El Universo—¿Un “Desperdicio de Espacio”?
“El cosmos es todo lo que existe o todo lo que existirá” (Sagan, 1980, p. 4). Así comienza el libro muy popular de Carl Sagan y la serie de la cadena televisiva PBS, Cosmos. No se pudiera declarar un enunciado más ateístico, humanístico y materialista. Sagan (1934-1996), quien fue un astrónomo en la Universidad de Cornell y quien pasó su vida entera rechazando la posibilidad de Dios y de una vida después de la muerte, mantuvo su incredulidad (en las palabras de su tercera esposa) “determinado” hasta el fin (Sagan, 1997, p. 225). Ella misma busca consuelo después de su muerte “sin recurrir a lo sobrenatural” (p. 228).
Cuando las personas rechazan las implicaciones del orden creado, i.e., lo cual es lógicamente el resultado de un Creador Supremo, cambian inevitablemente “la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador” (Romanos 1:25). Dudando acerca de la supervivencia de la Tierra a la merced del Homo Sapiens, Sagan se dedicó incansablemente a buscar respuestas y soluciones en las formas de vida más allá de la Tierra. En sus propias palabras: “En un sentido real esta búsqueda de inteligencia extraterrestre—en un universo más vasto en extensión y duración de lo que nuestros antepasados soñaron—es una búsqueda de un contexto cósmico de la humanidad, una búsqueda de quiénes somos, de dónde venimos y qué posibilidades existen para nuestro futuro” (Sagan, 1973, pp. ix-x).
Poco antes de un año después de su muerte, Hollywood estrenó una película (el 11 de julio de 1997) basada en la novela de Sagan, Contacto (1985). El personaje central de la película, la Dra. Eleanor Arroway (protagonizada por Jodie Foster), es sin duda la encarnación de las experiencias formativas, perspectivas filosóficas y creencias espirituales del mismo Sagan. En tres ocasiones diferentes en la película, se ofrece a los televidentes un comentario pseudo-intelectual diseñado obviamente para defender la explicación naturalista de la existencia de un Universo mientras que se ridiculiza el punto de vista cristiano. De niña, “Ellie” pregunta a su padre si existe vida fuera del Universo, a lo cual él responde: “Bueno, si no hubiera, este sería un desperdicio de espacio terrible”. Siendo ya adulta, ella conversa con Palmer Joss (protagonizado por Matthew McConaughey) y, mirando al cielo estrellado de Puerto Rico, expresa su confianza en la evolución de otras formas de vida en otro lugar en el Universo: “Si solamente una en un millón de esas estrellas tuviera planetas, y si solamente uno en un millón de esos planetas tuviera vida, y si solo una en un millón de esas vidas tuviera vida inteligente, entonces hubiera millones de civilizaciones allá” (citado en Bohlin, 1998). [Desde luego, la evidencia científica no sostiene esta conclusión—vea Bohlin, 2002]. Ellie es gratamente aturdida cuando Joss repite las mismas palabras que su padre pronunció cuando ella era niña. Cerca al final de la película, Ellie repite esas palabras a un grupo de escolares cuando se le pregunta si existe vida en el espacio.
Esta declaración triple obviamente intentaba ofrecer una prueba “lógica” para que, en vez de mirar a algún Ser sobrenatural que transciende el Universo, los seres humanos reconozcan que la única vida más allá del planeta Tierra son aquellas formas de vida que han evolucionado (como la nuestra) en otros planetas en galaxias lejanas. El materialista está forzado a seguir la suposición de Sagan: “debe existir vida en otro lugar en el Universo ya que no existe Dios. Si existe un Dios que creó la vida solamente en la Tierra, entonces Él fue culpable de un diseño teleológico pobre—crear un reino físico vasto que no tiene ningún propósito en absoluto—y por ende producir un reino casi infinito de “espacio desperdiciado”.
