Language of St. Luke (Grand Rapids, MI: Baker, 1954 reprint).

Holoubek, J.E. y A.B. Holoubek (1996), “Blood, Sweat, and Fear. ‘A Classification of Hematidrosis,’” Journal of Medicine, 27[3-4]:115-33.

Lenski, R.C.H. (1961), The Interpretation of St. Luke’s Gospel (Minneapolis, MN: Augsburg).

Lumpkin, R. (1978), “The Physical Suffering of Christ,” Journal of Medical Association of Alabama, 47:8-10.

Nicoll, W. Robertson, ed. (sine data), The Expositor’s Greek Testament (Grand Rapids, MI: Eerdmans).

Robertson, A.T. (1930), Word Pictures in the New Testament (Grand Rapids, MI: Baker).

Robertson, A.T. (1934), A Grammar of the Greek New Testament in the Light of Historical Research (Nashville, TN: Broadman).

Sutton, R.L. Jr. (1956), Diseases of the Skin (St. Louis, MO: Mosby College Publishing), eleventh edition.

Vincent, M.R. (1887), Word Studies in the New Testament (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1946 reprint).


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