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Los Cristianos, el Juego de Apuestas y la Lotería

Jugar a la lotería del estado, y frecuentar casinos, han llegado a ser los pasatiempos más populares de millones de norteamericanos. Cada vez más personas están participando, esperando hacerse millonarios. Aunque ha habido pocas excepciones y casos aislados en la historia norteamericana, solo recientemente el juego de apuestas ha llegado a ser considerado aceptable socialmente. Aunque ha habido tiempos cuando el juego de apuestas ha llegado a extenderse más, el sentimiento público global ha censurado esta práctica. Generalmente el juego de apuestas ha sido ilegal en nuestra sociedad, y la palabra “apostar” era una expresión de reproche. Las personas socialmente educadas, quienes mantenían convicciones virtuosas y una buena moralidad, veían el juego de apuestas como inaceptable, inadecuado e incluso como un vicio pecaminoso. Aquellos que se comprometían en tales prácticas eran vistos como elementos degenerados en la sociedad que servían solamente para debilitar las sensibilidades sociales.

La primera lotería del estado fue establecida en New Hampshire en 1964, y se legalizó en Nevada el primer casino de la nación en 1931 (“Indiana…”, 1998). La oportunidad extensa de las actividades de apuestas no capturó la atención del público de Norteamérica sino hasta las décadas de 1970 y 1980. Sin embargo, ahora han aparecido hipódromos y circuitos para perros, y casinos por todo el país. Varios gobiernos estatales ahora patrocinan las loterías, e incluso les hacen campañas publicitarias masivas. En 1988, el Acto Regulativo Federal Indio abrió las puertas para extender el desarrollo de los casinos a través del país. Para 1993, ya se había establecido embarcaciones fluviales de apuestas en seis estados, y se había legalizado los casinos fijos en varios estados adicionales. El juego de apuestas ha llegado a ser normal en todo el país, y varias actividades de apuestas son legales en todos los estados excepto en Hawai y Utah. En 1995, se apostó más de $500 billones legalmente en los Estados Unidos—un crecimiento dramático del estimado de $17 billones apostados en 1979, menos de dos décadas antes (“Indiana…”).

En Mateo 7:15-20, Jesucristo estableció una prueba por la cual se pudiera medir y calcular el valor verdadero de toda actividad o filosofía. Él dijo, muy simplemente, que “todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos”. El enunciado de Jesús fue dirigido especialmente a los falsos maestros, pero este ciertamente se puede aplicar a varias filosofías y actividades de la vida (tales como el juego de apuestas). ¿Qué clase de fruto produce el juego de apuestas? Cuando el juego de apuestas legalizado llega a una nueva comunidad, ¿mejora los estándares morales de esa comunidad? ¿Ayuda a reducir los problemas económicos familiares en esa comunidad? O, ¿produce lo opuesto? ¿Coloca el juego de apuestas legalizado una carga en las comunidades al empeorar claramente los estándares morales y al incrementar la carga financiera de aquellos que ya están laborando con un presupuesto pobre? Vamos a caminar por el pasillo de los juegos de apuestas y vamos a ver qué tiene para ofrecer.

Los efectos sociales del juego de apuestas han sido considerables. La información actual indica que más del 80% de norteamericanos participa en alguna clase de juego de apuestas (Lesieur, 1993). Los investigadores de la Universidad Johns Hopkins reportaron que el costo social de las apuestas excesivas “figura entre las enfermedades más caras que afligen a la sociedad, aunque cuesta menos curarla” (Politzer, et.al., 1985). A finales de la década de 1980, el Concilio Nacional sobre el Juego Obsesivo de Apuestas estimó que algo de cuatro a seis millones de apostadores sufren de un desorden adictivo que amenaza sus vidas y las vidas de sus seres queridos (Chamberlain, 1988, p. 37). Ahora, los investigadores de los juegos de apuestas dicen que a lo menos ocho millones de americanos son apostadores compulsivos, siendo un millón de ellos adolescentes (Chavira, 1991, p. 78). Una encuesta hecha a 500 miembros de la organización Apostadores Anónimos reportó que el 21% de los participantes nunca había pensado en el suicidio, el 48% había pensado en el suicidio y el 13% había intentado suicidarse (Frank, et.al., 1991). Según el Hospital Charter de Las Vegas, el índice de suicido entre los apostadores activos (especialmente mujeres) es el más alto de todas las enfermedades (vea Charter Hospital, s.d.). ¿Clasificaría alguien una actividad altamente adictiva que a menudo resulta en la meditación del participante (o intento de) suicidarse como un fruto beneficioso y bueno para la sociedad? Por lo contrario, se puede reconocer fácilmente que este es un fruto podrido que sugeriría que la actividad misma no está por encima del reproche.

