Las Ratas, los Niños y la Evolución
En el presente existen muchas creencias e ideologías en el mundo. Algunas de estas ideas son inofensivas, es decir, no afectan el comportamiento de la mayoría de seres humanos. Sin embargo, muchas ideas son extremadamente destructivas—tanto físicamente como espiritualmente. La evolución es uno de estos sistemas de creencia cuyos tentáculos se extienden a muchas áreas de la existencia humana, dando como resultado destrucción incalculable y problemas increíbles en la vida humana.
Por ejemplo, considere la declaración grotesca de Ingrid Newkirk, presidente de la organización por los derechos de los animales, Personas por la Ética en el Trato de los Animales (PETA): “No existe fundamento racional para decir que un ser humano tiene derechos especiales. Una rata es igual que un cerdo, un perro y un niño. Todos son mamíferos” (“Citas Increíbles”, 2005). Este enunciado tiene implicaciones sorprendentes, asombrosas y monumentales. Sugerir que una rata y un niño tienen un valor y lugar equivalente sería ridículo sino fuera por el hecho que cada vez más gente acepta este pensamiento. El resultado final de la aceptación absurda de la evolución es que los humanos no son nada más que animales que han evolucionado de formas precursoras de vida. Este es el resultado lógico de la expulsión sistemática de Dios y la Biblia de la vida norteamericana. Este pensamiento ha estado introduciéndose lentamente pero de manera segura en la sociedad por varias décadas. Las consecuencias son pasmosas y catastróficas. ¿Tienen las ratas derechos, y se las deben tratar con respeto? Por otro lado, se puede destrozar en pedazos a un bebé humano no nacido. El hinduismo asigna un valor similarmente excesivo a la vida animal.
La Biblia muestra el único enfoque sano y sensible en cuanto a la vida en la Tierra. Durante la semana de la Creación, después que Dios creó a los animales, también creó a los primeros seres humanos, colocándoles aparte del reino animal al crearlos a Su propia imagen (Génesis 1:27). Los humanos poseen un alma—un espíritu—que continúa viviendo después que el cuerpo muere (Eclesiastés 12:7; Zacarías 12:1; Lucas 16:22-31; Hebreos 12:9; Santiago 2:26). Los animales no comparten esta dimensión espiritual con los humanos. ¡Una rata no es igual a un niño! Aunque los animales poseen una fuerza animada de vida, cuando mueren, dejan de existir. Ninguna parte de su ser continúa existiendo después de la muerte física. Los animales no están sujetos a las leyes de Dios; no son responsables por sus acciones como los humanos; no pueden cometer pecados, y no están sujetos al plan de salvación de Dios.
Si no existe Dios, entonces el activismo de los derechos animales es sensible, legítimo y noble como cualquier otra causa. Sin embargo, si Dios existe, y si Él ha hablado a los seres humanos a través de la Biblia, entonces debemos modelar nuestro enfoque del orden creado según la voluntad de Dios. Al estudiar la enseñanza bíblica en cuanto al estatus de los animales, nos podemos dar cuenta que el activismo de los derechos animales muestra un celo informado mal y equivocado. Da “culto a las criaturas antes que al Creador” (Romanos 1:25). Cuando se abandona la evaluación racional de la realidad espiritual, lamentablemente se llega a tener una mentalidad necia en cuanto al reino físico: “Profesando ser sabios, se hicieron necios” (Romanos 1:22). Insistir que una rata y un niño humano tienen un valor equivalente en la Tierra es una locura moral, ética y espiritual.
REFERENCIAS
“Citas Increíbles” [“Unbelievable Quotes”] (2005), Changing Worldviews, [En-línea], URL: http://www.changingworldviews.com/quotations.htm#Animal%20Rights.
REPRODUCTION & DISCLAIMERS: We are happy to grant permission for this article to be reproduced in part or in its entirety, as long as our stipulations are observed.