El Velo, el Lavamiento de Pies y el Ósculo Santo
El americano promedio siente que la verdad es desconocida, y por ende todos tienen derecho a su propia opinión. Se dice que el punto de vista de alguien es tan bueno como de otro, y nadie debe ser tan arrogante o crítico para decir que su punto de vista es correcto, y todos los demás incorrectos. Después de todo, no se puede estar seguro de lo que es realmente correcto y lo que es realmente incorrecto. Y ¿quién tiene el derecho de decir lo que es correcto e incorrecto? ¿Cómo podemos estar tan seguros de que tenemos todas las respuestas?
Esta inclinación cultural se ha infiltrado en la iglesia. Esta se manifiesta entre los que insisten que nosotros en las iglesias de Cristo hemos sido demasiado rectos y dogmáticos en cuanto a nuestras posiciones doctrinales. Ellos dicen que hemos imaginado que estamos en lo correcto y que todos los otros grupos religiosos están en lo incorrecto; hemos considerado a algunos temas demasiado importantes y hemos despreciado a otros; y como resultado, nuestra postura doctrinal ha causado que seamos poco cariñosos e intolerantes en cuanto a los puntos de vista de otras iglesias.
Desde luego, toda esta línea de pensamiento procede de un modo de pensar humanístico y pluralista. Constituye el intento clásico de escapar a la responsabilidad y la obligación. Cuando Jesús dijo, “y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:32), Él quiso decir que debemos estar en lo correcto concerniente a ciertos temas. Nosotros no sabemos todo. Pero podemos saber algunas cosas—aquellas cosas que Dios espera que sepamos. ¡Podemos saber la verdad! Podemos saber que sabemos (1 Juan 2:3). Podemos saber qué cosas necesitamos saber, y podemos saber qué cosas no necesitamos saber. Pero debemos analizar cada tema lógicamente y escrituralmente.
Por ejemplo, algunos han concluido que Dios quiere que las mujeres usen velos cuando adoran en la presencia de los hombres. Ellos creen que esta conclusión es justificada por la enseñanza de 1 Corintios 11:2-16. Sin embargo, el uso de un velo en Corinto llevaba un significado en la cultura greco-romana que no lleva en la cultura americana. Este fue un fenómeno cultural (“Juzgad vosotros mismos”—vs. 13). Para ellos, el velo simbolizaba la sumisión de la mujer a la autoridad del hombres (vs. 10). La eliminación del velo simbolizaba el rechazo de la mujer en cuanto a la autoridad del hombre, y era equivalente a la práctica vergonzosa de raparse la cabeza—un acto realizado por las mujeres de mala reputación (vs. 5,6). Ya que el simbolismo del velo en la cultura corintia estaba en armonía con el principio permanente de la sumisión al liderazgo del varón, las cristianas corintias fueron amonestadas a ajustarse a la práctica cultural.
La aplicación de este requerimiento es que los cristianos, quienes se encuentran en diferentes culturas en las cuales un símbolo cultural se ciñe a un principio bíblico, deben ajustarse a esa conveniencia cultural. El velo en la cabeza no tiene tal significado en la cultura americana, y varía en todo el mundo (cf. Génesis 24:65; 29:25; 38:14,15; Cantares 4:1,3; 6:7). Si Pablo hubiera querido decir que las mujeres cristianas debían usar velos en todas las culturas y en todos los tiempos, entonces tendríamos que concluir tres cosas: no se puede sustituir el velo por una gorra; también se debería usar velos fuera del edificio de adoración; y las que rechazan hacerlo deben ser instadas a raparse sus cabezas.
Otra área de confusión es el “ósculo [beso] santo”. Pablo y Pedro instaron a los cristianos del primer siglo a saludarse los unos a los otros con un beso santo (Romanos 16:16; 1 Corintios 16:20; 2 Corintios 13:12; 1 Tesalonicenses 5:26; 1 Pedro 5:14). ¿Tenía este requerimiento la intención de permanecer en el futuro del cristianismo? ¿Quiere Dios que los cristianos de hoy practiquen un “beso santo”, así como desea que practiquen el bautismo, la oración y la Cena del Señor?
