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La Encuesta Dice…

Raramente se escucha que un cristiano declare confiadamente, “¡Sí, que soy salvo!”. Más frecuentemente, si se le pregunta a un cristiano, “¿Sabes si eres salvo?”, la respuesta es algo como esto: “Espero que lo sea”, o “Pienso que lo soy”, o “Realmente no sé si soy salvo o no”. Ciertamente esta es una situación triste.

A la luz de la manera en que muchos cristianos responden esta pregunta, “¿Sabe si es salvo?”, decidí encuestar a una iglesia en particular algunos años atrás para descubrir qué clase de “seguridad” tenían los miembros en cuanto a su salvación eterna. Conduje una encuesta anónima en una congregación de alrededor de 200 miembros en el corazón de la “parte conservadora” de los Estados Unidos. En la encuesta, hice varias preguntas diferentes, pero la más importante tenía que ver con el destino eterno del lector. La pregunta fue: “Si usted muriera dentro de los próximos cinco minutos, ¿creería que iría al cielo?”. El resultado de la encuesta reveló que casi el 9% de los miembros sabía que si moría al momento que tomaba la encuesta, no iría al cielo. (¡No hace falta decir que, por sí misma, tal respuesta era obviamente impactante!). Casi el 50% de la congregación no estaba segura si iría al cielo. Y solamente el 40% creía que iría al cielo si moría ese mismo día. En otras palabras, ¡casi el 60% de la congregación sabía que estaba perdido o no sabía que era salvo!

Es triste que tantos miembros de la iglesia del Señor (los “salvos”) sepan que están perdidos, o no tengan seguridad que son salvos. (¿No cree que es una paradoja hablar de los “salvos perdidos” o de los “salvos inseguros”?). Lo que es más perturbador es que (según los resultados de una encuesta publicada en la revista noticiera U.S. News and World Report en marzo de 1991) aproximadamente el 78% de norteamericanos tiene la esperanza completa de ir al cielo al morir. Por ende, si la congregación particular encuestada representa a la iglesia globalmente, entonces los cristianos tienen incluso menos confianza de su destino eterno que la persona promedio en la calle. De hecho, la encuesta anterior indica que el norteamericano promedio tiene el doble de probabilidad de reclamar el cielo como su hogar eternal que el miembro promedio de la iglesia del Señor.

Dios no envió a Su Hijo para morir por nosotros con el fin de que no tuviéramos seguridad de nuestra salvación. En cambio, Jesús vino para que sepamos que tenemos libertad del pecado (Juan 8:32), y para que sepamos que tenemos vida eterna. El apóstol Juan escribió: “Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios” (1 Juan 5:13, énfasis añadido). Al auto-examinarnos a la luz de las Escrituras, deberíamos saber si somos salvos o si estamos perdidos.

El cristianismo no es una religión que alberga sentimientos como “Espero que sea salvo, o tal vez soy salvo”. En cambio, se basa en el conocimiento, la razón y la garantía que si aceptamos la gracia de Dios y somos fieles ante Dios, Él nos salvará de nuestros pecados (cf. Efesios 2:8-9; Apocalipsis 2:10). De este conocimiento se deriva “la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento” (Filipenses 4:7). ¡Qué triste que tantos hayan renunciado a esa paz!


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