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Los Derechos de los Animales

Los pasados 40 años han atestiguado un decline en la influencia predominante de la perspectiva cristiana en la civilización norteamericana. Los sociólogos ahora se refieren a América como una “nación post-cristiana”. Juntamente con este alejamiento del Dios verdadero, se ha generado un incremento correspondiente en el pensamiento anormal en cuanto al valor de la naturaleza de la vida humana. La organización más grande del mundo a favor de los derechos de los animales, Personas por la Ética en el Trato de los Animales (PETA), está “dedicada a establecer y proteger los derechos de los animales”, y opera bajo el principio que los “animales no son para comer, vestir, experimentar o usar para entretenimiento” (“PETA’s Mission…”, 2007). Se ha gastado miles de dólares en causas que asignan un valor excesivo a los animales—desde los delfines, ballenas y tortugas marinas, hasta las aves, castores y búhos con manchas. Han aparecido cadenas de supermercados inmensos de mascotas por todos los Estados Unidos. Los dentistas, nutricionistas, terapeutas y cuidadores de perros ofrecen sus servicios caros a la gente cuyas mascotas han llegado a ser “parte de la familia”. [NOTA: No se quiere sugerir que cuidar a las mascotas sea equivocado; sin embargo, la mayoría de norteamericanos antes de la década de 1960 estaría en desacuerdo con la preocupación exagerada de la cultura actual a favor de las mascotas].

¿Cuál es la posición cristiana (i.e., bíblica) en cuanto al derecho de los animales? Durante la semana de la Creación, después que Dios hizo a los animales, creó a los primeros seres humanos, colocándoles aparte del reino animal al hacerlos a Su propia imagen (Génesis 1:27). El ser humano posee un alma—un espíritu—que vive después de la muerte del cuerpo (Eclesiastés 12:7; Zacarías 12:1; Lucas 16:22-31; Hebreos 12:9; Santiago 2:26). Los animales no comparten esta dimensión espiritual con los humanos. Aunque poseen vida, cuando mueren, cesan de existir. Ninguna parte de su ser continúa existiendo después de la muerte física. Los animales no están sujetos a las leyes de Dios; no son responsables por sus acciones como los humanos; no cometen pecado; y no están sujetos al plan de salvación de Dios.

Dios creó el planeta para que fuera habitado (Isaías 45:18). En la creación de los seres humanos incluyó Su declaración en cuanto al gobierno y dominio humano sobre los animales. Al hacer referencia a los seres humanos, declaró: “[S]eñoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra” (Génesis 1:26, énfasis añadido). Él instruyó a los humanos a “llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra” (Génesis 1:28, énfasis añadido). El término hebreo “señorear” (rah-dah) significa gobernar (Harris, et.al., 1980, 2:833; Gesenius, 1847, p. 758). La palabra “sojuzgar” (kah-vash) significa infundir sumisión por medio de la fuerza (Harris, 1:430). El salmista repitió estas mismas directrices cuando alabó a Dios al decir, “Le hiciste señorear [al hombre] sobre las obras de tus manos [de Dios]; todo lo pusiste debajo de sus pies: ovejas y bueyes, todo ello, y asimismo las bestias del campo, las aves de los cielos y los peces del mar; todo cuanto pasa por los senderos del mar” (Salmos 8:6-8, énfasis añadido). Dios enfatizó el dominio humano incluso en términos más fuertes después del Diluvio: “El temor y el miedo de vosotros [los humanos] estarán sobre todo animal de la tierra, y sobre toda ave de los cielos, en todo lo que se mueva sobre la tierra, y en todos los peces del mar; en vuestra mano son entregados. Todo lo que se mueve y vive, os será para mantenimiento: así como las legumbres y plantas verdes, os lo he dado todo” (Génesis 9:2-3, énfasis añadido). La única restricción que Dios impuso en el consumo de carne animal fue la sangre que se debía verter antes que se comiera la carne (Génesis 9:4; cf. Levítico 17:10-14; Deuteronomio 12:16,23-24; 1 Samuel 14:32-34; Hechos 15:20).

Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento endorsan el consumo de la carne animal (Deuteronomio 12:15; 14:4et.seq.). Aunque Dios prohibió algunas cosas en las prácticas alimenticias de los israelitas, principalmente por propósitos de salud, los cristianos no están bajo estas regulaciones—como Pablo afirmó: “Porque todo lo que Dios creó es bueno, y nada es de desecharse, si se toma con acción de gracias” (1 Timoteo 4:4). Dios tuvo el propósito que los animales sirvieran como alimento para los humanos; Él no deseó que los humanos fueran la comida para los animales. De hecho, Dios proveyó leyes para que se destruyera a los animales que mataban a los humanos (Génesis 9:5; cf. Éxodo 21:28). No se proveyó ninguna prohibición en cuanto a la matanza de los animales. En realidad, los sistemas sacrificiales instituidos por Dios bajo el periodo patriarcal y mosaico requerían la matanza de animales (Génesis 4:4; 15:9-10; Job 42:8; Levítico 1:2et.seq.).

Además, la Biblia autoriza el uso de piel, cuero o pelo de animal para el beneficio humano. Cuando la primera pareja pecó, su sentido de vergüenza recientemente adquirido les guió a preparar delantales de hojas (Génesis 3:7). Sin embargo, Dios reemplazó sus delantales provisionales con ropa hecha de piel animal (Génesis 3:21). Se usó la piel y el pelo animal en la construcción del tabernáculo (Éxodo 25:5; 26:14; 35:23). El famoso pregonero de Jesús, Juan el Bautista, “estaba vestido de pelo de camello, y tenía un cinto de cuero alrededor de sus lomos” (Marcos 1:6). Las sandalias de Jesús tenían correas de cuero (Marcos 1:7; Juan 1:27). Mucha gente justa usó pieles de ovejas y cabras (Hebreos 11:37).

Ciertamente, la Biblia enseña el principio de administración y sabiduría en el uso de los recursos que Dios ha concedido (Mateo 25:14-30; 1 Corintios 4:2). Algunas referencias ocasionales proveen una medida de consideración en el trato de los animales (e.g., Levítico 22:27-28; Deuteronomio 22:6-7,10). Dios mismo cuida de los animales (Job 38:41; Salmos 147:9; Mateo 10:29), y nosotros no deberíamos desperdiciar, ser codiciosos, crueles o imprudentes en el uso de los recursos generales de la Tierra y de los animales en particular. No obstante, los animales no tienen prioridad o preferencia entre los humanos. Se necesita una perspectiva balanceada y adecuada. Debemos darnos cuenta que los animales no son humanos y que no se les debe tratar como humanos. Los animales, como el resto del orden creado, rinden servicios proyectados divinamente a los humanos como fuentes de comida y abrigo, como también transporte (e.g., Marcos 11:7) y otras funciones relacionadas al trabajo.

Si no existiera Dios, el activismo de los derechos de los animales sería una causa sensible, adecuada y noble como cualquier otra. Pero ya que existe Dios, y ya que Él ha hablado a los humanos a través de la Biblia, entonces nuestra perspectiva del orden creado debe ser modelada por Él mismo. La revisión de la enseñanza bíblica en cuanto al estatus de los animales revela que el activismo de los derechos de los animales manifiesta celo extraviado y mal informado. En vez de gastar millones de dólares en los animales, ¿no se debería emplear la habilidad racional en el alivio del hambre, la enfermedad y el sufrimiento de la humanidad? O más importante, ¿no se debería usar nuestros recursos para lograr alcanzar lo que los Fundadores de la civilización norteamericana consideraron el propósito de la República, como lo declaró el Congreso Continental en octubre de 1780: “causar que el conocimiento del cristianismo se esparza por toda la tierra” (Journals of…, 1904-1937, 18:950-951, énfasis añadido)?

REFERENCIAS

Gesenius, William (1847), Hebrew-Chaldee Lexicon to the Old Testament (Grand Rapids, MI: Baker, reimpresión de 1979).

Harris, R. Laird, Gleason Archer, Jr. y Bruce Waltke, eds. (1980), Theological Wordbook of the Old Testament (Chicago, IL: Moody).

Journals of the Continental Congress, 1774-1789 (1904-1937), ed. Worthington C. Ford, et al. (Washington, D.C.: Government Printing Office), [En-línea], URL: http://memory.loc.gov/ammem/amlaw/lwjc.html.

“PETA’s Mission Statement” (2007), [En-línea], URL: http://www.peta.org/living/magazine.asp.


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