¡Pero espere! Hace mucho tiempo atrás la Biblia anticipó el escepticismo del astrónomo materialista. En la creación del Universo, Dios dijo: “Haya lumbreras en la expansión de los cielos para separar el día de la noche; y sirvan de señales para las estaciones, para días y años, y sean por lumbreras en la expansión de los cielos para alumbrar sobre la tierra” (Génesis 1:14,15). Las lumbreras que Dios hizo incluían las estrellas: “Y las puso Dios en la expansión de los cielos para alumbrar sobre la tierra, y para señorear en el día y en la noche, y para separar la luz de las tinieblas” (vss. 17,18). Una función muy específica de las estrellas que ocupan el espacio más allá de nuestro sistema solar es la iluminación (cf. Salmos 136:9). Estas son “portadoras de luz” (Keil y Delitzsch, 1976, 1:56; Leupold, 1950, p. 71).
Otro propósito específico de la inmensidad de espacio se ve en las declaraciones múltiples concernientes a la infinidad de Dios y la evidencia que señala Su existencia, Su gloria, Su eternidad y Su poder. Pablo afirmó muy confiadamente que “las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa” (Romanos 1:20). Es absolutamente increíble—y, según Pablo, inexcusable—que un ser humano racional contemple la magnitud del Universo y la inmensidad del espacio, y luego rechace la única explicación lógica y plausible para todo esto: Dios. En realidad, el ateísmo, la evolución y el humanismo son formas más sofisticadas del politeísmo que ha plagado la humanidad por miles de años. Moisés advirtió a los israelitas concerniente a estas mismas cosas: “No sea que alces tus ojos al cielo, y viendo el sol y la luna y las estrellas, y todo el ejército del cielo, seas impulsado, y te inclines a ellos y les sirvas; porque Jehová tu Dios los ha concedido a todos los pueblos debajo de todos los cielos” (Deuteronomio 4:19). La astronomía evolutiva asigna un valor desperdiciado para la inmensidad del espacio al postular que puede proveer a la humanidad con una explicación alternativa para la existencia de la vida—una explicación que carece de Dios. Cualquier proposición como ésta equivale a idolatría.
David también rindió homenaje a la gloria del Creador, como se puede notar en el majestuoso Universo que parece una sinfonía armoniosa que se escucha perpetuamente—veinticuatro horas al día:
Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Un día emite palabra a otro día, y una noche a otra noche declara sabiduría. No hay lenguaje, ni palabras, ni es oída su voz. Por toda la tierra salió su voz, y hasta el extremo del mundo sus palabras. En ellos puso tabernáculo para el sol; y éste, como esposo que sale de su tálamo, se alegra cual gigante para correr el camino. De un extremo de los cielos es su salida, y su curso hasta el término de ellos; y nada hay que se esconda de su calor (Salmos 19:1-6; cf. 74:16,17; 136:7,8).
Aparte de la evidencia reciente que confirma el movimiento del Sol a través del espacio (vea Thompson, 2001, p. 46), estos versículos reafirman el hecho que el Universo creado anuncia fuertemente la existencia del Hacedor del Universo. David también declaró: “¡Oh Jehová, Señor nuestro, cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra! Has puesto tu gloria sobre los cielos… Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú formaste, digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria…? (Salmos 8:1,3,4). Dios “extiende los cielos como una cortina” (Salmos 104:2). No es sorprendente que un filósofo a la altura de Immanuel Kant observara: “Dos cosas llenan la mente con admiración y asombro constante y creciente cuando reflejamos más a menudo y profundamente en esto: los cielos estrellados sobre mí y la ley moral dentro de mí” (citado en Geisler, 1983, p. 59).
