Jesucristo—¿Muerto o Vivo?
Probablemente la mayoría que lee este artículo cree que Jesucristo vivió en la Tierra por aproximadamente 33 años, murió en manos de un procurador romano, Poncio Pilato, fue sepultado en la tumba nueva de José de Arimatea y milagrosamente desafió la muerte por medio de Su resurrección tres días después.
Pero puede haber algunos que tienen dudas en cuanto a la veracidad de la resurrección de Cristo. De hecho, mucha gente tiene más que solamente algunas pequeñas dudas; probablemente ya han decidido que la historia de la resurrección pasó mucho tiempo atrás, fue atestiguada por muy pocos, no ha sido probada científicamente y por ende debería ser descartada como una leyenda no confiable.
Independientemente de la posición que describa mejor su punto de vista de la resurrección de Cristo, lo que debemos hacer es examinar nuestro prejuicio y sopesar abiertamente y honestamente los hechos históricos en cuanto a la resurrección.
HECHO—JESUCRISTO VIVIÓ
Determinar si Jesucristo realmente vivió es algo que se debe hacer antes que se comience a hablar de Su resurrección. Si no se puede probar más allá de la duda razonable que Él sí caminó en esta Tierra, entonces cualquier discusión acerca de Su resurrección de los muertos llega a ser simplemente un cuento de hadas basado en suposiciones o imaginación humana. Afortunadamente, el hecho que Jesús vivió es prácticamente aceptado de una manera universal. Muchos testigos hostiles testifican de Su vida, y el Nuevo Testamento documenta Su existencia en detalle minucioso. [Incluso si no se acepta el Nuevo Testamento como inspirado por Dios, no se puede negar que este libro contiene información histórica en cuanto a una persona llamada Jesucristo que realmente vivió en el primer siglo d.C.]. El historiador honesto está forzado a admitir que existe documentación vasta para la existencia y vida de Jesús. (Para un estudio profundo sobre la historicidad de Cristo, vea Butt, 2000). Por ende, saber que Jesucristo existió nos permite proseguir con el tema de Su resurrección.
HECHO—JESUCRISTO MURIÓ
Para la mayoría de personas, concluir que Jesús murió no es difícil, debido a cualquiera de las dos siguientes razones. Primero, el creyente en la Biblia acepta el hecho que Jesús murió porque varios escritores bíblicos diferentes lo confirman. Segundo, el que no cree en la Biblia acepta la idea basado, no en la evidencia bíblica, sino en la idea que el orden natural de las cosas que ha experimentado en esta vida es que una persona viva y finalmente muera. Una vez que se ha establecido la evidencia suficiente para probar la existencia de Cristo en la historia, el naturalista o empírico no tiene problemas en aceptar Su muerte. Sin embargo, para proveer a estas personas con un fundamento mayor sobre este asunto, es bueno señalar que varios escritores seculares sostienen el hecho que Jesucristo sí murió. Escribiendo aproximadamente el año 115 d.C., Tácito, el antiguo historiador romano, documentó la muerte física de Cristo cuando escribió concerniente a los cristianos que “Pilato, gobernador de Judea, había ejecutado a su fundador, Cristo, en el reino de Tiberio” (1952, 15.44).
Aparte de las fuentes romanas, los antiguos rabíes judíos cuyas opiniones se registran en el Talmud, reconocieron la muerte de Jesús. Según estos rabíes antiguos,
Jesús de Nazaret fue un trasgresor en Israel que practicó la magia, menospreció las palabras de los sabios, extravió a la gente y dijo que no había venido a destruir la ley sino a añadirla. Fue colgado en la víspera de la Pascua por herejía y por engañar a la gente (Bruce, 1953, p. 102, énfasis añadido).
De igual manera, el historiador judío Josefo escribió:
[P]or este tiempo surgió Jesús, un hombre sabio…. Y cuando Pilato le condenó a la cruz por la acusación de los principales entre nosotros, los que le amaron al principio no cesaron (Antigüedades Judías, 18.3.3).
El hecho que Pilato condenó a Cristo a la cruz es históricamente incuestionable. Como el arqueólogo Edwin Yamauchi declaró:
Incluso si no tuviéramos el Nuevo Testamento o los escritos cristianos, podríamos concluir de los escritos no-cristianos como Josefo, el Talmud, Tácito y Plinio el Joven que…él [Jesús—KB] fue crucificado bajo Poncio Pilato en el reino de Tiberio (1995, p. 222).
En este punto de nuestro estudio algunos pudieran sugerir que se considere la infame “Teoría del Desmayo” de Hugh Schonfield. Schonfield (1965) postuló que Cristo no murió en la cruz; en cambio, simplemente se “desmayó”. Después que fue colocado encima de una losa fría de piedra en el sepulcro oscuro, revivió y salió de Su tumba de piedra. Sin embargo, esta teoría no toma en cuenta la naturaleza atroz del azotamiento (algunas veces referido como la “muerte intermedia”) que Cristo había enfrentado en manos de los lictores romanos, o la destreza aguda de los soldados romanos cuyo trabajo era causar sufrimiento horrible antes de la crucifixión del prisionero. Para enfatizar este punto, en la edición de marzo de 1986 de la Revista de la Asociación Médica Americana, William Edwards y sus coautores escribieron un artículo, “Sobre la Muerte Física de Jesucristo” (“On the Physical Death of Jesus Christ”), que usaba la descripción médica moderna para proveer una idea exhaustiva de la muerte de Jesús (256:1455-1463). Dieciséis años después, Brad Harrub y Bert Thompson co-escribieron una revisión actualizada (“Un Examen de la Evidencia Médica para la Muerte Física de Jesucristo”) sobre la evidencia científica extensa en cuanto a la muerte física de Cristo (2002). Después de leer estas descripciones profundas, sostenidas médicamente, en cuanto a los horrores a que Cristo estuvo expuesto y las condiciones de Su cuerpo devastado, la Teoría del Desmayo rápidamente se desvanece. Jesús murió; todos podemos estar seguros de eso.
