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María, el Catolicismo y la Biblia

Una característica singular del catolicismo es el rol y estatus que se le asigna a María. Las declaraciones oficiales de la Iglesia Católica son directas y no tienen reserva al declarar a María como la “madre de Dios”, y autorizar su adoración al asignarle un rol de intercesión (vea Miller, 2006). Los católicos insisten que María merece respeto que sobrepasa el respeto de cualquier otra madre. Pero el Nuevo Testamento no hace esta distinción. Aunque la madre física de una persona ciertamente merece más respeto que el que se ofrece a otras madres, María no es la madre física de la humanidad (cf. Génesis 3:20). Ella no merece alguna otra clase de respeto que cualquier otra madre. Un niño considera a su propia madre como la madre—ya que ella le concibió. Pero María no concibió a nadie que vive hoy. Ella no es más madre que ninguna otra madre.

La Iglesia Católica confunde la maternidad física de María (que la Escritura enseña—que la hace merecedora del respeto singular de sus hijos físicos, incluyendo el respeto de Jesús) con una supuesta maternidad espiritual—de la cual la Biblia no dice nada. De hecho, adoptar el punto de vista católico en cuanto a María requeriría que se rechace el mismo punto de vista de Jesús en cuanto a Su madre física. Se acentúa este punto de vista en dos incidentes separados que ocurrieron mientras Jesús estuvo en la Tierra.

En una ocasión cuando Jesús estaba enseñando a una multitud, María llegó con sus otros hijos y quiso hablarle:

Mientras él aún hablaba a la gente, he aquí su madre y sus hermanos estaban afuera, y le querían hablar. Y le dijo uno: He aquí tu madre y tus hermanos están afuera, y te quieren hablar. Respondiendo él al que le decía esto, dijo: ¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos? Y extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos. Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, y hermana, y madre (Mateo 12:46-50, énfasis añadido).

Observe que aunque Jesús no estaba siendo irrespetuoso con Su madre física, Él estaba contradiciendo el mismo aspecto del estatus de María que el dogma católico sostiene. Jesús clarificó que aunque Su madre física ciertamente merecía respeto (cf. Lucas 2:51; Efesios 6:1-3), María tenía una importancia secundaria en cuanto a Sus intereses supremos y espirituales. Jesús consideró a los que estaban poniendo atención a los principios espirituales que estaba enseñando como personas que trascendían los lazos físicos y/o sanguíneos de sus familiares humanos.

El relato de Marcos de este incidente (3:31-35) es precedido por el cuestionamiento de la familia de Jesús (identificada en los vss. 31-32 como Su madre y hermanos) en cuanto a Su cordura (3:20-21). Las notas críticas en una traducción católica (NAB, por sus siglas en inglés) declaran lo siguiente en cuanto a estos versículos: “Había algunos incluso entre los familiares de Jesús que no creían, y consideraban que Jesús estaba fuera de sí (21). Teniendo en cuenta este trasfondo, se le informa de la llegada de su madre y hermanos [y hermanas] (32)” (1987, p. 1121, itálicas en original, énfasis añadido).

El otro incidente en la vida de Jesús que ilustra Su verdadera evaluación de Su madre física tuvo que ver con Su respuesta a Sus críticos. Algunos le acusaban de echar fuera demonios por el poder de Beelzebú, mientras otros le tentaban para que les mostrara una señal del cielo. Conociendo sus pensamientos, Jesús presentó su refutación magistral. “Mientras él decía estas cosas, una mujer de entre la multitud levantó la voz y le dijo: Bienaventurado el vientre que te trajo, y los senos que mamaste” (Lucas 11:27). Esta mujer anónima en la multitud probablemente no tuvo la intención de realzar a María, sino simplemente estuvo expresando su deseo que ella hubiera dado a luz a un hijo como Jesús, cumpliendo por ende la profecía de Lucas 1:48.

No obstante, su enunciado expresa el punto de vista de la Iglesia Católica en su veneración de María. Si esta actitud y énfasis fueran adecuados, se esperaría que Jesús hubiera dado una respuesta que confirmara, apoyara o autorizara la declaración de la mujer. Se esperaría que Jesús hubiera dicho algo como esto:

Sí, está en lo correcto. La que me dio a luz y crió es la “santísima Madre de Dios”, a quien la iglesia “honrará con reverencia especial” a través de los siglos. Será “venerada con el título ‘Madre de Dios’”, y los files “expresarán oraciones constantes a la Madre de Dios y a la Madre de los hombres”, venerarán las “imágenes de Cristo, la Virgen María y los santos”.

¿Por qué alguien esperaría que Jesús hubiera hecho comentarios como estos? Porque las porciones de esta respuesta imaginaria que están en comillas se han tomado directamente de las declaraciones oficiales de la Iglesia Católica en el Vaticano II (Abbott, 1966, pp. 94-96).