Una tercera explicación bíblica para la creación del vasto Universo fue insinuada por Dios mismo en Su sermón que tenía el propósito de cambiar la actitud de Job: “¿Podrás tú atar los lazos de las Pléyades, o desatarás las ligaduras de Orión? ¿Sacarás tú a su tiempo las constelaciones de los cielos, o guiarás a la Osa Mayor con sus hijos? ¿Supiste tú las ordenanzas de los cielos? ¿Dispondrás tú de su potestad en la tierra?” (Job 38:31-33). Note los verbos que se usan para hacer referencia a la actividad de las constelaciones: atar, desatar, sacar y guiar. Observe también las “ordenanzas de los cielos” y su relación con la “potestad sobre la Tierra” (vea Gaebelein, 1988, 4:1037,1042). Estos versículos implican que los cuerpos celestes han sido organizados, afinados y regulados por el Creador para tener un propósito o propósitos más allá de nuestro entendimiento presente. El texto parece insinuar que el estado de la Tierra, con sus seres vivos, es de alguna manera afectado por los fenómenos de los cuerpos cósmicos. Así como la comprensión de los científicos ha sido escasa a través de los siglos en cuanto a muchas características del reino físico, y solo al final ellos han descubierto el significado que yace más allá de los fenómenos observables, nuestra comprensión actual del espacio es deplorablemente inadecuada para justificar un juicio apresurado de la intención y la teología que yace más allá de muchos fenómenos astronómicos.
Los evolucionistas tienen argumentos más estructurados para intentar sostener su postura ateística. (El argumento más fuerte, aunque refutable, es “el problema del mal”; Warren, 1972). El argumento del “espacio desperdiciado” es anémico, vergonzoso y casi no digno de refutación. Sin embargo, ya que se nos presentó este argumento, se debe recordar al cristiano los atributos insondables del Dios maravilloso que está por encima y más allá de este reino físico vasto. La inmensidad del Universo solo estimula a la mente racional a maravillarse de Aquel cuya trascendencia metafísica sobrepasa lo visible. En las palabras del salmista: “En la hermosura de la gloria de tu magnificencia, y en tus hechos maravillosos meditaré. Del poder de tus hechos estupendos hablarán los hombres, y yo publicaré tu grandeza” (145:5,6). “Él cuenta el número de las estrellas; a todas ellas llama por sus nombres. Grande es el Señor nuestro, y de mucho poder; y su entendimiento es infinito” (Salmos 147:4,5). Isaías secundó: “Levantad en alto vuestros ojos, y mirad quién creó estas cosas; él saca y cuenta su ejército; a todas llama por sus nombres; ninguna faltará; tal es la grandeza de su fuerza, y el poder de su dominio” (40:26).
REFERENCIAS
Bohlin, Ray (1998), “Contact: A Eulogy to Carl Sagan,” [En-línea], URL: http://www.probe.org/docs/contact.html.
Bohlin, Ray (2002), “Are We Alone in the Universe?”, [En-línea], URL: http://www.probe.org/docs/lifemars.html.
Gaebelein, Frank E., ed. (1988), The Expositor’s Bible Dictionary (Grand Rapids, MI: Zondervan).
Geisler, Norman L. (1983), Cosmos: Carl Sagan’s Religion for the Scientific Mind (Dallas, TX: Quest).
Keil, C.F. y F. Delitzsch (1976 reprint), Commentary on the Old Testament: The Pentateuch (Grand Rapids, MI: Eerdmans).
Leupold, Herbert C. (1950 reprint), Exposition of Genesis (Grand Rapids, MI: Baker).
Sagan, Carl (1997), Billions and Billions (New York: Random House).
Sagan, Carl (1985), Contact (New York: Simon and Schuster).
Sagan, Carl (1980), Cosmos (New York: Random House).
Sagan, Carl, ed. (1973), “Introduction,” Communication with Extraterrestrial Intelligence [CETI] (MIT Press).
Thompson, Bert (2001), In Defense of the Bible’s Inspiration (Montgomery, AL: Apologetics Press), second edition.
Warren, Thomas B. (1972), Have Atheists Proved There Is No God (Jonesboro, AR: National Christian Press).
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