La Unidad, la División, la Doctrina y la Oración de Jesús
¿Quién cuestionaría la importancia de unidad en el cuerpo de Cristo? Dios quiere que cada cristiano esté unido y tenga paz con los demás cristianos (Filipenses 2:1-4). Quiere que estemos enlazados en amor y confraternidad (Efesios 4:1-3,16; 1 Juan 1:5-7). Quiere que trabajemos juntos armoniosamente para lograr los mismos objetivos (1 Corintios 12:12-26). La división y discordia han atormentado a muchas congregaciones del pueblo del Señor a causa de celos sin importancia, inmadurez, auto-justificación orgullosa y desacuerdo injustificado en cuanto a asuntos de opinión.
Además de la división que algunas veces existe dentro de las congregaciones individuales, las iglesias de Cristo están experimentando actualmente una división significativa en la hermandad nacional y mundial. Esta división ha sucedido en el pasado a causa de una variedad de temas, incluyendo la música instrumental, el uso de varias copas en la comunión, el sostenimiento de orfanatos, el sostenimiento de predicadores y la cooperación entre congregaciones en el trabajo misionero.
Aparte de la división que existe en la hermandad de la iglesia del Señor, existe división entre los que proclaman ser “cristianos”. Considere la multiplicidad de grupos religiosos, iglesias y movimientos que declaran afiliación con Cristo y el cristianismo: el mundo denominacional protestante, el catolicismo y las “sectas” (un término que se aplicó históricamente a los mormones, adventistas del séptimo día, Ciencia Cristiana y a los testigos de Jehová) y la generación prolífica de iglesias comunitarias “no-denominacionales”. Y aparte de la división que existe en la “cristiandad”, considere la división que existe en el mundo religioso, incluyendo el hinduismo, budismo e islamismo—involucrando a billones de personas.
¿Cuál es la solución para la división? ¿Puede eliminarse la división? ¿Cómo quiere Dios que logremos la unidad? Actualmente tal vez la propuesta de estreno que se está favoreciendo para resolver el problema de la división es—¡no enfatice la doctrina! Esta atenuación de la postura doctrinal se manifiesta al menos en dos maneras. Algunos reducen el fervor con el cual sostienen sus posiciones doctrinales. A los enfoques doctrinales a los cuales previamente no se los cuestionaba, ahora se los considera como simple opinión. Se califica como “legalistas” y “radicales” a los que continúan enfatizando la importancia de aquellos puntos doctrinales.
Otros lidian con la división al intentar reducir el número de puntos doctrinales que se debe sostener firmemente. Esta estratagema ha dado origen a la noción de “unidad en diversidad” y al sistema de clasificación de “doctrina principal”. Los que siguen este camino insisten que no se debería considerar nuestras doctrinas pasadas (como la exclusión de música instrumental, el uso de coros y el liderazgo femenino en la adoración) como temas que excluyan la comunión. Ellos dicen que, en el fondo, la única creencia doctrinal que importa es Jesús. Si alguien reconoce a Dios como Padre y a Jesús como Señor, debería considerarse como un creyente salvo, y en completa comunión con los demás cristianos (vea Miller, 1996, pp. 282-331 para un estudio más completo de este tema).
Varios escritores y oradores apelan a la oración de unidad de Jesús en Juan capítulo 17 como evidencia de su supuesta necesidad de anular los intereses doctrinales por el bien de la “unidad”. Un escritor y orador muy conocido ha enfatizado que, cuando Jesús estuvo listo para dejar el planeta, Sus declaraciones finales—Sus palabras de partida—no tuvieron que ver con la música instrumental o la firmeza doctrinal, sino con la unidad: la necesidad de que los creyentes fueran uno (Juan 17:21).
Apelar a la oración de Jesús por unidad como una justificación para reemplazar la unidad que se basa en la verdad con una “unidad” que se basa en la aceptación indiscriminada y un sentimiento emocional de unión, es lamentable y no-escritural. Si el lector toma el tiempo de leer Juan 17, se dará cuenta que la unidad por la que Jesús oró fue la unidad que se basa en la doctrina correcta. Note Su referencia repetitiva a la “verdad”, la “Palabra” y la necesidad de “guardar” y “recibir” la Palabra (Juan 17:6,8,14,17,19). Claramente, la obediencia al conjunto de la verdad doctrinal precede a la unidad.
