¿Intocable?
A veces sucede que los enemigos de Cristo realmente leen la Biblia antes de hacer acusaciones de que sus escritores se equivocan o contradicen. Sin embargo, en otras ocasiones los críticos de la Biblia, incluso escépticos prominentes, hacen tales aseveraciones acerca de varios pasajes de la Biblia que uno se pregunta qué libro están leyendo (o si están leyendo la Biblia en absoluto). Por ejemplo, considere una acusación que aparece en un sito Web considerablemente conocido. Al comentar acerca del enunciado de Jesús a María Magdalena, “No me toques, porque aún no he subido a mi Padre” (Juan 20:17), Steve Wells escribió:
Jesús dice a María Magdalena que no le toque porque todavía no había ascendido—como si el toque de una mujer le contaminaría y de alguna manera le impediría ascender al cielo. Uno se pregunta por qué él insistió en que Tomás le tocara después esa noche (Jn. 20:27), y por qué permitió que sus apóstoles le tocaran y abrazaran sus pies antes de su ascensión (Mt. 28:9). ¿Estaba BIEN tocar al Jesús resucitado? (2005).
Aunque el nombre del sitio (La Biblia Anotada de los Escépticos, www.skepticsannotatedbible.com) puede inicialmente dar la impresión que Wells se sumergió meticulosamente en las páginas de la Escritura cuando escribió sus notas de criticismo, los comentarios como este aclaran cuán “cuidadosamente” él lee su Biblia antes de criticarla.
Primero, el apóstol Tomás no tuvo contacto físico con Jesús el mismo día que Jesús instruyó a María Magdalena a no tocarle. De hecho, solamente diez versículos después de la instrucción a María Magdalena, el apóstol Juan escribió: “Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro…” (20:26, énfasis añadido). Fue en esta ocasión (ocho días después de aparecerse a María Magdalena) que Jesús dijo a Tomás que examinara Sus manos y Su costado—no como Wells alegó, “después esa noche” que Jesús apareció a María Magdalena.
Segundo, después del enunciado erróneo acerca de Tomás, Wells cometió otro, diciendo: “Uno se pregunta…por qué él [Jesús—EL] permitió que sus apóstoles le tocaran y abrazaran sus pies antes de su ascensión (Mt. 28:9)” (énfasis añadido). Supuestamente, si Jesús no permitió que María Magdalena le tocara (Juan 20:17), entonces no debió permitir que los apóstoles le tocaran y abrazaran Sus pies, como es registrado supuestamente en Mateo 28:9. El problema es que Mateo 28:9 no hace referencia a los apóstoles, sino a la aparición de Jesús a las mujeres que habían venido a visitar Su tumba, como es confirmado por el contexto y el uso de los pronombres femeninos. [“Jesús les (griego autais) salió al encuentro, diciendo: ¡Salve! Y ellas (griego ai), acercándose, abrazaron sus pies, y le adoraron”—Mateo 28:9]. Si este crítico de la Biblia hubiera realmente tomado el tiempo para ver lo que el pasaje estaba diciendo, seguramente no hubiera cometido tales errores básicos.
Tercero, considerando cuán compasivo fue Jesús con hombres y mujeres, es una blasfemia insinuar que Él en alguna manera fue intolerante con las mujeres y pensó que ellas (a diferencia que los hombres) podrían contaminar Su cuerpo resucitado. Jesús fue el Hombre que tocó la mano de la suegra de Pedro y la sanó (Mateo 8:15), permitió que la mujer enferma tocara el borde de Su manto y sea sanada (Mateo 9:20-22), tocó la mano de la hija de Jairo y la levantó de los muertes (Marcos 5:22-43), tocó a la mujer encorvada por 18 años y le restauró la salud (Lucas 13:10-13) y permitió que María, la hermana de Lázaro, le ungiera con perfume y enjugara Sus pies con su cabello (Juan 11:2). Jesús no fue el machista que los críticos algunas veces sugieren.
Además, el verbo griego ‘aptou, traducido “tocar” en Juan 20:17 por los traductores de la Versión Reina Valera, puede significar más que un simple toque de la piel. Entre otras cosas, puede hacer referencia al contacto sexual (cf. 1 Corintios 7:1), el contacto hecho con la intención de causar daño (cf. 1 Juan 5:18) y “sujetarse a, aferrase a, ceñirse a” (“Haptomai”; vea también Danker, et.al., 2000, p. 126). Los lexicógrafos Danker, Arndt y Gingrich anotaron que en Juan 20:17 el verbo significa “ceñirse a” (Danker, et.al., p. 126). Por ende, Jesús estaba diciendo a María Magdalena, “No te ciñas a mi”. Él no estaba insinuando que el contacto con humanos de alguna manera le contaminaría (cf. Mateo 28:9; Juan 20:17).
Simplemente no se nos dice por qué Jesús dijo previamente a María Magdalena que no se ciñera a Él (Juan 20:17), pero luego permitió a ciertas mujeres que abrazaran Sus pies y le adoraran después de Su resurrección (Mateo 28:9), y por qué instruyó a Tomás ocho días después a tocar Sus manos y Su costado (Juan 20:27). Lo que sí se nos dice es que después de Su resurrección, Jesús quiso que las mujeres (incluyendo María Magdalena) informaran a los apóstoles acerca de Su resurrección. María Magdalena no debía permanecer en su ubicación presente ceñida a Jesús, sino tenía que “ir” e informar a los otros acerca de las buenas nuevas. Además, a las mujeres a quienes Jesús apareció poco después, aunque se les permitió por un momento abrazar Sus pies y adorarle, también se les dijo que “fueran” y llevaran el mensaje a los hermanos acerca del Señor resucitado. (A estas mujeres tal vez no se les dijo exactamente lo que se le dijo a María Magdalena, pero para “ir” ellas tenían que “dejar” los pies de Jesús. Por consiguiente, lo que se declara explícitamente en Juan 20:17 se implica realmente en Mateo 28:9).
Finalmente, la situación en la cual Jesús instruyó a Tomás a tocar Sus manos y costado traspasados fue completamente diferente. El propósito en esa ocasión fue probar a Tomás (quien había dicho antes, “Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré”—Juan 20:25), que Jesús realmente había resucitado de los muertos. Las heridas servían como evidencia para este escéptico que éste era Jesús—su “Señor” y “Dios” (Juan 20:28).
Si los críticos de Cristo, como Steve Wells y otros, leerían las Escrituras más cuidadosamente (y justamente) y cesarían de esparcir acusaciones falsas acerca de Jesús, sus ojos pudieran ser abiertos (como los de Tomás) para ver la verdad de la deidad de Cristo. “Bienaventurados los que no vieron, y creyeron” (Juan 20:29).
REFERENCIAS
Danker, Frederick William, William Arndt, y F.W. Gingrich, (2000), Greek-English Lexicon of the New Testament (Chicago, IL: University of Chicago Press).
“Haptomai: 680” (1999), Logos Library System: Enhanced Strong’s Lexicon (Bellingham, WA: Logos Research Systems).
Wells, Steve (2005), Skeptic’s Annotated Bible, [En-línea], URL: http://www.skeptics annotatedbible.com/jn/20.html.
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