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“Prueba” que No Prueba

La ley de la racionalidad indica que una persona debería aceptar solamente las proposiciones e ideas para las cuales existe evidencia adecuada. Esta ley de pensamiento tiene una aplicación tan general que pocas personas incluso se dan cuenta que realmente la usan diariamente. Por ejemplo, si un hombre se presenta tarde al trabajo con su camisa rasgada y un ojo morado, declarando que fue atacado por hadas asesinas en un parque cercano, el jefe no necesita pensar mucho para reprender al empleado. Por otra parte, si un empleado se presenta declarando que tuvo un accidente automovilístico, y apoya su declaración mostrando la abolladura en su carro y el documento policial que verifica el accidente, entonces el jefe creerá al empleado. Entonces, puede notar que se usa la ley de la racionalidad diariamente.

No obstante, algunas veces se presenta una idea o filosofía que no tiene evidencia verificable y adecuada que sea necesaria para demandar aceptación. A causa de su falta de evidencia, los proponentes de esta idea apelan a ciertas “pruebas” que, superficialmente, parecen legítimas, pero en realidad no son evidencia en absoluto. Por ejemplo, suponga que un vendedor está vendiendo medallones que supuestamente alejan a los elefantes del poseedor del medallón. Y suponga que este vendedor está vendiendo estos medallones a los ciudadanos de Alaska. Cuando un cliente desconfiado pregunta si el medallón realmente funciona, el vendedor responde, “De seguro que funciona; usted no ve un elefante en 100 kilómetros de aquí, ¿verdad?”. Al considerar la declaración del vendedor, es fácil ver que existe algo extraño, pero ¿exactamente qué cosa? En pocas palabras, el vendedor ha cometido una falacia lógica conocida como argumentum ad ignorantiam (argumento de la ignorancia). El argumento de la ignorancia básicamente dice, “Usted no puede probar que mis medallones de elefante no sean la razón de la ausencia de elefantes aquí”. La esencia de esta falacia es que una persona acepta una proposición porque no se puede probar que no sea verdadera. El problema con este tipo de razonamiento es que no presenta ninguna prueba positiva, por ende, en realidad no presente prueba (vea Geisler y Brooks, 1990, pp. 95-96). El ejemplo anterior es solamente una de muchas falacias lógicas, i.e., apelaciones de prueba que no son prueba en absoluto.

La falacia lógica principal con la cual el resto de este artículo tratará se conoce como argumentum ad verencundiam (apelación a la autoridad). Este tipo de razonamiento engañoso sugiere que se puede aceptar cierta idea o proposición porque todas las “autoridades” la aceptan. Y, aunque es verdad que se puede confiar en que las autoridades legítimas suministran evidencia real, una persona no debería aceptar una conclusión solamente porque “una autoridad” dice que eso es cierto, sin que esa autoridad provea evidencia necesaria para la conclusión (Geisler y Brooks, pp. 98-99).

Un ejemplo bíblico clásico de una apelación falsa a la autoridad se encuentra en Juan 7. En el versículo 32, Jesús había desafiado a los líderes judíos a tal extensión que ellos comisionaron a algunos alguaciles para prender a Jesús a la fuerza. Sin embargo, después de escuchar a Jesús claramente, los alguaciles regresaron a los principales sacerdotes y fariseos sin prender a Jesús. Cuando preguntaron por qué no arrestaron a Jesús, los alguaciles respondieron: “¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre!” (vs. 46). En esencia, ellos estuvieron argumentando que Jesús no debía ser arrestado porque hablaba cosas que ningún hombre ordinario podía saber o hablar. Pero, en vez de abordar la evidencia real del caso (i.e., las cosas que Jesús realmente dijo), los fariseos apelaron falsamente a la autoridad cuando dijeron, “¿También vosotros habéis sido engañados? ¿Acaso ha creído en él alguno de los gobernantes, o de los fariseos? Mas esta gente que no sabe la ley, maldita es” (vss. 47-49). Note que los fariseos no expusieron las partes de la ley que Jesús supuestamente estaba quebrantando, ni tampoco presentaron una refutación de los enunciados de Cristo. En cambio, probaron su argumentación al sugerir, “Nosotros sabemos más que ustedes y esta multitud ignorante, por tanto deberían creer lo que les decimos, incluso sin evidencia adecuada”. Después de notar la falacia lógica de una apelación falsa a la autoridad, es evidente que estos líderes judíos fueron culpables de presentar una “prueba” que no probaba nada.

