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La Sangre—el Líquido de la Vida

La sangre siempre ha sido una sustancia curiosa de la cual sus vastos misterios y capacidades todavía no han sido completamente explorados. Los doctores en el siglo veintiuno hacen transfusiones de ésta, sacan información de ésta, la diferencian, la empacan, la almacenan, la despachan, y la venden. Y aunque los científicos del tiempo-moderno no han descubierto completamente todas las maravillas de la sangre, ellos han descubierto que ésta es la clave de la vida. Sin este “líquido de vida”, los humanos y animales no tuvieran manera de circular el oxígeno y las proteínas necesarias que sus cuerpos necesitan para sobrevivir y reproducir. La hemoglobina encontrada en los glóbulos rojos lleva oxígeno al cerebro, el cual a su vez usa ese oxígeno para permitirle controlar al cuerpo completo. Un cerebro sin oxígeno es como un carro sin gasolina o una computadora sin electricidad. La sangre hace posible todas las funciones en el cuerpo.

En el pasado, la ignorancia del valor de la sangre causó que algunos hombres “eruditos” cometieran cosas trágicas. Por ejemplo, durante la Edad Media, e incluso hasta el siglo diecinueve, los doctores creían que “vapores” dañinos entraban a la sangre y causaban enfermedades. Por esta razón, a las victimas de fiebre y otras enfermedades se les aplicaba sanguijuelas en un intento de sacar la sangre que contenía estos vapores. Además, las venas y arterias localizadas justo arriba del codo eran abiertas, y los brazos de los pacientes eran desangrados para eliminar la sangre contaminada. George Washington, el primer presidente de los Estados Unidos, murió debido a tal celo médico inapropiado.

Tal vez usted ha visto un poste pintado con rayas rojas y blancas que gira a la entrada de una barbería. En la Edad Media, los barberos hacían mucho más que solamente cortar el cabello. Ellos también realizaban cirugías menores (tales como las extracciones de dientes). Una de sus hazañas más frecuentes era la sangría. Las barberías generalmente mantenían a la mano un suministro fresco de sanguijuelas—almacenadas en un tazón encima del poste.

Pero ¿qué tiene todo esto que ver con la Biblia? Miles de años antes que la práctica letal de la sangría fuera concebida, la humanidad había sido informada por Dios que la sangre era en efecto la clave de la vida. En Levítico 17:11, Moisés escribió: “Porque la vida de la carne en la sangre está”. Ya que los glóbulos rojos portan oxígeno (debido a la hemoglobina en las células), la vida es hecha posible. De hecho, nosotros sabemos hoy que los glóbulos rojos portan aproximadamente 270,000,000 de moléculas de hemoglobina por célula. Si esta cifra fuera menor, no hubiera suficiente oxígeno residual como para sostener la vida después de, por decir, un fuerte estornudo o una palmada fuerte en la espalda.

Hoy en día, nosotros entendemos completamente la veracidad del enunciado de Moisés de que “la vida de la carne en la sangre está”. Pero ¿cómo un pastor antiguo como Moisés llegó a saber tal información? ¿Fue esto solo una conjetura afortunada? ¿Cómo pudo Moisés haber sabido casi 3,500 años atrás que la vida estaba en la sangre, mientras que descubrir esta verdad le tomó a la comunidad científica y médica miles de años (¡y miles de vidas!)? Desde luego, la respuesta es que Moisés fue guiado por el Gran Médico—y allí yace la diferencia entre la vida y la muerte.


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