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Principios Hermenéuticos en el Antiguo Testamento

Uno de los atributos de Dios es Su naturaleza racional. Dios es inherentemente lógico, racional y razonable. Él es un Dios de verdad. Él creó a los seres humanos a Su propia imagen, lo cual incluye esta misma naturaleza racional. El cerebro humano fue creado por Dios para funcionar racionalmente. La comunicación de Dios con la humanidad presupone esta característica. La Biblia fue escrita en lenguaje humano, y fue escrita en tal manera que se asume que su significado proyectado puede ser entendido correctamente. De hecho, dentro de la misma Biblia, comenzando en el Antiguo Testamento, se encuentran los principios hermenéuticos por los cuales el lector puede entender el sentido deseado.

Este artículo resume seis principios claves y evidentes en el Antiguo Testamento que son indispensables para corregir el procedimiento hermenéutico. Muchos pasajes bíblicos demandan que el lector de la Biblia aplique principios simples-pero-necesarios para llegar al sentido que Dios deseó.

PRINCIPIO 1: LA VERDAD ABSOLUTA PUEDE SER OBTENIDA

La verdad absoluta y objetiva existe y puede ser conocida. La mente humana puede llegar al conocimiento de la verdad. Hoy en día muchos teólogos sostienen que la verdad es subjetiva y relativa. La gente de la “hermenéutica nueva” clama que existe una relación circular entre el intérprete y el texto, interpretando el uno al otro en un proceso interminable, determinando las presuposiciones del intérprete los significados que este concluye del texto. Pero, como a menudo es el caso, las teorías complejas del hombre son ridículas en vista de los enunciados simples y claros de la Escritura. El Antiguo Testamento supone en todo lugar que los seres humanos pueden y deben llegar al conocimiento absoluto de la verdad.

Salomón dijo, “Compra la verdad, y no la vendas; la sabiduría, la enseñanza y la inteligencia” (Proverbios 23:23). Tanto Isaías y Jeremías afirmaron que a la gente se le puede, y se le debe, enseñar para llegar al conocimiento de aquellas cosas que deben ser conocidas (Isaías 54:13; Jeremías 31:34; cf. Juan 6:45; 7:17). Moisés había enfatizado a los israelitas que era absolutamente imprescindible que ellos enseñaran a sus hijos aquellas cosas que son necesarias para agradar a Dios (Deuteronomio 6:1-9). ¿Podían los hijos ser capaces de entender y llegar a tener conocimiento? Moisés también explicó que el propósito del sufrimiento en el desierto fue hacer saber a los israelitas “que no sólo de pan vivirá el hombre, mas de todo lo que sale de la boca de Jehová vivirá el hombre” (Deuteronomio 8:3). Si toda la vida debe ser gobernada por las palabras que salen de la boca de Dios, entonces los humanos son capaces de asimilar aquellas palabras y llegar a un entendimiento correcto de lo que se requiere de ellos.

Moisés además señaló que “las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios; mas las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para siempre, para que cumplamos todas las palabras de esta ley” (Deuteronomio 29:29). Ciertamente, existen muchas cosas que los humanos no podemos saber—cosas que están más allá de nuestra capacidad limitada de entender (Romanos 11:33). Sin embargo, Dios ha revelado ciertas verdades, las cuales tenemos la capacidad de comprender. Estas verdades “pertenecen” a nosotros, i.e., están dirigidas hacia nosotros, y nosotros daremos cuenta por nuestra reacción ante estas. Mucha gente piensa demasiado en asuntos secundarios que no pueden ser completamente conocidos, mientras que descuidan aquellas cosas por las cuales serán responsables en la eternidad. No es sorprendente que Dios haya emitido frecuentemente advertencias en contra de ser ignorantes, no-informados, o resistentes al conocimiento (Isaías 1:3; 5:13; Jeremías 9:6; Oseas 4:6).

