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Los Manuscritos del Mar Muerto—Mirando la Evidencia de Cerca

Los pedazos pequeños de papiro antiguo y oscuro pueden no sonar muy interesantes. De hecho, si usted viera algunas de estas joyas de tamaño de una moneda de cinco centavos de dólar en el suelo, probablemente pensaría que son pedazos de basura, o simplemente las dejaría allí (o las levantaría y las pusiera en un contenedor de basura). Incluso cuando son exhibidos en un cajón de vidrio de protección bajo luz normal, no parecen ser nada especial. Pero cuando son colocados bajo luz infrarroja, estos tesoros vuelven a la vida. Datados alrededor de 150 a.C., estos pequeños pedazos de Manuscritos del Mar Muerto—exhibidos en Huntsville, Alabama, en el Centro Cívico de Von Braun durante enero de 2003—ciertamente son un placer para los ojos. Muchos de nosotros hablamos de la evidencia manuscrita extensa que verifica la transmisión exacta de la Biblia durante los muchos siglos de su existencia, pero hablar de esta evidencia es algo completamente diferente que estar a pocos centímetros de esta.

Por muchos años, los manuscritos más antiguos disponibles del Antiguo Testamento databan de alrededor de 980 d.C. A causa de esta fecha muy tardía, algunos cuestionaban la integridad de los documentos del Antiguo Testamento. Si algunos de estos documentos fueron escritos tan temprano como 1500 a.C., pero las copias más antiguas que podíamos localizar databan de 980 d.C., entonces ¿podíamos estar seguros que las copias que poseíamos decían las mismas cosas que los documentos originales? Sin embargo, en 1947 se descubrió el tesoro oculto de los Manuscritos del Mar Muerto. Interesantemente, los manuscritos databan de 250 a.C. a 68 d.C. Entre los miles de pergaminos y fragmentos, cada libro del Antiguo Testamento es representado, excepto el libro de Ester. En la exhibición de Huntsville había un pequeño fragmento de Isaías 26:19-21 que decía: “Tus muertos vivirán otra vez, y sus cadáveres resucitarán, despertarán… Pueblo mío, entra en tus aposentos, cierra tus puertas…para castigar la iniquidad de los habitantes de la tierra…”. El texto de este fragmento es virtualmente idéntico al texto de Isaías que tenemos desde 980 d.C. De hecho, cuando los manuscritos fueron comparados al texto que poseemos, se comprobó que todos los textos eran virtualmente idénticos, con solamente unas pocas alteraciones menores (que generalmente incluían el deletreo de nombres). Los Manuscritos del Mar Muerto probaron al mundo que el Antiguo Testamento había sido transmitido correctamente por siglos.

La exhibición también presentaba varios manuscritos que atestiguan la fidelidad de los documentos del Nuevo Testamento. Entre esos documentos se encuentra una hoja de papiro muy bien preservada en la cual estaba escrita una porción de la Epístola de Pablo a los Colosenses. Fechado en el tercer siglo d.C., este documento antiguo, escrito en el lenguaje egipcio conocido como cóptico, contiene porciones principales de Colosenses 3:21-4:15. Este manuscrito, junto a los otros miles de su clase, prueba que los documentos del Nuevo Testamento estaban circulando lejos y extensamente después de pocos años de su composición original.

De hecho, el Nuevo Testamento puede jactarse de tener más evidencia que cualquier otro libro antiguo en existencia. Por ejemplo, considere la Ilíada de Homero. Hasta la fecha, aquellos que buscan manuscritos antiguos han localizado alrededor de 643 porciones de la obra de Homero. Una de esas porciones es exhibida junto con los documentos bíblicos. Esta pequeña tira de papiro, que data del tercer siglo d.C., contiene un pequeño fragmento del poema épico de Homero. Y, con 643 pedazos de manuscritos, la obra de Homero está entre los documentos antiguos mejores atestiguados—hasta que es comparado con el Nuevo Testamento. Hasta 2004, los eruditos han encontrado más de 5,700 manuscritos griegos del Nuevo Testamento, sin mencionar todos los manuscritos (como el pedazo de Colosenses) escritos en otros lenguajes como el cóptico, latín, siríaco, etc. En total, hemos descubierto a lo menos 25,000 documentos antiguos que atestiguan acerca de la fidelidad del Nuevo Testamento, los cuales sobrepasan a cualquier otro libro antiguo por miles de manuscritos.

Examinar este tipo de evidencia antigua enfatiza en nuestras mentes el hecho que la Palabra de Dios ha sido divinamente preservada por miles de años. Como Jesucristo lo declaró casi dos mil años atrás: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Mateo 24:35).


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