HECHO—LA TUMBA DE CRISTO ESTABA VACÍA
Alrededor del año 165 d.C. Justino Mártir escribió su Diálogo con Trifón. Al comienzo del capítulo 108 de esta obra, registró una carta que la comunidad judía había estado circulando concerniente a la tumba vacía de Cristo:
Una herejía atea y anárquica ha surgido de un tal Jesús, un engañador galileo que fue crucificado, pero sus discípulos robaron su cuerpo de noche de la tumba donde fue colocado después que fue suelto de la cruz, y ahora engañan a los hombres declarando que él se levantó de los muertos y subió al cielo.
Aproximadamente en el siglo sexto, otro tratado mordaz para difamar a Cristo circuló entre la comunidad judía. En esta narración, conocida como Toledoth Yeshu, se describe a Jesús como el hijo ilegítimo de un soldado llamado José Pandera. Además se le cataloga como un engañador irrespetuoso que guió a muchos lejos de la verdad. Cerca del final del tratado, bajo una discusión de Su muerte, se puede encontrar el siguiente párrafo:
Se hizo una investigación diligente y no se le encontró [a Jesús—KB] en la tumba donde se le había sepultado. Un jardinero le había sacado de la tumba, le había traído a su jardín y le había enterrado en la arena sobre la cual las aguas fluían al jardín.
Al leer la descripción de Justino Mártir de una teoría judía concerniente a la tumba de Cristo, y la teoría de Toledoth Yeshu, llega a ser claro que una hebra común las une a ambas—¡la tumba de Cristo no tenía el cuerpo!
Todas las partes involucradas reconocen el hecho que la tumba de Cristo estuvo vacía al tercer día. Sintiéndose obligados a dar razones para esta habitación libre inesperada, las autoridades judías aparentemente confeccionaron varias teorías diferentes para explicar la desaparición del cuerpo. La teoría más comúnmente aceptada parece ser la que cuenta que los discípulos de Jesús robaron Su cuerpo en la noche mientras los guardas dormían (Mateo 28:13). Aunque, ¿cómo pudieron los soldados identificar a algún ladrón si estaban dormidos? Y ¿por qué no fueron condenados a muerte los centinelas por dormirse en su trabajo (cf. Hechos 12:6-19)? E incluso una pregunta más apremiante viene a la mente: ¿por qué los soldados tenían que dar explicación por un cuerpo robado de una tumba?
Cuando Pedro se puso de pie para predicar en el Día de Pentecostés después de la resurrección de Cristo, el punto de su sermón se basó en el hecho, o hechos, que Jesús murió, fue sepultado y se levantó al tercer día. Para callar a Pedro y parar una conversión en masa, los líderes judíos simplemente necesitaban presentar el cuerpo de Cristo. ¿Por qué los líderes judíos no se embarcaron en la corta caminata hacia el jardín y presentaron el cuerpo? Simplemente porque no podían; la tumba estaba vacía. Los judíos lo sabían y trataron de justificarlo, los apóstoles lo sabían y predicaron acerca de esto claramente. Y miles de los habitantes de Jerusalén lo sabían y se convirtieron al cristianismo. John Warwick Montgomery abordó acertadamente el asunto cuando escribió:
Está fuera de los límites de la credibilidad que los cristianos antiguos pudieran haber fabricado tal cuento y luego haberlo predicado entre aquellos que podían haberlo refutado con facilidad al simplemente presentar el cuerpo de Jesús (1964, p. 78).
La tumba de Jesús estaba vacía, y esto es un hecho.
HECHO—LOS APÓSTOLES PREDICARON QUE JESÚS SE LEVANTÓ FÍSICAMENTE DE LOS MUERTOS
Independientemente que se crea o no que Cristo se levantó de los muertos, algo que no se puede negar es el hecho que Sus apóstoles predicaron que vieron a Jesús después que se levantó físicamente de los muertos. El libro de Hechos enfatiza este tema casi hasta el punto de la redundancia. Como un ejemplo, Hechos 1:22 muestra a Pedro y a los otros apóstoles escogiendo a un apóstol para ser “testigo” de la resurrección de Cristo. Luego, en el Día de Pentecostés, Pedro insistió en su sermón a la multitud que se había reunido para oírle que “Dios levantó” a Jesús, y por ende le liberó de las cadenas de la muerte (Hechos 2:24). Y para asegurarse que su audiencia entendiera que fue una resurrección física, Pedro declaró específicamente que “ni su carne vio corrupción” (Hechos 2:31). Su punto fue claro: Jesús había sido levantado físicamente de los muertos, y los apóstoles habían atestiguado la resurrección de Cristo. [Otros pasajes que documentan que el tema central de la predicación de los apóstoles fue la resurrección corporal de Cristo incluyen: Hechos 3:15,26; 4:2,10,33; y 5:30]. Además, el capítulo completo de 1 Corintios 15 (especialmente el versículo 14) verifica que la predicación del apóstol Pablo se centró en la resurrección.
