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¿Juzgar o No Juzgar?

Mateo 7:1 es uno de los versículos a los que ha menudo se hace referencia. Este versículo dice, “No juzguéis, para que no seáis juzgados”. Los que se involucran en comportamientos inmorales frecuentemente hacen referencia a este versículo cuando intentan defender sus estilos pecaminosos de vida. Ciertos religiosos hacen referencia a este versículo cuando se les reta a probar el fundamento bíblico de sus prácticas cuestionables. Se puede escuchar que un adolescente rebelde hace referencia a esta frase a sus padres cuando ellos le cuestionan por su asociación ocasional con “malos amigos”. Los escépticos incluso hacen referencia a Mateo 7:1 al intentar mostrar inconsistencia en las enseñanzas de Jesús. Desde los bancos de la iglesia hasta los taburetes de los bares, desde la comunidad religiosa hasta Hollywood, se desgarra a Mateo 7:1 de su contexto y se lo usa como una táctica para infundir miedo: “¿Se atreve a juzgarme? Jesús dijo, ‘No juzguéis, para que no seáis juzgados’”. Supuestamente, Jesús quiso decir que no podemos juzgar a otros en ningún momento.

Tristemente, Mateo 7:1 no esta solamente entre los versículos a los cuales se hace referencia a menudo, sino también está entre los versículos de los cuales se abusa más. Cuando se estudia cuidadosamente el contexto de Mateo 7:1, este abuso llega a ser más aparente. En Mateo 5-7 (a menudo referido como el Sermón del Monte), Jesús criticó públicamente a los escribas y fariseos judíos por auto-justificarse y abusar de las escrituras del Antiguo Testamento. Cerca del comienzo de este sermón, Jesús declaró: “Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos” (Mateo 5:20). La injusticia de los escribas y fariseos era una parte central del Sermón del Monte. Jesús quiso que Su audiencia entendiera que no se permitiría la auto-justificación en el reino de los cielos; en cambio, esto guiaría a la “condenación” en el infierno (5:20; cf. 23:14,33). El que sigue a Dios debe ser “pobre en espíritu” (5:3), no lleno de orgullo. Debe amar a sus enemigos, no odiarlos (5:44). Debe realizar buenas obras, pero para agradar a Dios, no a los hombres (6:1-4). Los escribas y fariseos eran culpables de tener “justicia” en los flecos de sus vestidos, en vez de en sus corazones (6:1-8; cf. 23:1-36). En medio de esta reprensión pública severa, Cristo proclamó:

No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido. ¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? ¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo? ¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano (Mateo 7:1-5).

En Mateo 6:1-4, Jesús instruyó a no realizar obras caritativas “como hacen los hipócritas” (para ser visto de los hombres). En 6:5-8, Jesús enseñó a no orar “como los hipócritas” (para ser oídos de los hombres”). En 6:16-18, Jesús enseñó a no ayunar “como los hipócritas” (para ser vistos de los hombres). Igualmente, en Mateo 7:1-5, Jesús estaba enseñando que juzgar a otros es equivocado…cuando ese juicio es hipócrita.

Pero, ¿qué pasaría si hiciéramos obras caritativas par ser vistos por Dios? Entonces, ¡“hagamos bien a todos” (Gálatas 6:10)! ¿Qué pasaría si nuestras oraciones tendrían su origen en un corazón puro e intenciones justas? ¿Deberíamos orar? Absolutamente (cf. 1 Tesalonicenses 5:17). ¿Podemos ayunar hoy, si el propósito de nuestro ayuno es para ser vistos por Dios y no por los hombres? Sí. ¿Pero qué acerca de juzgar a los demás? En Mateo 7:1-5, ¿condenó Jesús todo juicio o, así como en los ejemplos anteriores, condenó solamente cierta clase de juicio? Mateo 7:5 provee la respuesta. Después de condenar los juicios injustos (7:1-4), Jesús instruyó a Sus oyentes, diciendo: “[S]aca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano”. Fundamentalmente, Él estaba diciendo: “Arregla tu vida primero. Luego, con amor, aborda el problema de tu hermano”. Esto es consistente con lo que Pablo escribió a la iglesia en Filipos: “[N]o mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros” (2:4). Dios nunca quiso que los cristianos fueran ermitaños que nunca interactuaran con aquellos en su alrededor. En cambio, nos dio la responsabilidad de ayudar a otros al corregirlos con amor cuando pecaran. En Mateo 7, Jesús no estaba sugiriendo que nunca se debe juzgar. Él estaba diciendo que cuando se juzga, se debe juzgar justamente (como cuando se ayuna, ora o realiza buenas obras; sin hipocresía—Juan 7:24). Dicho sea de paso, Jesús ya había juzgado a los fariseos. Por ende, obviamente no estaba enseñando que nunca deberíamos juzgar.

