La Cultura, las Cortes Transigentes y Dios
Cualquiera que tenga la edad suficiente para recordar las décadas de 1950 y 1960 no puede evitar observar que la condición moral y espiritual de Norteamérica ha cambiado dramáticamente en los 50 años pasados. Un claro contraste entre ese tiempo y el nuestro tiene que ver con el sistema de justicia de la nación—que ha cambiado de proteger los derechos de la víctima a proteger los derechos del criminal. Desde la década de 1960, los índices de crimen han escalado constantemente hasta llegar a cimas históricamente superiores. Las prisiones están llenas hasta el tope. Una mayor parte de los ciudadanos del país está participando en acciones criminales. Se ha alterado significativamente la administración de la ley. Las instituciones penales se están separando de la idea que los infractores de la ley deben ser castigados (no solamente rehabilitados), que se les debe exponer a condiciones penitenciarias severas que fomenten el abandono de la vida criminal, y que se les debe hacer trabajar para que “paguen su deuda a la sociedad”. En los Estados Unidos, no era inusual que el sistema de prisión usara a los prisioneros para construir calles, plantar cultivos, etc. Sin embargo, generalmente hablando, ahora los prisioneros comúnmente disfrutan de aire acondicionado, cuartos cómodos para dormir, comidas nutritivas tres veces al día, facilidades de recreación que permiten que los presos incrementen su fuerza física y mucho tiempo de ocio. Técnicamente, la única consecuencia real de sus crímenes es simplemente reclusión. El sistema judicial permite que los criminales que cometen actos que “son dignos de muerte” (Romanos 1:32) queden libres de las consecuencias de sus acciones al sentarse en el corredor de la muerte literalmente por años.
La propaganda que se afirmó grandemente en la década de 1960 en cuanto a la disciplina adecuada (en el hogar y la sociedad) surgió de la opinión humana, es decir, de teorías sociales inventadas por los que rechazaban la realidad espiritual que la Biblia describía. El caos social que ha dominado la cultura norteamericana es el resultado directo del esfuerzo por callar a Dios en el sector público. Pero la Biblia todavía está aquí. Todavía provee la perspectiva divina de la condición humana para aquellos que están dispuestos a escuchar.
El sabio Salomón registró por inspiración divina, y para todas las generaciones, una perla de enfoque que se necesita mucho al considerar el problema presente de Norteamérica: “Por cuanto no se ejecuta luego sentencia sobre la mala obra, el corazón de los hijos de los hombres está en ellos dispuesto para hacer el mal” (Eclesiastés 8:11). Este pasaje indica la necesidad de aplicar el castigo “de prisa” o actuar “rápidamente” (Holladay, 1988, p. 185; Kaiser, 1980, 1:492; Brown, et.al, 1901, p. 555). La demora pudiera ser desastrosa, y pudiera ocasionar más pérdida de vida. En otra ocasión, Dios instruyó a Josué a usar su lanza para dar la señal a sus soldados que estaban preparados para emboscar la ciudad de Hai: “Y levantándose prontamente de su lugar los que estaban en la emboscada, corrieron luego que él alzó su mano, y vinieron a la ciudad, y la tomaron, y se apresuraron a prenderle fuego” (Josué 8:19). Para que el ejército fuera victorioso, el tiempo fue fundamental. Se puede ver otro ejemplo en el caso del clamor que el salmista atormentado pronunció delante de Jehová para que le salvara de sus enemigos: “Inclina a mí tu oído, líbrame pronto; sé tú mi roca fuerte, y fortaleza para salvarme” (31:2). El salmista buscó alivio inmediato de sus circunstancias angustiosas. Este es el mismo caso en Eclesiastés 8:11. Cuando los ciudadanos se burlan de las leyes de la tierra y cometen crímenes en contra de sus prójimos, se demanda una respuesta justa correspondiente. De hecho, esa respuesta es muy importante para la supervivencia de la sociedad. Se debe enfrentar el crimen con una respuesta firme y pronta.
Pero ¿qué pasa cuando una gran parte de la sociedad carece de compromiso ante la justicia, la verdad y la conformidad con los estándares morales? ¿Qué pasa cuando una cultura abraza la noción ridícula que la “tolerancia” es una virtud y que confrontar el comportamiento pervertido y atrevido es “fanatismo”? La respuesta ante el comportamiento criminal se suaviza y desvanece, y se permite que las fuerzas destructivas florezcan—fuerzas que contribuyen a la socavación de la estructura de la civilización. Realmente, la tendencia a burlarse de la ley se extendería, influenciando gradualmente a la sociedad y acelerando su desintegración. “Por cuanto no se ejecuta luego sentencia sobre la mala obra, el corazón de los hijos de los hombres está en ellos dispuesto para hacer el mal” (Eclesiastés 8:11). La única esperanza de Norteamérica es regresar a los principios morales de la Biblia.
REFERENCIAS
Brown, Francis, S.R. Driver y Charles A. Briggs (1901), El Léxico Hebreo e Inglés Brown-Driver-Briggs [The Brown-Driver-Briggs Hebrew and English Lexicon](Peabody, MA: Hendrickson, reimpresión de 2004).
Holladay, William L. (1988), Un Léxico Conciso de Hebreo y Arameo del Antiguo Testamento [A Concise Hebrew and Aramaic Lexicon of the Old Testament] (Grand Rapids, MI: Eerdmans).
Kaiser, Walter (1980), “mehera”, Libro Teológico de Palabras del Antiguo Testamento [“mehera,” Theological Wordbook of the Old Testament], ed. R. Laird Harris, Gleason Archer, Jr. y Bruce Waltke (Chicago, IL: Moody).
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