Incluso Joseph McCabe, uno de los incrédulos más directos a comienzos del siglo veinte, remarcó: “Pablo estaba absolutamente convencido de la resurrección; y esto prueba que se creía en la resurrección no muchos años después de la muerte de Jesús” (1993, p. 24). La modernista escéptica Shirley Jackson Case de la Universidad de Chicago estuvo forzada a admitir: “Solamente el testimonio de Pablo es suficiente para convencernos, fuera de toda duda razonable, que esta fue la opinión comúnmente aceptada en su tiempo—una opinión sostenida en ese tiempo por la autoridad imaginable más alta, los mismos testigos oculares” (1909, pp. 171-172). C.S. Lewis correctamente declaró: “Al comienzo del cristianismo un ‘apóstol’ era primeramente y principalmente alguien que reclamaba ser un testigo de la Resurrección” (1975, p. 188).
Algunos críticos han sugerido que los apóstoles y otros testigos realmente no vieron a Cristo, sino simplemente alucinaron. No obstante, Gary Habermas ha declarado lo siguiente acerca de esta idea fantástica:
[L]as alucinaciones son comparablemente raras. Usualmente se deben a las drogas o a la privación corporal. Posiblemente usted no conoce a nadie que haya tenido una alucinación causada por una de estas dos cosas. Pero ¿se espera que creamos que durante el curso de algunas semanas, muchas personas de diferentes antecedentes, de diferentes temperamentos, en diferentes lugares, experimentaron alucinaciones? Eso fuerza demasiado la hipótesis, ¿no lo cree? (citado en Strobel, 1998, p. 239).
Ciertamente, la teoría de la alucinación es un intento débil de socavar el hecho que los apóstoles (y otros testigos oculares del primer siglo de la resurrección de Cristo) predicaron que realmente habían visto a un Jesús resucitado.
Los apóstoles predicaron que Cristo resucitó físicamente, y los que oyeron a los apóstoles verificaron que ellos predicaron la resurrección. Aparte de lo que se cree acerca de la resurrección de Cristo, no se puede negar (legítimamente) el hecho que los apóstoles viajaron lejos para predicar un mensaje central: “Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y…fue sepultado, y…resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras” (1 Corintios 15:3-4).
HECHO—LOS APÓSTOLES SUFRIERON Y MURIERON A CAUSA DE SUS ENSEÑANZAS ACERCA DE LA RESURRECCIÓN
Mientras la lista de hechos continúa, se debe enumerar el hecho histórico verificado que la mayoría de los apóstoles sufrieron muertes crueles y tortuosas porque predicaron que Cristo se levantó de la muerte. Documentar estas persecuciones no es una tarea difícil. El Libro de Fox de Mártires (Fox’s Book of Martyrs) relata que Pablo fue decapitado, Pedro fue crucificado (probablemente al revés), Tomás fue traspasado con una lanza, Mateo fue muerto con una alabarda, Matías fue apedreado y decapitado, Andrés fue crucificado, y la lista procede describiendo la muerte martirial de cada uno de los apóstoles fieles del Señor excepto Juan, el hermano de Jacobo (Forbush, 1954, pp. 2-5).
Los antiguos padres de la iglesia brindan testimonio adicional. Eusebio, quien nació aproximadamente el año 260 d.C. y murió aproximadamente el año 340 d.C., escribió que Pablo fue decapitado en Roma y que Pedro fue crucificado allí (Ecclesiastical History, 2.25). [La historia no clarifica exactamente cómo o dónde Pedro fue martirizado, pero sí es un hecho que fue martirizado]. En el capítulo cinco de su Primera Epístola a los Corintios, Clemente de Roma (quien murió alrededor del año 100 d.C.), también mencionó las muertes martiriales de Pedro y Pablo. Lucas, el escritor del libro de Hechos, documentó la muerte de Jacobo cuando declaró: “En aquel mismo tiempo el rey Herodes echó mano a algunos de la iglesia para maltratarles. Y mató a espada a Jacobo, hermano de Juan” (Hechos 12:1-2). El apóstol Pablo tal vez lo resumió mejor cuando dijo:
Porque según pienso, Dios nos ha exhibido a nosotros los apóstoles como postreros, como a sentenciados a muerte; pues hemos llegado a ser espectáculo al mundo, a los ángeles y a los hombres. Nosotros somos insensatos por amor de Cristo, mas vosotros prudentes en Cristo; nosotros débiles, mas vosotros fuertes; vosotros honorables, mas nosotros despreciados. Hasta esta hora padecemos hambre, tenemos sed, estamos desnudos, somos abofeteados, y no tenemos morada fija. Nos fatigamos trabajando con nuestras propias manos; nos maldicen, y bendecimos; padecemos persecución, y la soportamos. Nos difaman, y rogamos; hemos venido a ser hasta ahora como la escoria del mundo, el desecho de todos (1 Corintios 4:9-13).
Wayne Jackson correctamente señaló que “aunque los hombres pueden morir al ser engañados religiosamente, ellos no van voluntariamente a la muerte sabiendo que están perpetrando un engaño” (1982, 2:34).
Se han hecho algunos intentos mal informados de negar que los apóstoles realmente murieran por su creencia y predicación de la resurrección. Por ejemplo, se ha propuesto que los apóstoles murieron porque fueron instigadores políticos o alborotadores. Sin embargo, al combinar la alta calidad moral de sus enseñanzas con el testimonio de los antiguos padres de la iglesia, y al reconocer el hecho que su tarea principal era testificar la resurrección, es históricamente incorrecto implicar que los apóstoles sufrieron por otra razón que la confesión de la resurrección. Lo cierto es que los apóstoles murieron porque rechazaron parar de predicar que habían visto al Señor vivo después de Su muerte.
