Los Sentimientos se Derivan de los Hechos
Los seres humanos somos criaturas emocionales. Amamos y odiamos. Esperamos y sufrimos. Tenemos temor y nos alegramos. Lloramos cuando estamos tristes, como también cuando estamos felices. Gritamos cuando estamos molestos, y gritamos cuando estamos emocionados. Tengo un hijo que no solamente ríe cuando está feliz, incluso ríe (al parecer incontrolablemente) cuando está en problemas (lo cual todavía tengo que entender). La montaña rusa de emociones que ocasionalmente nos abruma puede dejarnos agotados un día y darnos energía al siguiente día. Como cualquier otro ser humano, el cristiano es una persona emocional. Somos emocionales porque somos humanos, pero también somos estimulados con emociones porque somos siervos de Jesucristo.
Se encomienda a los cristianos a ser personas espirituales (Gálatas 6:1). Somos “participantes de…bienes espirituales” (Romanos 15:27). Debemos andar “por fe…, no por vista” (2 Corintios 5:7). Debemos adorar “al Padre en espíritu” (Juan 4:23-24). Estamos construyendo una “casa espiritual…para ofrecer sacrificios espirituales” (1 Pedro 2:5). Tal espiritualidad nos guía a sentir una variedad de emociones: reverencia por el Creador, compasión hacia el perdido, aborrecimiento de lo malo, expectación por el regreso del Señor, etc. Sin embargo, tristemente muchos que reclaman ser seguidores de Cristo piensan que el cristianismo simplemente es una “religión para sentirse bien”. El modo de pensar de muchos es, “Los sentimientos primero, el conocimiento después” (o nunca). Como los profetas de Baal, gritan con gran emoción y saltan alrededor con histeria (1 Reyes 18:20-40). Como los fariseos, oran y hacen obras de caridad para ser vistos por los hombres (Mateo 6:1-8). Como Caín, realizan ofrendas inaceptables en vez de sacrificios “por fe” (Génesis 4:4-5; Hebreos 11:4; cf. Romanos 10:17). La piedra angular del cristianismo para tales personas es la emoción en vez de Cristo (Efesios 2:20), los sentimientos en vez de los hechos. Ellos piensan que pueden ser “espirituales” sin conocer la Verdad que el Espíritu revela (Juan 16:13).
La Escritura enseña que los sentimientos del cristiano fiel se derivan de la asimilación de hechos bíblicos. A diferencia de Israel que tuvo “celo de Dios, pero no conforme a ciencia” (Romanos 10:2), nuestro entusiasmo por el Señor debe estar cimentado en el conocimiento de la Palabra de Dios. Para llegar al cristianismo, nuestros corazones deben ser “contristados” correctamente después de haber oído el Evangelio (Hechos 2:14-37). Podemos ser salvos después de haber venido “al conocimiento de la verdad” (1 Timoteo 2:4) y recibido “con mansedumbre la palabra implantada” (Santiago 1:21). Podemos ser limpios y consolados después de “guardar” la Palabra de Dios (Salmos 119:9,50-52). Podemos continuar nuestro camino con gozo después de recibir la Palabra (Hechos 8:26-39). Podemos adorar a Dios “con rectitud de corazón” después de aprender los justos juicios de Dios (Salmos 119:7). Podemos adorar en espíritu después de aprender la verdad (Juan 4:24; 17:17). Podemos ser espirituales después de tomar “la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios” (Efesios 6:17) y aprender “el fruto del Espíritu” (Gálatas 5:16-6:1).
¿Deberíamos adorar a Dios fervientemente? Desde luego. ¿Deberíamos ser “celoso[s] de buenas obras” (Tito 2:14)? Definitivamente. ¿Debería agitar el mensaje salvador de Jesús nuestras almas intensamente? Sí. Pero el cristianismo nunca ha estado fundado en las emociones humanas sin refinar. La espiritualidad no es equivalente a la emoción. La fe no es un simple sentimiento. El cristianismo se basa en la Palabra de Dios. Nuestra salvación, espiritualidad, trabajo y fidelidad completa ante Dios depende del conocimiento de la voluntad de Dios. Recuerde, “[L]a fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Romanos 10:17).
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