Nuestras Escuelas Cristianas
Hubo un tiempo en la historia americana en que el carácter moral de un maestro de escuela era parte del proceso de aceptación. La sociedad sentía que los maestros de escuela debían ser modelos superiores de comportamiento moral y espiritual para sus alumnos. Aunque parezca difícil de creer, la comunidad norteamericana promedio nunca hubiera aprobado la idea de contratar a un maestro de escuela que consumiera bebidas alcohólicas, que usara lenguaje soez, que fuera divorciado o que fuera divorciado y casado no-escrituralmente—viviendo por ende en una relación adúltera. La decadencia moral y espiritual de nuestra civilización norteamericana está tan extendida que se ha invertido las perspectivas previas. Ahora es virtualmente ilegal considerar el comportamiento moral del maestro.
Por ejemplo, considere el arresto reciente de una profesora de secundaria de 37 años de Berkeley, California, por también dedicarse a la prostitución. Al compararse con Martin Luther King Jr. en su lucha por despenalizar esta actividad ilícita, ella insistió que sus ideales feministas fomentaban el derecho de la mujer a la “auto-determinación”: “Siento que las leyes en cuanto a la prostitución son prehistóricas. Son similares a las leyes en cuanto a la sodomía, y finalmente serán abrogadas” (vea “Maestra Feminista…”, 2003). Otra maestra compañera de trabajo la calificó como una “profesora estupenda”, y condenó la noción que “los maestros no puedan hacer lo que quieran con sus vidas personales” (vea Hill, 2003). La erosión gradual de los estándares básicos de la decencia, la virtud y lo correcto e incorrecto ha guiado a la nación al caos moral, la depravación sexual y la confusión social. La anarquía sexual de la cual se hace alarde y la cual se permite que florezca sin impedimento está guiando literalmente a la civilización norteamericana al borde de una bancarrota moral y espiritual completa.
La justificación central para la creación de escuelas cristianas privadas es proveer refugio de la mundanalidad que ha inundado el sistema escolar público. Cuando una escuela cristiana—que clama ser un antídoto para la escuela mundana particular—permite la invasión gradual de la mundanalidad en su propio terreno, pierde su propio derecho a existir—o al menos a calificarse como una escuela “cristiana”. El compromiso de solo un principio moral la coloca al mismo nivel de las escuelas seculares. Difiere de ella solamente en extensión—no en clase.
Además de aceptar la tolerancia y sentirnos cómodos con la mundanalidad que inunda la nación, en algún momento hemos alterado sutilmente el propósito original de una escuela cristiana. La atención originalmente fue aislar a los niños y jóvenes de la mundanalidad, mientras se los educaba para vivir sus vidas delante de Dios, i.e., prepararlos para ser adultos honrados y decentes. No obstante, ahora el enfoque de la escuela cristiana privada es lograr credibilidad académica según los estándares del mundo. La escuela cristiana ahora busca la credibilidad secular y la autenticidad mundana para el estudiante. Con esa meta en vista, la conducta moral personal de los maestros ha tomado un segundo plano en la necesidad de proveer “calidad” académica.
Señalar este suceso insidioso es tabú. Algunos lo consideran equivalente a desafiar al Señor mismo. Muchos abrigan la actitud irracional que una escuela—la institución educacional de una persona (o empleador)—es sagrada y debe defenderse, protegerse y excusarse a cualquier precio. Este celo erróneo coloca la lealtad al hombre y a las instituciones que el hombre crea sobre la lealtad a Cristo y a Su iglesia. Coloca a las personas y a la política sobre el principio, y al sentimentalismo sobre la espiritualidad.
¿Debería permitir la iglesia que una pareja lesbiana labore como protectores en una guardería afiliada a la iglesia? ¿Debería permitir la iglesia que un homosexual labore como profesor en una universidad cristiana? ¿Debería permitir la iglesia que un musulmán, budista o hindú tenga una posición de enseñanza en una escuela cristiana? ¿Debería permitirse que un cristiano que toma alcohol y participa en el baile en clubes nocturnos enseñe en una institución cristiana? ¿Debería el comportamiento moral y las creencias religiosas tener algo que ver con el proceso de aceptación en nuestras escuelas, facultades y universidades cristianas?
Independientemente del prejuicio personal o la política, las respuestas a estas preguntas son bíblicamente claras e indisputables. La única conclusión que está en armonía con los principios bíblicos y la espiritualidad cristiana es que los empleados de las escuelas cristianas—especialmente los administradores y maestros—deben estar por encima del reproche en su conducta moral. Si un maestro se involucra en comportamientos sociales inmorales (e.g., el consumo de alcohol, el baile, etc.), debe ser despedido del empleo. Si un profesor se divorcia no-escrituralmente de su compañero y se casa otra vez en violación de la enseñanza bíblica (i.e., Mateo 19:9), debe ser despedido del empleo. (Si la compañera en un “matrimonio” lesbiano no es adecuada para el empleo en una escuela cristiana, entonces el compañero en un matrimonio adúltero tampoco es adecuado). ¿Cree honestamente que en el Día del Juicio Dios respaldará, aprobará o ignorará la línea imaginaria que algunos cristianos han trazado entre el homosexualismo y el adulterio? Ambos calzan en la misma categoría bíblica, y ambos son condenados igualmente como “fornicación” (1 Corintios 6:9).
“Pero se nos demandará judicialmente si practicamos estos estándares rígidos”. Tal vez. Pero es tiempo que los cristianos consideremos cuánto realmente amamos a Jesucristo. ¿Consideró Pablo la posibilidad de demanda cuando instruyó a los cristianos en Corinto a emprender inmediatamente el proceso disciplinario en contra de un cristiano que era un fornicario (1 Corintios 5:1-5)? Después de todo, estaban sucediendo juicios, demandas y pleitos entre los cristianos (1 Corintios 6:1-8). “El temor del hombre pondrá lazo; mas el que confía en Jehová será exaltado” (Proverbios 29:25; cf. 1 Samuel 15:24; Juan 12:42-43). Temer a una demanda es temer a los hombres más que a Dios. Jesús advirtió: “Mas os digo, amigos míos: No temáis a los que matan el cuerpo, y después nada más pueden hacer. Pero os enseñaré a quién debéis temer: Temed a aquel que después de haber quitado la vida, tiene poder de echar en el infierno; sí, os digo, a éste temed” (Lucas 12:4-5).
No se debe permitir que una institución u obra buena oscurezca la realidad más grande de obedecer a Dios en cada esfera y aspecto de la vida. No debemos permitir que la lealtad al hombre nos ciegue hasta el punto de anular las enseñanzas de Jesucristo (Mateo 15:3; Marcos 7:9,13).
REFERENCIAS
Hill, Angela (2003), “Maestra en Caso Sexual Retraza el Alegato” [“Teacher in Sex Case Delays Plea”], Alameda Times-Star, [En-línea], URL: http://www.timesstar.com/cda/article/print/0,1674,125%257E1486%257E1 596495,00.html.
“Maestra Feminista Defiende Su Prostitución” [“Feminist Teacher Defends Her Prostitution”], (2003), WorldNetDaily, [En-línea], URL: http://www.worldnetdaily.com/news/article.asp?ARTICLE_ID=34309.
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