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El Papa, el Papado y la Biblia

George Bush dijo de él: “Cuando estás en su presencia dices para tus adentros: ‘He aquí un gran hombre, un verdadero líder’. Es un hombre de libertad, de fe, que sufre siempre que la Iglesia, o el hombre, es oprimido. Ocupará, con todo derecho, un puesto de privilegio en la historia de nuestro tiempo. Yo no soy católico, pero siento hacia él un profundísimo respeto y un sincero afecto” (como citado en Mirás, s.d.).

¿De quién habló el ex presidente de los Estados Unidos? Sin duda su comentario fue dirigido con referencia al recién-fallecido Karol Wojtyla, o más comúnmente conocido como el Papa Juan Pablo II. Habiendo sido considerado por 26 años como el “sucesor del apóstol Pedro”, y habiendo sido el heredero de un legado jerárquico interminable, Juan Pablo II fue el hombre que ha impactado los corazones de muchos católicos y de muchos otros religiosos. A su partida de esta vida, miles de adeptos se reunieron en la plaza de San Pedro en Roma para pagar tributo al Pontífice, mientras las campanas de los edificios católicos por toda la ciudad comenzaban a tañer (véase BBC News, 2005). Desde el pasado sábado dos de abril, los elogios de muchos allegados y simpatizantes se han dejado escuchar, y es casi seguro que esta situación continúe así por algún tiempo. Incluso el actual presidente de los Estados Unidos ha alzado su voz para declarar:

[…]el mundo ha perdido a un campeón de la libertad humana, y un siervo de Dios fiel y bueno ha sido llamado a casa. El Papa Juan Pablo II dejó el trono de San Pedro en la misma manera que ascendió a éste—como un testimonio a la dignidad de la vida humana (Bush, 2005, énfasis añadido).

De hecho, Juan Pablo II ha sido el integrante por muchos años del trono monopolizado de la Iglesia Católica—el Papado. Pero ¿qué es el Papado? ¿Existe alguna base escritural para esta institución católica? ¿Dejó Dios un legado de “cabezas eclesiásticas” en la tierra?

Independientemente de lo que opine la gente acerca de esta institución o de sus integrantes; independientemente de los elogios, bendiciones, insultos o condenaciones de muchos religiosos hacia esta orden eclesiástica, es mi deseo abrir las páginas de la Biblia, como también de la historia, para analizar si el Papado (juntamente con su larga lista de miembros) es una institución divina, o si simplemente debe ser calificada como de manufactura humana y no digna de honra.

LA PRESUNTA BASE BÍBLICA PARA EL PAPADO

Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella (Mateo 16:18).

Este es el versículo bíblico al que acude rápidamente el apologista católico para defender el fundamento del Papado. Sobre la interpretación arbitraria de este versículo—i.e, que Dios ha constituido a Pedro como “roca” de la iglesia y por ende a sus “sucesores”—la Iglesia Católica ha construido una estructura grandiosa con un solo hombre a la cabeza.

No obstante, para ser consecuentes con la verdad bíblica, debemos entender la diferencia entre los dos términos usados en Mateo 16:18. En referencia a Pedro, el Espíritu Santo registró el término griego petros, el cual denota una piedra que se puede mover son facilidad y lleva el sentido de nombre propio. En cambio, en referencia a la “roca”, el Espíritu Santo registró el término griego petra, el cual denota una masa de roca sólida (véase Vine, 1999, p. 663). Mientras que el término usado para Pedro hacía referencia al nombre en arameo que Jesús le había otorgado (Kepha, Juan 1:42), el término usado para “roca” hacía referencia al fundamento mismo de la iglesia—i.e, la confesión de Pedro que apuntaba a Cristo como Dios y Mesías (cf. Mateo 16:16).

La verdad bíblica de que el término “roca” fuera usado con referencia a Cristo mismo, no es solamente concluida de la etimología y el contexto de Mateo 16:16-19, sino ésta también es una verdad enseñada y conocida a través de toda la Biblia. Pedro, quien recibió las palabras de Jesús de primera mano, empleó el término griego petra con referencia a Cristo (1 Pedro 2:8, cf. Hechos 4:11). Sin duda, Pedro, más que ningún otro religioso de nuestro tiempo moderno, podría garantizar el significado puro del término usado por nuestro Señor.