Salomón observó que las palabras de la sabiduría de Dios “son rectas al que entiende, y razonables a los que han hallado sabiduría” (Proverbios 8:9). Su sabiduría clama que “me hallan los que temprano me buscan” (Proverbios 8:17). ¿Podían Adán y Eva saber si era permisible comer del fruto (Génesis 3:1-3)? ¿Podía Caín saber qué sacrificio Dios esperaba (Génesis 4:5)? ¿Podía Moisés saber si debía hablar o golpear a la roca (Números 20:8-11)? Estos ejemplos demuestran que el problema perenne de la humanidad no es la incapacidad de llegar al conocimiento de la Palabra de Dios; sino el problema consistente es la indisposición de someterse. Muchos otros pasajes no dejan duda de que Dios tiene un ente de verdad que ha hecho disponible para la humanidad, y Él espera que cada persona use sus facultades mentales y habilidades cognitivas para entender esa verdad.

PRINCIPIO 2: SE REQUIERE RAZONAMIENTO LÓGICO

El Antiguo Testamento también expresa la idea de que para llegar a la verdad de Dios, se debe emplear el razonamiento correcto. Isaías citó el enunciado de Dios para la nación: “Venid, y razonemos juntos” (1:18, versión en inglés, King James). Dios después dijo: “Hazme recordar, entremos en juicio juntamente; habla tú para justificarte” (43:26). En su discurso de despedida a la nación, Samuel declaró: “Ahora, pues, aguardad, y contenderé con vosotros delante de Jehová” (1 Samuel 12:7). Salomón declaró que “[j]usto parece el primero que aboga por su causa; pero viene su adversario, y le descubre” (Proverbios 18:17). Él también dijo, “El simple todo lo cree; mas el avisado mira bien sus pasos” (Proverbios 14:15). Este espíritu investigador, precavido, y perceptivo exige un enfoque analítico para la vida. Nosotros debemos usar nuestra racionalidad para pensar claramente, exactamente y lógicamente en nuestro trato con la Escritura, también como al solucionar los asuntos de la vida. Estos pasajes enseñan que nosotros podemos, y debemos, averiguar el significado correcto de la Escritura a través del ejercicio adecuado de nuestras capacidades racionales.

PRINCIPIO 3: SE DEBE EMPLEAR ESFUERZO DILIGENTE

La tarea de aprender lo que Dios quiere que sepamos requiere esfuerzo considerable. Nosotros debemos estar dispuestos a emplear el tiempo y el esfuerzo para analizar y examinar cuidadosamente, y diligentemente, las palabras de Dios. Moisés subrayó este principio en su comentario a los israelitas en las llanuras de Moab justo antes de su entrada a la Tierra de Canaán. Él describió la tarea como una que requería atención constante y consistente:

Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas (Deuteronomio 6:6-9).

Salomón se refirió a la solicitud requerida para permanecer fieles a Dios: “Guarda, hijo mío, el mandamiento de tu padre, y no dejes la enseñanza de tu madre; átalos siempre en tu corazón, enlázalos a tu cuello. Te guiarán cuando andes; cuando duermas te guardarán; hablarán contigo cuando despiertes” (Proverbios 6:20-22). Esta diligencia debe incluir un deseo intenso de buscar, saber y adquirir la verdad—como el salmista que deseaba tanto la ley de Dios que él podía casi gustarla (Salmos 19:10). Esta debe ser buscada más que el oro fino (Salmos 19:10; 119:127). La mayoría de la gente está simplemente muy ocupada o indispuesta para emplear esfuerzo hasta tal intensidad. La vida tiene muchas distracciones y ofrece muchos otros intereses. Pero la Biblia clarifica que si deseamos entender la voluntad de Dios para nuestras vidas, el esfuerzo arduo, persistente y agresivo es esencial para averiguar esta voluntad.

PRINCIPIO 4: ESTÉ CONSCIENTE DE LA INTERPRETACIÓN FALSA

Un cuarto principio hermenéutico encontrado en la Biblia es que debemos reconocer que existen interpretaciones incorrectas y que nosotros somos capaces de distinguir lo correcto de lo incorrecto. Los falsos maestros sí existen Estos malinterpretan la Palabra de Dios y engañan a la gente con las interpretaciones incorrectas. Dios, a través de Jeremías, advirtió a la nación: “No escuchéis las palabras de los profetas que os profetizan; os alimentan con vanas esperanzas; hablan visión de su propio corazón, no de la boca de Jehová” (Jeremías 23:16). Piense acerca de los muchos hombres mentirosos y estafadores a través de la historia bíblica que buscaron extraviar al pueblo de Dios—desde los hechiceros de Faraón (Éxodo 7:11; 2 Timoteo 3:8) y Acab y los profetas de Baal de parte de Jezabel (1 Reyes 18:19), hasta Sedequías (1 Reyes 22:11,24) y Hananías (Jeremías 28). Dios esperaba que la gente mirara a través de sus farsas y sus ideologías erróneas, y reconociera la Palabra pura de Dios.

