Menu

¿Por Qué Creó Dios el Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal?

Y Jehová Dios hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista, y bueno para comer; también el árbol de vida en medio del huerto, y el árbol de la ciencia del bien y del mal (Génesis 2:9, énfasis añadido).

Desde las edades tempranas de la historia humana, la gente ha tratado de excusar sus acciones equivocadas y así escapar de su responsabilidad personal. En el principio, el hombre hizo uso de su capacidad intelectual para crear “ingeniosamente” la primera excusa que le absolviera de su culpabilidad por quebrantar la ley de Dios. Él declaró en su defensa: “La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí” (Génesis 3:12). La mujer, siguiendo el ejemplo de su compañero quién supuestamente había depositado toda la culpa sobre ella, rápidamente respondió: “La serpiente me engañó, y comí” (Génesis 3:13).

Esta situación no ha cambiado mucho desde entonces. El hombre ha continuado en su búsqueda interminable por excusas más sutiles, sofisticadas y argumentadas que le “liberen” de su responsabilidad moral y/o espiritual. De una manera más desvergonzada que el primer hombre—quien culpó directamente a la mujer e indirectamente a Dios cuando dijo: “La mujer que me diste…” (Génesis 3:12)—muchos hoy en día han erguido sus cabezas para acusar a Dios de iniciador, promotor e instigador de la tragedia del Edén. Al responder la pregunta, “¿A Quién se Debe Culpar por la Caída de la Humanidad en el Huerto?” (“Who’s to Blame for Mankind’s Fall in the Garden?”), Norman E. Masters declaró enfáticamente:

El “Señor Dios” es el “Tentador” en Edén en Génesis 2:17 cuando dice, “…mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás”…. Diga a un niño o a un menor que no haga algo y usted estará inmediatamente estableciendo la tentación a hacerlo. Si no quiere tentarlos entonces nunca lo mencione—y asegúrese que la tentación no esté disponible para ceder a ella (2000, énfasis añadido).

Con esta simple acusación difamatoria, muchos hombres se han despojado de todo peso de culpa y responsabilidad. [Lo cierto es que si se puede acusar legítimamente a Dios de nuestras tragedias, errores y acciones corruptas, entonces el hombre queda libre de su responsabilidad delante de ese Dios—y es esa libertad (o libertinaje) la cual muchos quieren obtener]. Sin embargo, estos hombres simplemente no han aprobado a Dios en sus vidas (Romanos 1:28), y en su afán por encontrar algo de paz en medios de sus actos licenciosos que imputan su consciencia, se han embarcado en la búsqueda deliberada de alguna clase de maldad intrínseca en la naturaleza divina.

Por otra parte, hay algunos que creen en el Dios de amor que la Biblia revela (1 Juan 4:8), pero que tienen dificultad en entender (o explicar), (a) por qué Dios permite que algunas cosas sucedan sin intervenir sobrenaturalmente para que estas cosas no afecten a Sus criaturas, y (b) por qué a veces incluso “parece” que Él mismo contribuyera negativamente en la desdicha de la humanidad. Por ende, surge inevitablemente la pregunta, ¿Por qué creó Dios el árbol de la ciencia del bien y del mal?

LA NATURALEZA INTRÍNSECA DEL ÁRBOL DE LA CIENCIA DEL BIEN Y DEL MAL

El relato de la Creación en Génesis es una de las narraciones más sublimes registradas en la Biblia. El arte del Creador parece una sinfonía armoniosa que deleita nuestros oídos. Solo hay algo que “rechina nuestros tímpanos”—algo que ha impedido que muchos crean en el Creador—la creación de un árbol. Para muchos la pregunta, “¿por qué creó Dios este árbol?”, es incontestable—ya que no pueden conciliar la idea de un Dios santo con la creación de algo que “causó” la caída del hombre. Una escritora ha sugerido:

Quizá se pudiera interpretar este versículo como que también Dios creó el mal…. Con frecuencia los creyentes afirman que todo el bien proviene de Dios, y que el mal proviene del hombre, [pero] parece que a la hora de leer la Biblia se les olvida leer que el mismo que creó el bien, también creó el mal…. ¿[Q]ué necesidad tenía de plantar un árbol cuyos frutos fueran frutos del mal? Y aquí se plantea un dilema, o Dios no sabía lo que iba a suceder con el dichoso arbolito, o si lo sabía ¿para qué lo hizo? Si no lo sabía no era sabio, si lo sabía fue y es un malvado (vea Alba, s.d., énfasis añadido).