Adicionalmente, los expertos han expresado temor por los números crecientes de adolescentes que apuestan. Ellos hacen referencia al juego de apuestas como “la adicción creciente”, y predicen que esto causará a los adolescentes más problemas durante la próxima década que las drogas ilegales (McCabe, 1990, p. 7-D). En los primeros diez días de la Lotería de Texas, los consejeros de línea directa del Consejo de Texas sobre Problemas y Apuestas Compulsivas reportaron historias alarmantes de adolescentes que apuestan:

Un empleado de 18 años de una tienda llamó el segundo día de la lotería reportando que había raspado cientos de boletos de lotería que pertenecían a la tienda, diciendo, “Pensé que era algo seguro y que ganaría no solamente para pagar a la tienda por el costo de los boletos sino que me sobraría mucho dinero”.

Un joven rico de 16 años de un barrio de clase alta reportó que había perdido “una considerable suma de dinero” en la lotería. Dándose cuenta que no tenía la edad legal para comprar boletos, él había pedido a amigos que compraran boletos para él. Él admitió apostar mucho en los servicios higiénicos de la escuela.

El padre de un joven de 19 años de un pueblo rural al este de Texas estaba afligido porque su hijo había apostado en cartas y dados, y había gastado su pago semanal en la lotería (“Teenage…”, s.d.).

El director del Centro Nacional por el Juego Patológico hizo esta observación oportuna: “Usted tiene gobernantes estatales promoviendo la lotería. El mensaje que ellos están transmitiendo es que el juego de apuestas no es un vicio sino una forma normal de entretenimiento” (Chavira, p. 78). El hecho que haya un “Centro Nacional por el Juego Patológico” debería ser suficiente para darle una pista a cada legislador de que hay algo equivocado con este tipo de actividad.

En 1957, se formó la organización Apostadores Anónimos, y desde entonces ha crecido hasta tener más de 800 locales en los EE.UU. y más de 1,400 reuniones mundiales. Los expertos comparan la apuesta compulsiva a la adicción por el alcohol y la droga. La posición oficial de los Apostadores Anónimos es el fomento de la abstinencia de apuestas como esencial para la recuperación personal. Como se puede esperar, su grupo más activo y fuerte está en Las Vegas.

David A. Korn, en un artículo titulado “Expansion of Gambling in Canada: Implications for Health and Social Policy” (“Expansión del Juego de Apuestas en Canadá: Implicaciones para la Salud y Política Social”) para la Canadian Medical Association Journal (Revista de la Asociación Médica Canadiense), señaló que el juego de apuestas a menudo afecta a las familias de recursos bajos más dramáticamente que a aquellas de recursos altos, debido al hecho que las familias de recursos bajos gastan casi cuatro veces más en apuestas (en proporción a sus ingresos). Korn escribió: “Estos datos sugieren que los gastos en apuestas pueden ser considerados como un impuesto regresivo voluntario que tiene un impacto proporcionalmente mayor en la gente con ingresos bajos”. Él además señaló: “varias poblaciones son vulnerables al impacto de las apuestas, en adición a los grupos socioeconómicos bajos. El costo a las familias en términos de relaciones disfuncionales, violencia y abuso, presión financiera y problemas de crecimiento y desarrollo infantil puede ser grande”. Al concluir su artículo, Korn comentó: “La expansión rápida del juego de apuestas representa una amenaza significante a la salud pública que desafía nuestros valores, nuestra calidad de vida y nuestras prioridades públicas” (Korn, 2000).

Entonces, ¿qué podemos concluir al dar un vistazo rápido concerniente a los “frutos” del juego de apuestas? El juego de apuestas es adictivo, se alimenta de aquellos de recursos bajos, afecta dramáticamente a los adolescentes, y a menudo guía a relaciones familiares disfuncionales y al abuso. Ciertamente estos clasificarían como “malos frutos”.

DESDE UNA PERSPECTIVA CRISTIANA

Se ha originado un cambio dramático en el orden social de la cultura norteamericana. Mientras que el carácter moral de la civilización americana se deteriora y los valores bíblicos son deshechos, las actividades que antes se consideraban dañinas para la sociedad ahora están llegando a ser aceptadas. A mucha gente ya no le importa lo que Dios piense o lo que la Biblia enseñe. Sin embargo, existe un Dios en el cielo que ha dado Su Palabra escrita. Esa revelación está diseñada para gobernar el comportamiento humano. Un principio que corre a través de la Biblia tiene que ver con la administración. La Biblia enfatiza repetidamente y consistentemente el hecho que Dios es el dueño esencial de todas las posesiones terrenales. El salmista observó que el Señor es el dueño de millares de animales en los collados (Salmos 50:10). Santiago escribió que todo don bueno y perfecto viene de Dios (Santiago 1:17). Jesús hizo referencia a los seres humanos como administradores—a quienes se les confía cuidar de la propiedad de alguien más (Lucas 12:42). Y Él declaró que toda persona tiene la responsabilidad moral de ser un administrador fiel del dinero que le fue confiado (Lucas 16:10,11). No obstante, cada año la gente gasta billones de dólares apostando el dinero que Dios les ha confiado. Imagine los proyectos buenos y sanos que pudieran respaldarse anualmente con tal grande provisión de dinero. Se pudiera alimentar a los niños, predicar el Evangelio, construir casas y así sucesivamente. Sin embargo, en vez de usarse ese dinero en proyectos que valen la pena, se “depositan” billones de dólares en un sistema que guía a la adicción y el abuso. Ciertamente, sería difícil concluir que el juego de apuestas es una administración buena del dinero que Dios nos ha confiado. En realidad, “depositar” el dinero de alguien en un sistema que matemáticamente y estadísticamente beneficia a la “casa” y toma del apostador, ciertamente caería en la categoría de administración infiel. Con relación a la administración infiel, Cristo dijo: “Pues si en las riquezas [dinero] injustas no fuisteis fieles, ¿quién os confiará lo verdadero?” (Lucas 16:11). Estar delante del trono de Dios, habiendo derrochado el dinero que Dios le confió en una actividad ociosa y degenerativa como el juego de apuestas, sería realmente un pensamiento espantoso.