El beso como un saludo es anterior al cristianismo (1 Samuel 20:41; 2 Samuel 20:9; Mateo 26:49; Lucas 7:45; Hechos 20:37). Los norteamericanos comúnmente no han incluido el beso como un estándar para saludarse. Ellos se dan la mano o brindan una palmada en la espalda. Sin embargo, abrazarse ha llegado a ser muy común en los años recientes. Pablo no estaba mandando a que los cristianos comenzaran a darse un beso como una forma de saludo. ¡Ellos ya lo estaban haciendo! En cambio, Pablo estaba aplicando principios cristianos a la práctica existente y generalizada de saludarse con un beso al amonestarles que practicaran este saludo santamente. En vez de imponer el beso, él estaba requiriendo besar santamente. Estaba diciendo a los cristianos que hagan de su saludo con un beso una actividad santa—apartada o en armonía con la vida cristiana adecuada. Les estaba instruyendo, “Ya que se besan, cuando lo hagan, háganlo con santidad—salúdense con beso santo”.
Una tercera práctica que requiere clarificación para entender su aplicación adecuada es el lavamiento de pies. Jesús literalmente asombró e impactó a los discípulos cuando insistió en lavarles los pies (Juan 13:1-20). Es casi sorprendente encontrar grupos religiosos en la actualidad que crean que Jesús estuvo instituyendo una práctica permanente—un acto de adoración que debe observarse ritualmente en el cristianismo.
En realidad, el lavamiento de pies en la Palestina del primer siglo era un servicio cultural común que era necesario debido a las condiciones secas y polvorientas de las calles y del calzado diario (i.e., sandalias—Génesis 18:4; 19:2; 24:32; 43:24; Jueces 19:21; 1 Timoteo 5:10). En un escenario típico del Medio Oriente, se extendían varias cortesías sociales a las visitas. Estas expresiones de hospitalidad incluían un beso de bienvenida, el ungimiento, y el cuidado de los animales de la visita, además de proveer comida y refugio (Génesis 18:4,5; 24:32; Jueces 19:21; Rut 3:3; 2 Samuel 12:20; Salmos 23:5; Eclesiastés 9:8; Daniel 10:3; Mateo 6:17; Lucas 7:44-46). La cultura occidental comúnmente tiene una lista de servicios completamente diferente, la cual incluye colgar el abrigo de una visita, ofrecerle algo de tomar y pedirle que se siente.
En una cultura donde había abundancia de siervos en una familia, la tarea de lavar los pies de una visita normalmente era realizada por el siervo del anfitrión. Este hecho es lo que hizo la acción de Jesús tan humillante para los discípulos. Ellos estaban indignados que Jesús se humillara para realizar esta labor vergonzosa.
Ya que los discípulos de Jesús ya estaban practicando el lavamiento de pies, Jesús estaba simplemente usando la costumbre cultural para enseñar un principio espiritual. Esa es la razón por la cual prologó Su acción señalando que ellos no comprenderían el significado de lo que iba a hacer (Juan 13:7). Por eso, cuando terminó, preguntó, “¿Sabéis lo que os he hecho?” (vs. 12). Obviamente, ¡ellos sabían que Él les había lavado los pies! Si Él simplemente les estaba instando a continuar esta práctica común, ellos hubieran entendido Su mandamiento instantáneamente. Pero ese no era el punto que Jesús quería que entendieran. Él les estaba enseñando auto-humillación y perdón. Nosotros también debemos ser lo suficientemente humildes para corregir nuestros errores y recibir el perdón que Jesús ofrece. Debemos estar dispuestos a tratar a otros mejor que a nosotros mismos al servirles y proveer la satisfacción de sus necesidades. Sería algo muy sencillo si pudiéramos cumplir este edicto al lavar ritualmente los pies de los demás. No obstante, Jesús estaba expresando el hecho que la humildad y la actitud modesta y servicial que quiere que mostremos requiere mucha más dedicación diligente y consistente en nuestro comportamiento diario.
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