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¿Fue Jesús Digno de Confianza?

Cuando Jesús habló a un grupo de judíos hostiles en Jerusalén en cuanto a la igualdad de Dios el Padre y Su Hijo (Juan 5:17-30; cf. 10:30), Él defendió Su deidad al señalar a varios testigos, incluyendo a Juan el Bautista, al Padre en el cielo y a las Escrituras (5:33-47). Uno de los enunciados que ha confundido a algunos lectores de la Biblia en cuanto a la defensa que Jesús presentó de Su deidad se encuentra en Juan 5:31. Jesús comenzó esta parte de Su discurso diciendo, “Si yo doy testimonio acerca de mí mismo, mi testimonio no es verdadero” (énfasis añadido). Según muchos críticos de la Biblia, esta declaración contradice flagrantemente otro enunciado que Él hizo en otra ocasión cuando habló a los fariseos. Cristo dijo: “Aunque yo doy testimonio acerca de mí mismo, mi testimonio es verdadero” (Juan 8:14, énfasis añadido). ¿Cómo pudo Jesús decir que Su testimonio era verdadero y no verdadero, sin contradecirse?

Como una manera de responder a esta pregunta, considere la siguiente ilustración. Un jurado declara culpable a un hombre inocente en un proceso de homicidio, incluso después que él proclamara su inocencia. (Alguien ha incriminado al acusado por el homicidio, y toda la evidencia que el jurado escuchó señala al acusado como culpable). Si un reportero pregunta al hombre culpado erróneamente si es culpable, él puede responder, “Si la corte dice que soy culpable, entonces soy culpable”. ¿Ha mentido este hombre? Incluso cuando los enunciados, “Soy culpable” y “No soy culpable”, son totalmente diferentes, no son necesariamente contradictorios, sino dependen del tiempo y el sentido en que se pronunciaron. Después del proceso, el hombre culpado erróneamente simplemente repitió el veredicto del jurado. Él dijo, “Soy culpable”, es decir, “La corte me ha hallado culpable”.

Cuando Jesús admitió a los judíos el hecho que Su testimonio “no era verdadero”, Él no estaba confesando que era un mentiroso. En cambio, Jesús estaba haciendo referencia a una conocida ley de Su tiempo. En la ley griega, romana y judía, el testimonio de un testigo no podía ser admitido en su propia defensa (vea Robertson, 1997). “El testimonio de cualquiera siempre debe ser confirmado por alguien más” (Morris, 1995, p. 287). La Ley de Moisés declaraba: “No se tomará en cuenta a un solo testigo contra ninguno en cualquier delito ni en cualquier pecado, en relación con cualquiera ofensa cometida. Sólo por el testimonio de dos o tres testigos se mantendrá la acusación” (Deuteronomio 19:15; cf. Mateo 18:15-17). Los fariseos entendían esta ley muy bien, como es claro por lo que dijeron a Jesús: “Tú das testimonio acerca de ti mismo; tu testimonio no es verdadero” (Juan 8:13). En Juan 5:31, “Jesús señala la imposibilidad de que sea aceptado a causa de su propio testimonio… Él estaba declarando que si por sí mismo estuviera dando testimonio de sí, eso calificaría a su testimonio como falso” en una corte judicial (Morris, p. 287). Si Jesús no hubiera tenido evidencia en un proceso en cuanto a Su deidad aparte de Su propio testimonio, Su testimonio no sería concluyente. Jesús entendió que Su audiencia tenía el derecho de esperar más evidencia que solo Su palabra. Así como la ilustración presentada anteriormente en la cual una persona inocente acepta el veredicto de culpabilidad como final, Jesús dijo, “Mi testimonio no es verdadero”, y quiso decir que, según la ley, Su propio testimonio aparte de otro testimonio sería considerado inválido (o insuficiente para establecer la verdad).

Pero ¿por qué dijo Jesús después a los fariseos que Su “testimonio es verdadero” (Juan 8:14)? La diferencia es que en este caso, Jesús estaba enfatizando el hecho que Sus palabras eran verdaderas. Incluso si una corte de justicia requiere dos testimonios para establecer la verdad (una ley que Jesús articuló en el versículo 17), esa ley no niega el hecho que Jesús estaba diciendo la verdad, así como no niega el hecho que el hombre culpado erróneamente estaba diciendo la verdad durante el proceso. Jesús declaró que Su testimonio era verdadero por la simple razón que Su testimonio revelaba los hechos verdaderos concernientes a Sí mismo (Lenski, 1961, p. 599). Él luego continuó con Su discurso de la verdad señalando el hecho que había otro testigo—el Padre en el cielo Quien le envió (8:16-18). Por ende, realmente Su testimonio era verdadero en dos sentidos: (1) era verdadero porque era factual; y (2) era válido porque estaba corroborado por un segundo testigo perfecto—Dios.

Dios el Padre (Juan 8:18; 5:37-38), juntamente con Juan el Bautista (Juan 5:33), los milagros de Jesús (5:36), las Escrituras (5:39) y específicamente los escritos de Moisés (5:46), autentificaban los enunciados verdaderos que Jesús hizo con referencia a Su deidad. Tristemente, muchos de Sus oyentes rechazaron la evidencia antigua, así como mucha gente la rechaza hoy.

REFERENCIAS

Lenski, R.C.H. (1961), The Interpretation of St. John’s Gospel (Minneapolis, MN: Augsburg).

Morris, Leon (1995), The Gospel According to John (Grand Rapids, MI: Eerdmans), edición revisada.

Robertson, A.T. (1997), Robertson’s Word Pictures in the New Testament (Electronic Database: Biblesoft).


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