Jesús también identificó la manera en que se debe lograr la unidad entre los creyentes: “por la palabra” (Juan 17:20). En otras palabras, la gente debe escuchar la palabra que los apóstoles predicaron y que, además del señorío de Cristo, incluye el plan de salvación (la fe, el arrepentimiento, la confesión y el bautismo para perdón de pecados), como también la vida cristiana fiel. La conformidad que viene como resultado de “su palabra”, automáticamente ocasiona unidad y comunión con Cristo y los cristianos (1 Juan 1:3,6-7).
Además, Jesús claramente habló en su oración de aquellos que llegarían a ser cristianos del Nuevo Testamento. Él estuvo hablando con referencia a la iglesia de Cristo—no al mundo con sus denominaciones (Juan 17:9,16). Si no obedecemos el plan de salvación, entonces no somos creyentes genuinos. Es posible que seamos “creyentes”—en el sentido que reconozcamos Quién es Jesús, aceptemos ese hecho e incluso mostremos una medida de compromiso—pero que todavía no seamos aceptos ante Dios (Juan 8:30,31,44; 12:42; Hechos 8:13,20-23). Los creyentes por quienes Jesús oró eran miembros de la iglesia de Cristo—no miembros de denominaciones que profesaban tener fe en Jesús. Jesús estuvo orando por la unidad de Su iglesia. Identificar a los que abrazan el denominacionalismo como “creyentes” es redefinir el término en un sentido no-escritural.
¡Es irónico que el mismo pasaje, al cual los agentes del cambio frecuentemente apelan para promocionar su agenda de cambio, hoy alcance una aplicación más adecuada en ellos! Ellos están alterando los principios fundamentales del cristianismo para extender los límites del reino. Al hacerlo, ¡son culpables de crear división y provocar estragos en el cuerpo de Cristo! Jesús oró para que tal daño no suceda.
Entender la oración de Jesús en Juan 17 como un llamado a considerar la unidad como una prioridad superior—incluso sobre la verdad y la doctrina—es malinterpretar todo el libro de Juan. El propósito del evangelio de Juan fue probar la deidad de Cristo para provocar una fe obediente. Él seleccionó siete señales como evidencia que verificaba la reclamación de Cristo. La creencia se basa en la verdad (cuyas formas se usan algo de 40 veces en este libro) y el conocimiento (que se usa 87 veces). Juan clarificó que no es suficiente reconocer la deidad de Cristo. Se debe escuchar las palabras de Cristo, y luego cumplirlas (e.g., Juan 6:63,68; 8:31; 12:48; 14:24). Contextualmente, se logra la unidad entre los creyentes solamente cuando los creyentes obedecen la doctrina que Cristo impartió.
Si se considera el contexto e investiga la Palabra, se notará que un pasaje prominente en el Nuevo Testamento que lidia con la división en el cuerpo de Cristo es 1 Corintios. La carta completa constituye el ruego de Pablo para que los cristianos estén unidos. Se declara el tema en el capítulo 1:10: “Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer”. El resto del libro describe una y otra vez puntos doctrinales para corregir la conducta divisiva de los corintios. Estos puntos incluyen su comportamiento sexual (caps. 5-7), su consumo de comida en relación con la idolatría (caps. 8-10), los desórdenes en la reunión de adoración [incluyendo el liderazgo femenino (11:1-16), la Cena del Señor (11:17-34) y el uso de dones milagrosos (caps. 12-14)], las ideas erróneas en cuanto a la resurrección (cap. 15) y la ofrenda (16:1-4).