Así que es claro que el Antiguo Testamento advierte de las interpretaciones falsas y tergiversaciones de la Palabra de Dios. A los ojos de Dios, solamente existe una verdad por un lado, y las desviaciones de la verdad están apartadas de esta. Se requiere que toda la gente distinga entre la verdad y el error, y se aferre a la verdad. “¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido” (Isaías 8:20).

PRINCIPIO 5: PERMANEZCA DENTRO DE LOS PARÁMETROS ESCRITURALES

La Biblia también enseña que el intérprete debe permanecer dentro del marco de la Escritura, sin añadir o quitar de la revelación escrita. Moisés declaró mucho tiempo atrás: “No añadiréis a la palabra que yo os mando, ni disminuiréis de ella, para que guardéis los mandamientos de Jehová vuestro Dios que yo os ordene” (Deuteronomio 4:2; 12:32). Salomón dijo: “Toda palabra de Dios es limpia… No añadas a sus palabras, para que no te reprenda, Y seas hallado mentiroso” (Proverbios 30:5,6). Jeremías instó: “Paraos en los caminos, y mirad, y preguntad por las sendas antiguas, cuál sea el buen camino, y andad por él” (Jeremías 6:16). En otras palabras, el individuo es responsable de identificar los límites de las directrices de Dios, y luego limitarse a aquellas directrices. Estos pasajes clarifican que Dios ha definido los parámetros de la verdad moral, espiritual y religiosa para la humanidad. Él espera que nosotros nos limitemos a Sus instrucciones en nuestro pensamiento y práctica.

El Antiguo Testamento está plagado de ejemplos de gente que falló en someterse exactamente a las instrucciones dadas a ellos por Dios. Caín no fue un ateo ni un libertino. De hecho, él fue un individuo religioso que estaba dispuesto a comprometerse en adoración religiosa. Él también debe ser elogiado por dirigir su comportamiento de adoración hacía el Dios verdadero. Sin embargo, su ajuste pobre a las especificaciones de la actividad de adoración provocó el desagrado de Dios (Génesis 4:5; 1 Juan 3:12). Nadad y Abiú fueron las personas indicadas, en el tiempo indicado, en el lugar indicado, con el incensario indicado y el incienso indicado. Pero al usar el fuego equivocado, ellos fueron rápidamente ejecutados por Dios (Levítico 10:1,2). El Rey Saúl fue censurado dos veces por sus acciones inautorizadas (1 Samuel 13:11-13; 15:19-24). Uza fue herido a muerte simplemente por tocar el Arca del Pacto, aunque su motivo aparente fue proteger el Arca (2 Samuel 6:7). Luego David identificó la causa del problema con estas palabras: “[P]or cuanto no le buscamos según su ordenanza” (1 Crónicas 15:13). Las instrucciones previas de Dios sobre el tema no fueron seguidas como debían haberlo sido.

Permanecer dentro del marco de la Escritura requiere un reconocimiento del rol del “silencio” de las Escrituras. Una mala interpretación puede ocurrir en dos maneras: (1) algunos razonan que si la Biblia calla concerniente a una práctica particular (y por tanto no la condena explícitamente), ellos están libres de comprometerse en tal práctica; (2) otros razonan que si la Biblia no menciona una práctica, entonces ellos no están libres de comprometerse en esa práctica. Pero ninguno de estos puntos de vista explica adecuadamente la descripción bíblica.

La Biblia puede no mencionar expresamente un asunto dado, pero puede todavía autorizar su uso. Por ejemplo, se le dijo a Noé que construyera una barca, aunque no se le dio todos los detalles acerca de cómo hacerlo (Génesis 6:14). A él se le autorizó el lograr la tarea usando una variedad de herramientas de carpintería. El silencio de Dios en este punto particular fue por ende permisivo. Por otro lado, Dios no prohibió explícitamente el usar álamo, cedro, o fresno. En cambio, Él especificó “madera de gofer”. Por ende el silencio de Dios fue restrictivo en este caso.