El inspirado apóstol Pablo escribió a los corintios: “[…]y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo” (1 Corintios 10:4, énfasis añadido). La verdad es que, desde el Antiguo Testamento, la roca siempre fue Cristo, no Pedro. En Efesios 2:20 Pablo exhortó: “[…]edificados sobre el fundamento de los apóstoles, y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo” (énfasis añadido). En Lucas 20:17,18 Jesús dijo: “¿Qué, pues, es lo que está escrito: La piedra que desecharon los edificadores ha venido a ser cabeza del ángulo? Todo el que cayere sobre aquella piedra será quebrantado; mas sobre quien ella cayere, le desmenuzará” (cf. Mateo 21:42,44 y Marcos 12:10). En efecto, Jesús utilizó el rechazo de la roca por los edificadores, como muestra del rechazo de los líderes religiosos de Su tiempo hacia Su persona. Sin duda, quien puede decirnos con total veracidad a qué hace referencia el término “roca” es el mismo Jesús, quien lo utilizó y lo aplicó a Sí mismo.

Otro aspecto que considerar es el cumplimiento de la profecía dada por Jesús. Él dijo: “sobre esta roca edificaré mi iglesia” (Mateo 16:18). Si la “roca” hacía referencia a la confesión hecha por Pedro (Mateo 16:16) que revelaba la verdad de que Jesús era Dios y el Mesías esperado, sería entonces sobre esta verdad que la iglesia llegaría a ser edificada. En efecto, esta profecía halla su cumplimiento exacto cuando aprendemos que en Hechos 2:36 la verdad de que Jesús era Dios y Mesías es presentada una vez más como prólogo al nacimiento del cristianismo, y por ende, de la iglesia. Lo cierto es que no existe nada en el texto bíblico que implique el establecimiento de algún Papado sobre la Iglesia.

Finalmente, es importante recalcar que la idea (nacida por tradición) de que Pedro haya sido exaltado sobre los demás apóstoles—y por ende fuera el pionero del trono papal—es bíblicamente insostenible. Jesús invistió a Sus apóstoles con una misma autoridad (Mateo 28:18,19). Cuando los apóstoles del Señor disputaban sobre quién de ellos sería el mayor, Jesús les dio un claro mensaje: “Los reyes de las naciones se enseñorean de ellas…mas no así vosotros” (Lucas 22:24-26, énfasis añadido; cf. Mateo 18:1-5; Marcos 9:33-37; Lucas 9:46-48). En una segunda ocasión Jesús les dijo: “Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas…Mas entre vosotros no será así” (Mateo 20:25,26, énfasis añadido). Desafortunadamente existen aquellos hoy en día que se esfuerzan en contra del sentimiento cristiano para que alguna jerarquía sea evidente entre los apóstoles del primer siglo, ¡incluso cuando Jesús dijo que no sería así!

La verdad es que Pedro fue un apóstol como los demás apóstoles (2 Corintios 11:5; 12:11), y un hombre como los demás hombres (conllevando la palabra “hombre” serías implicaciones). Como hombre, Pedro nunca exigió algún trato especial o demandó muestras de adoración para su persona. Cuando Cornelio se postró delante de Pedro (cf. Hechos 10:25), éste le dijo: “Levántate, pues yo mismo también soy hombre” (Hechos 10:26, énfasis añadido). Con esta declaración Pedro aseveraba tres puntos muy importantes: (a) que él era también un hombre—es decir, igual a Cornelio; (b) que él era un hombre—es decir, como todos los hombres; y (c) que él era hombre—es decir, que no era Dios—y por ende, no merecía adoración. [Note la colocación del énfasis en las tres aseveraciones anteriores].

Pedro entendió con toda humildad las implicaciones de ser solamente un hombre. Pero los Papas, siendo solamente hombres como Pedro, aceptan que las multitudes se arrodillen delante de ellos, besen sus pies, se inclinen y les hagan reverencia—recibiendo así la adoración que no les corresponde. ¡Qué diferencia tan grande entre Pedro y sus supuestos sucesores! Ni siquiera el ángel de Dios permitió que Juan le demostrara adoración al arrodillarse delante de él (Apocalipsis 22:8,9). Uno solamente puede quedar pasmado al pensar: ¡Qué osadía tan grande pretender usurpar el lugar que le corresponde a Dios!

