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Los Motivos Importan

Aproximadamente el año 841 a.C., el jefe del ejército de Israel, Jehú el hijo de Josafat, fue ungido como rey sobre el reino del norte, y el Señor le instruyó a “herir la casa de Acab” y “destruir de Acab todo varón, así al siervo como al libre en Israel” (2 Reyes 9:6-10). Después de recibir este mandato del Señor por medio de uno de “los hijos de los profetas”, Jehú comenzó la matanza de la familia de Acab. Comenzó matando al hijo de Acab, Joram, quien estaba gobernando Israel al tiempo que Jehú fue ungido rey. Luego procedió a matar a Ocozías (rey de Judá y nieto de Jezabel—9:27-29) y a 42 de los hermanos de Ocozías (10:12-14). Luego mató (e hizo que otros mataran) a Jezabel (la madre de Joram y la viuda de Acab—9:30-37), a todos los setenta hijos de Acab que vivían en Samaria (10:7), “a todos los que habían quedado de Acab en Samaria” (10:17) y “a todos los que habían quedado de la casa de Acab en Jezreel” (10:11). La parada final de Jehú fue el templo de Baal donde, al reunir a todos los líderes de la adoración a Baal en el templo, los encerró e hizo que los mataran (10:18-27).

Después que Jehú hubo cumplido su obligación de eliminar a todos los varones de la casa de Acab, el Señor le dijo, “Por cuanto has hecho bien ejecutando lo recto delante de mis ojos, e hiciste a la casa de Acab conforme a todo lo que estaba en mi corazón, tus hijos se sentarán sobre el trono de Israel hasta la cuarta generación” (10:30). Jehú había usado los medios más minuciosos para suprimir la idolatría en Israel, y por ende se le otorgó protección en su trono, juntamente con sus descendientes hasta “la cuarta generación”. Los siguientes capítulos de 2 Reyes indican que el Señor cumplió Su palabra (como siempre; cf. Tito 1:2). Aunque los descendientes de Jehú fueron descritos como reyes que “hicieron lo malo delante de Jehová”, el Señor les permitió reinar hasta la cuarta generación para cumplir Su promesa a Jehú.

Varios años después de los eventos anteriores, el profeta Oseas expresó palabras que muchos escépticos afirman que contradicen a la declaración en 2 Reyes 9-10. Cuando Gomer, la esposa de Oseas, concibió un hijo, Oseas declaró que el Señor dijo, “Ponle por nombre Jezreel; porque de aquí a poco yo castigaré a la casa de Jehú por causa de la sangre de Jezreel, y haré cesar el reino de la casa de Israel” (1:4). Los que tratan de desacreditar la integridad de la Biblia argumentan que Oseas está en desacuerdo obvio con el escritor inspirado de 2 Reyes, quien enseñó que Jehú había hecho “todo” lo que estaba en el corazón de Dios. Los escépticos reclaman que el autor de 2 Reyes colmó de halagos a Jehú por la masacre de Jezreel, pero Oseas le contradijo cuando señaló que el Señor vengaría la sangre de Jezreel y pondría fin al reino de la casa de Jehú en Israel.

¿Qué se puede decir acerca de este “desacuerdo obvio”? ¿Son estos dos pasajes armoniosos, o es esta una contradicción legítima que debería hacer que los creyentes en la Biblia rechacen este libro que ha sido probado y examinado por cientos de años?

