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Las Sagradas Escrituras—Inspiradas Verbalmente

En la lógica, existe un principio llamado la Ley del Medio Excluido. En palabras simples, esta ley indica que algo puede ser verdadero o falso, pero no las dos cosas a la vez. Una línea es recta o no lo es. No existe término medio. Con referencia a la Biblia, alguien puede declarar: “Las Escrituras son inspiradas por Dios o no lo son”. Si los escritos de la Biblia no son inspirados por Dios, entonces son las creaciones de simple hombres, y como tales no merecen respeto religioso. De hecho, en vista de sus reclamaciones exaltadas, solo merecerían desprecio.

Pablo, un apóstol de Cristo, escribió: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Timoteo 3:16-17). La Biblia afirma su propia inspiración—no existe duda de eso. Pero ¿a qué extensión clama inspiración el volumen sagrado? Esta es una pregunta que ha desconcertado a muchos.

ALGUNAS TEORÍAS POPULARES PERO FALSAS

Algunos han sugerido que la Biblia es “inspirada” solamente en el sentido que otras producciones literarias son inspiradas. Es decir, son simplemente el resultado del genio natural, la característica de hombres de habilidad inusual. Se debe rechazar inmediatamente esta noción ya que: (a) transforma a los escritores bíblicos en mentirosos que clamaron que el Espíritu Santo fue la fuente fundamental de sus documentos (2 Samuel 23:2; Hechos 1:16); y (b) deja sin explicación el misterio de por qué el hombre moderno, con su aprendizaje acumulado, no ha podido producir un volumen comparado que tenga la capacidad de hacer obsoleta a la Biblia.

Otros han afirmado que solamente algunas porciones de la Escritura son inspiradas por Dios. Por ejemplo, a menudo oímos decir que las secciones bíblicas que abordan la fe y la moralidad son inspiradas, pero que otras áreas, particularmente los relatos que contienen elementos milagrosos, son simplemente la producción de hombre buenos—pero supersticiosos. Pero, otra vez, este concepto no es consistente con las declaraciones de los escritores inspirados. Ellos extendieron la inspiración a cada área de las Escrituras; incluso enfatizaron, en muchos casos, esas secciones que los modernistas califican como no-históricas o míticas. Por ejemplo, vea Mateo 12:39-40; 19:4et.seq.; Lucas 4:27; Juan 3:14-15.

También se ha alegado que el “sentido” de la Biblia es inspirado, pero no las “oraciones”. Es decir, en un sentido las Escrituras tienen origen divino, pero no se debe interpretar las mismas palabras del Libro Sagrado como inspiradas. Este punto de vista es ilógico. Si las palabras de la narración sagrada no son inspiradas, dígame, por favor, ¿qué es inspirado? ¿Es la cubierta, el papel, la tinta? Lo cierto es que si las palabras de la Biblia no son inspiradas por Dios, entonces ¡la Biblia no contiene inspiración en absoluto!

LA INSPIRACIÓN VERBAL

¿Qué queremos decir cuando hablamos de la “inspiración verbal” de las Sagradas Escrituras? Frank E. Gaebelein ha sugerido que un enfoque fiel de la inspiración sostiene que “los documentos originales de la Biblia fueron escritos por hombres a quienes se les permitió el ejercicio de su propias personalidades y talentos literarios, pero que escribieron bajo el control y guía del Espíritu de Dios, siendo el resultado el registro perfecto y sin error del mensaje exacto que Dios deseó dar al hombre en cada palabra de los documentos originales” (1950, p. 9). En su obra clásica, Theopneustia—La Inspiración Plenaria de las Sagradas Escrituras (Theopneustia—The Plenary Inspiration of the Holy Scritures), L. Glaussen, profesor de teología sistemática en Oratoire, Ginebra, definió la inspiración como “el poder inexplicable que el Espíritu Divino infundió antiguamente en los autores de la Escritura santa, para su guía incluso en el empleo de las palabras, y para preservarlos igualmente del error y de toda omisión” (s.d., p. 34).

Veamos más detenidamente 2 Timoteo 3:16. El texto griego dice pasa graphe theopneustos—“toda escritura [es] soplada por Dios”. En este contexto se dice que algo es el “soplo de Dios”. ¿Qué es ese algo? Toda la Escritura. El término “escritura” [graphe] denota lo que se escribe. Pero son las palabras del texto bíblico lo que se escribe; por ende, ¡las mismas palabras de la Biblia son sopladas por Dios! Nadie puede apelar a 2 Timoteo 3:16 como evidencia de la inspiración de la Biblia sin, al mismo tiempo, introducir el concepto de la inspiración verbal. La verdad es que el canon sagrado reclama extensamente la inspiración verbal de las Escrituras. Considere los siguientes ejemplos.