En el resto del capítulo 7 se puede encontrar evidencia adicional que Jesús no estaba condenando toda clase de juicio. De hecho, en el siguiente versículo después de Sus enunciados sobre el juicio, Jesús implícitamente mandó a Sus seguidores a realizar un juicio. Él dijo: “No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan y os despedacen” (7:6). Los discípulos de Cristo debían juzgar para reconocer quiénes son “perros” y “cerdos”. De otra manera, ¿cómo pudieran saber cuándo no dar lo santo a los “perros”? O ¿cómo pudieran saber cuándo no echar las perlas delante de los “cerdos”? Jesús dijo que debían juzgar entre los que “merecen” lo santo, o aquellos que actúan como perros y cerdos (cf. Mateo 10:12-15; Hechos 13:42-46). Unos pocos versículos después, Jesús implicó que Sus discípulos debían realizar un juicio.

Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis (Mateo 7:15-20).

Pregunta: ¿Cómo podemos “guardarnos” de los falsos profetas si no podemos realizar juicios en cuanto a quiénes son falsos profetas? Según Jesús, determinar la identidad de los falsos maestros involucra inspeccionar “sus frutos” y realizar los juicios correctos—juicios justos.

¿Qué dice el resto de la Escritura a aquellos que consideran todo juicio como erróneo?

  • En su carta a las iglesias de Galacia, Pablo mandó a aquellos que “son espirituales” a restaurar a aquel que “fuere sorprendido en alguna falta” (6:1). Ciertamente, determinar quién es espiritual y quien ha pecado involucra realizar juicios.
  • Cuando abordaba un problema en la iglesia en Corinto en la cual un hombre tenía la “mujer de su padre” (1 Corintios 5:1), Pablo escribió a través de inspiración:

    En el nombre de nuestro Señor Jesucristo, reunidos vosotros y mi espíritu, con el poder de nuestro Señor Jesucristo, el tal sea entregado a Satanás para destrucción de la carne, a fin de que el espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús…. Más bien os escribí que no os juntéis con ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis…. Quitad, pues, a ese perverso de entre vosotros (1 Corintios 5:4-5,11,13b).

    Pablo mandó a la iglesia en Corinto a sacar al fornicador de en medio de ellos. El pecado de este hombre incluso debía abordarse en manera pública. Para seguir los mandamientos de Pablo, la iglesia tenía que realizar un juicio. Pablo también mandó a la congregación a “separarse” de aquellos que estaban viviendo en un estado de pecado. Cuando realizamos estos juicios hoy, nuestros juicios deben ser justos, basados en los hechos y realizados con amor. Se debe realizar tales juicios en un espíritu misericordioso (Lucas 6:36-37), y deben tener el propósito de salvar el alma (“a fin de que el espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús”—1 Corintios 5:5). Se deben realizar los juicios con intenciones buenas (justas). Pero sin embargo, se deben realizar juicios.

  • Pablo instruyó a la iglesia en Éfeso, diciendo: “[N]o participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, sino más bien reprendedlas” (5:11). Y a los cristianos en Roma, escribió: “Mas os ruego, hermanos, que os fijéis en los que causan divisiones y tropiezos en contra de la doctrina que vosotros habéis aprendido, y que os apartéis de ellos” (16:17). ¿Tenían las iglesias que realizar juicios importantes para cumplir los mandamientos de Pablo? Sí.
  • Similarmente, el apóstol Juan indicó que “[c]ualquiera que se extravía, y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, ése sí tiene al Padre y al Hijo. Si alguno viene a vosotros, y no trae esta doctrina, no lo recibáis en casa, ni le digáis: ¡Bienvenido! Porque el que le dice: ¡Bienvenido! participa en sus malas obras” (2 Juan 9-11, énfasis añadido). Para determinar si es que debemos permitir en nuestras casas a alguien, debemos realizar un juicio.
  • Finalmente, si todo juicio en cuanto a temas espirituales es erróneo, entonces ¿por qué Jesús hubiera mandado a Sus discípulos a ir y predicar a los perdidos (Mateo 28:19-20; cf. Hechos 8:4)? Antes que alguien incluso enseñe el Evangelio a una persona que no es cristiana, debe realizar un juicio. ¿Está aquella persona perdida en sus pecados o es salva “en Cristo”? Si debemos enseñar a los perdidos hoy, entonces es necesario determinar quién está perdido y quién no lo está.

Si no podemos “juzgar a la gente” en ningún sentido (como muchos sugieren hoy, usando mal Mateo 7:1), entonces no se pudiera obedecer los mandamientos anteriores. Pero, ¡se los debe obedecer! Por ende, se debe realizar juicios justos.

La idea popular y políticamente correcta que “todo juicio es erróneo” no es bíblica. Los que enseñan que Jesús estuvo condenando todo juicio en Mateo 7:1 ignoran el contexto del pasaje, como también los numerosos versículos en la Biblia que enseñan que es necesario juzgar los estilos pecaminosos de vida de otros. Un ingrediente clave que necesitamos incorporar en cada juicio es la “justicia”. Jesús mandó que Sus discípulos arreglaran primeramente sus propias vidas con Dios; luego ellos podían “ver claramente” para ayudar a otros a superar sus faltas (Mateo 7:5). Como Jesús dijo a los judíos en el templo en una ocasión, “[n]o juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio” (Juan 7:24).


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