Principios de Salvación y Mandamientos Relevantes
Podemos aprender mucho en las Escrituras acerca de cómo agradar al Creador. Dios no ha permitido que el hombre viva en esta Tierra con dudas, no sabiendo qué debe hacer para salvarse. En cambio, la Escritura repetidamente registra cómo se salvó mucha gente en tiempos diferentes en la historia. De estos relatos se puede obtener principios importantes en cuanto a la salvación. Además, la Biblia incluye mandamientos específicos para que los pecadores puedan saber precisamente lo que deben hacer para salvarse. Sin embargo, es la responsabilidad del estudiante de la Biblia distinguir entre la aplicación de los principios de salvación y la obediencia necesaria a los mandamientos específicos y necesarios que se deben seguir para recibir la salvación.
La gracia de Dios es esencial para la salvación de todos los hombres. Sin ella, no tendríamos esperanza de salvación (Efesios 2:12). Jesús enseñó este principio en parábolas (cf. Mateo 18:27; Lucas 15:20-23), y Pablo específicamente recordó a los cristianos, “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8-9). La salvación no es “por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia [la misericordia de Dios—EL]” (Tito 3:5).
Otro principio escritural para la salvación es que Dios salva solamente a los que entienden que están perdidos. El Señor no “remitió” el pecado del Rey David sino hasta que él confesó, “Pequé contra Jehová” (2 Samuel 12:13). En la parábola de Jesús acerca del fariseo y el publicano (Lucas 18:9-14), a diferencia del fariseo auto-justificado, el publicano finalmente “descendió a su casa justificado” (vs. 14), ya que “no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador” (vs. 13). El publicano reconoció su condición perdida y humildemente apeló al Único que podía salvarle—Dios. El ladrón penitente en la cruz provee otro ejemplo noble de alguien que reconoció sus caminos pecaminosos y regresó a Dios en busca de ayuda (Lucas 23:40-43). El ladrón admitió que la crucifixión brutal era su “recompensa debida” mientras confesó que “éste [Jesús—EL] ningún mal hizo” (vs. 41). Luego apeló a Cristo en busca de salvación, diciendo, “Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino” (vs. 42).
¿Pueden los estudiantes de la Biblia aprender principios de salvación al considerar el arrepentimiento del Rey David, la humildad del publicano y la apelación sincera del ladrón ante Cristo? Absolutamente. Sin embargo, se debe tener cuidado de no confundir los principios de aprendizaje de salvación con el aprendizaje de las cosas específicas que los no-cristianos deben hacer hoy para recibir el regalo de la salvación.
Un inmigrante que desea ser un ciudadano norteamericano que cumple la ley puede aprender mucho al estudiar las vidas de los inmigrantes del siglo XIX. Entender los obstáculos que atravesaron para llegar a Norteamérica y finalmente llegar a ser ciudadanos legales de los EE.UU., puede inspirar a los inmigrantes del siglo XXI a hacer lo mismo. Se puede aprender la necesidad de la paciencia, persistencia y perseverancia. Pero para que un inmigrante del siglo XXI llegue a ser un ciudadano de los EE.UU., debe familiarizarse con las leyes actuales de naturalización, y luego debe obedecer esas leyes. El conocimiento de las leyes de ciudadanía del siglo XIX puede ayudar en el proceso de naturalización, pero en el fondo, la persona moderna debe cumplir las reglas y regulaciones del siglo XXI.
Similarmente, los estudiantes de la Biblia pueden aprender mucho de los personajes humildes, contritos y determinados que vivieron antes de la muerte de Jesús en la cruz. Los cristianos se perjudicarían si no consideraran el corazón contrito de David (lea el Salmo 53), la pregunta importante del joven rico (“¿Qué haré para heredar la vida eterna?”—Marcos 10:17) y el ruego sincero del ladrón a Cristo por salvación (Lucas 23:42; cf. Romanos 15:4; 1 Corintios 10:11). De toda la Escritura podemos cosechar principios piadosos en cuanto a la salvación del hombre. No obstante, los estudiantes de la Biblia no deben confundir la aplicación de principios bíblicos con la obediencia de mandamientos relevantes. Todas las personas que viven después de la cruz de Cristo son salvas bajo una ley diferente a la ley en la cual David, el ladrón en la cruz, el joven rico e incluso Jesús vivieron. El Nuevo Testamento de Dios empezó a regir después de la muerte de Cristo, y este testamento revela las instrucciones específicas que los no-cristianos deben obedecer para llegar a ser cristianos. “Porque donde hay testamento, es necesario que intervenga muerte del testador. Porque el testamento con la muerte se confirma; pues no es válido entre tanto que el testador vive” (Hebreos 9:16-17, énfasis añadido).
Después de la muerte de Jesús y Su subsiguiente resurrección, Él y Sus apóstoles enseñaron que los no-cristianos llegan a estar en una relación correcta con Dios solamente después que confiesan la fe en Cristo (Marcos 16:16; Romanos 10:9-10), se arrepienten de sus pecados (Hechos 2:38; 3:19) y son sumergidos en agua para el perdón de los pecados (Marcos 16:16; Hechos 2:38; 22:16). Estos son prerrequisitos específicos para recibir la salvación. Todos los que viven después de la cruz de Cristo deben cumplir estos requisitos (cf. Colosenses 2:14; 2 Tesalonicenses 1:7-9).
Apelar al ladrón en la cruz (Lucas 23:39-43), al paralítico de Galilea (Mateo 9:1-7) o a la mujer pecadora a quien Jesús perdonó (Lucas 7:36-50) para aprender específicamente lo que Dios quiere que los no-cristianos hagan hoy para ser salvos, es usar mal la palabra de verdad. Se “usa bien” (RVR) o se “interpreta rectamente la palabra de verdad” (2 Timoteo 2:15, NVI) cuando se entiende que los mandamientos relevantes para la salvación se encuentran después de la muerte de Jesús. Hacer la distinción entre aprender los caminos piadosos de los que estuvieron antes de la cruz (cf. Romanos 15:4) y obedecer los mandamientos específicos que se dan después de la cruz, es vital para entender adecuadamente la voluntad de Dios y para una relación correcta con Él.
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