HECHO—LA BIBLIA ES EL LIBRO ANTIGUO MÁS HISTÓRICAMENTE EXACTO
Don William Ramsay fue en un tiempo un incrédulo y arqueólogo de clase-mundial. Su educación intensa le había infundido un sentido profundo de la erudición. Pero también le había infundido un prejuicio en cuanto a la supuesta falibilidad de la Biblia (especialmente del libro de Hechos). Ramsay mismo remarcó:
[A]lrededor de 1880 a 1890 el libro de Hechos fue considerado como la parte más débil del Nuevo Testamento. Nadie que estimara su reputación como erudito se atrevía a pronunciar una palabra en defensa de este libro. Como regla, los teólogos eruditos más conservadores pensaban que el plan de defensa más sabio para el Nuevo Testamento como un todo era decir lo menos posible acerca del libro de Hechos (1915, p. 38).
Como se esperaría de una persona entrenada por tales “eruditos”, Ramsay sostuvo el mismo punto de vista. Sin embargo, finalmente lo abandonó porque estuvo dispuesto a hacer lo que pocos en su tiempo hicieron—explorar las tierras bíblicas con un pico de arqueólogo en una mano y con una Biblia abierta en la otra. Su intención era probar la falibilidad de la historia que Lucas describe en el libro de Hechos. Pero para su sorpresa, el libro de Hechos pasó todas las pruebas que podían requerirse de cualquier relato histórico. De hecho, después de cavar literalmente por años la evidencia en Asia Menor, Ramsay concluyó que Lucas fue un historiador ejemplar. Lee S. Wheeler, en su obra clásica, Incrédulos Famosos que Encontraron a Cristo (Famous Infidels Who Found Christ), relató la historia de Ramsay en gran detalle (1931, pp. 102-106), y luego citó al famoso arqueólogo, quien finalmente admitió:
Cuanto más he estudiado la narración de Hechos, y cuanto más he aprendido año tras año acerca de la sociedad, pensamientos y estilos grecorromanos, y la organización en aquellas provincias, he llegado a admirar y a entender mejor este libro. Me propuse buscar la verdad en el área fronteriza entre Grecia y Asia, y la encontré aquí [en el libro de Hechos—KB]. Usted puede presionar el escrito de Lucas mucho más de lo que presionaría a otro escrito de algún historiador, pero este soporta el escrutinio más intenso y el trato más duro, con tal que el crítico conozca el tema y no vaya más allá de los límites de la ciencia y de la justicia (Ramsay, 1915, p. 89).
En su libro, La Trascendencia del Descubrimiento Reciente sobre la Veracidad del Nuevo Testamento (The Bearing of Recent Discovery on the Trustworthiness of the New Testament), Ramsay estuvo forzado a admitir:
Lucas es un historiador de primera-clase; sus enunciados no son simplemente fidedignos, sino también poseen el sentido histórico verdadero…. En resumen, se debería colocar a este autor con los historiadores más grandes (1915, p. 222; cf. también la obra de Ramsay de 1908, Luke the Physician).
Ciertamente, Lucas, el escritor del libro de Hechos, es reconocido ampliamente como un historiador extremadamente fidedigno por derecho propio—tanto que Ramsay se convirtió al cristianismo como resultado de su investigación personal de la precisión del registro histórico de Lucas. Entonces, es importante notar lo que el mismo Lucas escribió concerniente a la resurrección de Cristo:
En el primer tratado, oh Teófilo, hablé acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar, hasta el día en que fue recibido arriba, después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido; a quienes también, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios (Hechos 1:1-3).
¿Qué razón legítima existe para rechazar el testimonio de Lucas concerniente a la resurrección de Cristo si su testimonio en los demás temas que presenta es impresionantemente exacto? Como Wayne Jackson señaló:
En Hechos, Lucas menciona treinta y dos naciones, cincuenta y cuatro ciudades, y nueve islas mediterráneas. También menciona noventa y cinco personas, de las cuales sesenta y dos no se mencionan en ningún otro lugar del Nuevo Testamento. Y sus referencias, donde sea que puedan chequearse, son siempre correctas. Esto es realmente remarcable, en vista del hecho que la situación política y/o territorial de su tiempo estaba en un estado de casi cambio constante (1991, 27:2).
Otros críticos de la Biblia han sugerido que Lucas erró cuando designó a Sergio Paulo como procónsul de Chipre (Hechos 13:7). Se reclamaba que Chipre estaba gobernada por un propretor (también referido como un legado consular), no un procónsul. Pero al investigar este asunto adicionalmente, se ha llegado a la conclusión que esta acusación es infundamentada, como el fallecido Thomas Eaves documentó:
Cuando miramos a los escritores de historia de ese periodo, Dión Casio (Historia Romana) y Estrabón (La Geografía de Estrabón), aprendemos que hubo dos periodos en la historia de Chipre: primero, era una provincia imperial gobernada por un propretor, y luego en el año 22 a.C., fue hecha una provincia senatorial gobernada por un procónsul. Por tanto, los historiadores apoyan a Lucas en su enunciado que un procónsul gobernaba Chipre, ya que fue entre el año 40-50 d.C. que Pablo hizo su primer viaje misionero. Si aceptamos la historia secular como verdadera, también debemos aceptar la historia bíblica, ya que están de acuerdo (1980, p. 234).
