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Granizo

He visto granizo antes, y he escuchado del potencial de su fuerza destructiva. Pero la calamidad natural y el poder asombroso que Dios infunde en Su creación física nunca parece amenazar a los seres humanos auto-suficientes hasta que nos encontramos en medio de una catástrofe. Es entonces que volvemos a nuestros sentidos y meditamos acerca de nuestra debilidad, condición frágil delante de un cosmos increíblemente espectacular (Salmos 8:3-4).

La tormenta vino del oeste, y estaba atestada de lluvia torrencial, vientos de velocidad alta—y granizo. El granizo inicial del tamaño de una canica que cayó tan densamente que el suelo parecía como si hubiera recibido nieve, pronto incrementó su tamaño hasta pedazos de hielo duro más grandes que pelotas de golf. Parecía como si literalmente más de cien personas hubieran rodeado la casa y estuvieran tirando grandes rocas tan rápidamente y fuertemente como pudieran. Varias lunas de autos, ventanas y toldos alrededor del pueblo fueron destruidos. Los automóviles estaban llenos de abolladuras. La huerta lucía como si un ejército armado con picos y espadas la hubiera asaltado. Yo me estremecía al pensar qué hubiera pasado con la persona que hubiera sido sorprendida afuera en tal tormenta.

Pensé en la séptima plaga en Egipto, en la cual se destruyó cultivos, hombres y animales (Éxodo 9:13-35). Esta aflicción tenía la intención de comunicar a las autoridades egipcias que “que no hay otro como yo [Dios—DM] en toda la tierra” y que “de Jehová es la tierra” (Éxodo 9:14,29). Dios otra vez utilizó la fuerza destructiva del granizo cuando ayudó a los israelitas en su ataque y lucha con los amorreos. Él bombardeó a los amorreos que huían, con granizo tan grande que “fueron más los que murieron por las piedras del granizo, que los que los hijos de Israel mataron a espada” (Josué 10:11). Cuando Dios quiso simbolizar la ejecución de Su ira justa y terrible en contra del poder perseguidor de Roma, describió una horrible plaga en que grandes piedras de granizo cayeron del cielo sobre la gente (Apocalipsis 16:21).

En cada caso, Dios utilizó Su creación natural para representar Su poder y presencia, y para reafirmar la necesidad que el hombre se someta humildemente a Su voluntad. Esta omnipotencia imponente merece consideración y reconocimiento serio. Se debe respeto apropiado al Creador y Controlador del Universo.


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