Dos ejemplos adicionales ilustran este principio. Dios no prohibió explícitamente a Nadab y Abiú usar fuego de alguna otra fuente que la que fue divinamente especificada. Él simplemente les dijo qué fuego debían usar. El uso de fuego de cualquier otra fuente fue un acto inautorizado, i.e., esto no había recibido la aprobación previa de Dios. El texto dice que ellos “ofrecieron delante de Jehová fuego extraño, que él nunca les mandó” (Levítico 10:1). No fue que Dios les había dicho que no lo hagan; sino que Él no les había dicho que lo hagan.

De la misma manera, cuando Josué recibió instrucciones de Dios concernientes a las tácticas adecuadas que debían ser usadas para conquistar la ciudad de Jericó, Dios habló en una manera positiva, especificando lo que ellos debían hacer. Él no les dijo lo que no debían hacer. Las instrucciones incluían el hecho de gritar cuando la trompeta sonara (Josué 6:3-5). Sin embargo, Josué—quien obviamente entendió el principio de permanecer entre los confines de las instrucciones de Dios, y quien comprendió el concepto hermenéutico del silencio restrictivo—transmitió las instrucciones de Dios a la nación al ofrecer clarificación adicional: “Y Josué mandó al pueblo, diciendo: Vosotros no gritaréis, ni se oirá vuestra voz, ni saldrá palabra de vuestra boca, hasta el día que yo os diga: Gritad; entonces gritaréis” (Josué 6:10,11). Josué entendió que algunas cosas podían ser prohibidas por Dios—no porque Él explícitamente las prohibiera—sino porque Él simplemente no había dado autoridad para hacerlas. Con estudio honesto y diligente, nosotros también podemos fijar toda cuestión de interpretación y autoridad.

PRINCIPIO 6: MANTENGA UNA ACTITUD RECEPTIVA

Eso nos trae a un sexto principio para entender la Biblia. Nosotros debemos tener el mismo modo de pensar, la actitud correcta, un deseo genuino por conocer la voluntad de Dios y un corazón honesto para aceptar la verdad, sin importar cuán difícil sean las demandas de la verdad. Salomón anotó que “[o]irá el sabio, y aumentará el saber, y el entendido adquirirá consejo” (Proverbios 1:5). “Da al sabio, y será más sabio; enseña al justo, y aumentará su saber” (Proverbios 9:9). Estos pasajes clarifican que no podemos llegar a las Escrituras con el motivo oculto de hacer lo que queramos o probar nuestra posición. Nosotros debemos estar prontos a aprender de la Escritura lo que el Señor desea que aprendamos. Nosotros no debemos ser como los contemporáneos de Jeremías que rebeldemente declararon: “No andaremos” y “No escucharemos” (6:16,17).

Este tratado extremadamente breve de los principios hermenéuticos que son evidentes en el Antiguo Testamento no tiene realmente la intención de ser considerado completo. Pero este muestra cómo el Antiguo Testamento contiene dentro de sí mismo los principios por los cuales la verdad puede ser extraída. Todos los seres humanos responsables tienen en sí mismos la capacidad de trascender sus prejuicios y presuposiciones lo suficiente como para llegar a la verdad de Dios—si ellos desean genuinamente hacerlo. No existe simplemente tal cosa como “mi interpretación” y “tu interpretación”. Solamente existe la interpretación de Dios—y con estudio racional y diligente, nosotros podemos llegar a la verdad sobre cualquier tema que es vital para nuestro bienestar espiritual.

En vez de ser indiferentes acerca de los puntos de vista y posiciones conflictivas sobre varios temas (como el bautismo, la música en la adoración, los milagros, cuántas iglesias pueden existir con la aprobación de Dios, etc.), y en vez de desestimar las diferencias religiosas como inútiles, insolubles e irrelevantes, nosotros debemos ocuparnos en el negocio de estudiar e investigar el Libro de Dios, refrenándonos cuidadosamente de interpretar mal y usar mal la Escritura. Si prestamos cuidadosa atención a la tarea con un corazón honesto y receptivo a la verdad, podremos estar seguros de nuestra habilidad de llegar al conocimiento de la voluntad de Dios. El antiguo Testamento es un lugar apropiado para comenzar esta búsqueda.


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