La ciencia de la arqueología parece haberse superado al verificar las Escrituras. El eminente arqueólogo William F. Albright escribió: “No hay duda que la arqueología ha confirmado la historicidad substancial de la tradición del Antiguo Testamento” (1953, p. 176). El fallecido Nelson Glueck, un pilar en la comunidad arqueológica, dijo:
Se puede decir categóricamente que ningún descubrimiento arqueológico ha contradicho ninguna referencia bíblica. Se han hecho muchos descubrimientos arqueológicos que confirman en resumen claro o detalle exacto los enunciados históricos encontrados en la Biblia (1959, p. 31).
Estos enunciados—pronunciados algo de más de 40 años atrás—son igualmente veraces en la actualidad.
No obstante, note que este argumento no se ha introducido aquí para reclamar que el Nuevo Testamento es inspirado (aunque algunos escritores lo han usado en esta manera muy efectivamente). En cambio, se ha insertado este punto para ilustrar que los libros que hablan más acerca de la resurrección han probado que son fidedignos al confrontarse con los hechos verificables. Viaje a las Tierras Santas y vea por sí mismo si duda de la fidelidad bíblica. Lleve una mente honesta y abierta, y una Biblia abierta, y le aseguro que respetará a los escritores del Nuevo Testamento como historiadores fidedignos.
SOBRE LAS SUPUESTAS CONTRADICCIONES EN LOS EVANGELIOS
Así que, tal vez los documentos del Nuevo Testamento son exactos cuando abordan información histórica o geográfica. Pero ¿qué acerca de todas las supuestas contradicciones entre los relatos del evangelio que describen la resurrección? En su libro Despedida a Dios (Farewell to God), Charles Templeton, quien trabajó por muchos años con la Cruzada de Billy Graham pero que finalmente perdió su fe, empleó varias páginas para hacer comparaciones entre los enunciados de los cuatro evangelios, y luego concluyó: “Toda la historia de la resurrección no es creíble” (1996, p. 122). Otro predicador muy conocido que se volvió escéptico, Dan Barker, se ha deleitado personalmente intentando encontrar contradicciones en los cuatro relatos de la resurrección. En su libro Perdiendo la Fe en la Fe (Loosing Faith in Faith), llenó siete páginas con una lista de “contradicciones” que cree que ha descubierto. Finalmente declaró: “Cristianos, díganme exactamente lo que pasó el domingo de Pascua o dejemos sepultado el mito de Jesús” (1992, p. 181).
Es interesante que Barker demande saber “exactamente qué pasó” un día en la historia antigua que transcurrió hace casi 2,000 años. Esta petición enfatiza la legitimidad histórica del relato de la resurrección, ya que no se puede examinar con tal escrutinio ningún otro día en la historia antigua. Los historiadores modernos no pueden decir “exactamente” qué pasó el 4 de julio de 1776 [el día de la independencia de los Estados Unidos—MP] o el 12 de abril de 1861 [el comienzo de la Guerra Civil—MP], pero ¿se les pide a los cristianos que den detalles “exactos” de la resurrección de Cristo? Afortunadamente, los escritores del evangelio describieron “exactamente lo que pasó”—sin contradicción. Examine la siguiente evidencia.
COLUSIÓN
Colusión: “Un acuerdo secreto entre dos o más grupos con un propósito fraudulento, ilegal o engañoso” (The American Heritage Dictionary of the English Language, Cuarta edición, 2000, p. 363). Incluso si no hemos escuchado esta palabra, la mayoría de nosotros entiende la situación que describe. Suponga que cinco ladrones de banco se ponen máscaras de medias de nailon, roban el banco de la ciudad, esconden el dinero en una cueva cercana y regresan a su casa hasta que la investigación de la policía pare. El primer ladrón escucha que alguien toca la puerta. Abre y ve a un policía que “solo quiere hacerle algunas pocas preguntas”. El oficial pregunta, “¿Dónde estabas y qué estabas haciendo la noche del 1º de junio de 2002?”. El ladrón rápidamente responde, “Estaba en la casa de Juan Pérez mirando la televisión con otros cuatro amigos”. El policía apunta los nombres y las direcciones de los cuatro amigos y les visita en sus casas. Cada ladrón dice la misma historia. ¿Es verdadera la historia? ¡Absolutamente no! Pero ¿sonaron parecidas todas las historias, sin contradicciones aparentes? Sí.
Ahora, examine este principio a la luz de nuestra discusión sobre la resurrección. Si cada relato que describe la resurrección sonara exactamente igual, ¿qué pensaría que se dijera acerca de los relatos? “¡Los escritores deben haberse copiado entre ellos!”. De hecho, en otras áreas de la vida de Cristo aparte de la historia de la resurrección, cuando los libros de Mateo y Lucas dan la misma información que el libro de Marcos, mucha gente afirma que ellos deben haber copiado el escrito de Marcos ya que se cree que es el más antiguo de los tres libros. Otra pregunta demandante en los niveles modernos más altos de la “erudición” bíblica es si Pedro copió a Judas en 2 Pedro 2:4-17 (o si Judas copió a Pedro) ya que los dos segmentos de la Escritura suenan muy similares.