Incluso hoy, la apelación falsa a la autoridad es un truco común que se usa para apoyar ideas o conclusiones que carecen de evidencia suficiente. Esta falacia lógica tiene un asiento de bienvenida a la mesa de muchos libros y documentos que pretenden “probar” la teoría de la evolución orgánica. La siguiente muestra de enunciados usa la apelación a la autoridad (sin evidencia adecuada) en círculos evolutivos.

  • Richard Dawkins escribió: “Es absolutamente seguro decir que si conoce a alguien que reclama no creer en la evolución, esa persona es ignorante, estúpida o demente (o malvada, pero yo prefiero no considerar eso)” (1989, p. 34, paréntesis en original).
  • B.B. Vance y D.F. Miller declararon: “Todos los biólogos de reputación están de acuerdo que la evolución de la vida en la tierra es un hecho establecido” (1958, p. 520, énfasis añadido).
  • Richard Goldschmidt declaró: “Aquellos que tienen el derecho al juicio consideran la evolución animal y de la planta como un hecho para lo cual no se necesita prueba adicional” (1952, p. 84, énfasis añadido).

Como se puede ver, los enunciados que pretenden mostrar lo que todos los biólogos “de reputación” creen, o lo que aquellos “que tienen derecho al juicio” dicen, claramente están diseñados para producir un sentido de autoridad intelectual para lo cual no es necesario la evidencia. De hecho, se registra que J. Savage declaró, “Ningún biólogo serio duda hoy del hecho de la evolución…. El hecho de la evolución es ampliamente claro. No necesitamos una lista de evidencia para demostrar el hecho de la evolución como no necesitamos demostrar la existencia de grupos de montañas” (1965, prefacio, énfasis añadido).

Desde luego, mostrar que la elite “intelectual” algunas veces usa la falacia lógica de apelar a la falsa autoridad al intentar probar la evolución, no desaprueba la teoría de la evolución. Sin embargo, manifiesta el hecho que frecuentemente se ofrece esta “prueba” de la teoría en vez de la evidencia real. ¿Pudiera ser que no existe evidencia suficiente y verificable para probar racionalmente la teoría de la evolución orgánica? H.S. Lipson, un evolucionista, escribió: “De hecho, la evolución llegó a ser en un sentido una religión científica; casi todos los científicos la han aceptado, y muchos están preparados para ‘postrar’ sus observaciones para creer en ella” (1980, p. 138). Si muchos de los científicos modernos creen en la teoría de la evolución porque se les ha enseñado que los científicos “serios”, “de reputación” y educados creen en la evolución, ¿no es tiempo de descartar la apelación falsa a la autoridad e investigar la evidencia? Si esto pasara en gran escala, creo que la mayoría de los científicos, como los alguaciles de los fariseos, llegarían a dudar de la seudo-ciencia. De hecho, con suficiente honestidad y diligencia, ellos llegarían inevitablemente a creer en el creacionismo descrito en la Biblia, declarando que, “Jamás libro alguno ha hablado como este”.

REFERENCIAS

Dawkins, Richard (1989), “Revisión de Libro” [“Book Review”] (del Plano [Blueprint] de Donald Johanson y Maitland Edey), The New York Times, 9 de abril, sección 7, p. 34.

Geisler, Norman L. y Ronald M. Brooks (1990), “Venid y Razonemos: Una Introducción al Pensamiento Lógico” [“Come Let Us Reason: An Introduction to Logical Thinking] (Grand Rapids, MI: Baker).

Goldschmidt, Richard (1952), American Scientist, 49:84.

Lipson, H.S. (1980), “Un Físico Observa la Evolución” [“A Physicist Looks at Evolution”], Physics Bulletin, 31:138, Mayo.

Savage, J. (1965), Evolución [Evolution](Nueva York: Holt, Rinehart, Winston).

Vance, B.B. y D.F. Miller (1958), Biología para Usted [Biology for You], (Philadelphia, PA: Lippincott).


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