  1. Mas de 3,800 veces en el Antiguo Testamento se hace la reclamación que las Escrituras son la palabra [o palabras] de Dios. Por ejemplo, “Y Jehová dijo a Moisés: Escribe esto para memoria en un libro…” (Éxodo 17:14, énfasis añadido). David declaró: “El Espíritu de Jehová ha hablado por mí, y su palabra ha estado en mi lengua” (2 Samuel 23:2, énfasis añadido). Dios instruyó al profeta Jeremías, “He aquí he puesto mis palabras en tu boca” (Jeremías 1:9, énfasis añadido). ¡Solamente en el Salmo 119 se exalta a las Escrituras como la Palabra de Dios algo de 175 veces!
  2. Ciertamente Jesucristo endorsó el concepto de la inspiración verbal. Él afirmó que “ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido” (Mateo 5:17-18). La jota era la letra hebrea más pequeña, y la tilde era una proyección diminuta en ciertas letras hebreas. El profesor A.B. Bruce ha señalado: “Aquí Jesús expresa en la manera más fuerte Su convicción que todo el Antiguo Testamento es una revelación Divina, y que por tanto cada precepto pequeño tiene significado religioso…” (1956, 1:104). El Señor frecuentemente argumentó basado en el texto del Antiguo Testamento, enfatizando puntos gramaticales muy precisos. Su argumento para la resurrección de los muertos en Mateo 22:32 depende del tiempo presente del verbo—“Yo soy [no “fui”] el Dios de Abraham…”.

En el mismo contexto, Cristo citó el Salmo 110:1, mostrando que David, hablando en el Espíritu, anotó, “Dijo el Señor a mi Señor…” (Mateo 22:41et.seq.). Otra vez, el énfasis está en una sola palabra. Jesús (afirmando Su propia deidad) preguntó a los fariseos por qué David hizo referencia a su propio descendiente, el Mesías prometido, como Señor. Al no reconocer la naturaleza dual del Mesías (i.e., como hombre, Él era el descendiente de David; como Dios, Él era el Señor de David), ellos no pudieron responder. Pero si Cristo no hubiera creído en las palabras inspiradas del Antiguo Testamento, Él no pudiera haber razonado como lo hizo (vea también Juan 10:30et.seq.).

  1. Cristo prometió a Sus apóstoles que se les daría las palabras para declarar el Evangelio. Él les dijo: “Mas cuando os entreguen, no os preocupéis por cómo o qué hablaréis; porque en aquella hora os será dado lo que habéis de hablar” (Mateo 10:19). Y, note el paralelo de Lucas que ellos no necesitaban “pensar antes” cómo responder a los antagonistas (Lucas 21:14). ¡Esto involucra sus propias palabras!
  2. Es claro que los escritores de la Escrituras estuvieron concientes del hecho que estaban registrando las palabras de Dios. Pablo escribió: “Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado” (1 Corintios 11:23). Otra vez, “Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor” (1 Tesalonicenses 4:15). “Cuando recibisteis la palabra de Dios que oísteis de nosotros, la recibisteis no como palabra de hombres, sino según es en verdad, la palabra de Dios, la cual actúa en vosotros los creyentes” (1 Tesalonicenses 2:13, énfasis añadido). Cuando Felipe predicó en Samaria, la gente a los que habló oyeron “la palabra de Dios” (Hechos 8:14).

En un pasaje remarcable, Pablo preguntó: “Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él?”. Él quiso decir esto: No puede saber lo que está en mi mente sino hasta que yo, por mis propias palabras, le revele lo que estoy pensando. Esa es la ilustración del apóstol. Aquí está su punto: “Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios…lo cual [i.e., las cosas de Dios—WJ] también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual” (1 Corintios 2:11-13). No existe una declaración más comprensiva de la inspiración verbal en otro lugar en los escritos sagrados. La mente de Dios se ha dado a conocer por medio de las palabras inspiradas de los representantes que Él escogió para esta noble tarea.

  1. Los escritores de la Biblia consideraron la producción de los demás escritores como inspirada por Dios. En 1 Timoteo 5:18, Pablo escribe: “Pues la Escritura dice: No pondrás bozal al buey que trilla; y: Digno es el obrero de su salario” (énfasis añadido). En este pasaje, el apóstol Pablo combinó Deuteronomio 25:4 y Lucas 10:7, y clasificó a ambos textos como “escritura”. Similarmente, Pedro hace referencia a las epístolas de Pablo como “escritura” en 2 Pedro 3:15-16.

EL DICTADO MECÁNICO

Cuando escuche a alguien que acusa a los que sostiene la inspiración verbal de creer en el “dictado mecánico”, ¡muy probablemente está lidiando con un teólogo liberal! Muchos eruditos conservadores no enseñan la noción del “dictado mecánico”, i.e., que los escritores de la Biblia fueron solamente taquígrafos y que por ende, los factores de su cultura y personalidad no se incluyeron en sus obras. Ciertamente, los escritos de Pablo difieren en estilo de los de Juan, etc. Pero eso no niega el hecho que después que Dios usó a los escritores de la Biblia, en el proceso final, ¡solamente se incluyeron las palabras exactas que Él quería en el texto!

¿HA DESTRUIDO LA TRANSMISIÓN A LA INSPIRACIÓN?