Primero, no podemos estar 100% seguros que Oseas 1:4 hace referencia a los eventos en 2 Reyes 9-10. Aunque casi todos los escépticos y comentaristas de la Biblia enlazan estos dos pasajes, se debe entender que el hecho que 2 Reyes 9-10 sea el único lugar en el Antiguo Testamento que describa eventos parecidos en Jezreel, no significa que Oseas deba estar haciendo referencia a estos eventos. El que estudia la Palabra de Dios honestamente debe admitir que Oseas puede haber estado haciendo referencia a los hijos de Jehú que reinaron después de él. Tal vez sus descendientes realizaron atrocidades serias en Jezreel que no se registran en 2 Reyes. No se puede decir con seguridad que Oseas realmente estaba haciendo referencia a los eventos registrados en 2 Reyes 9-10. Habiendo expresado este desmentido, es mi posición que deberían enlazarse estos pasajes, y por ende se necesita una explicación adecuada para la supuesta contradicción que los escépticos presentan: ¿Cómo pudo Dios decir a Jehú que destruyera la casa de Acab y luego condenarle (a su casa) a través de las palabras de Oseas por haber hecho eso?

La respuesta realmente es muy simple. Como Norman Geisler y Thomas Howe observaron: “Dios honró a Jehú por obedecerle al destruir la casa de Acab, pero condenó a Jehú por su motivo pecaminoso al derramar su sangre” (1992, p. 194). Los escépticos rápidamente citan 2 Reyes 10:30 para sostener su posición, pero a menudo convenientemente pasan por alto los versículos 29 y 31, los cuales declaran: “Jehú no se apartó de los pecados de Jeroboam hijo de Nabat, que hizo pecar a Israel; y dejó en pie los becerros de oro que estaban en Bet-el y en Dan…. Jehú no cuidó de andar en la ley de Jehová Dios de Israel con todo su corazón, ni se apartó de los pecados de Jeroboam, el que había hecho pecar a Israel”. Jehú obedeció el mandamiento de Dios de “herir la casa de Acab” y finalmente exterminar a sus descendientes (2 Reyes 9:7-8; 10:30), pero no obedeció a Dios en todo lo que hizo. El pasaje en 2 Reyes 10:29-31 indica que incluso cuando Jehú había hecho lo que Dios mandó, “él lo hizo por celo carnal que estaba contaminado con auto-interés protectivo” (Archer, 1982, p. 208). Parece ser obvio que ya que Jehú siguió los pasos del primer rey malvado de Israel al adorar dioses falsos y no caminar según la ley de Dios, él no destruyó a los descendientes de Acab por alguna clase de devoción al Señor. Además, al comentar en cuanto a las acciones de Jehú, el erudito en Biblia Gleason Archer anotó:

El principio importante que se establece en Oseas 1:4 es que cuando se derrama sangre, incluso en servicio a Dios y en obediencia a Su mandamiento, la culpabilidad del derramamiento de sangre se adhiere al agente de Dios si su motivo está manchado con auto-interés carnal en vez de una preocupación sincera de la pureza de la fe y la preservación de la verdad de Dios (por ejemplo, como en el caso de Elías cuando hizo matar a 450 profetas de Baal después del desafío en el Monte Carmelo) [p. 209].

Al considerar las acciones de Jehú a la luz de los motivos detrás de esas acciones se puede resolver la supuesta contradicción. El fracaso de Jehú por obedecer los mandamientos de Dios y separarse de los pecados de Jeroboam revela que él hubiera desobedecido igualmente los otros mandamientos si hubieran sido contrarios a sus propios deseos. La historia de la conquista de Jehú enseña una gran lección, la cual Albert Barnes reconoció en su comentario de Oseas: “[S]i hacemos la voluntad de Dios por algún fin propio, y no por el de Dios, realmente hacemos nuestra propia voluntad, no la de Dios”. Ciertamente, así como Pablo enseñó en su discurso sobre el amor—¡los motivos sí importan (1 Corintios 13:1-3)!

REFERENCIAS

Archer, Gleason L. (1982), An Encyclopedia of Bible Difficulties (Grand Rapids, MI: Zondervan).

Barnes, Albert (1997), Barnes’ Notes (Electronic Database: Biblesoft).

Geisler, Norman L. y Thomas A. Howe (1992), When Critics Ask: A Comprehensive Handbook on Bible Difficulties (Wheaton, IL: Victor Books).


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