¿Fue María una Mujer Sin Pecado?
Ninguna mujer en la historia destaca más que María. Su fama se debe al hecho que Dios la escogió para traer al mundo al Salvador y Mesías esperado por mucho tiempo—Jesucristo. Ya que Jesucristo fue la más grande Persona que pisara la Tierra—el Maestro de maestros, el Hombre que ha cambiado más vidas que cualquier otro durante los siglos y Aquel que brinda a la humanidad la oportunidad de ser libre de las cadenas del pecado—todo lo que está asociado con Su vida, carácter y enseñanzas ha sido fuente de gran interés. El deseo de saber más acerca del Señor ha guiado a muchos a poner un énfasis excesivo en los que estuvieron cerca de Él, y en las tradiciones en cuanto a ellos.
Surgen las preguntas: ¿Quién hubiera estado más cerca del Dios encarnado? ¿Quién podría contarnos, en detalle profundo, en cuanto a Sus noches de infancia, Sus inquietudes de adolescencia y sus aflicciones de Su ministerio? Obviamente, la mujer que sostuvo al Salvador del mundo en sus brazos desde el momento de Su nacimiento, calmó Sus llantos con sus canciones de cuna, sanó Sus heridas de infancia y le vio creer y llegar a hacerse un hombre, hubiera estado más cerca de Él que cualquier otro ser humano. Así que, en virtud de su relación con Jesús, algunos argumentan que María merece más grande honor que cualquier otra persona que haya obedecido a Dios.
Los católicos han elevado a María a un nivel más alto que Dios ha querido. Los partidarios de las tradiciones humanas han unido sus fuerzas para hacer de María no solamente “la sierva del Señor” (Lucas 1:38), sino “la Madre de Dios”. Abriremos nuestras Biblias para examinar las cosas relacionadas a esta mujer especial que halló “gracia delante de Dios” (Lucas 1:30).
Se han declarado muchas cosas en cuanto a María, y muchas tradiciones la rodean. Una declaración católica prominente en cuanto a María indica que ella no tuvo pecado (vea Catecismo…, 1994, 491). En realidad, este enunciado implica dos cosas que incluso algunos católicos no saben o entienden: (1) que María fue la única persona (aparte de Jesucristo) que vino al mundo sin la contaminación del “pecado original” y (2) que María fue la única persona (aparte de Jesús) que nunca cometió pecado. Consideremos estás dos declaraciones brevemente.
Estamos de acuerdo (en parte) con la primera declaración. María nació libre de la contaminación del pecado de Adán, pero ella no fue la única. De hecho, todos llegan al mundo sin la contaminación del pecado original. La doctrina católica, que enseña que toda la gente hereda el pecado de Adán (lo cual guió al requerimiento del bautismo de bebés), se originó de un concepto erróneo de algunos pasajes bíblicos. Este es un ejemplo de gran familiaridad con la tradición y muy poco entendimiento de las Escrituras. La doctrina del “pecado original” ha causado muchos problemas al catolicismo. Socavaba el nivel supremo al cual los católicos habían elevado a María, como también la imagen que habían creado de ella. Por esta razón, ellos tuvieron que encontrar una forma de preservar la imagen impecable de María que habían creado. Así que, en 1854, los líderes de la Iglesia Católica “liberaron” a María, declarando que ella nació sin pecado original (vea Herbermann, 1913, 7:674-675). Esto le permitió llevar el título de “Santísima”.
Se ha usado extensamente Romanos 5:12 para sostener la doctrina católica del “pecado original”. En este pasaje, Pablo escribió: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron”. A primera vista, puede parecer que este texto sostiene la idea de pecado original; sin embargo, cuando se estudia adecuadamente este versículo se llega a entender que este no es el caso.
Primero, Pablo dijo que “el pecado entró en el mundo”. Pablo no dijo que el pecado entró en cada persona al nacimiento. En cambio, el pecado llegó a ser parte del mundo en general. Segundo, Pablo dijo que la muerte entró por el pecado. Esto hace referencia exclusivamente a la muerte que Adán y Eva experimentaron en el principio. Tercero, Pablo señaló que “la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron”. El texto no dice que la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto Adán pecó, sino por cuanto todos pecaron. Es claro que la humanidad es el receptor de la consecuencia del pecado de Adán (i.e., la muerte), pero no el receptor de la culpabilidad de Adán. Cada persona responsable muere por su propio pecado (Romanos 3:23).
Ezequiel 18:20 declara: “El alma que pecare, esa morirá; el hijo no llevará el pecado del padre, ni el padre llevará el pecado del hijo; la justicia del justo será sobre él, y la impiedad del impío será sobre él” (cf. Deuteronomio 24:16; Jeremías 31:30). Ya que la Biblia afirma enfáticamente que el hijo no lleva la culpabilidad (o iniquidad) del padre, esto significa que Caín, Abel y Set no llevaron el pecado de su padre, Adán. Entonces, ¿cómo pudiéramos nosotros llevar el pecado de Adán? Lo cierto es que los niños nacen sin pecado. Por esta razón Jesús dijo que se debe ser como un niño para entrar al reino de los cielos (Mateo 18:3). Pero si los niños llegan al mundo “arrastrando” el pecado del primer hombre y, por ende, están contaminados, ¿tiene sentido que Jesús nos motive a ser como ellos?
