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¿Qué es Apologética?

Usted comienza a hablar con un hombre y le dice que Jesucristo le ama y murió para que él recibiese el perdón de sus pecados. Usted explica que todos deben obedecer a Jesús porque Él es el Hijo de Dios. El hombre quiere saber cómo usted sabe esta información. Usted le informa que la Biblia, la Palabra inspirada de Dios, declara esto como verdad. Él quiere saber dos cosas: (1) ¿Cómo puede probar que Dios existe?; y (2) ¿Cómo puede probar que la Biblia es Su Palabra? Él no está siendo contencioso o irascible; simplemente quiere algunas evidencias buenas que puedan merecer el cambio total de su vida que usted le está pidiendo que haga.

Ahora es su responsabilidad presentar argumentos sólidos y racionales que prueben las cosas que usted ha afirmado. Usted debe defender las proposiciones que ha presentado. Usted ha sido llamado a la defensa del Evangelio (Filipenses 1:17).

El término “apologética” se deriva de la palabra griega, apología, que significa “defender” o “hacer una defensa”. Entonces, la apologética es una disciplina dedicada a la defensa de algo. Pueden existir muchas clases diferentes de apologética así como existen muchas creencias en el mundo: la apologética ateísta, apologética hindú, apologética budista, apologética cristiana, ad infinitum. Sin embargo, cuando esta disciplina es tratada, la mayoría de la gente generalmente la asocia con la apologética cristiana. Por consiguiente, durante el resto de este tratado, cuando yo use el término apologética, me referiré especialmente a la apologética cristiana.

¿Qué es apologética? El filósofo cristiano, Dick Sztanyo, ha sugerido: “Apologética es la proclamación y defensa del evangelio de Cristo sin tener en cuenta cuándo, dónde, o por quién sea desafiada”. El apóstol Pedro usó la apologética cuando apeló a la tumba vacía en el Pentecostés. Pablo usó la apologética cuando citó a los poetas estoicos para atraer la atención a la existencia de Dios cuando se dirigió a los atenienses. Cristo usó la apologética cuando solicitó una moneda romana para probar que los judíos deberían pagar impuestos. Entonces, podemos ver que la palabra apologética no lleva una connotación de “disculpas”—en el sentido de estar triste o avergonzado. Al contrario, la palabra contiene una idea exactamente opuesta, de vindicación inteligente a través de la argumentación vigorosa. De hecho, Pablo dijo en 2 Corintios 10:4,5: “porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo”. La apologética defiende vigorosamente la verdad al refutar los argumentos que se exaltan a sí mismos por encima de la Palabra de Dios.

Entonces, ¿qué herramientas puede usar la apologética para “la destrucción” de argumentos falsos? Su caja de herramientas es interminablemente profunda como larga. Cualquier disciplina—desde la astronomía hasta la zoología—puede ser invocada para ayudar a la apologética. Así como Pedro usó la evidencia física de una tumba vacía, como Pablo usó la literatura contemporánea, y así como Jesús usó la inscripción en una moneda, los apologistas modernos pueden usar la arqueología, la literatura, la ciencia, la moralidad, la tecnología, y otras innumerables facetas de la vida humana para defender el cristianismo. Un niño puede observar las hormigas que trabajan duramente y testificar de la sabiduría del libro de Proverbios. Un astrofísico puede contemplar la Segunda Ley de la Termodinámica y sostener que el mundo no permanecerá para siempre. Un arqueólogo puede descubrir una inscripción antigua de gente conocida como hititas (o heteos) y aseverar que la Biblia contiene información precisa sobre este grupo de gente antigua. Un profesor de literatura puede leer la poesía de los tiempos pasados y averiguar que la humanidad siempre ha deseado adorar a un Creador Quién es infinitamente superior a la humanidad. Desde las alturas de las montañas hasta las profundidades de los océanos, surgen hechos que proveen un surtido amplio de municiones que pueden ser disparadas de los cañones de la apologética.

No obstante, la maquinaria de la apologética solamente puede operar con el combustible de la razón, ya que aparte de la razón, la apologética no tiene una fundación firme. El Diccionario Universitario de Merriam-Webster define la razón como “el poder de entender, inferir, o pensar, especialmente en maneras metódicas y racionales”. Pablo contrastó la razón con la locura en Hechos 26:24,25: “Diciendo él estas cosas en su defensa, Festo a gran voz dijo: Estás loco, Pablo; las muchas letras te vuelven loco. Mas él dijo: No estoy loco, excelentísimo Festo, sino que hablo palabras de verdad y de cordura [razón, LMC]”. Dios y Su portavoz siempre han presentado verdades racionales y razonables. Dios empleó la razón para convencer a los oyentes de Isaías de su pecado: “Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana” (Isaías 1:18). Cuando Samuel se dirigió a los israelitas en la coronación de Saúl, dijo: “Ahora, pues, aguardad, y contenderé con vosotros delante de Jehová acerca de todos los hechos de salvación que Jehová ha hecho con vosotros y con vuestros padres” (1 Samuel 12:7). Desde el principio del tiempo, Dios presentó al hombre los hechos, y después dejó que el hombre usara la razón para sacar las conclusiones correctas. Así, Romanos 1:20 declara: “Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas…”. La razón elimina todos los argumentos contradictorios y erróneos, dejando solamente los hechos que son consistentes y correctos.

La religión cristiana, en su fundación, está basada sobre los hechos históricamente verificables. La Biblia no es una fuente de proverbios sabios que, de alguna manera, se mantienen en pie por su propio mérito. Sin un establecimiento de hechos acerca de la vida, muerte y la resurrección de Jesús, la Palabra de Dios como la conocemos—incluso con toda su sabiduría fiable y consejos prácticos—sería nada más que un libro devocional lleno de temas que merece ser puesto sobre un estante al lado de la serie Chicken Soup for the Soul (Sopa de Pollo para el alma). Al usar los hechos históricos que son consistentes y correctos, la apologética hace su defensa al apelar a la capacidad del hombre de razonar. Dios nunca deseó que Sus criaturas humanas aceptaran ciegamente las proposiciones irrazonables postuladas por gente perversa. Él no quiere que seamos “niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error” (Efesios 4:14). Al contrario, Él demanda: “Examinadlo todo; retened lo bueno” (1 Tesalonicenses 5:21). Sin embargo, en el fondo, la apologética puede solamente ablandar los corazones de aquellos que acceden ser honestos con sí mismos y tratan la evidencia disponible honestamente y razonablemente. Hay mucha verdad en el antiguo adagio: “Un hombre convencido en contra de su voluntad, mantiene todavía la misma opinión”.


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