EL ORIGEN DEL PAPADO

Si Pedro no fue un Papa y la Biblia no registra tal jerarquía como el Papado, nace la pregunta: ¿Cuándo y cómo se originó el Papado?

Primeramente, cuando Cristo estableció Su iglesia, “constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores [i.e., obispos—MP] y maestros” (Efesios 4:11). Jesús nunca estableció un obispo sobre otros, sino Él estableció una orden ecuánime de servicio. Sin embargo, el hombre se desvió del patrón original de la Biblia en busca del poder, la honra, y la deificación. El primer indicio de esta deserción fue la distinción que se hizo entre los términos, obispos, ancianos y pastores—títulos que se usan intercambiablemente en la Biblia, e.g., Hechos 20:17,28; Tito 1:5,7; 1 Pedro 5:1,2, etc.—dando así la preeminencia al título de obispo. Pronto “el obispo” llegó a tener prominencia sobre no solamente una congregación, sino sobre una diócesis—congregaciones de un distrito o una ciudad completa (vea Miller, 1976, párr. 42).

Uno de los personajes que se aferró a la jerarquía de la iglesia por un solo hombre (i.e., “el obispo”) fue Ignacio de Antioquia. En su epístola a los efesios, él escribió:

Porque si en un período tan breve tuve tal trato con vuestro obispo, que no fue a la manera de los hombres sino en el Espíritu, cuánto más os felicito de que estéis íntimamente unidos a él como la Iglesia lo está con Jesucristo y como Jesucristo lo está con el Padre, para que todas las cosas puedan estar armonizadas en unidad… Por tanto tengamos cuidado en no resistir al obispo, para que con nuestra sumisión podamos entregarnos nosotros mismos a Dios (vea Epístolas de Ignacio, s.d.).

Más tarde, con la influencia de parte de Constantino haciendo del cristianismo una religión de “poder”, los obispos afianzaron e incrementaron sus prerrogativas. Muchos nuevos obispos (e.g., Dámaso, Siricio) lucharon por afirmar su posición jerárquica en la iglesia en Roma apelando a su “autoridad” inherente en su cátedra (vea Encuentra 2000-2004). En el 440 llegó al pontificado León I. Él se convirtió en un defensor ardiente de la supremacía del obispo de Roma sobre todos los demás obispos de Occidente. En su declaración al obispo de Constantinopla, dijo:

Constantinopla tiene su propia gloria y por la misericordia de Dios ha llegado a ser el asiento del imperio. Pero los asuntos seculares están basados en una cosa, y los asuntos eclesiásticos en otra cosa. Nada permanecerá que no esté establecido sobre la Roca que el Señor ha puesto en la fundación… tu ciudad es real pero no la puedes hacer Apostólica (Mattox, 1961, p. 139,140).

A mediados de septiembre del 590, Gregorio el Grande fue constituido obispo de Roma. Él se proclamó Papa y cabeza de la “iglesia universal”. Él se preocupó en todo por mantener la tradición petrina; y para el final de su pontificado, la teoría de la primacía de Pedro y del obispo de Roma como su sucesor y cabeza universal de la iglesia fue definitivamente establecida (Mattox, 1961, p. 140). Finalmente, con la aparición de Bonifacio III en el trono episcopal el 19 de febrero del 607, quedó establecido (por declaración suya) que el único obispo universal fuera el de Roma—por ende, el único Papa. Bonifacio III, quien solamente vivió menos de un año después de su elección, dejó al mundo de la religión católica con muchos otros obispos más quienes compitieron enérgicamente en la “carrera interminable por la supremacía” conocida como el Papado.

LA PRESUNTA INFALIBILIDAD DEL PAPADO

Una de las doctrinas más atesoradas del Papado romano es aquella de la infalibilidad. En otras palabras la infalibilidad quiere decir que el Papa no se equivoca (o no debería equivocarse) en asuntos espirituales. El catolicismo argumenta que cuando el Papa habla como jefe de la iglesia universal ejerciendo su “suprema” autoridad, no se puede equivocar.