Alguien puede preguntar, “Pero suponga que la Biblia fue inspirada inicialmente. ¿No ha causado la transmisión del texto durante los siglos una corrupción de los documentos originales, destruyendo virtualmente la inspiración? No, absolutamente no. Se ha preservado en una manera remarcable el texto de la Biblia—tanto del Antiguo Testamento como del Nuevo Testamento. Por ejemplo, después de años de investigación científica en relación al texto del Antiguo Testamento, el profesor Robert Dick Wilson, quien estaba familiarizado con cuarenta y cinco idiomas, declaró que “estamos seguros científicamente que tenemos substancialmente el mismo texto que Cristo y los apóstoles poseyeron…” (1929, p. 8, énfasis añadido). La evidencia de la fidelidad textual del Nuevo Testamento no es menos impresionante. Los eruditos ahora poseen más de 5,700 manuscritos griegos (en parte o completos) del Nuevo Testamento, y algunos de estos datan de la primera parte del segundo siglo d.C. Se ha estimado que las variaciones textuales afectan solamente alrededor de 1/1000 parte del texto completo (vea Gregory, 1907, p. 528). Por tanto, la transmisión no ha destruido la inspiración verbal.

¿AFECTA LA TRADUCCIÓN A LA INSPIRACIÓN?

Ya que las Sagradas Escrituras originalmente se escribieron en hebreo, arameo y griego, y ya que desde entonces se han traducidos a muchos idiomas, algunos se preguntan si el proceso de traducción ha destruido la inspiración inicial de la Biblia. Pero no hay necesidad de preocuparse en cuanto a este asunto mientras que se realice una traducción exacta. Cuando se traduce una palabra precisamente de un lenguaje a otro, se transmite el mismo pensamiento o idea; por ende, se recibe el mismo mensaje.

El hecho que la necesidad de traducción no afecta la inspiración se evidencia al apelar al mismo Nuevo Testamento. En el tercer y segundo siglo a.C., se tradujo las Escrituras hebreas al griego. A esta versión, que comenzó en Alejandría, Egipto, se la conoce como la Septuaginta. Note este hecho interesante: Jesucristo mismo, y los escritores inspirados del Nuevo Testamento, ¡citaron frecuentemente la traducción de la Septuaginta de las Escrituras del Antiguo Testamento! Por ejemplo, en Mateo 22:32, Cristo citó Éxodo 3:6 de la Septuaginta, y dijo de este pasaje: “¿no habéis leído lo que os fue dicho por Dios…?” (22:31, énfasis añadido). ¡La traducción del hebreo al griego no alteró el hecho que el mensaje era la Palabra de Dios!

También se debe observar en esta conexión que los eruditos generalmente están de acuerdo que la Septuaginta no es una traducción tan fiable como el texto hebreo del Antiguo Testamento. Pero a pesar de esto, el Nuevo Testamento a menudo la cita. No obstante, como un autor observó: “Parece que los escritores del Nuevo Testamento fueron muy cuidadosos en dar el verdadero sentido al Antiguo Testamento, tanto que ellos abandonaron la versión de la Septuaginta siempre que no le daba ese sentido…” (Horne, 1841, 1:312). El hecho es que cuando un escritor del Nuevo Testamento estaba citando el Antiguo Testamento griego, el Espíritu Santo algunas veces le guiaba ligeramente a alterar la fraseología para darle el sentido más exacto. Por ende, la inspiración todavía se preservó aunque se usó una traducción menos-que-perfecta.

CONCLUSIÓN

Las Escrituras son la Palabra de Dios inspirada verbalmente. Los que estudian reverentemente los Escritos Sagrados han abrigado este enfoque por muchos siglos. Fritz Rienecker señaló que la enseñanza judía “rabínica era que el Espíritu de Dios yacía encima y dentro de los profetas y hablaba a través de ellos así que sus palabras no venían de ellos mismos, sino de la boca de Dios, y ellos hablaban y escribían en el Espíritu Santo. La iglesia antigua estaba en acuerdo completo con este enfoque” (1980, 2:301).

Por lo tanto, exaltemos las Sagradas Escrituras como la Palabra viva de Dios (Hebreos 4:12), y reconozcámoslas como la única fuente autoritativa de la guía religiosa.

REFERENCIAS

Bruce, A.B. (1956), Expositor’s New Testament (Grand Rapids, MI: Eerdmans).

Gaebelein, Frank E. (1950), The Meaning of Inspiration (Chicago, IL: Inter-Varsity).

Glaussen, L. (sine data), Theopneustia—The Plenary Inspiration of the Holy Scriptures (Chicago, IL: Moody).

Gregory, C.R. (1907), Canon and Text of the New Testament (New York: Scribners).

Horne, Thomas H. (1842), An Introduction to the Critical Study and Knowledge of the Holy Scriptures (Philadelplhia, PA: Whetham & Son).

Rienecker, Fritz (1980), A Linguistic Key to the Greek New Testament (Grand Rapids, MI: Zondervan).

Wilson, Robert Dick (1929), A Scientific Investigation of the Old Testament (New York: Harper & Brothers).


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