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“Me Verán en Galilea”

Una pregunta que los escépticos a menudo hacen en cuanto a los varios eventos en la Biblia es “¿Por qué?”. ¿Por qué creó Dios el Sol el día cuarto después de crear la luz el primer día? ¿Por qué Dios mandó a los israelitas a caminar alrededor de Jericó una vez al día por seis días, y siete veces el séptimo día antes que la ciudad fuera destruida? ¿Por qué Jesús escogió a Judas como apóstol si sabía que le traicionaría? Y así sucesivamente. Ya que los escépticos no pueden encontrar contradicciones internas legítimas en cuanto a los eventos en la Escritura que consideran peculiares, ellos simplemente hacen preguntas que comienzan con “¿por qué?”, con la esperanza que el lector de la Biblia sea infundido con duda que finalmente producirá incredulidad completa en la fidelidad de la Biblia.

Una de las preguntas que un escéptico me hizo es ¿por qué un ángel (y luego Jesús) informó a María Magdalena y a las otras mujeres que vinieron con ella a la tumba de Jesús el día de la resurrección, que dijeran a los discípulos que vayan a verle en Galilea? Si Jesús iba a encontrar a los discípulos en Jerusalén ese mismo día, ¿por qué instruyó a las mujeres, diciendo, “id, dad las nuevas a mis hermanos, para que vayan a Galilea, y allí me verán” (Mateo 28:10)? Supuestamente, “si Jesús iba a encontrar a los discípulos primero en Jerusalén, entonces no había necesidad que Jesús dijera a María que recordara a los discípulos acerca de la reunión (cf. Mateo 26:32) en Galilea. Jesús mismo pudo haberles informado de la reunión en Galilea cuando se les apareció después esa noche en Jerusalén”.

Aunque los cristianos no están obligados a responder de manera exacta toda pregunta que comience con “¿por qué?” (cf. Isaías 55:8-9; Romanos 11:33), la mayor parte del tiempo las Escrituras o la razón presenta respuestas lógicas. Este es el caso con la pregunta en cuanto a por qué Jesús mandó a María Magdalena y a las otras mujeres a decir a los discípulos que vayan a encontrarle en Galilea cuando Él les aparecería esa noche en Jerusalén.

Antes de consultar la Escritura para responder a esta pregunta, considere la siguiente ilustración. Su jefe le informa en su casa un jueves por la noche que ha organizado una reunión para usted, sus compañeros de trabajo y otras personas más la siguiente semana comenzando el lunes en la ciudad de Atlanta. Sin embargo, el viernes en la mañana, se levanta y ve las noticias que le informan que su jefe estuvo en un accidente terrible en su camino a casa cuando salía de la casa de usted la noche anterior. Un conductor ebrio lo sacó de la carretera, y su auto rodó por un desfiladero mientras él fue lanzado por la ventana frontal. Se reporta que murió en la ambulancia en su camino al hospital. No obstante, el domingo en la tarde su hijo regresa de visitar a un amigo en el hospital quien recientemente tuvo una cirugía en la rodilla. Él le informa que, para su sorpresa, vio a su jefe saliendo del hospital—¡vivo! Su hijo le dice: “Él me dijo que te dijera que te verá en Atlanta mañana”. ¿Cuál sería su reacción? Aunque su hijo es un adolescente confiable, ¿cómo podía su jefe estar realmente vivo? Y si él fue resucitado de alguna manera de una muerte aparente, ciertamente ¿no estaría saliendo del hospital tan pronto? Y ciertamente ¿la reunión todavía no estaría en pie?

Si su jefe averiguara acerca de su incredulidad en cuanto a su bienestar, ¿no cree que sería apropiado que él le contactara, o visitara, y que le mostrara directamente que está bien? Absolutamente. Aun cuando le indicó el jueves en la noche, y a su hijo el domingo, que se encontrarían en Atlanta para una reunión de negocios con muchos otros, todavía sería apropiado que él le contactara (otra vez), y le dejara saber que la reunión todavía se realizaría. Nadie consideraría su testimonio “repetitivo”, y su presencia en su casa como algo superfluo al tener en cuenta la terrible experiencia que recientemente había experimentado.

Si el escéptico puede ver que esta ilustración es racional, es sorprendente que no pueda ver que la aparición de Jesús a los discípulos en Jerusalén es apropiada, incluso después de informar a María Magdalena que les recordara verle en Galilea. Los discípulos habían visto recientemente a su Señor siendo arrestado, torturado y crucificado. Ellos tenían temor por sus propias vidas. Algunos discípulos incluso le “dejaron” durante Su arresto en el huerto (Marcos 14:50; cf. 14:27). Pedro negó conocerle tres veces, solo unos momentos después (Marcos 14:66-72). Y, en el día de la resurrección de Jesús, Juan registró que los discípulos (excepto Tomás) se reunieron, estando las puertas cerradas, “por miedo de los judíos” (Juan 20:19). Los eventos que traspiraron las 72 horas pasadas obviamente traumatizaron a estos hombres. Ellos “estaban tristes y llorando” por la pérdida de su líder (Marcos 16:10). Estaban afligidos mentalmente y emocionalmente.

Luego entraron María Magdalena y las otras mujeres que dijeron a los apóstoles (y a los que estaban reunidos con ellos) que habían visto a Jesús—¡vivo! (Lucas 24:9-10). Tristemente, los discípulos rechazaron el testimonio de las mujeres. Lucas registró: “Mas a ellos les parecían locura las palabras de ellas, y no las creían” (24:11). Los apóstoles dudaron que Jesús estuviera vivo (cf. Lucas 24:38). Luego ese mismo día, Marcos rescribió que otros dos discípulos les informaron de la resurrección de Jesús, pero “ni aun a ellos creyeron” (16:12-13). De hecho, cuando Jesús apareció a los discípulos (excepto a Tomás) en la noche de Su resurrección, dijo: “¿Por qué estáis turbados, y vienen a vuestro corazón estos pensamientos? Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo” (Lucas 24:38-39). Los apóstoles después reportaron la aparición de Jesús a su compañero apóstol, Tomás, quien no había tenido la oportunidad de verle, tocarle y comer con Él. Como los demás apóstoles, quienes previamente habían rechazado el testimonio de los testigos oculares, Tomás respondió, diciendo, “Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré” (Juan 20:25, énfasis añadido).

Multiplique muchas veces la duda que tendría al ver a su jefe tres días después que fuera expulsado por la ventana frontal de su auto y escuchara la noticia que había muerto. Solamente entonces podría entender mejor la predeterminación perpleja de los apóstoles incrédulos.

¿Por qué Jesús apareció a los apóstoles en Jerusalén antes de reunirse con ellos (y muchos otros—cf. 1 Corintios 15:6) en un viaje de tres días a Galilea? El sentido común y las Escrituras indican que se debió a la incredulidad de ellos en cuanto a Su resurrección. ¡Jesús quiso asegurarse que creyeran que se había levantado!


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