Oyendo a Dios en el Siglo Veintiuno
En el Huerto del Edén, Dios habló directamente a Adán, mandándole que no comiera del árbol de la ciencia del bien y del mal (Génesis 2:16-17). Siglos después, “vino la palabra de Jehová a Abram en visión” mientras moraba en la tierra de Canaán (Génesis 15:1). El patriarca Jacob recibió un mensaje de Jehová por medio del “ángel de Dios” que le habló en sueños” (Génesis 31:11). El Señor habló directamente a Moisés desde la zarza ardiente en el Monte Horeb (Éxodo 3-4). El ángel Gabriel trajo mensajes de Dios a Zacarías, quien moraba en Jerusalén (Lucas 1:11-21) y a María, la madre de Jesús, quien vivía en Nazaret (Lucas 1:26-33). Incluso Pablo, quien estaba en su camino a Damasco para encarcelar a cualquier cristiano judío que encontrara, recibió una “visión celestial” (Hechos 26:19; cf. Hechos 9). Parece que la lista de las apariciones de Dios a los hombres es casi interminable. Ningún creyente en la Biblia cuestiona el hecho que Dios ha revelado mensajes a los hombres muchas veces, sea directamente o a través de medios diferentes a la revelación escrita.
La pregunta que ha menudo se hace hoy es, “¿Cómo oímos a Dios ahora?”. ¿Todavía se comunica Dios con la gente a través de sueños y visiones como en los tiempos bíblicos? ¿Deberíamos esperar que nos llame directamente en algún momento para hacer una gran obra, como le llamó a Saúl? ¿Enviará Dios a un ángel para que me dé a conocer más revelación que la que se da en la Biblia? O, así como Elí instruyó a Samuel, ¿debería “ir y acostarme” y esperar que Jesús me revele algún mensaje (1 Samuel 3:9-10)? En vista del hecho que por milenios Dios se comunicó con la gente directamente o a través de medios diferentes a la revelación escrita, ¿cómo algunos afirman hoy que Dios se comunica al hombre solamente a través de la Biblia? ¿Exactamente cómo “oímos a Dios” hoy?
Según Hebreos 1:1-2, “Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo” (énfasis añadido). Haciendo un contraste entre los profetas de la antigüedad (e.g., Moisés y Elías) y Jesús, Dios instruyó a Pedro, Jacobo y a Juan, diciendo, “Este [Jesús—EL] es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd” (Mateo 17:5, énfasis añadido). Jesús informó a Sus oyentes en una ocasión de la razón por la que debemos “escucharle”: “El que me rechaza, y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue; la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero” (Juan 12:48, énfasis añadido). Para agradar a Dios, debemos aprender y obedecer las palabras de Jesús.
Pero ¿cómo “oímos” a Jesús? Según el Nuevo Testamento, la gente llega a conocer a Jesús y Sus palabras por medio de las enseñanzas de los apóstoles. Considere la siguiente línea de razonamiento de las Escrituras.
- La noche de la traición de Jesús, Él oró, diciendo, “Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste” (Juan 17:20-21, énfasis añadido). La palabra “ellos” hace referencia a aquellos por los cuales Jesús estaba orando en los versículos anteriores (17:6-19)—los apóstoles. Jesús oró por la unidad de los futuros creyentes, lo cual Él declaró que se basaría en las “palabras” de los apóstoles.
- En esa misma noche, Jesús dijo a los apóstoles: “De cierto, de cierto os digo: El que recibe al que yo enviare, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió” (Juan 13:20, énfasis añadido). Después de Su resurrección, y antes de Su ascensión al cielo, Jesús dijo a estos mismos discípulos: “Como me envió el Padre, así también yo os envío” (Juan 20:21). Entonces, recibir las enseñanzas de los apóstoles es recibir las enseñanzas de Jesús.
Pero ¿cómo recibimos la doctrina de los apóstoles hoy? Ya que todos los apóstoles están muertos, ¿a través de qué medio nos hablan en el siglo veintiuno? Pablo respondió a esta pregunta en Efesios 3:1-5.
Por esta causa yo Pablo, prisionero de Cristo Jesús por vosotros los gentiles; si es que habéis oído de la administración de la gracia de Dios que me fue dada para con vosotros; que por revelación me fue declarado el misterio, como antes lo he escrito brevemente, leyendo lo cual podéis entender cuál sea mi conocimiento en el misterio de Cristo, misterio que en otras generaciones no se dio a conocer a los hijos de los hombres, como ahora es revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu (énfasis añadido).
Hoy se puede entender el “misterio de Cristo” a través de la revelación escrita de hombres como Pablo, quienes recibieron la Verdad “por revelación de Jesucristo” (Gálatas 1:11-12).
Todavía, algunos pueden preguntar: “¿No ha habido hombres durante los siglos, incluso en el siglo veintiuno, que han sido inspirados por Dios para revelar Su mensaje?”. Realmente, la Biblia indica que toda la Verdad necesaria para la salvación se reveló durante la vida de los apóstoles. La noche antes de Su crucifixión, Jesús prometió a Sus apóstoles que después de Su partida, el Espíritu vendría y les guiaría “a toda la verdad” (Juan 16:13), les enseñaría “todas las cosas” y les recordaría “todo” lo que Jesús les enseñó (Juan 14:26). Después de Su crucifixión y resurrección (pero antes de ascender al cielo), Jesús entonces mandó a estos mismos discípulos a “haced discípulos a todas las naciones…enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado” (Mateo 28:19-20, énfasis añadido). La “fe…ha sido una vez dada a los santos” en el primer siglo (Judas 3), así que desde ese tiempo los cristianos tienen “todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad” (2 Pedro 1:3).
Oír la voluntad de Dios en el siglo veintiuno es tan fácil como tomar la Biblia providencialmente preservada y leer lo que los apóstoles y profetas de Jesús registraron para nuestro beneficio. La revelación de Dios nos prepara completamente para toda buena obra (cf. 2 Timoteo 3:17), tanto que no se necesita ningún mensaje, sueño o visión moderna. Casi dos mil años atrás, Dios reveló “toda la verdad” a los apóstoles y profetas que la registraron “por inspiración”. Esta “verdad” es el estándar por el que la gente debe vivir. Y cualquiera que enseñe un mensaje contrario perecerá eternamente (cf. Gálatas 1:8-9).
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