
Lo que las Jirafas Harían para Beber
Si usted viaja a través de las grandes sabanas de África, se encontrará con animales de toda clase y tamaños. Cuando mira a estos animales, ninguno de estos es tan alto como la jirafa. La jirafa es el animal terrestre más grande del mundo y puede alcanzar más de 12 pies de altura. Si mira más atentamente, usted puede ver que la jirafa realiza una hazaña impresionante—inclinarse para beber un poco de agua. Cuando la jirafa se inclina para beber agua, existen algunas características interesantes en funcionamiento debajo de su piel estupendamente decorada. Una de estas características es el cuello alargado de la jirafa. La teoría evolutiva ha tratado de explicar por décadas el fenómeno del cuello de la jirafa, pero sus conjeturas no pueden dar cuenta por la maestría anatómica y fisiológica exhibida en la jirafa. William R. Corliss observó en su libro, Biological Anomalies (Anomalías Biológicas): “En resumen, la naturaleza es muy anómala o, equivalentemente, la naturaleza todavía no es bien entendida. Se necesita hacer mucho todavía” (1995, p. v, énfasis en original). ¿Puede haber una razón por la cual los animales tales como la jirafa sean tan intrigantemente diversos?
LA ANATOMÍA Y FISIOLOGÍA DE LA JIRAFA
Existen otros animales que tienen cuellos extendidos. Como Corliss anotó: “Varios merodeadores mamíferos han desarrollado particularmente cuellos largos que les ayudan a alcanzar follajes altos; viz., el dibatag y el gerenuk” (p. 106). Pero de todos los animales de cuello largo, la jirafa es probablemente el más impresionante. Corliss comparó la jirafa con tales criaturas y anotó: “[p]ero el cuello de la jirafa es tan largo que se requerirían modificaciones principales del cuerpo durante la (supuesta) evolución de animales parecidos a los okapis de cuello corto” (p. 106, comentario en paréntesis en original).
Supongamos, por un momento, que la jirafa realmente evolucionó por procesos de casualidad durante largos periodos de tiempo. Para que el cuello de la jirafa se alargara, el corazón necesitaría ser capaz de bombear más fuerte para enviar la sangre por el cuello hasta el cerebro. Bristol Foster comentó en la National Geographic acerca del corazón de la jirafa: “Para conducir la sangre a ocho pies hacia arriba hasta la cabeza, el corazón es excepcionalmente grande y tiene músculos gruesos y la tensión arterial—dos o tres veces más que la del hombre—es tal vez la más alta en cualquier animal” (1977, p. 409). Este corazón necesitaría evolucionar simultáneamente con el cuello para que la jirafa sobreviviera.
Mientras que este cambio estuviera ocurriendo (recuerde, todo esto debe ser sincronizado para que la jirafa sobreviva), la jirafa pudiera querer beber agua de un lago cercano. La jirafa extendiera sus patas delanteras e inclinaría su cuello por debajo del nivel de su cuerpo para beber agua. Si usted alguna vez ha estado patas arriba por algún periodo de tiempo, entonces puede saber cómo se siente que la sangre se mueva a su cabeza. De la misma manera, el corazón de la jirafa es tan grande y poderoso que este normalmente lanzaría una gran cantidad de sangre al cerebro, causando un incremento posiblemente fatal de la presión arterial en la cabeza de la jirafa. Sin embargo, esto no sucede gracias a válvulas especializas contenidas en los vasos del cuello de la jirafa. Estas válvulas trabajan para impedir que la sangre sea bombeada al cerebro durante el recreo de la jirafa para tomar agua. Además, si la jirafa viera a un depredador y tratara de escapar de éste justo después de haberse inclinado, usted esperaría que la jirafa se desmayara ya que su presión arterial habría bajado tanto. Sin embargo, una vez más la misma red de válvulas salvan a la jirafa al enviar la sangre en una vía que mantiene constantemente la presión arterial. ¿De dónde vinieron estas válvulas y cómo evolucionaron? Adicionalmente, ¿cómo evolucionaron simultáneamente con el corazón y el cuello? La evolución no tiene respuestas.
