El Registro Fósil Humano-¿Diverso o Distorsionado?
Esta es una pregunta legítima, una que debería ser hecha más a menudo. ¿Toman los paleontólogos en consideración las variaciones esqueléticas cuando reportan el “eslabón perdido” más reciente? Después de todo, cualquiera que se haya sentado en un cuarto con más de 200 individuos de varias edades, y de varias culturas, se da cuenta que los cráneos (y el tamaño del cuerpo) vienen en una variedad de formas. Pero, en ocasiones, los paleontólogos esperan ansiosamente colocar la próxima rama en el árbol evolutivo. Algunos de estos científicos demasiado diligentes han sido reprendidos por el paleontólogo de la Universidad de California (Berkeley), Tim White, durante su esfuerzo por refrenar la tendencia de los cazadores de fósiles por clasificar cada hallazgo como una especie nueva.
En la edición del 28 de marzo del 2003 de la revista Science, White escribió un artículo titulado “Early Hominids—Diversity or Distortion?” (“Homínidos Antiguos—¿Diversidad o Distorsión?”), en el cuál citó a dos ex profesores de Harvard—Ernst Mayr, quien una vez describió la taxonomía de un homínido como una “diversidad desconcertante de nombres”, y George Gaylord Simpson, quien lamentó “el caos de la nomenclatura antropológica” (White, 2003, 299:1994). White entonces señaló que muchos paleontólogos proclaman cada fósil nuevo como una evidencia de biodiversidad, apuntando por ende a un árbol homínido “frondoso”. Pero, como White señaló: “Aunque sea juzgado desde la evidencia fósil o desde las consideraciones zoológicas, la metáfora de un arbusto homínido antiguo parece muy inapropiado” (p. 1994). Él luego ofreció como un ejemplo el anuncio del verano pasado del cráneo homínido africano “Toumai” de Chad, el cual “fue recibido con entusiasmo como ‘la cima del iceberg de la diversidad taxonómica durante la evolución homínida 5-7 millones de años atrás’. El mismo autor incluso predijo un simio africano del Tardío Mioceno equivalente a la importancia del Burgess Shale. ¿Cómo pudo un único fósil de un periodo desconocido previamente garantizar tales reclamaciones?” (p. 1994, énfasis añadido).
Ciertamente ¿cómo pudiera hacerlo? ¿Cómo pueden los científicos hacer reclamaciones tan atrevidas con solo un espécimen, especialmente cuando se considera la variación normal encontrada en un cuarto de 200 personas? White preguntó:
A los fósiles homínidos nuevos se les dan rutinariamente nuevos nombres de especies tales como Ardipitecos ramidus, Australopitecos anamensis, Australopitecos garhi, y Homo antecesor. A la misma vez, los nombres abandonados hace mucho tiempo atrás tales como H. heidelbergensis y H. rodesiensis han sido recientemente resucitados. Los autores y publicadores de libros de texto ansiosamente adoptan estos taxones. Pero ¿refleja fielmente la nomenclatura resultante la diversidad de especies homínidas? (p. 1994).
Él luego hizo un enunciado que debería resonar a través de los corredores de la academia de la ciencia:
Para evaluar la importancia biológica de tales reclamaciones taxonómicas, nosotros debemos considerar la variación normal dentro de las especies biológicas. Los humanos (y presuntamente sus ancestros y familiares cercanos) varían considerablemente en su anatomía esquelética y dental. Tal variación está bien documentada y proviene de fuentes ontogénicas, sexuales, geográficas, e idiosincrásicas (individuales) [p. 1994, paréntesis en original, énfasis añadido].
El hecho es que, incluso dentro de nuestras propias familias, encontramos grandes variaciones.
White ha iniciado un ataque descomunal en contra de aquellos que son rápidos en nombrar especies nuevas. Una de las primeras bombas que él lanzó estuvo dirigida a la famosa familia Leakey (o, más exactamente, a la esposa de Richard Leakey, Meave). White cuestionó el patrimonio de un Keniantropos platyops (el “hombre de cara plana de Kenia”)—un fósil descubierto por Meave Leakey y sus colegas y reportado en la edición del 22 de marzo del 2001 de la revista Nature (vea Leakey, 2001). White cree que esto es justo un ejemplo más de que los científicos son demasiado rápidos en darnos un árbol familiar frondoso.
