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¿Envió Dios un Espíritu Malo sobre Saúl?

La naturaleza de Dios es tal que Él nunca hará algo que esté fuera de la armonía de Su esencia divina. Siendo infinito en todos Sus atributos (incluyendo la bondad y la compasión), Él nunca trataría mal a alguien, manifestaría parcialidad o injusticia, o hiciera algo que pudiera ser catalogado legítimamente como malo (Génesis 18:25). “Él es la Roca, cuya obra es perfecta, porque todos sus caminos son rectitud; Dios de verdad, y sin ninguna iniquidad en él; es justo y recto” (Deuteronomio 32:4). Siendo este el caso, ¿cómo explica uno lo siguiente: “El Espíritu de Jehová se apartó de Saúl, y le atormentaba un espíritu malo de parte de Jehová” (1 Samuel 16:14); “Aconteció al otro día, que un espíritu malo de parte de Dios tomó a Saúl” (1 Samuel 18:10; cf. 19:9; Jueces 9:23)? ¿Afligió Dios sobrenaturalmente a Saúl con un espíritu demoníaco que, a su vez, anuló la capacidad de Saúl de ser responsable por sus propias acciones?

A lo menos tres clarificaciones son dignas de consideración. Primero, la Biblia frecuentemente hace referencia a actos de castigo merecido que Dios ha impuesto sobre la gente a través de la historia. Por ejemplo, Él envió una inundación global contra la población de la Tierra (Génesis 6-9) debido a la maldad y depravación humana incontrolable (6:5). Dios no actuó inadecuadamente al hacerlo, no solamente porque la gente no mereciera nada menos, sino también porque Él repetidamente advirtió a la gente del desastre inminente, y fue longánimo al darles oportunidad suficiente para arrepentirse (1 Pedro 3:20; 2 Pedro 2:5; 3:9). La Biblia provee ejemplo tras ejemplo donde la gente impía recibió sus “postres merecidos”. Dios no debe ser culpado ni declarado injusto por imponer el castigo merecido por el pecado, igualmente como hoy los jueces honestos e imparciales de Norteamérica no son culpables cuando imponen penalidades justas por el comportamiento criminal. La retribución sobre la anarquía impenitente, flagrante, y en curso no es solamente correcta y apropiada; sino es absolutamente indispensable y necesaria (vea Miller, 2002).

En este caso, Saúl fue afligido con “un espíritu malo” como un castigo por su desafío insistente a la voluntad de Dios. Él había cometido violación flagrante de los mandamientos de Dios en dos ocasiones previas (1 Samuel 13:13,14; 15:11,19). Su persistencia en el patrón de toda una vida de comportamiento desobediente ciertamente merecía una respuesta punitiva directa de parte de Dios (e.g., 31:4). Como Keil y Delitzsch sostuvieron: “Este demonio es llamado ‘un espíritu malo (procedente) de Jehová’, porque Jehová lo había mandado como un castigo” (1976, 2:170). John W. Haley añadió: “Y él tiene un propósito punitivo al conceder este permiso. Él usa la maldad para castigar a la maldad” (1977, p. 142). Desde luego, el lector necesita estar consciente del hecho que el término “mal” es un término amplio que no necesariamente hace referencia a la maldad espiritual. De hecho, este término a menudo hace referencia al daño físico o dificultades dolorosas (e.g., Génesis 19:19; 2 Samuel 17:14).

Una segunda clarificación concerniente al envío de un espíritu malo sobre Saúl es la pregunta, ¿En qué sentido fue el espíritu “del Señor”? Para ser honestos y justos, el intérprete de la Biblia debe estar dispuesto a permitir que las características lingüísticas peculiares de los lenguajes antiguos sean clarificados y entendidos en concordancia a la manera en que esos lenguajes funcionaban. Especialmente, el hebreo antiguo (como la mayoría de otros lenguajes de ese entonces y ahora) estaba literalmente lleno de lenguaje figurativo—i.e., figuras de expresión, semitismos, expresiones coloquiales, y modismos. Frecuentemente se daba el caso que los “[…]verbos activos eran usados por los hebreos para expresar, no la realización de una cosa, sino el permiso de una cosa que se dice que el agente hace” (Bullinger, 1898, p. 823, énfasis en original; cf. MacKnight, 1954, p. 29). Similarmente, la figura de expresión conocida como “metonimia del sujeto” ocurre “[…]donde la acción es puesta por la declaración concerniente a esta: o donde lo que se dice que se hace es puesto por lo que es declarado, o permitido, o predicho como siendo hecho: o donde una acción, que se dice que se hace, es puesta por la ocasión dada por tal acción” (Bullinger, p. 570, itálicas en original, énfasis añadido). Por ende, cuando la Biblia dice que el “espíritu atormentador” que molestaba a Saúl era “del Señor”, el escritor estaba usando un modismo para indicar que el Señor dejó o permitió que el espíritu atormentador viniera sobre Saúl. George Williams comentó: “Lo que Dios permite es declarado en la Biblia como si Él lo realizara” (1960, p. 127).