No obstante, sorprendentemente la Biblia no ha dejado la posibilidad de colusión para los relatos de la resurrección. En realidad, no se puede negar (legítimamente) que los relatos de la resurrección vienen de varias fuentes independientes. En su libro Ciencia Versus Religión (Science Versus Religion), Tad S. Clements fervientemente negó que exista evidencia suficiente para creer en la resurrección. Pero reconoció: “No existe simplemente un relato de la resurrección de Cristo sino una multitud desconcertante de historias…” (1990, p. 193). Aunque él opinó que estas historias “están en desacuerdo en varios respectos”, clarificó que los evangelios son relatos separados de la misma historia. Dan Barker admitió lo mismo cuando declaró atrevidamente: “Ya que cinco escritores contaron acerca de la Pascua [la historia de la resurrección—KB], esta presenta las mejores oportunidades para confirmar o desmentir el relato” (1992, p. 179). Todos los que están involucrados en la controversia de la resurrección admiten que los relatos de la resurrección han cerrado con llave la puerta de la colusión.
Abordando las “Contradicciones”
Desde luego, en estos pocos párrafos no será posible abordar cada supuesta discrepancia entre los relatos de la resurrección. Pero se establecerán algunos principios que se pueden usar para mostrar que no se ha encontrado contradicciones genuinas en los relatos de la resurrección.
La Información Adicional No Constituye una Contradicción
Suponga que un hombre está contando acerca de la vez que él y su esposa fueron de compras al centro comercial. El hombre menciona todos los maravillosos lugares del centro comercial donde se puede comprar artículos de cacería y galletas de canela. La esposa cuenta acerca del mismo paseo al centro comercial, aunque menciona solamente los lugares donde se puede comprar ropa. ¿Existe una contradicción entre las narraciones solo porque la esposa menciona las tiendas de ropa mientras el esposo menciona solamente las de cacería y de galletas? No. Ellos solamente están añadiendo (o suplementando) a la narración de cada uno para hacerla más completa. Eso pasa muy a menudo en los relatos de la resurrección.
Por ejemplo, el evangelio de Mateo nombra a “María Magdalena y a la otra María” como las mujeres que visitaron la tumba temprano el primer día de la semana (Mateo 28:1). Marcos cita a María Magdalena, María la madre de Jacobo y a Salomé como las visitantes (Marcos 16:1). Lucas menciona a María Magdalena, Juana, María la madre de Jacobo, y a “las demás” (Lucas 24:10). Pero Juan menciona solamente la visita de María Magdalena a la tumba el domingo (Juan 20:1). Dan Barker cita estos nombres diferentes como discrepancias y/o contradicciones en la página 182 de su libro. Pero ¿se contradicen estas listas diferentes? No, de ninguna manera. Estas listas se suplementan al añadir nombres para hacer a la lista más completa, pero no son contradictorias. Si Juan hubiera dicho “solamente María Magdalena visitó la tumba”, o si Mateo hubiera declarado, “María Magdalena y la otra María fueron las únicas mujeres que visitaron la tumba”, entonces existiera una contradicción. Sin embargo, este no es el caso. Para ilustrar adicionalmente este punto, suponga que tiene 10 billetes de un dólar en su bolsillo. Suponga además que alguien le pregunta, “¿Tiene un billete de un dólar en su bolsillo?”. Naturalmente, usted respondería de manera afirmativa. Suponga que otra persona le pregunte, “¿Tiene cinco dólares en su bolsillo?”, y usted diga sí. Finalmente, otra persona pregunta, “¿Tiene diez dólares en su bolsillo?” y usted dice sí por tercera vez. ¿Dijo usted la verdad cada vez? Sí. ¿Era alguna de sus respuestas contradictoria? No. ¿Fueron diferentes los tres enunciados acerca del contenido de su bolsillo? Sí, pero fueron suplementarios más no contradictorios. Lo cierto es que ¡la información adicional no equivale a contradicción!
La información suplementaria también se aplica a los ángeles, hombres y jóvenes que se describen en los relatos de la resurrección. Surgen dos “problemas” cuando se menciona a los “mensajeros santos” que estuvieron en el sepulcro de Cristo. Primero, ¿cuántos fueron? Segundo, ¿fueron ángeles u hombres? Ya que la primera pregunta tiene que ver con la información suplementaria, la discutiremos primero. El relato de Mateo hace referencia a “un ángel del Señor, descendiendo del cielo” y cuyo “aspecto era como un relámpago, y su vestido blanco como la nieve” (28:2-5). El relato de Marcos presenta una escena un poco diferente de “un joven sentado al lado derecho, cubierto de una larga ropa blanca” (16:5). Pero Lucas menciona que “dos varones con vestiduras resplandecientes” se pararon junto a las mujeres (24:4). Y, finalmente, Juan escribe acerca de “dos ángeles con vestiduras blancas, que estaban sentados el uno a la cabecera, y el otro a los pies, donde el cuerpo de Jesús había sido puesto” (20:12). ¿Se contradicen estos relatos en el número de hombres o ángeles en la tumba? Teniendo en cuenta la regla del suplemento, debemos responder, “No”. Aunque los relatos son un poco diferentes, no son contradictorios en cuanto al número de mensajeros. Marcos no menciona “solamente un joven”, ni Lucas dice que habían “exactamente dos ángeles, ni menos ni más”. ¿Hubo un mensajero en la tumba? Sí. Otra vez, note que la información adicional no equivale a contradicción.
¿Eran Hombres o Ángeles?
