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La Biblia y el Tradicionalismo Católico

El Diccionario del Patrimonio Americano ofrece varias definiciones para la palabra “tradición”, incluyendo la siguiente: “La transmisión de elementos de una cultura de generación a generación, especialmente por comunicación oral” (2000, p. 1829). La tradición no es inherentemente mala; en muchos respectos, puede tener efectos positivos en generaciones futuras. Sin embargo, en el campo de la teología cristiana, se debe someter la tradición a la prueba definitiva de la Palabra que Dios inspiró. Si elevamos la simple tradición humana al nivel de la enseñanza apostólica que las Escrituras inspiradas registran, llegaremos a aceptar cualquier innovación como producto de voluntad divina. Tristemente, el catolicismo ha estado en este punto por siglos.

El Catecismo declara que “la Iglesia [Católica—MP], a la cual está confiada la transmisión y la interpretación de la Revelación, no saca exclusivamente de la Escritura la certeza de todo lo revelado. Y así se han de recibir y respetar [la tradición y la sagrada Escritura—MP] con el mismo espíritu de devoción” (2003, 82, énfasis añadido). Otras autoridades católicas han declarado: “Es un artículo de fe de un decreto del Concilio Vaticano que la Tradición es una fuente de enseñanza teológica aparte de la Escritura, y que es infalible. Por ende se la debe recibir con la misma reverencia interna que la Escritura ya que es la palabra de Dios” (Attwater, 1961, p. 41, énfasis añadido).

Colocar la tradición a un nivel equivalente a la Escritura, o considerarla superior a la Escritura, socava inevitablemente la autoridad e inspiración de la Biblia. Durante los cientos de años de abuso y tergiversación de la Palabra de Dios, el catolicismo ha adoptado esta práctica deplorable. Los católicos alegan que “[m]ientras que no se pudiera determinar una gran parte de la Escritura sin la Tradición, la Tradición sería suficiente sin la Escritura; esta es la salvaguardia de la Escritura” (Attwater, p. 42, énfasis añadido). Además, “los teólogos católicos sostienen que como parte de la verdad, la tradición es superior a la Escritura. Después de todo, la Escritura es incompleta; no solamente requiere interpretación, sino requiere tradición para que se la reconozca y establezca… La Escritura no es un libro de texto; en un sentido es una palabra muerta que debe ser revivida en la voz viviente de la tradición” (Brantl, 1961, p. 162, énfasis añadido).

Para priorizar la tradición humana sobre la revelación bíblica, primeramente se debe desacreditar, desestimar y despreciar la Biblia. Llamar “palabra muerta” a la Escritura es una afrenta flagrante a Cristo, Quien firmemente declaró que Sus palabras, que se registraron en la Escritura, “son espíritu y son vida” (Juan 6:63).

Las tradiciones que componen el depositum fidei (depósito de fe) de la Iglesia Católica incluyen los textos apócrifos, las enseñanzas de los “padres de la iglesia” y los registros de creencia universal del Catolicismo (Catecismo…, 74-141; Brantl, p. 163). Aunque los católicos usan estas fuentes extensamente para defender sus dogmas, estos escritos no pueden tomar el lugar de la inspiración bíblica.

El canon católico del Antiguo Testamento tiene 46 libros en vez de 39. El Concilio de Trento (1546) reconoció como canónicos siete libros que originalmente se rechazaron como parte del Antiguo Testamento. Estos sietes, juntamente con otros libros apócrifos, no portan las características de inspiración divina, i.e., carecen de autoridad profética, armonización con la verdad revelada, aceptación cristiana antigua, confirmación escritural y/o alguna declaración directa de inspiración divina (vea Jackson, 1999; Geisler y Nix, 1968, pp. 264-275; McDowell, 1996, pp. 33-42). Como Geisler y Nix señalaron, “[l]os argumentos irrefutables contra los textos apócrifos como parte del canon proveen evidencia contundente que los libros no fueron dados por aliento de Dios” (p. 270). Por tanto, no se debería considerar estos libros como la Palabra de Dios.

Por siglos, la Iglesia Católica ha tratado muchos de los escritos de los “padres de la iglesia” como si fueran inspirados—incluso cuando ellos nunca reclamaron que sus documentos fueran inspirados. Los apologistas y líderes católicos por todo el mundo han fomentado estos escritos al reclamar que estos prueban, fuera de toda duda, que la tradición católica está enlazada a la doctrina apostólica. Este punto de vista pasa por alto la realidad de la apostasía antigua. Solamente los apóstoles de Cristo y profetas del Nuevo Testamento fueron guiados a toda la verdad (Juan 16:13). Aunque los “padres de la iglesia” realizaron gran esfuerzo en guardar la pureza del Nuevo Testamento, no fueron inspirados para hablar y/o escribir con infalibilidad. En muchos casos, sus escritos reflejan ideologías completamente ajenas al patrón divino. Jesús advirtió a Sus discípulos de la llegada de hombres impíos que engañarían, “si fuere posible, aun a los escogidos” (Mateo 24:24). Ya que existe la posibilidad que incluso los “padres de la iglesia” hubieran sido engañados y hubieran creído enseñanzas falsas (cf. 1 Juan 4:1), ningún estudiante de la Biblia debería considerar sus escritos como parte del “depósito de la fe”. Aunque los escritos de estos hombres son valiosos en estudios de la historia eclesiástica y otras disciplinas, se debería tener en cuenta que los padres fueron hombres falibles que estuvieron sujetos al error y la apostasía (1 Timoteo 4:1-3).