Además, imagine la influencia negativa potencial de un cristiano que participa en el juego de apuestas. Por algo, mucha gente, que ni siquiera está afiliada a la iglesia del Señor, ve el juego de apuestas como un vicio pecaminoso que la gente respetable debe evitar. Al mirar los frutos del juego de apuestas, no es difícil ver por qué pensarían de esa manera. Si ellos vieran a un cristiano en un casino o comprando un boleto de lotería, ¿qué pensarían de él y de la congregación del cuerpo del Señor del cual ese cristiano es miembro? ¿No reduciría drásticamente las oportunidades de que ese cristiano tenga un impacto positivo en el que le vio apostando? Ciertamente, el cristiano es responsable por la imagen que ella o él representa, y por cómo “aquellos que están afuera” perciben sus acciones. Por ejemplo, Pablo dijo a Timoteo que un obispo (anciano) “tenga buen testimonio de los de afuera” del cuerpo de Cristo (1 Timoteo 3:7). Si muchas personas afuera de la iglesia del Señor consideran el juego de apuestas como una actividad moralmente reprensible, y un cristiano participa en esa actividad, ese cristiano no podrá mantener una buena reputación.

Colosenses 3:17 dice, “Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él”. No es suficiente que una persona pregunte, “¿Qué hay de malo con tal actividad?”. En cambio, la pregunta realmente debe ser expresada: “¿Qué hay de bueno con tal actividad?”. Cada individuo que realiza una actividad tiene la responsabilidad de demostrar que lo que hace tiene un efecto positivo y animador sobre sí mismo y otros. Le costaría mucho a una persona encontrar alguna evidencia que calificaría el juego de apuestas como algo que pudiera ser hecho “en el nombre del Señor Jesús”. De hecho, cuando Cristo regrese, ¿a qué persona le gustaría que el Señor le encuentre en un casino?

CONCLUSIÓN

El juego de apuestas es realmente un asunto moral. Había un tiempo en la sociedad norteamericana cuando la mayoría de la gente consideraba malas a tales actividades como el baile lascivo, la borrachera, la maldición y el juego de apuestas. Obviamente, el tiempo, las circunstancias y la cultura han cambiado. Pero Dios y Su palabra no lo han hecho. Su Palabra nos advierte que aquellos que no respetan Su voluntad y que escogen vivir sus vidas según sus deseos carnales, pasarán la eternidad en el fuego del infierno (Apocalipsis 21:8). Un cristiano genuino es el que elimina de la vida diaria el vicio y la inmoralidad que es característica de una sociedad que continuamente desea abandonar la voluntad de Dios. En vez de seguir a la sociedad, el cristiano estudia la Biblia para aprender cómo Dios quiere que la gente viva. Solamente entonces podemos mirar hacia delante, al gozo del cielo.

REFERENCIAS

Chamberlain, R. Edwin (1988), “Gambling: New Treatment Ideas for an Old Addiction,” Professional Counselor, November/December.

Charter Hospital of Las Vegas (sine data), (Las Vegas, NV: Charter Hospital).

Chavira, Richard (1991), “The Rise of Teenage Gambling,” Time, February 25.

Frank, M.L., D. Lester, y A. Wexler (1991), “Suicidal Behavior Among Members of Gamblers Anonymous,” Journal of Gambling Studies, 7:249-254.

“Indiana Problem Gambling Prevention Plan” (1998), [En-línea], URL: http://www.in.gov/fssa/servicemental/gambling/problems.html.

Korn, David A. “Expansion of gambling in Canada: implications for health and social policy” (2000), eCMAJ, [En-línea], URL: http://www.cmaj.ca/cgi/content/full/163/1/61. Originally printed in the Canadian Medical Association Journal, July 11, 2000;163(1):61-4.

Lesieur, H.R. (1993), Understanding Compulsive Gambling (Center City, MN: Hazelden).

McCabe, George (1990), “Too Young to Gamble,” Las Vegas Review-Journal, p. 7-D, June 14.

Politzer, R.M., J.S. Morrow, y R. Leavey (1985), “Report on the Cost Benefit/Effectiveness of Treatment at the John Hopkins Center for Pathological Gambling,” Journal of Gambling Behavior, [1]:131-142.

“Teenage Gambling Addiction” (sine data), Texas Council on Problem and Compulsive Gambling (Dallas, TX).


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