Esta doctrina (i.e., la infalibilidad papal) fue establecida en 1870 por el Papa Pio IX. A la luz de la aparición reciente de esta doctrina, surge la pregunta ¿qué hay de los demás Papas que ejercieron el poder antes de 1870? La respuesta puede ser presentada como sigue:

[…]un dogma es una verdad eterna que la Iglesia no inventa sino que ‘descubre’, por lo cual, sin embargo, todos los otros papas han estado sujetos a él sin saberlo (Infalibilidad, s.d., énfasis añadido).

No obstante, la historia habla alto en contra de esta doctrina. Por ejemplo, el Papa Honorio I (625) cargó (después de muerto) por muchos años con el título de “hereje” por haber estado de acuerdo con la doctrina monotelista (doctrina que admitía dos naturalezas en Cristo, pero solo una voluntad divina). Éste fue censurado por el sexto concilio ecuménico, y luego por el séptimo y el octavo (Constantinopla III, 680; Nicea II, 787; y Constantinopla IV, 869). El Papa León II reconoció el error doctrinal de Honorio, y por muchos siglos los Papas, en su entronización, tuvieron que jurar que “rechazarían la herejía cuyo fermento había introducido Honorio” (vea Hermosillo, s.d). Otro Papa, Eugenio IV (1431) condenó a Juana de Arco a la hoguera por haberla considerado una practicante de brujería; aunque, Benedicto XV la canonizó como Santa el 16 de mayo de 1920 (vea Infalibilidad Papal, s.d.). Otros Papas como Pablo III, Pablo IV, Sixto IV, Pio IX, etc. autorizaron, promovieron, incitaron y reforzaron la “Santa” Inquisición por la cual el fallecido Papa Juan Pablo II ha tenido que pedir perdón mundialmente.

El mismo Juan Pablo II (1978-2005) ha dado un golpe mortal a la doctrina de la infalibilidad. En contra de las declaraciones de otros Papas y de la misma doctrina católica, este Papa ha declarado lo siguiente:

  1. El Espíritu de Cristo usa otras iglesias y comunidades eclesiásticas como medio de salvación (1979, 4.32).
  2. La gente fuera de la Iglesia Católica y el Evangelio puede obtener salvación por la gracia de Cristo (1990, 1.10).
  3. La gente puede salvarse al vivir una vida moral buena, sin conocer nada acerca de Cristo y la Iglesia Católica (1993, 3).
  4. Existe santificación fuera de los límites de la Iglesia Católica (1995, 1.12).
  5. Los mártires de cualquier comunidad religiosa pueden encontrar la gracia extraordinaria del Espíritu Santo (1995, 3.84).

Además, en cuanto al concepto erróneo de la evolución orgánica, el 22 de octubre de 1996, el Papa Juan Pablo II declaró que “el conocimiento reciente ha guiado al reconocimiento de la teoría de la evolución como más que una hipótesis” (vea “John Paul II”, 1996). Pero si se debe considerar a la evolución como más que simplemente una hipótesis, ¡Adán desaparece! En el fondo, ¿se pudiera decir, como los católicos alegan, que la humanidad porta el pecado del primer hombre? ¿No se debería decir, en cambio, que la humanidad porta el “pecado” del último primate del que “descendemos” (¡como si los primates pudieran pecar!)? Muchos otros ejemplos podrían ser dados, pero con seguridad los pocos puntos mencionados en este pequeño estudio muestran evidencia suficiente para descartar la doctrina romana. Ciertamente la doctrina de la infalibilidad papal ha hecho, y continua haciendo, que muchos acepten falsas doctrinas como el pecado original, la asunción de María, la canonización de los santos, la “factualidad” de la evolución, y hasta la misma infalibilidad papal—doctrinas que carecen completamente de todo fundamento bíblico e histórico.

Lo cierto es que cuando Pio IX declaró que el Papa era infalible, con esta misma “infalibilidad” que pretendió poseer, dio su sello final de aprobación “infalible” para su declaración acerca de la infalibilidad. Aunque esto parezca un lío de palabras, esto es lo que verdaderamente sucedió. Sin embargo, mientras que Pio IX declaró que el Papa era infalible, Adriano VI (otro Papa presuntamente infalible), declaró en 1523:

Queda por encima de toda duda que un Papa puede errar aun en asuntos tocantes a la fe. Él hace esto cuando enseña herejía por juicio o decreto propio. En verdad, muchos pontífices romanos fueron herejes (Sapia, 2000, énfasis añadido).