¿Respondió Jesús a esta mujer en alguna manera que hallara similitud con la cita anterior? ¡Absolutamente no! Al contrario, Él declaró: “Antes bienaventurados los que oyen la palabra de Dios, y la guardan” (Lucas 11:28). Como el profesor de griego de la Universidad de Cambridge C.F.D. Moule señaló, menoun (traducido “al contrario”) en Lucas 11:28 funciona como “una introducción a una nueva declaración que corrige o modifica un enunciado anterior” (1977, p. 163, énfasis añadido). Nicoll estuvo de acuerdo: “La corrección probablemente era lo principal en los pensamientos de Cristo. Se le enseñó a la mujer que ella se equivocaba al pensar que simplemente ser la madre de un hijo ilustre constituía la felicidad” (s.d., 1:550, énfasis añadido). Dana y Mantey también estuvieron de acuerdo: “En Lc. 11:28…la expresión contiene contraste y énfasis, con el significado de de hecho, en cambio” (1927, p. 261, itálicas en original, énfasis añadido). Esencialmente, Jesús estaba contradiciendo a la mujer y señalándole el enfoque correcto y el objeto del elogio: no la madre física de Jesús, sino los que obedecen la Palabra de Dios.

EL PASAJE PRINCIPAL

El pasaje principal de las Escrituras que se presenta para sostener el punto de vista que a María se le asignó un rol especial en la práctica de la religión cristiana es el enunciado que Jesús hizo desde la cruz:

Estaban junto a la cruz de Jesús su madre, y la hermana de su madre, María mujer de Cleofas, y María Magdalena. Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo. Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa (Juan 19:25-27, énfasis añadido).

El hecho que Jesús se estaba refiriendo estrictamente al cuidado físico para Su madre terrenal después de Su muerte—y no a un supuesto rol espiritual que María debía cumplir en la religión cristiana—se evidencia por el contexto. Jesús habló directamente a Juan—no a todos los presentes en esa ocasión, ni a ninguno más desde entonces. Jesús simplemente estaba encomendando el cuidado de Su madre terrenal a Juan, ya que el esposo de María ya estaba muerto y sus otros hijos probablemente todavía eran incrédulos (Marcos 3:21; Juan 7:5). El mismo versículo que hace referencia a esta pronunciación oral de Jesús en cuanto al cuidado de Su madre terrenal contiene prueba de su significado intencionado: “Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa” (Juan 19:27).

Considere las siguientes tres observaciones. Primero, ¡Jesús no encomendó el cuidado de Su madre a Pedro! Pero si Pedro fuera el primer papa, con seguridad Jesús hubiera enlazado a María con Pedro para establecer su estatus espiritual oficial para todos los tiempos. Segundo, Jesús no hizo arreglos para que María circulara en los hogares de todos los discípulos, sino solamente en la casa de Juan. Jesús sabía que el “discípulo a quien amaba” haría que ella recibiera cuidado adecuado en Su ausencia. Tercero, Juan la llevó a “su casa”, i.e., ¡él cuidó de sus necesidades físicas! Él no la llevó a ningún “Santuario Santo para la Virgen Bendita” o a ningún lugar que hubiera confirmado el rol único de María. En realidad, nada en este pasaje guía al lector objetivo a pensar que Jesús estaba asignando un rol a María que la Iglesia Católica hace mucho le ha asignado—“¡la Madre de todos nosotros!”.

De manera interesante, si cuando Jesús dijo a Juan, “He ahí tu madre”, Él intentó implicar la veneración de María, entonces el enunciado anterior dirigido a María en cuanto a Juan, “Mujer, he ahí tu hijo” (Juan 19:26), ¡requeriría que María y toda la humanidad veneren a Juan!

La verdad es que la Biblia no establece la adoración, alabanza o veneración a María. La Biblia prohíbe alabar a algún ser humano. Toda la adoración, alabanza y glorificación pertenece a Dios solamente (Mateo 4:10; Hechos 10:25-26; 14:14-15; Apocalipsis 19:10; 22:9). Extender veneración a los humanos debe ser tan horrible para nosotros como lo fue para Pablo y Bernabé (Hechos 14:14-15). En efecto, cuando Herodes aceptó tal veneración, fue herido de muerte por Dios y comido por gusanos (Hechos 12:23).

REFERENCIAS

Abbott, Walter, ed. (1966), The Documents of Vatican II (New York, NY: America Press).

Dana, H.E. y Julius Mantey (1927), A Manual Grammar of the Greek New Testament (Toronto, Canada: Macmillan).

Miller, Dave (2006), “María—¿Madre de Dios?”, [En-línea], URL: https://apologeticspress.org/espanol/articulos/2985.

Moule, C.F.D. (reimpresión de 1977), An Idiom-Book of New Testament Greek (Cambridge: Cambridge University Press, segunda edición).

Nicoll, W. Robertson (sine data), The Expositor’s Greek Testament (Grand Rapids, MI: Eerdmans).

New American Bible (1986), (Nashville, TN: Catholic Bible Press).


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