No obstante, catalogar el árbol de la ciencia del bien y del mal como malo es el primer error que comete la persona que quiere (o no quiere, como la cita anterior demuestra) entender los caminos de Dios. Génesis 1:31 registra: “Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera”. Las Escrituras claramente afirman que todo lo que Dios había creado no solamente era bueno, sino “bueno en gran manera”. Éxodo 20:11 registra que todo fue creado en los seis días de actividad creativa, por ende, nada fue creado después de esos seis días. Entonces, la conclusión veraz e ineludible es que el árbol de la ciencia del bien y del mal realmente era “bueno en gran manera”.

Se debe tener en cuenta algo más al hablar de la naturaleza intrínseca de este árbol. Aunque el nombre dado a este árbol sugiera por la palabra “mal” algo negativo, la verdad es que este árbol no era una fuente de maldad. El árbol no era “del bien y del mal” (i.e., que contenía el bien y el mal inherentemente), sino era el árbol de la ciencia del bien y del mal; estas son dos cosas muy diferentes. Cuando Moisés habló de la “ciencia” contenida en este árbol, utilizó el término hebreo da‘at, que implica discernimiento y discriminación, pero que no implica necesariamente relación íntima. [Este término se usa solamente dos veces en Génesis, y ambas veces hace referencia al árbol de la ciencia del bien y del mal]. Sin embargo, al expresar tanto discernimiento y relación intima, Moisés usó el término yada. De este término el Diccionario Expositivo de Vine anota: “En esencia, yada significa: (1) saber por observación y reflexión, y (2) saber por experiencia (vea Vine, 1999, p. 65, énfasis añadido).

Por consiguiente, se puede hallar una diferencia entre estos dos términos en Génesis 4:1, donde “[c]onoció [yada—conocimiento por experiencia íntima] Adán a su mujer Eva, la cual concibió y dio a luz a Caín, y Génesis 2:17, donde Dios declaró: “[M]as del árbol de la ciencia [da‘at—discriminación del conocimiento] del bien y del mal no comerás”. Realmente esta ciencia (o conocimiento) no llevaba nada malo en sí misma, ya que no se basaba en la experiencia de lo bueno y lo malo, sino en la ampliación del entendimiento de la mente para diferenciar entre lo bueno y lo malo. En una manera similar a la Biblia—la cual nos da a conocer lo bueno que debemos hacer y lo malo que debemos evitar (sin necesariamente inducirnos al mal)—este árbol portaba este conocimiento. Pero si este árbol no tenía una naturaleza malévola, entonces, ¿qué le hacía un árbol no bueno para el consumo?

LA NECESIDAD DEL MANDAMIENTO Y LA PROHIBICIÓN DIVINA

Si algo hacía a este árbol no ideal para el consumo, ciertamente eso no tenía nada que ver con la naturaleza misma del árbol (ya que todo lo que Dios había creado era “bueno en gran manera”), sino tenía que ver directamente con el mandato y la prohibición de Dios. Cuando Dios prohibió al hombre a comer del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal (Génesis 2:16-17), no atribuyó nada malo al árbol. Sin embargo, señaló una consecuencia trágica que era producto, no de la naturaleza intrínseca del árbol, sino de la desobediencia al mandamiento de Dios. [Considere el hecho que Dios pudo haber prohibido que el hombre comiera del árbol de vida (aludido en Génesis 2:9), y aunque este árbol denote por su nombre algo positivo, no hubiera excusado al hombre si él hubiera desobedecido el mandato divino].

Pero ¿por qué era necesario el mandamiento y la prohibición divina que implicaba la presencia de dicho árbol? ¿No podía Dios haber prescindido de este árbol, y por ende de la prohibición, y así haber garantizado la dicha eterna de Sus criaturas? Rich Deem abordó estas mismas preguntas y declaró:

Los escépticos a menudo se quejan de que Dios tendió una trampa a Adán y Eva para que cayeran. Sin embargo, Dios tenía que dar a Adán y Eva una elección. Sin el libre albedrío para escoger, Adán y Eva hubieran sido simplemente títeres. El verdadero amor siempre requiere elección. Dios quería que Adán y Eva escogieran amarle y confiar en Él. La única manera de darles esta elección hubiera sido mandarles algo que no estaba permitido (Deem, 2004, énfasis añadido).

