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La Profecía de Ciro

Imagine que viaja a Philadelphia, Pennsylvania y visita la sede donde se realizó la Convención Constitucional en 1787. Durante el viaje, su guía turística le señala un documento que data de alrededor del año 1820. El pedazo de pergamino le cuenta de un hombre llamado George W. Bush de Austin, Texas, quien sería el Presidente de los Estados Unidos dentro de 200 años. Pero ¿cómo pudiera alguien saber que un hombre llamado George W. Bush nacería en los Estados Unidos? Y ¿cómo pudiera saberlo más de un siglo antes que el Sr. Bush naciera que él sería Presidente de los Estados Unidos? Además, ¿cómo pudiera saber en 1820 que un hombre de Texas (llamado George W. Bush) sería presidente de los Estados Unidos si Texas todavía no era parte de la Unión? ¡Esa profecía sería impresionante! Desde luego, nunca se hizo tal profecía. De hecho, a pesar de toda la publicidad que la “línea telefónica síquica” recibe actualmente, solamente Dios puede predecir el futuro.

Una razón por la cual podemos saber que la Biblia es inspirada por Dios es porque contiene cientos de profecías acerca de individuos, tierras y naciones similares al ejemplo anterior. Una de esas profecías fue acerca de un hombre llamado Ciro y dos naciones: Babilonia y el Imperio Medo-Persa. Isaías describió vívidamente que Dios destruiría al poderoso reino de Babilonia, “hermosura de reinos” (13:19). Al escribir como si ya hubiera sucedido (un modo de expresión que se conoce como “perfecto profético”, y que el Antiguo Testamento frecuentemente emplea para enfatizar la certeza absoluta del cumplimiento, i.e., Isaías 53), Isaías declaró que Babilonia caería (21:9). También profetizó que Babilonia caería ante los medos y persas (Isaías 13; 21:1-10). Luego, proclamó que un hombre llamado Ciro conquistaría la “ciudad dorada” (Babilonia) [44:28; 45:1-7). Esta es una profecía remarcable, especialmente porque Ciro no nació sino hasta casi 150 años después que Isaías escribió estas palabras.

Isaías no solamente predijo que Ciro derrotaría a Babilonia, sino también escribió que Ciro, el “ungido” y “pastor” de Jehová, liberaría a los judíos de la cautividad y les ayudaría a regresar a Jerusalén con el propósito de reconstruir el templo. Todo esto se escribió casi 200 años antes que Ciro conquistara Babilonia (539 a.C.). ¡Impresionante!

En caso que se pregunte en cuanto a la factualidad de esta profecía, la historia secular verifica que todos estos eventos sucedieron. Realmente existió un hombre llamado Ciro que gobernó al Imperio Medo-Persa. Él conquistó Babilonia. Y, como Isaías profetizó, ayudó a los judíos a regresar a Jerusalén y reconstruir el templo.

Ciertamente, “nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (2 Pedro 1:20-21).


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