Mire Quién Habla
Cuando estudiamos y defendemos la Biblia, debemos tener en cuenta que estamos lidiando con un registro inspirado que contiene muchos enunciados no-inspirados. Aunque “toda la Escritura es inspirada por Dios” (2 Timoteo 3:16), no todo lo que los escritores inspirados registraron fueron declaraciones verdaderas. Por ejemplo, después que Dios creó a Adán, Él le dijo que si comía del árbol del conocimiento del bien y del mal, moriría (Génesis 2:17). Pero la serpiente se acercó a Eva y le “informó” que no moriría si comía del fruto prohibido (3:4). Obviamente, Satanás no había sido inspirado por Dios cuando dijo, “No moriréis”. De hecho, como aprendemos después, él realmente mintió (Juan 8:44). Sin embargo, cuando Moisés registró los eventos que sucedieron en Edén cientos de años antes, él escribió por inspiración divina (cf. Lucas 24:44; Juan 5:46). Cuando Jesús sanó a un endemoniado, algunos de los fariseos le acusaron de sacar fuera demonios, no por el poder de Dios, sino por el poder de “Beelzebú, príncipe de los demonios” (Mateo 12:24). Como Moisés, Mateo no escribió una mentira, sino solamente reportó una mentira. Los inspirados escritores de la Biblia no son responsables en absoluto por los enunciados incorrectos que registraron. Sea que el enunciado fuera verdadero o falso, ellos lo reportaron exactamente.
Cuando se presenta una defensa para una verdad particular que la Biblia enseña (cf. 1 Pedro 3:15), o cuando se refuta el error que alguien más está enseñando (cf. Efesios 5:11; 2 Timoteo 4:2), debemos tener presente quién está hablando. Los ejemplos anteriores son un poco simples: El enunciado de Satanás y las acusaciones de los fariseos claramente eran falsos. Pero ¿qué acerca de los enunciados de las personas que parecen no ser “tan malas”?
A menudo cuando alguien intenta defender una cierta doctrina, cita un versículo del libro de Job y dice, “Entiende, eso es lo que dice…, el libro de Job dice…, por tanto mi doctrina es verdadera”. No hace mucho tiempo leía un artículo de una persona que estaba defendiendo una doctrina al citar varios versículos del libro de Job. Este hombre nunca indicó quién hizo los enunciados; él simplemente los citó a todos como enunciados verdaderos. Los que “defienden la verdad” en tal manera ignoran totalmente una de las reglas fundamentales de interpretación, i.e., saber quién habla. El que estudia el libro de Job debe tener en cuenta que es un libro inspirado que contiene muchos enunciados no-inspirados. Por ejemplo, sabemos que la esposa de Job estuvo equivocada cuando le dijo, “Maldice a Dios, y muérete” (Job 2:9). También sabemos que muchos de los enunciados que Elifaz, Bildad y Zofar hicieron eran incorrectos. Nueve de los 42 capítulos del libro son discursos de estos “consoladores molestos” (16:2) a quienes Dios dijo que no habían “hablado de mí lo recto, como mi siervo Job” (42:7). Entonces claramente, no se debería citar a estos hombres y reclamar que sus palabras fueron inspiradas.
Finalmente, debemos entender que aunque Job era “perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal” (1:1), no existe indicación que sus discursos eran inspirados. Ni él ni alguien más en el libro reclamaron que sus enunciados eran “inspirados por Dios”. De hecho, cuando Jehová finalmente respondió a Job desde el torbellino, preguntó: “¿Quién es ése que oscurece el consejo con palabras sin sabiduría?” (38:2, énfasis añadido). Obviamente, Dios no hubiera hecho esta pregunta retórica si Job era inspirado. Antes de los discursos del Señor, Eliú acusó dos veces a Job de hacer lo mismo (34:35; 35:16). Luego, Job mismo incluso dijo: “Por tanto, yo hablaba lo que no entendía” (42:3, énfasis añadido; cf. 30:16-23). Entonces claramente, estos pasajes indican que los discursos de Job no eran inspirados.
Durante los años, varios autores han buscado establecer el conocimiento científico previo en los pasajes que se encuentran en Job 26:7 donde Job, hablando con Dios, observó que “Él extiende el norte sobre vacío, cuelga la tierra sobre nada”. Se alega que dos puntos en este pasaje son evidencia de presciencia. Primero, se ha apelado al hecho que supuestamente se puede observar un “espacio vació” en los cielos septentrionales—un espacio donde no hay estrellas. Por ende esto “corrobora” el enunciado de Job acerca del “espacio vacío” en el norte. Segundo, algunos han sugerido que ya que la frase de Job, “Cuelga la tierra sobre nada” es literalmente verdadera (porque como todos sabemos, la Tierra está suspendida libremente en el espacio), este es un ejemplo de conocimiento científico previo. Pero si tratamos de convencer a la gente que este versículo se debe considerar literalmente, entonces ¿cómo podemos lidiar consistentemente en el mismo capítulo con los enunciados que obviamente son figurativos (como el versículo 11: “Las columnas del cielo tiemblan, y se espantan a su reprensión”)? Además, no existe espacio vacío en el norte. En cambio, “se extienden billones de estrellas y galaxias en todas direcciones” (DeYoung, 1989, p. 95). [Job no estaba hablando de un “espacio literal” en el norte. En su tiempo, se decía que los dioses paganos de los idólatras moraban “en el norte”. Job señaló correctamente que esto no era verdadero porque en el norte no había nada sino solamente “espacio vacío”].
El cristiano honesto desea defender la Palabra de Dios con cada arma legítima del arsenal apologético. No obstante, nosotros solamente hacemos daño a la causa de Cristo cuando empleamos argumentos que están fundamentados en enunciados no-inspirados. Cuando se estudia la Biblia, o cuando se enseña o defiende una de sus muchas verdades, siempre recuerde mirar quién habla.
REFERENCIAS
DeYoung, Donald B. (1989), Astronomy and the Bible (Grand Rapids, MI: Baker).
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