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La Paz, la Política y el Principio

Una característica particular de nuestra cultura moderna es el consenso general que la verdad es subjetiva y relativa (no objetiva y absoluta), y que lo “correcto” e “incorrecto” de una creencia o acción particular se define por la manera en que afecta a otros. Por ende, el único “pecado”, la única acción moralmente reprensible, es no tolerar las creencias y acciones de los demás. La “actitud abierta”—la disposición de aceptar a los demás independientemente de sus creencias y comportamientos personales—es la virtud fundamental. Los que han aceptado esta posición filosófica consideran todas las cosas a través de esta perspectiva. Esto sirve como un lente o filtro a través del cual se evalúa la legitimidad de cada creencia o acción. Se considera aceptable o inaceptable las creencias y acciones teniendo en cuenta si estas toleran o no las creencias y acciones de los demás. Este enfoque relativista en cuanto a la vida da como resultado la desaprobación total de un estándar moral objetivo con absolutos espirituales. De hecho, se descarta los valores firmes e inflexibles, considerándolos “críticos”, “juiciosos”, “carentes de amor y compasión”, “políticamente incorrectos” y de “actitud cerrada”.

En la iglesia, la similitud de esta circunstancia (tal vez incluso el resultado) es la pérdida de compromiso genuino para aplicar imparcialmente la verdad bíblica. Se examinan, pesan y juzgan las circunstancias teniendo en cuenta las ramificaciones políticas o la manera en que afectarán a los familiares, o las repercusiones legales que vendrán como consecuencia. Por ejemplo, considere el oficio del anciano en la iglesia de Cristo. La Biblia enseña que la responsabilidad central del anciano ante Dios es velar por el bienestar espiritual de los miembros para hacer que obedezcan a Dios y así puedan llegar al cielo (e.g., Hebreos 13:17). Sin embargo, desafortunadamente los ancianos llegan a considerar su rol primeramente y principalmente como pacificadores. Esta distorsión y adulteración del rol del anciano da como resultado el sacrificio de la verdad y los principios bíblicos para lograr una “paz y armonía” anti-bíblica que se define como “ausencia de conflicto”.

La ausencia de conflicto se convierte en la estrella polar y la luz guiadora por la cual el ancianato puede llegar a hacer decisiones. Este filtro ilícito a menudo da como resultado el abandono de la verdad—cuando el hecho de actuar en armonía con la verdad causaría problemas, división o conflicto. Esto permite que los ancianos ignoren, pasen por alto y minimicen la condición de los miembros indisciplinados, desobedientes e infieles, en vez de llevar a cabo el proceso prescrito bíblicamente que culminaría en uno de los siguientes resultados: restauración o excomunión (Mateo 18:17; 1 Corintios 5:2,13; Tito 3:10). Jesús y la Biblia ya no son los principios que establecen las decisiones finales si se cataloga a la gente justa y recta como “divisiva”, y se la irrespeta y desprecia para mimar, aplacar y calmar a los miembros rebeldes. Se ha permitido que Satanás haga lo que desee (Efesios 4:27); sus estratagemas astutas han funcionado (Efesios 6:11); la gente está cegada por él, y no puede ver la realidad (2 Corintios 4:4; 1 Juan 2:11); él ha estado celebrando (1 Pedro 5:8); y ha cautivado a la gente bajo su voluntad (2 Timoteo 2:26). La exhibición de esta clase de favoritismo no tiene semejanza con Dios (Lucas 20:21; Gálatas 2:6).

La intoxicación con la seudo-paz, y el rechazo correspondiente de cualquier confrontación escritural, ha sido la causa de mucho dolor y perversión espiritual. La mente secular codicia la libertad del conflicto a cualquier precio. Pero la paz preferible de la cual las Escrituras hablan muy a menudo no “carece de conflicto”. Esta paz nunca existirá en esta vida. Pero se puede poseer la paz bíblica incluso en medio del conflicto y el tumulto. Jesús contrastó dos clases de paz cuando dijo a Sus discípulos: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da” (Juan 14:27). Existe una paz espiritual y una paz mundana. No mucho después que el Príncipe de Paz (Isaías 9:6) prometiera esta paz a Sus discípulos, esos mismos discípulos enfrentaron conflictos tremendos al relacionarse con otras personas (e.g., Hechos 5:40; 6:11-12). ¿No se cumplió la promesa de Jesús?

La “paz” delante de Dios no se determina por la presencia o ausencia de conflicto y división. De hecho, cuando las condiciones son armoniosas y pacíficas, muy probablemente se está descuidando la voluntad de Dios (Lucas 6:26; Jeremías 6:14; Gálatas 1:10; Juan 15:18-21). Jesús fue muy directo al confrontar el concepto popular de la “paz”. Él declaró: “¿Pensáis que he venido para dar paz en la tierra? Os digo: No, sino disensión” (Lucas 12:51). La única conclusión a la cual se puede llegar por esta declaración paradójica es que solamente se puede poseer esa paz si se obedece la voluntad de Dios (Romanos 5:1).

El hecho de someterse y obedecer a Dios trae como resultado paz en la mente y corazón de una persona (Isaías 26:3; Filipenses 4:7; Colosenses 3:15)—incluso cuando el entorno de esa persona sea turbulento. Debido al hecho que muchos—incluso en la iglesia—rechazan humillarse delante de la voluntad de Dios, es inevitable que surja agitación y conflicto entre los obedientes y desobedientes (Proverbios 28:4; Efesios 5:11). Los que son fieles poseerán paz—incluso cuando se sumerjan impetuosamente en la batalla espiritual (Efesios 6:12; 1 Timoteo 6:12; 2 Timoteo 2:3; Judas 3).

Muchos miran alrededor de ellos en la congregación local y ven condiciones “pacíficas”, incluso cuando adoran al lado de defensores impenitentes del error, fornicaros, chismosos, engañadores, calumniadores y otros miembros infieles. En vez de contender con los impíos (Proverbios 28:4), ellos sonríen orgullosamente y sienten que Dios está realmente complacido porque la “paz prevalece”. El grupo vicioso de “amantes de la paz”, que organiza una campaña disfrazada cobardemente para asesinar el carácter y destruir la influencia de los fieles, ataca a los que tienen un sentido común espiritual y piadoso y que toman una postura sobre los temas espirituales críticos. Jeremías aludió directamente a los que buscan promover la paz (i.e., la ausencia no-contenciosa del conflicto) en la presencia de la desobediencia y violación de los principios de Dios. Él les acusó diciendo, “Paz, paz; y no hay paz” (Jeremías 6:14). Él quiso decir que su noción de paz (i.e., la ausencia de conflicto en cuanto al pecado) no era paz real (i.e., armonía obediente a la voluntad de Dios). Su “paz” era simplemente un vendaje temporal de una herida grave.

Dios perdone a los líderes sin principios que se felicitan en su búsqueda por mantener condiciones pacíficas a expensas del cumplimiento fiel a la verdad. Su preocupación por lograr paz física y evitar tribulación es impía. Corrompe la fundación de la casa espiritual de Dios. Corroe la resolución congregacional de permanecer fervientes en conformidad con la voluntad de Dios. Simplemente no armoniza con el registro bíblico. Jesús anunció: “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz”. Pero seguidamente dijo: “En el mundo tendréis aflicción” (Juan 16:33).


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