La segunda pregunta en cuanto a los mensajeros tiene que ver con su identidad: ¿Fueron ángeles u hombres? La mayoría de personas que están familiarizadas con el Antiguo Testamento no tiene problema en responder esta pregunta. Génesis 18 y 19 mencionan tres hombres que vinieron a visitar a Abraham y a Sara. Estos hombres se quedaron por un tiempo corto, y luego dos de ellos se dirigieron a Sodoma. La Biblia nos dice en el primer versículo de Génesis 19 que estos “hombres” eran realmente ángeles. Pero cuando los hombres de Sodoma quisieron hacer daño a estos ángeles, ellos preguntaron: “¿Dónde están los varones que vinieron a ti esta noche?” (Génesis 19:5). En los dos capítulos completos se menciona a los mensajeros como hombres y ángeles con igual precisión. Ellos lucían, hablaban, caminan y sonaban como hombres. Entonces ¿se podía hacer referencia (legítimamente) a ellos como hombres? Sí. Pero ¿eran realmente ángeles? Sí.
Como una ilustración, suponga que ve que un hombre sentado en la banca de un parque se saca su zapato derecho. Mientras observa, él comienza a jalar una antena de la puntera de su zapato y un tablero con números del tacón. Procede a marcar un número y comienza a hablar a alguien desde su “teléfono zapato”. Si escribiera lo que ha visto, ¿pudiera decir con precisión que el hombre hizo una llamada con su zapato? Sí. ¿Pudiera decir que hizo una llamada con su teléfono? Sí. El zapato tenía un tacón, una suela, una puntera y todo lo demás que un zapato tiene, pero era mucho más que sólo un zapato. De la misma manera, los mensajeros en la tumba fueron descritos correctamente como hombres. Ellos tenían una cabeza unida a su cuello, dos hombros elevados, un cuerpo completo con brazos y piernas, etc. Por ende, eran hombres. Pero eran mucho más que hombres ya que eran ángeles—mensajeros santos enviados por Dios para entregar un mensaje a ciertas personas. Al tomar en cuenta que el Antiguo Testamento a menudo usa el término “hombres” para describir a los ángeles que han asumido una forma humana, es muy fácil mostrar que no existe contradicción en cuanto a la identidad de los mensajeros.
La Perspectiva es Importante
Lo que vemos en los relatos independientes de la resurrección no es contradicción, sino simplemente una perspectiva diferente. Por ejemplo, suponga que un hombre tuviera una tarjeta de 4×6 pulgadas que fuera completamente roja por un lado y completamente blanca por el otro. Además suponga que se parara delante de una gran multitud, preguntara a todos los hombres que cerraran sus ojos, mostrara a las mujeres en la audiencia el lado rojo de la tarjeta, y luego les pidiera que escribieran lo que vieron. Después hiciera que todas las mujeres cerraran sus ojos, mostrara a los hombres el lado blanco de la tarjeta, y luego les pidiera que escribieran lo que vieron. Un grupo vio una tarjeta roja y el otro una tarjeta blanca. Cuando se compararan las respuestas, lucirían a primera vista como contradictorias, pero no lo fueran. Las descripciones lucieran contradictorias porque los dos grupos tuvieron una perspectiva diferente. Cada grupo miró un lado de la tarjeta. El fenómeno de la perspectiva es una parte importante en la vida diaria. De la misma manera que dos testigos no ven un accidente automovilístico de la misma manera, ninguno de los testigos del Jesús resucitado vio las actividades desde la misma perspectiva que los otros.
Obviamente, no he abordado cada supuesta discrepancia en cuanto a los relatos de la resurrección. No obstante, he abordado algunas de las principales que realmente son informaciones adicionales o son informaciones provistas desde una perspectiva diferente. El estudio honesto de los otros “problemas” revela que no existe una simple contradicción legítima entre las narraciones; estas pueden ser diferentes, pero no contradictorias. Adicionalmente, las diferencias prueban que no existió colusión, en cambio, se espera notar ciertas diferencias de fuentes independientes que relatan el mismo evento.
EL PROBLEMA CON LOS MILAGROS
Teniendo en cuenta el aspecto histórico, la resurrección de Jesucristo tiene mucha o más evidencia para verificar su credibilidad que cualquier otro evento histórico antiguo. Desafortunadamente, los que niegan la posibilidad de los milagros descartan esta evidencia. Usando un enfoque estrictamente empírico, algunos han establecido lo que es posible en este mundo, y los milagros como la resurrección no calzan en su clasificación de lo “posible”. Ya que no han visto a nadie levantarse de los muertos, y ya que no se puede realizar experimentos científicos en un cuerpo resucitado, entonces ellos suponen que los relatos de la resurrección deben tener alguna explicación natural. En un artículo titulado “Por qué no Creo en la Resurrección” (“Why I Don’t Buy the Resurrection”), Richard Carrier expresó la idea de este argumento en el siguiente comentario:
Ninguna cantidad de argumentación puede convencerme de confiar en un reporte de segunda mano de hace 2,000 años en contra de lo que yo mismo veo directamente, aquí y ahora, con mis propios ojos. Si observo hechos que implican que cesaré de existir cuando muera, entonces la historia de Jesús no puede anular esta observación, ya que es infinitamente más débil como una prueba. Toda la evidencia delante de mis sentidos confirma mi mortalidad…. Un cuento de segunda mano de 2,000 años de una tierra remota, inculta e ignorante no puede socavar estos hechos. No he visto que nadie haya regresado a la vida después que su cerebro haya muerto completamente por falta de oxígeno. No he tenido conversaciones con los espíritus de los muertos. Lo que veo es todo lo contrario a lo que este cuento de hadas afirma. ¿Cómo puede exigir más respeto que mis propios dos ojos? De ninguna manera (2000).
