Si Fuera Profeta…
Los relatos del evangelio describen un cuadro del carácter de Jesús que no es comparable al carácter de ninguna otra personalidad en la historia humana. En una ocasión memorable, Jesús fue invitado a comer con un fariseo llamado Simón (Lucas 7:36-50). Durante su estadía, una mujer que era conocida en el área por su estilo de vida pecaminosa se acercó a Jesús, procedió a lavar Sus pies con sus lágrimas, secarlos con sus cabellos y ungir a Jesús con aceite fragrante.
Viendo el comportamiento de la mujer pecadora, Simón dijo para sí, “Este, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora” (Lucas 7:39). Note dos aspectos importantes de la reacción de Simón. Primero, él habló para sí. No existe indicación que sus pensamientos fueran verbalizados o que fueran de alguna manera audibles. Segundo, el criterio que fijo para determinar si Cristo era un profeta fue el conocimiento del estilo de vida pecaminosa de la mujer.
La respuesta de Jesús probó que Él era más que solamente un profeta. Él respondió al fariseo al explicar que los que han pecado mucho, y han sido perdonados, amarán a Dios más que los que sienten que se les ha sido perdonado poco. Jesús entonces perdonó los pecados de la mujer. Su respuesta exhibió un conocimiento, no solamente de la condición espiritual de la mujer, sino también de la conversación interna de Simón mismo. Jesús no solamente sabía que la mujer era una pecadora, sino Él conocía el pensamiento de Simón acerca de la reacción de Jesús delante de la mujer. ¿Qué probó la respuesta de Jesús? Probó a Simón que Jesús era más que solamente un profeta. Cuando Jesús perdonó los pecados de la mujer, probó que era Dios en la carne.
La aplicación moderna de esta historia es profunda. Jesús ha exhibido mucha más evidencia de Su deidad que cualquier persona razonable pudiera demandar. Su vida fue profetizada en detalles minuciosos cientos de años antes que naciera. Realizó milagros que sostenían las profecías. Predijo Su propia muerte y resurrección. Se mostró vivo delante de muchos testigos después de Su resurrección y ascendió al cielo a la vista de muchos testigos al final de Su ministerio terrenal. La respuesta honesta y razonable para la personalidad y poder de Jesús se resume perfectamente en la reacción de Natanael en cuanto al conocimiento milagroso de Jesús. Después que Jesús explicó a Natanael que Él le había visto milagrosamente bajo la higuera, Natanael exclamó: “Rabí, tú eres el Hijo de Dios” (Juan 1:49).
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