Los Milagros de Jesús—Extraordinarios, Pero No Ridículos o Extravagantes
Según algunos, se puede aceptar más fácilmente algunos milagros de Jesús que otros. Los críticos no tienen problemas en aceptar (aunque no como un milagro) el hecho que un grupo de pescadores arrojaran sus redes al mar y atraparan tantos peces que sus redes se comenzaran a romper (Lucas 5:1-11). Sin embargo, la idea que Jesús resucitara a Lázaro después de haber estado en un sepulcro por cuatro días es mucho más difícil de creer para los escépticos. Pero no se puede menospreciar a este milagro, ni a ningún otro que Jesús realizara, porque fuera ridículo o extravagante. La gente puede rechazar los milagros de Cristo a causa de su incredulidad completa en lo sobrenatural, o a causa de su incapacidad de encajar explicaciones naturalistas en varios milagros, pero ellos no pueden negarlos porque estén llenos de características absurdas o ridículas. Como Furman Kearley una vez declaró, “[l]os registros del evangelio se caracterizan por la contención y la sublimidad al describir los milagros” (1976, 93[27]:4).
Ciertamente los milagros de Cristo fueron extraordinarios (de otra manera no serían milagros), pero se los realizó (y registró) con toda sensatez y sobriedad—exactamente como se esperaría si realmente fueron señales de Dios. Después de todo, como Henry Curr señaló, Dios
es el autor y creador de esta máquina impresionante que llamamos universo y que funciona siempre de acuerdo a su constitución en los principios más estrictos de la ley y el orden, proclamando por ende que su Arquitecto no es un ser caprichoso, sino alguien cuyos atributos mentales son tan maravillosos como sus cualidades morales y espirituales. Según estas circunstancias, sería extraño que los milagros bíblicos representaran la contradicción de las cosas ordenadas (1941, 98:471).
Ya que el Dios omnipotente ha escogido controlar Su poder infinito y usarlo en maneras ordenadas y racionales, se esperaría que cuando Dios se hizo carne (Juan 1:1-3,14) y ejerció Su poder sobrenatural en la Tierra, de igual manera Su poder se caracterizara por el control—Sus milagros se realizaran con sobriedad y racionalidad infinita.
A diferencia de las historias de muchas personas (en el pasado o presente) que claman realizar milagros, la contención y dignidad caracterizan los milagros de Jesús. Considere el milagro que Jesús realizó en Malco, un hombre que iba a arrestarle. En vez de hacer algo como mandar que la oreja izquierda de Malco cayera (después que Pedro le cortó su oreja derecha con una espada), Jesús simplemente tocó la oreja removida y “le sanó” (Lucas 22:51). Se le cortó la oreja a un hombre que iba a entregar a Jesús a Sus enemigos, y Jesús simplemente (aunque milagrosamente) restauró su oreja. Además, eso es todo lo que los escritores de la Biblia registraron acerca del asunto. Se realizó un milagro impresionante la noche antes de la muerte de Jesús, y la única cosa que se revela es que Jesús tocó la oreja de Malco y le sanó. Como en el caso de todos los milagros de Jesús,
[n]o hay intento de exagerar las características sobrenaturales del incidente. Se deja que el suceso hable por sí mismo. Si la verdad es mejor sin adornos, entonces no existen ilustraciones más eficaces de tal doctrina que los registros bíblicos de las señales y maravillas. Los escritores no hablan extensamente de ellos. En cambio, abordan calmadamente las maravillas. Narran la historia tan concisamente como puedan, y luego continúan abordando algo más. Los Evangelios Sinópticos muestran esto muy claramente. Se nos cuenta del milagro moral y físico en una casa en Capernaum cuando cuatro hombres llevaron a un amigo enfermo a los pies de Jesús, habiendo quitado una parte del techo y habiendo bajado su lecho a través de la abertura. Jesús perdonó los pecados del hombre. Este fue un milagro del cielo… Jesús también curó su enfermedad, lo cual fue otra demostración de las afirmaciones de nuestro Señor en cuanto a su deidad en la carne. Luego Mateo procedió a relatar su llamado al discipulado. Este tipo de procedimiento se repite una y otra vez. Los escritores no describen extensamente lo sobrenatural como un novelista moderno puede hacerlo. Se menciona el milagro en longitud mayor o menor, y luego la narración continúa. Es cierto que a menudo se hace referencia al asombro de las multitudes que atestiguaban estas obras poderosas de Dios; pero incluso eso no se enfatiza exageradamente (Curr, 98:473).
Además, a diferencia de lo que sucede en otros escritos, los milagros de Jesús no se caracterizaron por el “abracadabra” de los brujos. De hecho, hay pocas similitudes entre Jesús y los magos del mundo antiguo. Incluso Rudolf Bultmann, escritor alemán del siglo XX que trató de descartar los milagros de Jesús, admitió que “las historias de los milagros en el Nuevo Testamento son muy reservadas en este respecto, ya que vacilan en atribuir a la persona de Jesús las características mágicas que eran frecuentemente características del hacedor de milagros helenístico” (citado en Habermas, 2001, p. 113). Jesús pudiera haber realizado cualquier milagro que quisiera. Pudiera haber sacado conejos de sombreros con el único propósito de asombrar a la gente. Pudiera haber convertido a Sus enemigos judíos en piedras, o pudiera haber dado a cualquier persona un ojo extra. Pudiera haber convertido a niños en hombres. Pudiera haber encendido fuego a los vestidos de los fariseos y haberles dicho que el infierno sería diez veces más caliente. Pudiera haber hecho doce gorriones de arcilla cuando era niño, y luego, en medio de un grupo de niños, pudiera haber transformado las aves de arcilla en aves vivas al dar una palmada con Sus manos, como se alega en el libro apócrifo no-inspirado, El Evangelio de Tomás (1:4-9; Los Libros Perdidos…, 1979, p. 60). En realidad, Jesús pudiera haber hecho cualquier milagro ridículo o extravagante, pero no lo hizo. A diferencia de los milagros que las fuentes no-inspiradas registran, los milagros de Jesús no estuvieron caracterizados por
narraciones interminables de admiración con las cuales abundan la literatura y el folclor del mundo. No hay insinuación de magia o juego de manos en cuanto a las obras maravillosas de Dios que la Biblia describe. Al contrario, invariablemente se caracterizan por la sensatez, sobriedad y racionalidad… No hay nada extravagante o estrafalario en ellas… Cuando se compara los milagros de nuestro Señor que los cuatro Evangelios describen con los que se puede encontrar en otras fuentes, la diferencia es como el día y la noche (Curr, 98:471-472).
REFERENCIAS
Curr, Henry S. (1941), “La Credibilidad Intrínseca de los Milagros Bíblicos” [“The Intrinsic Credibility of Biblical Miracles”], Bibliotheca Sacra, 98:470-479, octubre.
Kearly, F. Furman (1976), “Los Milagros de Jesús” [“The Miracles of Jesus”], Firm Foundation, 93[27]:4, 6 de julio.
Los Libros Perdidos de la Biblia [The Lost Books of the Bible] (reimpresión de 1979), (Nueva York: Random House).
REPRODUCTION & DISCLAIMERS: We are happy to grant permission for this article to be reproduced in part or in its entirety, as long as our stipulations are observed.