De hecho, se puede explicar (sino totalmente, al menos en gran parte) la creación de este árbol y la subsiguiente prohibición del Cielo sobre el fundamento del amor divino. La Biblia claramente indica que Dios es amor (1 Juan 4:8). Por ende, todas Sus acciones hacia el hombre—desde su creación hasta su redención—fueron productos de Su amor. Wayne Jackson ha anotado:

[E]l amor del cielo se demostró en el hecho que se dotó a la humanidad con libre albedrío; a nosotros se nos concedió la libertad de escoger (cf. Génesis 2:16-17, Josué 24:15, Isaías 7:15, Juan 5:39-40, 7:17 y Apocalipsis 22:17). ¿Pudiera alguien imaginar a Dios como un Dios de amor que creó seres inteligentes, pero que después los programó para servirle como esclavos sin ningún poder de voluntad personal? ¡Nunca! (Jackson, 1994, énfasis añadido).

El amor requiere libre albedrío; y el libre albedrío, para su consumación, requiere la posibilidad que se pueda hacer una elección de una manera u otra. Para que el hombre tuviera elecciones que demanden el uso de su libre albedrío, era necesario el mandamiento. Desde luego, al existir simultáneamente el mandamiento también se dio paso a la posibilidad de escoger libremente obedecer o no.

En Su amor infinito, Dios quiso que el hombre gozara de libre albedrío para escoger hacer Su voluntad. Él quiso que el hombre le amara, no porque ésta era su única opción presentada, sino porque ésta era la única opción que le garantizaría felicidad eterna.

También necesitamos recordar que el hecho que Dios conozca el futuro, no le transforma en un ser malvado si no actúa para cambiar el futuro. Los seres humanos actuamos en una manera similar. Hay muchas cosas que hacemos por “amor”, aunque reconocemos de antemano que habrá tiempos en que estas cosas no siempre funcionarán para lo mejor. Por ejemplo, traemos niños al mundo con el conocimiento completo que ellos se enfermarán, harán elecciones equivocadas, sufrirán, serán odiados, envejecerán, se debilitarán y morirán. Pero nadie nos culparía por traerlos al mundo. Aunque Dios conoce el futuro y tiene el poder de cambiarlo, esto no se puede lograr si el hombre debe mantener su volición personal.

LA PROVIDENCIA DIVINA

En un artículo titulado profanamente, “Los Pecados del Padre” (“Sins of the Father”), se lee la siguiente declaración:

Si él [Dios—MP] no quería que Adán y Eva comieran de éste, entonces ¿por qué lo puso en el Edén en primer lugar? ¡Esto me indigna! ¿Por qué crear este objeto peligroso y seductor y colocarlo justo en el medio del Paraíso, desprotegido, donde fácilmente pudiera ser comido? ¡Él pudo a lo menos haber puesto una cerca alrededor de éste!…. ¿Tendió Dios una trampa a sus criaturas? ¿Quería tener una excusa para sacarlos del Paraíso? (“Sins of…”, s.d., énfasis añadido)

Ahora se acusa a Dios no solamente de haber creado algo “peligroso” para el hombre, sino de no haber provisto ningún sistema de prevención y seguridad para Sus criaturas. No obstante, como se señaló anteriormente, Dios es amor (1 Juan 4:8); y en la historia trágica del Edén, este atributo de Dios se demuestra en Su providencia para el hombre. Esta providencia está atesorada cuidadosamente dentro del relato de Génesis 2—pero algunos no pueden verla (o no quieren reconocerla). Dios siempre quiso que el hombre guardara Su mandamiento, y es por eso que usó muchos medios para facilitar esta obediencia. Considere los siguientes puntos.

Primero, Dios puso el árbol de la ciencia del bien y del mal en medio del huerto (Génesis 3:3). Esta ubicación fue estratégica. Ya que este árbol estaba en medio del huerto, no existía manera de que el hombre pudiera comer de su fruto por equivocación. A diferencia de la interpretación de algunos escépticos, la ubicación del árbol en medio del huerto aseguraba que el hombre no pecaría por ignorancia o desorientación.