Aunque a primera vista este argumento puede parecer perfectamente plausible, se enfrenta a dos problemas insuperables. Primero, hubo cosas que sucedieron en el pasado que nadie que vive hoy ha visto o verá, pero se las aceptan como hechos. El origen de la vida en este planeta provee un buen ejemplo. Sin tener en cuenta que una persona crea en la creación o en la evolución, se debe admitir que algunas cosas sucedieron en el pasado que no están sucediendo hoy (o a lo menos, no han sido presenciadas). Para los evolucionistas, propongo la pregunta: “¿Alguna vez han usado personalmente sus cinco sentidos para establecer que algo inanimado puede dar originen a algo animado?”. Desde luego, los evolucionistas deben admitir que ellos nunca han visto esto, a pesar de todos los experimentos en cuanto al origen de la vida que se han realizado durante los cincuenta años pasados. Entonces, ¿significa este reconocimiento que los evolucionistas no aceptan la idea que la vida vino de la materia inanimada, solo porque no han presenciado este evento? Desde luego que no. En cambio, se nos pide que consideremos la “evidencia antigua” (como la columna geológica y el registro fósil) que los evolucionistas creen que guía a tal conclusión. Pero la verdad sigue siendo que nadie que vive hoy (o nadie que ha vivido en el pasado) ha presenciado que lo animado viene de lo inanimado.
Siguiendo esta misma línea de razonamiento, los que creen en la creación admiten libremente que la creación de la vida en la Tierra es un evento que nadie que vive hoy (o nadie que ha vivido en el pasado, excepto posiblemente Adán) ha presenciado. Este fue un evento único que la experimentación no puede duplicar y que los cinco sentidos humanos no pueden detectar en la actualidad. Como en el caso de los evolucionistas, los creacionistas piden que se examine la evidencia como el registro fósil, el diseño inherente del Universo y sus habitantes, la Ley de la Causa y el Efecto, la Ley de la Biogénesis, etc., que guían a la conclusión que un Creador inteligente creó la vida en algún momento en el pasado. Pero, antes que nos apartemos de nuestro tema principal de la resurrección, déjeme recordarle que esta breve discusión en cuanto a la creación y la evolución se incluye solamente para establecer un punto—todos deben admitir que se aceptan algunos conceptos del pasado distante sin haberlos inspeccionado personalmente usando los sentidos empíricos.
Segundo, es verdad que la resurrección de una persona sería un evento impresionante y empíricamente increíble. La gente normalmente no se levanta de los muertos. Pero ¿no era ese el mismo punto que los apóstoles y los otros testigos de la resurrección estaban tratando que la gente entendiera? Si Jesús de Nazaret realmente se levantó de la tumba para nunca morir otra vez—logrando por ende lo que ningún mortal alguna vez ha logrado—¿no sería eso suficiente para probar que Él fue el Hijo de Dios que había reclamado ser (vea Marcos 14:61-62)? Él había predicho que se levantaría de los muertos (Juan 2:19). ¡Y Él lo hizo!
Los espectadores del primer siglo ciertamente entendieron que no era natural que una persona se levantara de los muertos, ya que incluso ellos entendían la manera en que las leyes naturales funcionaban. Como C.S. Lewis explicó:
Pero siempre se ha dicho algo acerca de nuestros antepasados que no se debe decir. No debemos decir que “Ellos creían en los milagros porque no conocían las Leyes de la Naturaleza”. Esto es una tontería. Cuando San José descubrió que su prometida estaba embarazada, él “quiso dejarla”. Él sabía lo suficiente acerca de biología…. Cuando los discípulos vieron que Cristo caminaba sobre las aguas tuvieron temor; no hubieran tenido temor a menos que conocieran las Leyes de la Naturaleza y supieran que esta era una excepción (1970, p. 26).
El apóstol Pablo enfatizó este punto en Romanos 1:4 cuando dijo que Jesucristo “fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos” (énfasis añadido). El punto completo de la resurrección de Cristo fue, y es, la reclamación de Su deidad. Como declaré anteriormente, la mayoría de las personas que niegan la resurrección lo hacen porque rechazan creer en un Dios que realiza milagros, no porque la evidencia histórica sea insuficiente.
ENFRENTE LOS HECHOS
Cuando hablamos de la resurrección de Cristo, debemos concentrarnos en los hechos. Jesús de Nazaret vivió. Murió. Su tumba estaba vacía. Los apóstoles predicaron que le vieron después que se levantó físicamente de los muertos. Los apóstoles sufrieron y murieron por lo que predicaron, y rechazaron negar la resurrección. Su mensaje se ha preservado en el documento más fidedigno de la historia antigua. Los testigos independientes hablaron de la resurrección en sus escritos—con suficiente diversidad (aunque sin ninguna contradicción legítima) para probar que no existió colusión.
Desde luego, el argumento principal en contra de la resurrección es que durante el curso normal de eventos, la gente muerta no se levanta de la tumba—lo cual fue el mismo punto que los apóstoles abordaron. Pero cuando se pesa toda la evidencia, se considera que los apóstoles nunca se retractaron delante de la tortura, que el Nuevo Testamento nunca se esconde del escrutinio y que los testigos seculares e históricos rechazaron ser abrumados por el mar del criticismo, entonces es evidente que la resurrección de Jesucristo demanda su lugar legítimo en los anales de la historia como el evento más importante que este mundo jamás ha visto. Citando las palabras inmortales del Espíritu Santo por medio del apóstol Pablo al Rey Agripa hace mucho tiempo: “¿Se juzga entre vosotros cosa increíble que Dios resucite a los muertos?” (Hechos 26:8).
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