Su comportamiento aberrante (i.e., divisivo) se debía directamente a su error doctrinal. Por consiguiente, ¡la solución no era no enfatizar en la doctrina! La solución no era atenuar o quitar importancia al compromiso doctrinal. La solución no era relegar todas las doctrinas (excepto una o dos) al estatus opcional. Claramente se enfatiza la solución: ¡hablar la misma cosa! ¡Estar juntos en la misma mente y parecer! Los cristianos tienen la obligación divina de estudiar la Biblia y llegar a la verdad en cada asunto que Dios establece como esencial. La doctrina divina de la salvación, la adoración, la iglesia y la vida cristiana es crítica, y cada creyente debe llegar a conocer esa doctrina y someterse a ella.
Irónicamente, los que promueven la unidad a expensas de la verdad y la doctrina ahora incluso están renunciando a la esencialidad del bautismo en agua para remisión de pecados. Sin embargo, en el mismo contexto en el cual se discute la división en el cuerpo de Cristo, Pablo presentó un argumento que demostraba la necesidad del bautismo. Al reprender a los corintios divisivos, preguntó: “¿Acaso está dividido Cristo? ¿Fue crucificado Pablo por vosotros? ¿O fuisteis bautizados en el nombre de Pablo?” (1:13). Note que Pablo dio dos requisitos para la salvación. Para que alguien pueda decir “yo soy de” otra persona, primero, esa persona debe haber sido crucificada por la primera, y segundo, la primera persona deber haber sido bautizada en el nombre de la segunda. Cristo fue crucificado por todos. Pero ¡ni usted ni yo podemos decir legítimamente que somos “de Cristo” hasta que no hayamos sido bautizados en Su nombre! ¡No se puede extender unidad y comunión a nadie que no haya sido bautizado para ser salvo!
Se ha predicado innumerables sermones en años recientes que relatan la división que ha plagado a las iglesias de Cristo. Algunos predicadores insisten que nuestras facciones se deben a nuestro énfasis “desmesurado” en la pureza doctrinal, y nuestra insistencia en estar correctos doctrinalmente en cada punto posible. Luego se afirma que si cesáramos de preocuparnos por la exactitud doctrinal, y nos enfocáramos en las pocas similitudes que compartimos con el mundo denominacional, podríamos lograr la unidad que Dios demanda. Parece que no se les ocurre a estos agentes del cambio que ¡el mundo denominacional (que ellos quieren que imitemos, abracemos y aceptemos) está completamente dividido en muchas facciones como nosotros—incluso más! Frank S. Mead documentó muchos años atrás en su Manual de Denominaciones que todas las denominaciones principales (bautistas, luteranos, metodistas, presbiterianos) están divididas en múltiples grupos, como todos los otros grupos religiosos—católicos, protestantes y mormones, como también los musulmanes, budistas e hindúes. Ni la unidad ni la división prueba que un grupo posee la verdad de Dios (cf. Mead, 1979).
El camino a la unidad es simple. Se puede averiguar y conocer la verdad (Juan 7:17; 8:32). Todos los que se someten verdaderamente a la Palabra de Dios pueden y estarán unidos. Los que no se someten a los parámetros de la verdad estarán automáticamente divididos de los que obedecen. Pero ellos serán responsables de la desunión que viene como resultado. Caín fue responsable de la separación entre sí y su hermano—no Abel—¡a causa de su propio alejamiento de las instrucciones de Dios! (cf. Génesis 4:3-8; Hebreos 11:4; 1 Juan 3:12). Los que permanecen siendo fieles a la Palabra de Dios continuarán disfrutando la unidad que Jesús dijo que era posible. La doctrina, y la sumisión a esa doctrina, toman precedente sobre la unidad. No es una sorpresa que Jesús declarara: “¿Pensáis que he venido para dar paz en la tierra? Os digo: No, sino dissension” (Lucas 12:51).
REFERENCIAS
Mead, Frank S. (1979), Manual de Denominaciones [Handbook of Denominations] (Nashville, TN: Abingdon).
Miller, Dave (1996), Piloteando el Estrecho: Una Guía para Evaluar el Cambio en las Iglesias de Cristo [Piloting the Strait: A Guidebook for Assessing Change in Churches of Christ] (Pulaski, TN: Sain Publications).
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