Segundo, Dios también puso el árbol de vida en medio del huerto (Génesis 2:9). Ya que este árbol también estaba en medio del huerto, servía como medio de atracción al bien cuando el hombre fuera influenciado a desobedecer a Dios. Al ubicar este árbol muy cerca al otro, Dios hacía recordar al hombre que él tenía la libertad—y la opción—de escoger la obediencia en vez de la desobediencia, la vida en vez de la muerte.

Tercero, la prohibición y el castigo potencial estaban proyectados a servir como “cerca” de seguridad para prevenir que el hombre traspasara los límites del mandato divino. Dios le dijo: “Porque el día que de él comiereis, ciertamente morirás” (Génesis 2:17). Ya que existía una consecuencia, también existía el temor de enfrentar esa terrible consecuencia. Solamente eso debía haber sido suficiente para mantener al hombre lejos de este árbol.

Cuarto, Dios creó muchísimos árboles más con el fin de que el hombre no tuviera necesidad de comer de este árbol prohibido (Génesis 2:9). Dios no solamente hizo nacer todo árbol en el huerto, sino el texto dice: “Todo árbol delicioso a la vista”. Dios no solamente se aseguró de hacer muchos árboles para el hombre, sino también se aseguró que estos árboles lucieran atractivos para el hombre. La atracción de cada árbol en el huerto constituía una pieza fundamental para despistar la atención que el hombre pudiera tener por el árbol de la ciencia del bien y del mal.

Ciertamente, Dios proveyó los medios necesarios para que el hombre obedeciera Su voluntad divina. A pesar de eso, todavía hay algunos que ven la creación de este árbol como prueba fundamental del “lado oscuro” de Dios. Pero nadie debería levantar tal acusación en contra de un Dios que creó un mundo perfecto para el hombre, le dotó con la libertad para escoger el bien, y le proveyó mucho cuidado para que no pecara.

En conclusión, se debe considerar un punto más. Adán, como todo hombre después de él, gozó de libre albedrío para escoger el bien. Aunque Adán optó por desobedecer a Dios, esto no significa que el plan de Dios falló. La verdad es que cuando el hombre cae en pecado y desobediencia, no se debe culpar a Dios. El inspirado escritor Santiago declaró: “Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie” (1:13, énfasis añadido). Los creyentes en la Biblia podemos estar seguros que, en nuestro ejercicio volitivo, el anhelo divino siempre será nuestro bien. Así como Adán tuvo que escoger entre la vida y la muerte, nosotros estamos llamados a hacer nuestra propia elección. Y desde luego, es la voluntad de Dios que escojamos la vida. Moisés instó al pueblo de Dios: “A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia” (Deuteronomio 30:19, énfasis añadido).

REFERENCIAS

Alba, María (sine data), “Génesis 2: El Hombre en el Huerto del Edén”, [En-línea], URL: http://www.sindioses.org/genesis/genesis2.html.

“Sins of the Father—The Fall from Eden”(sine data), Ebon Musings, [En-línea], URL: http://www.ebonmusings.org/atheism/sinsofthefather.html.

Deem, Rich (2004), “Why Wouldn’t God Want Adam and Eve to Have Knowledge of Good and Evil?”, [En-línea], URL: http://www.godandscience.org/apologetics/tree.html.

Jackson, Wayne (1994), ¿Desaprueba el Sufrimiento Humano la Existencia de un Dios Benévolo? [Folleto] (Montgomery, AL: Apologetics Press).

Masters, Norman E. (2000), “Who’s to Blame for Mankind’s Fall in the Garden?”, [En-línea], URL: http://www.pinn.net/~sunshine/whm2000/norm.html.

Vine (1999), Diccionario Expositivo de Palabras del Antiguo y Nuevo Testamento Exhaustivo (Colombia, Editorial Caribe. Inc.).


Published

A copied sheet of paper

REPRODUCTION & DISCLAIMERS: We are happy to grant permission for this article to be reproduced in part or in its entirety, as long as our stipulations are observed.

Reproduction Stipulations→