Un Dios justo y recto no condenaría (y no condenará) a toda la humanidad por el pecado de un hombre. Ningún hombre en la Tierra lleva el pecado que Adán cometió. María, así como todos los demás en el mundo, nació sin la contaminación de ningún pecado original.
Pero ¿qué acerca de la aseveración que María fue la única persona (aparte de Jesucristo) que nunca cometió pecado? Ningún versículo bíblico declara explícitamente que María cometió algún pecado (así como no existe versículo que declare que Set, Enoc, Esteban, Filemón, etc., cometieron pecado), pero muchos versículos bíblicos declaran explícitamente que todos pecamos. Por tanto, María pecó. No deberíamos menospreciar el registro bíblico impresionante en cuanto a María. Pero ella, como cualquier otro ser humano, necesitó un Salvador que borrara sus pecados.
Pablo fue muy claro en cuanto a este punto: “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23, énfasis añadido). Pablo no admitió excepciones. Escribió que todos habían pecado. No existe duda que la palabra “todos” incluye a María. Pablo estuvo de acuerdo con el enunciado inspirado del salmista en cuanto a la humanidad: “No hay justo, ni aun uno” (Romanos 3:10; cf. Salmos 14:3; 53:1-3). Pero si María nunca cometió pecado, entonces el texto debería decir: “No hay justo, excepto María”.
Es importante notar que la Biblia enfatiza lo que todos, excepto Jesús, hicieron (i.e., pecaron). Una diferencia principal entre los hijos de los hombres y el Hijo del Hombre es que nosotros sucumbimos al pecado, pero Jesús nunca lo hizo. Hebreos 4:15 señala: “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado” (énfasis añadido; cf. 2 Corintios 5:21). ¿Qué alabanza u honor se le debería dar a Jesucristo (nuestro Sumo Sacerdote) si Él logró lo que un simple ser humano ya había logrado? Si María nunca pecó, ¿por qué dio Dios el sumo sacerdocio a Jesús en vez de a ella? De hecho, la declaración del escritor de Hebreos perdería su poder si alguien más hubiera logrado perfección impecable.
María misma reconoció esta gran verdad doctrinal, i.e., que todos han pecado y tienen la necesidad de un Salvador. Ella declaró: “Y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador” (Lucas 1:47, énfasis añadido). Esto calza con lo que el ángel dijo a José acerca de María: “Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1:21, énfasis añadido). Jesús vino a salvar a la humanidad de la esclavitud del pecado. Cuando María reconoció a Dios como su Salvador, también reconoció que, así como cualquier otro ser humano, ella necesitaba salvación. Si María vivió y dejó esta vida sin cometer pecado, entonces no hubiera necesitado un Salvador. Entonces, ¿por qué se refirió a Dios como su “Salvador”? Si ella no tenía pecado, ¿de qué fue salva?
Finalmente, María no ganó la gracia de Dios—sino se la concedió. Los partidarios de la doctrina de la Santísima Inmaculada Concepción argumentan que cuando el ángel llamó a María “muy favorecida” (Lucas 1:28), él implicó que ella era pura en el sentido más alto de la palabra y, por ende, que no tenía ningún vestigio de pecado. Sin embargo, la expresión “muy favorecida” no tiene el propósito de enfatizar alguna clase de naturaleza única de María, sino la naturaleza del favor inmensurable de Dios. El versículo 30 declara: “Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios”. La gran singularidad en la vida de María no fue una clase de naturaleza moral única que hubiera alcanzado, sino la grandeza del favor y la gracia divina que había recibido de Dios. María entendió este punto muy bien y declaró: “He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra” (Lucas 1:38, énfasis añadido).
Si María no fue exenta de pecado, ¿cómo nació Jesús sin pecado? Como ya hemos indicado, ningún hijo lleva la iniquidad de sus padres (Ezequiel 18:20). Si hubiera sido necesario que María fuera impecable, en el sentido absoluto de la palabra, para concebir un niño sin pecado, entonces también se hubiera requerido impecabilidad de los padres de María para concebir una María “impecable”. A su vez, lógicamente todos los antepasados de María deberían haber llenado el mismo requisito.
CONCLUSIÓN
Por medio de la Biblia podemos concluir que: (1) como toda persona nacida, María nació sin la contaminación de ningún pecado original; (2) como toda persona nacida (aparte de Jesucristo), María no fue exenta del pecado y sus consecuencias; y (3) como toda persona nacida (aparte de Jesucristo), María necesitó un Salvador. Estos hechos bíblicos no minimizan la importancia del rol de María en el cumplimiento del plan divino para salvar al hombre. A causa de su vida piadosa, Dios escogió a esta virgen judía especial para dar a luz al Mesías. No obstante, ella no fue impecable. A través de la historia, Dios ha usado hombres y mujeres ordinarios imperfectos para lograr cosas extraordinarias, acercándoles a la “perfección” por medio de Su Hijo, Jesucristo.
REFERENCIAS
Catecismo de la Iglesia Católica [Catechism of the Catholic Church] (1994), (Mahwah, NY: Paulist Press).
Herbermann, Charles G., et.al., eds. (1913), La Enciclopedia Católica [The Catholic Encyclopedia] (Nueva York: The Encyclopedia Press).
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