Muchos hospitales usan lo que es conocido como trajes de antigravedad. Estos conjuntos previenen la retención de fluido (edema) en las extremidades inferiores. La jirafa tiene un traje de antigravedad incorporado que previene el estanque de sangre y edema. Las dos partes del cuerpo de la jirafa que ayudan en la función de este sistema son su piel resistente y su fascia (tejido conectivo). Por ende, para sobrevivir, la jirafa debe haber evolucionado un cuello más largo, un corazón para bombear la sangre por todo el cuello, válvulas especiales para mantener su presión arterial y un traje de antigravedad para resistir la presión extrema que es rutinariamente producida. ¿Aparecieron estas estructuras simplemente por coincidencia?
La lista de lo que debe haber evolucionado “en sincronización” con el resto de la anatomía de la jirafa es larga e impresionante. El evolucionista Robert Wesson declaró en su libro, Beyond Natural Selection (Más Allá de la Selección Natural):
La protojirafa no solamente tuvo que alargar la vértebra del cuello (fijada en siete en los mamíferos) sino tuvo que hacer cualquier modificación simultánea: la cabeza, difícil de sostener por encima del largo cuello, llegó a ser más pequeña… Se necesitaron pulmones grandes para compensar la respiración a través de un tubo de 10 pies de largo; muchos músculos, tendones y huesos deben haber sido modificados armoniosamente; las patas delanteras fueron alargadas con la reestructuración correspondiente del cuerpo; y muchos reflejos deben haber sido reestructurados (1991, p. 226, comentario en paréntesis en original).
Como Wesson anotó, ¡estos procesos hubieran llegado a existir al mismo tiempo! La cabeza debe haber sido miniaturizada para descansar encima de un gigante de 15 pies; los pulmones de la jirafa deben haber llegado a ser ocho veces más grande que los de un humano promedio para que así esta pudiera respirar a través de una tráquea de diez pies; y todo soporte estructural debe haber sido reestructurado para calzar con la nueva forma del cuello. Cualquier estadístico (o fisiólogo) negaría la posibilidad de que una criatura evolucione simultáneamente estas características extremas.
LA EVOLUCIÓN VERSUS LA JIRAFA
Los evolucionistas todavía tratan de explicar la jirafa a través de la selección natural. Foster sugirió que “la evolución ha modificado la anatomía de la jirafa para permitir que este mamífero versión-extendida funcione” (1977, 152[3]:409). ¿Pudiera ser este realmente un mamífero que ha evolucionado? La evolución sugiere que la naturaleza ha “seleccionado” a estos mutantes de cuello largo sobre los que no podían alcanzar follajes más altos (vea Corliss, p. 106). A primera vista, esto parece casi plausible. Pero considere el siguiente punto. Las jirafas machos son evidentemente más altos que sus homólogos hembras. El macho, que es alrededor de dos pies más alto, hubiera sobrevivido, mientas que las hembras más pequeñas se hubieran extinguido, aunque usted todavía ve a machos y hembras vivos. Si nosotros dependeríamos en la evolución darvinista, no habría explicación para este punto. Además, los evolucionistas han estado esperando encontrar por muchos años los fósiles que pudieran dar testimonio para la evolución de la jirafa. Pero estos fósiles permanecen todavía sin descubrirse (y los creacionistas aseveramos que estos no existen). Francis Hitching mencionó: “Por ejemplo, no existen fósiles intermedios que muestren el cuello de una jirafa de un cuarto de longitud” (1982, p. 30). La conclusión más acertada guía inevitablemente a una fuente diferente a la evolución.
Las innovaciones coordinadas de la jirafa son un testimonio del diseño en el reino animal. Desde su cuello largo hasta su piel a modo de traje de antigravedad, la jirafa y su naturaleza hacen burla de la teoría de la evolución y abrazan el concepto opuesto—el diseño.
REFERENCIAS
Corliss, William R. (1995), Biological Anomalies: Mammals I (Glen Arm, MD: The Sourcebook Project).
Foster, Bristol (1977), “Africa’s Gentle Giants,” National Geographic, 152[3]:402-417, September.
Hitching, Francis (1982), The Neck of the Giraffe (New York: Ticknor and Fields).
Wesson, Robert (1991), Beyond Natural Selection (Cambridge, MA: MIT Press).
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