El Más Allá y la Biblia
Es muy fácil que los seres humanos vivamos como si estaríamos aquí por siempre. A veces, nos enfrentamos a la muerte cuando un ser querido o un amigo fallece. Pero la esencia de la vida diaria nos facilita ignorar la realidad de la muerte y la seguridad de la existencia más allá de la tumba. Existen numerosas ideas en el mundo concernientes a la vida después de la muerte—desde la aniquilación hasta la reencarnación. El islamismo habla del “paraíso” mientras que el catolicismo habla del “purgatorio”. Aunque la Biblia no responde a todas nuestras preguntas, habla de una manera definitiva y decisiva en cuanto al más allá.
La Biblia enseña que los seres humanos son criaturas compuestas. Los humanos poseen un cuerpo que está compuesto de elementos físicos que fueron hechos del “polvo de la tierra” (Génesis 2:7). A diferencia de los animales, los humanos también poseen una dimensión espiritual, hecha a la propia imagen de Dios, y que trasciende al cuerpo y a la vida física en la Tierra (Génesis 1:26,27). Dios coloca en toda persona prenatal en la concepción un espíritu que transforma a cada individuo en una personalidad única que sobrevivirá la muerte física, y que vivirá en inmortalidad por toda la eternidad (Zacarías 12:1). A la muerte, el espíritu se separa del cuerpo y sigue existiendo en una condición consciente en el reino espiritual (Génesis 35:18; 1 Reyes 17:21,22). Por ende la Biblia define a la “muerte” como “separación”—no “extinción” o “aniquilación” (Thayer, 1901, p. 282; Vine, 1940, p. 276). Ya que “el cuerpo sin espíritu está muerto” (Santiago 2:26), cuando el espíritu se separa del cuerpo de una persona sucede la muerte física del cuerpo. Pero ¿qué acerca del espíritu?
La descripción más clara de la existencia más allá de la muerte física se ve en Lucas 16:19-31. En este relato, se dice que dos hombres murieron. Los ángeles transportaron a Lázaro después de muerto. El cuerpo del rico fue sepultado—pero su persona llegó al Hades donde comenzó a ser atormentado en llamas. El hombre rico pudo ver y reconocer a Lázaro y Abraham. Abraham hizo referencia a la existencia antigua del rico como “tu vida” (vs. 25). Abraham clarificó que los lugares donde se encontraban eran irrevocables. Los hermanos del hombre rico todavía estaban en la casa de su padre en la Tierra. El ruego del hombre rico para enviar a Lázaro a sus familiares que estaban vivos requeriría que Lázaro se “levantare de los muertos” (vs. 31).
Observe que Lucas 16 describe al Hades como un lugar que incluye dos regiones: una para los justos que han muerto y otra para los injustos que han muerto. Se hace referencia al primero como el “seno de Abraham” (lo cual significa “cerca” o “en la presencia de” Abraham—cf. Juan 1:18). Jesús hizo referencia a este lugar como el “paraíso” (Lucas 23:43; cf. Hechos 2:25-34). El término “paraíso” es de origen persa, y hace referencia a “un área o terreno espléndido, tierra de caza, parque, que tiene sombra y mucho agua” (Thayer, 1901, p. 480). Los judíos usaban este término para hacer referencia a “un huerto, una tierra de placer, una arboleda, un parque”, y llegó a aplicarse a la parte del Hades donde se pensaba que “era la morada de las almas de los justos hasta la resurrección” (p. 480). La Biblia usa esta palabra en tres sentidos diferentes. (1) Se usa en la Septuaginta (Génesis 2:8,9,10,15,16; 3:2,3,4,9,11,24,25), la traducción griega del Antiguo Testamento, para hacer referencia al Huerto del Edén en la Tierra donde Adán y Eva vivieron (Septuagint, 1970, pp. 3-5). Normalmente se traduce como “huerto” en las versiones en español. (2) En un libro muy figurativo del Nuevo Testamento (Apocalipsis 2:7), se usa para hacer referencia a la morada final de los salvos, i.e., el cielo. (3) Se usa en conexión con el reino del Hades.
Mientras que Jesús, el ladrón en la cruz y Lázaro fueron al lugar del paraíso en el Hades, el hombre rico fue a un área desagradable que implica el tormento y la llama—tartarosas, o tártaro (2 Pedro 2:4; Judas 6). Los ocupantes allí esperan “el juicio del día final”. Por ende, el Hades es un reino temporal que será destruido en el Juicio (Apocalipsis 20:13,14).
Dios da a las personas solamente sus vidas terrenales para preparar sus espíritus para la morada eterna (Hebreos 9:27). Cuando alguien muere, su cuerpo va a la tumba, pero su espíritu entra al reino del Hades para esperar el Juicio Final. A la Segunda Venida de Cristo, todos los espíritus saldrán del Hades y resucitarán en cuerpos inmortales (Juan 5:28,29; 1 Corintios 15:35-54). Entonces todos se presentarán delante de Dios en el Juicio, recibirán la declaración de su sentencia eterna, y serán enviados al cielo o al infierno por toda la eternidad.
REFERENCIAS
Septuagint Version of the Old Testament (1970 reimpresión), (Grand Rapids, MI: Zondervan).
Thayer, J.H. (1901), A Greek-English Lexicon of the New Testament (1977 reimpresión), (Grand Rapids, MI: Zondervan).
Vine, W.E. (1966 reimpresión), An Expository Dictionary of New Testament Words (Old Tappan, NJ: Revell).
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