Así que, el catolicismo llega a un conflicto en que dos Papas, presuntamente poseedores de una misma “infalibilidad”, aseveran lo contrario. ¿Cómo pudo un Papa, supuestamente infalible, condenar su propia infalibilidad y la de los otros? Si Pio IX estuvo en lo correcto, Adriano VI se equivocó; y si uno se equivocó, entonces ninguno puede ser infalible ya que la doctrina de la infalibilidad involucra a todos los Papas. Por tanto, a la única conclusión que podemos llegar por la historia de los Papas y sus evidentes contradicciones es que, la doctrina de la infalibilidad papal es inequívocamente falsa.

CONCLUSIÓN

Las páginas de la vida de un integrante más del Papado han sido escritas, terminadas, y cerradas. Sus fieles seguidores lloran; pronto, un nuevo Papa será levantado. Algunos cardenales seleccionados carentes de “infalibilidad” se reunirán en un cuarto (conclave) y emitirán sus votos secretos (vea conclave, 1908). Si todo sale como planeado, un nuevo Papa “infalible” será el resultado del voto de los falibles. “¿Quién será el nuevo Papa?”, mucha gente se pregunta. Sin embargo, en este momento de algarabía noticiera, pesar católico y suspenso internacional, mucha gente pasa de largo sin escuchar el grito intenso de la Biblia por deshacer la jerarquía humana que la apostasía ha erigido.

La verdad es que solo existe una Cabeza sobre la iglesia (i.e., Cristo, Efesios 1:22,23). Así también, solo existe una roca como fundación de la iglesia (i.e., Cristo, 1 Corintios 3:11). Poner otra roca (i.e., otro fundamento) que la que está ya puesta, es edificar en terreno inestable. Poner otra roca que la que está ya puesta, es edificar sobre fundamentos de hombres. Poner otra roca que la que está ya puesta, sería usurpar el lugar reservado para Cristo.

Nosotros solamente podemos decir que no existe fundamento o base bíblica para defender la existencia de un Papado. La roca—Cristo—no debe ser desechada para poner en su lugar fundamentos humanos. Los que lo hacen, construyen sobre fundamento inestable que un día colapsará. Con Pablo, los fieles cristianos podemos declarar confiados: “Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo” (1 Corintios 3:11, énfasis añadido).

REFERENCIAS

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Bush, George (2005), President’s Statement on the Death of Pope John Paul II, [En-línea], URL: http://www.whitehouse.gov/news/releases/2005/04/20050402-4.html.

Conclave (1908), The Catholic Encyclopedia, Volume IV, [En-línea], URL: http://www.newadvent.org/cathen/04192a.htm.

Encuentra (2000-2004), El Primado Absoluto de Roma, [En-línea], URL: http://www.encuentra.com/includes/documento.php?IdDoc=1026&IdSec=224.

Epístolas de Ignacio (sine data), Epístola a los Efesios, [En-línea], URL: http://escrituras.tripod.com/Textos/EpIgnacio.htm.

Hermosillo, Legión de María (sine data), Honorio (625-638 d.C.), [En-línea], URL: http://www.legionhermosillo.com.mx/honoriopapa.html.

Infalibilidad (sine data), Infalibilidad Papal: Otro becerro de Oro, [En-línea], URL: http://www.angelficom/ego/pdf/sp/lp/infalibilidad-papal.html.

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Mattox, F.W. (1961), The Eternal Kingdom, (Gospel Light Publishing Co. Delight, Arkansas).

Miller, Jule L. (1976), Historia de la Iglesia del Señor, (Gospel Services Inc., Houston, Texas).

Mirás, Eduardo V. (sine data), ¿Qué Dicen de Juan Pablo II?, George Bush, [En-línea], URL: http://www.aciprensa.com/juanpabloii/dicenjp.htm.

Sapia, Daniel (2000), Infalibilidad Papal. Quien, Cuando y Por qué se Promulgó, [En-línea], URL: http://www.conocereislaverdad.org/infalibilidadpapal.htm.

Vine, W.E. (1999), Diccionario Expositivo de Palabras del Antiguo y Nuevo Testamento Exhaustivo, (Colombia, Editorial Caribe, Inc.).


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