Finalmente, el catolicismo alega que el papa, el cuerpo universal de obispos y la iglesia poseen infalibilidad en temas de fe y moralidad (vea Concilio Vaticano I, 1870, 4). Por ende, cualquier doctrina que ellos adoptan llega a ser parte del “depósito de la fe” del catolicismo. Pero se ha visto en otro artículo (cf. Pinedo, 2008) que muchas enseñanzas de los papas, los concilios episcopales y la Iglesia Católica en general están muy lejos de ser infalibles. En muchos casos, se auto-contradicen.

La tendencia del hombre de exaltar sus tradiciones sobre la Palabra de Dios no es nada nueva. Jesús mismo tuvo que confrontar este espíritu irreverente que prevalecía tanto entre la elite judía de Su tiempo. Él acusó a los fariseos de transgredir los mandamientos de Dios para guardar sus propias tradiciones (Mateo 15:3-9; Marcos 7:6-13). Estas tradiciones no solamente transgredían (Mateo 15:3), sino también contradecían (Mateo 15:5-6; Marcos 7:11-12), invalidaban (Mateo 15:6; Marcos 7:9,13) y profanaban (Mateo 15:8-9; Marcos 7:6-7) los mandamientos de Dios. Las tradiciones católicas también transgreden, contradicen, invalidan y profanan la verdad pura de la Palabra de Dios (cf. Mateo 15:9).

Es mi deseo que, como estudiante de la Biblia, usted oiga lo que la Biblia dice, estudie lo que la Biblia dice, crea lo que la Biblia dice, y evite creer otro evangelio (Gálatas 1:6-10). Las tradiciones de los hombres no deberían sustituir los mandamientos de Dios, ya que solamente la Palabra de Dios permanece para siempre (1 Pedro 1:25). Nuestro propósito principal debería ser oír y obedecer la Palabra de Dios. Jesús dijo, “El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida” (Juan 5:24, énfasis añadido). Él también añadió, “El que me rechaza, y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue; la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero” (Juan 12:48, énfasis añadido).

Un día, cuando estemos ante el trono divino para ser juzgados, se abrirá un Libro. Este Libro no será los escritos de un hombre, no será las tradiciones de nuestros padres, ni tampoco será el libro de la “conciencia humana”. La Biblia, a la cual muchos han criticado, mutilado y alterado, será abierta. Y cuando las voces de muchos otros libros permanecen en silencio, oiremos las palabras de la Biblia, y Dios pronunciará Su sentencia final. Nosotros deberíamos obedecer al Evangelio de Cristo para que podamos tener vida eterna en el cielo después de ese juicio (2 Tesalonicenses 1:6-10).

 

REFERENCIAS

Attwater, Donald, ed. (1961), Un Diccionario Católico [A Catholic Dictionary] (Nueva York: Macmillan).

Brantl, George, ed. (1961), Catolicismo [Catholicism] (Nueva York: George Braziller).

Catecismo de la Iglesia Católica (2003), Libreria Editrice Vaticana, [En-línea], URL: http://www.vatican.va/archive/ESL0022/__PL.HTM.

Concilio Vaticano I (1870), “Pastor Aeternus: Constitución dogmática sobre la Iglesia de Cristo”, [En-línea], URL: http://multimedios.org/docs/d000443/.

Diccionario del Patrimonio Americano del Idioma Inglés [The American Heritage Dictionary of the English Language] (2000), (Boston; Nueva York: Houghton Mifflin), cuarta edición.

Geisler, Norman y William Nix (1968), Una Introducción General a la Biblia [A General Introduction to the Bible] (Chicago, IL: Moody Press).

Jackson, Wayne (1999), “Los Textos Apócrifos: ¿Inspirados por Dios?” [“The Apocrypha: Inspired of God?”], [En-línea], URL: http://www.christiancourier.com/articles/read/the_apocrypha_inspired_of_god.

McDowell, Josh (1996), Evidencia que Exige un Veredicto (Deerfiel, FL: Editorial Vida).

Pinedo, Moisés (2008), “¿Es el Papa Infalible?”, [En-línea], URL: https://www.apologeticspress.org/espanol/articulos/3836.


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