¿Religión en la Política?
P.
¿Deberían los cristianos dejar que sus convicciones religiosas afecten sus convicciones políticas?
R.
Muchos norteamericanos van a votar para elegir sus líderes políticos. Hace mucho tiempo el sentimiento común ha sido que “no se debe mezclar la religión con la política”—señalando que se debe hacer una separación y distinción entre estas dos áreas, y que se debe ejercer la preferencia política sin la interferencia de la opinión religiosa. Pero la Biblia contradice esta noción. Para el cristiano fiel, la voluntad de Dios naturalmente penetra todo aspecto de la vida y tiene precedencia sobre toda cosa y sobre todos (Mateo 6:33). Todo pensamiento y acción está sujeto al análisis de la Escritura (2 Corintios 10:5). Aunque Dios permite que el gusto y la preferencia personal de la gente hagan muchas decisiones, se debe abordar toda área de la vida con un entendimiento adecuado de la moralidad y los principios espirituales que pueden afectar las decisiones personales. El cristiano tiene la libertad de elaborar una opinión personal sobre muchos asuntos políticos—desde la opinión concerniente a si el gobierno debería patrocinar la asistencia médica, el seguro social y la educación pública, hasta la opinión concerniente a cómo se debería conducir la política exterior. La postura en estos asuntos no pone en peligro el alma de una persona. Dios tampoco ha destruido ciudades o naciones por causa de estos intereses políticos.
Pero debemos enfrentar el hecho que se está politizando la religión y los asuntos morales. El hecho que los políticos se aprovechen de estos asuntos y los arrastren a la arena política no significa que estos temas estén libres del análisis religioso. Los dos temas de estreno que se discuten actualmente en los Estados Unidos es el matrimonio entre el mismo sexo y la carnicería de bebés no nacidos (desde el aborto hasta la investigación de la célula madre). Así como los grandes profetas de la antigüedad (e.g., Amós 7:10 et.seq.; Marcos 6:17,18), los cristianos tienen la obligación divina de mantenerse firmes en contra de todos los políticos que sostienen tales comportamientos impíos. Ciertamente, nuestros votos deben estar guiados por los mismos principios que Jehú articuló cuando condenó la afiliación política de Josafat con el Rey Acab: “¿Al impío das ayuda y amas a los que aborrecen a Jehová?” (2 Crónicas 19:2).
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