En este segundo caso, Dios no envió directamente sobre Saúl un espíritu malo; en cambió Él permitió que pasara en vista de la propia propensión de Saúl hacia la desobediencia obstinada. Gleason Archer comentó sobre este punto: “Por estos actos sucesivos de rebelión en contra de la voluntad y la ley de Dios, el Rey Saúl se expuso completamente a la influencia satánica—exactamente como Judas Iscariote lo hizo después que había determinado traicionar al Señor Jesús” (1982, p. 179). Uno no necesita necesariamente suponer que esta influencia demoníaca anuló el libre albedrío de Saúl. Satanás puede tener poder sobre nosotros solamente a media que le alentamos e invitamos a hacerlo—“porque lo que Dios no llena, el diablo lo llenará” (Clarke, s.d., 2:259).

Es especialmente interesante notar cómo la Biblia enlaza los intentos frecuentes de subversión por Satanás con el plan de redención de Dios para proveer expiación a través de Cristo. David, un antepasado de Cristo, tuvo que enfrentar a Satanás en la forma de este “espíritu malo” que buscó herirlo a través de Saúl, igualmente como Jesús mismo tuvo que enfrentar los intentos de Satanás por destruirlo (Génesis 3:15; Mateo 4:1-11; cf. Mateo 2:16; Hebreos 2:14; Apocalipsis 12:4). Williams continuó observando: “Esto explica por qué tantos de los que eran los antepasados de Cristo fueron objetos de la astucia y el odio peculiar de Satanás” (p. 153).

Una tercera consideración concerniente al “espíritu malo” que vino sobre Saúl es el hecho de que el término “espíritu” (ruach) tiene una variedad amplia de significados: aire (i.e., aliento o viento); el principio vital de la vida o la fuerza animadora; la mente racional donde el pensamiento y la realización de las decisiones ocurre; el Santo Espíritu de Dios (Gesenius, 1847, pp. 760-761), e incluso la disposición de la mente o actitud (Harris, et.al., 1980, 2:836). Igualmente, la palabra traducida como “malo”, “atormentador”, o “injurioso” es una palabra (ra‘a) que puede significar “malo”, “infeliz”, o “triste de corazón o mente” (Gesenius, p. 772). Esto puede hacer referencia a “una variedad de actitudes negativas comunes de la gente impía, y ser extendido para incluir las consecuencias de esa clase de estilo de vida” (Harris, et.al., 2:856).

En vista de esta información lingüística, el “espíritu malo” que vino sobre Saúl puede bien haber sido su propia mala actitud—su desagradable disposición de la mente—que él manifestó una y otra vez. Aquí está un problema con el cual mucha gente lucha—la necesidad de corregir su actitud concerniente a la voluntad de Dios para sus vidas, y la necesidad de tener un enfoque no-egoísta de la vida y la gente alrededor de ellos. Nosotros podemos ser “nuestros propios peores enemigos”. Tal fue en efecto el caso de Saúl—y él llevó la total responsabilidad de sus propias acciones. Él no podía culpar a Dios o a un “espíritu malo” externo. Jamieson, Fausset, y Brown resumieron este punto muy adecuadamente: “Sus reflexiones oscuras—la consciencia de que no había logrado la reputación como un rey israelita—la pérdida de su trono, y la extinción de su empresa real, le hizo envidioso, irritable, vengativo, y objeto de ataques de melancolía enfermiza” (s.d., p. 185). En efecto, toda persona en el fondo escoge permitir que Satanás le gobierne por medio de su rendición a sus inclinaciones, deseos, y decisiones pecaminosas (cf. Génesis 4:7; Lucas 22:3; Hechos 5:3).

En vista de estas consideraciones, Dios y la Biblia están exonerados de hacer lo incorrecto en el hecho de que Saúl fuera el receptor de un espíritu malo. Cuando la evidencia adecuada es reunida, los hechos pueden ser entendidos en tal manera que Dios es demostrado justo y libre de algún trato malo hacia Saúl. Como cualquier otro ser humano responsable que haya vivido, Saúl tomó sus propias decisiones, y cosechó las consecuencias en conformidad a esto.

 

REFERENCIAS

Archer, Gleason L. (1982), An Encyclopedia of Bible Difficulties (Grand Rapids, MI: Zondervan).

Bullinger, E.W. (1898), Figures of Speech Used in the Bible (Grand Rapids, MI: Baker, 1968 reprint).

Clarke, Adam (sine data), Clarke’s Commentary: Joshua-Esther (New York: Abingdon-Cokesbury).

Gesenius, William (1847), Hebrew-Chaldee Lexicon to the Old Testament (Grand Rapids, MI: Baker, 1979 reprint).

Haley, John W. (1977 reprint), Alleged Discrepancies of the Bible (Grand Rapids, MI: Baker).

Harris, R. Laird, Gleason Archer, Jr. and Bruce Waltke, eds. (1980), Theological Wordbook of the Old Testament (Chicago, IL: Moody).

Jamieson, Robert, A.R. Fausset, and David Brown (sine data), A Commentary on the Old and New Testaments (Grand Rapids, MI: Zondervan).

Keil, C.F. and F. Delitzsch (1976 reprint), Commentary on the Old Testament: Joshua, Judges, Ruth, I & II Samuel (Grand Rapids, MI: Eerdmans).

MacKnight, James (1954 reprint), Apostolic Epistles (Nashville, TN: Gospel Advocate).

Miller, Dave (2002), “Capital Punishment and the Bible,” [En-línea], URL: https://www.apologeticspress.org/articles/1974.

Williams, George (1960), The Student’s Commentary on the Holy Scriptures (Grand Rapids, MI: Kregel), sixth edition.


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