En un artículo titulado “Flat-Faced Man in Family Feud” (“El Hombre de Cara Plana en Enemistad Familiar”) expuesto en la parte de actualización de la revista Nature Science del sitio Web de Nature del 28 de marzo del 2003, Rex Dalton señaló que White cree que no fue la “geología, ni los genes” lo que “dieron al Hombre de Cara Plana su apariencia distintiva” (2003). En otras palabras, White sugiere que, con el tiempo, la roca de grano muy fino invadió las quebraduras diminutas en el cráneo y distorsionó su forma en una manera irregular. White ha visto el fósil Keniantropos, pero no lo ha estudiado en profundidad. Su explicación para la cara plana inusual está basada en cráneos de cerdos que, White remarcó, fueron “aplanados y reducidos por deformación geológica, no selección natural”. Y White no está solo en su declaración. Elwyn Simons, quien estudia evolución primate en la Universidad de Duke, coincidió: “La evidencia puede no sostener la descripción de un nuevo género” (como citado en Dalton, 2003).
Dalton señaló que Bernard Wood, un especialista en homínidos de la Universidad George Washington en Washington, D.C., está de acuerdo en que los procesos geológicos alteraron el cráneo. Dalton también señala que el equipo de Leakey sabía eso. Wood anotó que el verdadero asunto es si esa alteración afectó o no materialmente el cráneo como para que este luciera como un nuevo género (Dalton). White continuó observando:
Existen dos preguntas que deben ser hechas al considerar si el fósil constituye evidencia para la diversidad de especies homínidas antiguas. Primero, ¿son las diferencias morfológicas descritas de la clase A. anamensis al A. afarensis reales, o son estas simplemente obras de procesos de fosilización después de la muerte? Segundo, ¿yace la morfología supuestamente nueva fuera del rango esperado de la variación fenotípica de esta clase? (p. 1995).
Su primer punto es ilustrado en el artículo de la revista Science por una secuencia de fotos de cráneos de cerdos que casi cualquiera consideraría como especies distintas. Pero los expertos saben que todos los cráneos son de la misma especie. Los procesos geológicos, como resultado, distorsionaron los cráneos. Después del entierro, estos cráneos fueron aplastados, extrudidos y modificados de otra manera, algunas veces en maneras no-lineales y asimétricas. Al ilustrar su segundo punto, White mostró dos cráneos de chimpancés hembras modernas que lucían muy diferentes. Un cráneo era estrecho, el otro era ancho; un perfil tenía inclinación pronunciada, mientras que el otro era comprimido. Los dientes, los puentes de las cejas, el casquete y las cuencas del ojo eran muy diferentes—aunque pertenecían a la misma especie, y las especies eran incluso del mismo sexo. White remarcó: “Esta variación es normal en un sexo único de una especie existente; incluso existe más variación en otras especies de simios existentes” (p. 1995).
La frase “una foto habla como cien palabras” llega a la mente cuando uno lee el artículo del Dr. White de la revista Science. Los cráneos de cerdo están grandemente distorsionados, y los dos cráneos de bonobo muestran variación increíble. Las regiones craneales completas son diferentes entre los dos. Dado el factor de que nosotros sabemos que las condiciones geológicas distorsionan los fósiles, y dado el factor de que vemos mucha variación entre las especies, uno debe preguntarse, ¿cuántos “eslabones perdidos” han sido “creados” usando solamente un cráneo—un cráneo que fue dañado por condiciones geológicas, o que simplemente fue una variación humana?
REFERENCIAS
Dalton, Rex (2003), “Flat-faced Man in Family Feud,” Nature Science Update, [En-línea] URL: http://www.nature.com/nsu/030324/030324-10.html, March 28.
Leakey, Meave, et al. (2001), “New Hominin Genus from Eastern Africa Shows Diverse Middle Pliocene Lineages,” Nature, 410:433-440, March 22.
White, Tim (2003), “Early Hominids—Diversity or Distortion?,” Science, 299:1994-1996, March 28.
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