El Ladrón en la Cruz
Muchos son los que desechan el bautismo en agua como un requisito esencial para la salvación sobre el fundamento de que “el ladrón en la cruz no fue bautizado”. La idea es que ya que el ladrón estaba suspendido en la cruz cuando Jesús le dijo, “hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23:43), él fue declarado salvo por Cristo sin que se le requiera ser bautizado. Como un predicador bien conocido lo declaró, “No había agua dentro de 10 millas de la cruz”. Por favor, considere dos observaciones importantes.
Primero, el ladrón pudo haber sido bautizado antes de estar en la cruz. Esta conclusión es sustentada por evidencia escritural considerable (Mateo 3:5,6; Marcos 1:4,5; Lucas 3:21; 7:29,30). Si él hubiera sido realmente bautizado, hubiera sido bautizado con el bautismo administrado por Juan el bautista. El bautismo de Juan era temporal (i.e., en vigencia solamente durante su ministerio personal, terminando a la muerte de Cristo). Sin embargo, incluso el bautismo de Juan era “para perdón de pecados” (Marcos 1:4) y, por ende, era esencial para la salvación de aquellos a quienes era dirigido. El bautismo de Juan, como el administrado por Jesús mientras que Él estaba en la Tierra (Juan 3:22,26; 4:1,2), fue único y temporal. Este fue solamente dirigido a los judíos, y solamente a los judíos que habitaban en las proximidades de Jerusalén y Judea. Este estuvo diseñado a preparar al pueblo judío para la llegada del Mesías. Pero el bautismo de Juan no debe ser confundido con el bautismo del Nuevo Testamento que es dirigido a todos y que no entró en vigencia sino hasta después de la cruz de Cristo. Si el ladrón era judío, y si él ya se había sometido al bautismo de Juan, no hubiera habido necesidad de que él fuera re-bautizado. Él simplemente hubiera necesitado arrepentirse de su hurto post-bautismo y reconocer sus pecados—lo cual el texto indica claramente que él hizo.
Segundo, y más importante, el asunto real está relacionado a una característica extremadamente crucial de la interpretación de la Biblia. Esta característica hermenéutica es tan importante que, si una persona no la comprende, su esfuerzo por clasificar la enseñanza de la Biblia, para llegar a conclusiones correctas, será inevitablemente obstaculizado. Este principio fue enfocado por Pablo cuando escribió a Timoteo y le dijo que él debía “usa[r] bien la palabra de verdad” (2 Timoteo 2:15). En otras palabras, si alguien simplemente toma la Biblia completa—todos los 66 libros—y la trata como si todo lo que es dicho se aplica directamente e igualmente a todos, su esfuerzo por estar en armonía con la Palabra de Dios será inútil y vano. Por ejemplo, si una persona va a Génesis 6 y lee que Dios instruyó a Noé a construir una barca, y si esta persona no estudiara lo suficiente como para determinar si tal instrucción se aplicara a sí mismo, esta persona terminaría construyendo su propio bote—¡pensando todo el tiempo que Dios quería que hiciera eso! La Biblia está literalmente llena de mandamientos, instrucciones y requerimientos que no fueron proyectados a ser duplicados por la gente de hoy. ¿Prohíbe Dios que usted o yo comamos de cierto fruto (Génesis 2:17; 3:3)? ¿Debemos abstenernos de guisar un cabrito en la leche de su madre (Éxodo 23:19)? ¿Quiere Dios que usted o yo ofrezcamos a nuestro hijo como un sacrificio ardiente (Génesis 22:2)? ¿Somos mandados a dejar nuestra tierra y nuestra parentela (Génesis 12:1)? Hablando acerca del Nuevo Testamento, ¿quiere Dios que venda todo lo que tiene y lo de a los pobres (Mateo 19:21)? ¿Espera Dios que usted deje todo, deje de trabajar y se dedique tiempo completo a buscar lo espiritual (Mateo 4:20; 19:27; Marcos 10:28; Lucas 5:28)? ¿Quiere Dios que usted “procure los dones espirituales” (1 Corintios 14:1), i.e., busque poseer habilidades milagrosas? El punto es que toda la Biblia se aplica a toda la raza humana. Sin embargo, se necesita estudio cuidadoso y diligente para determinar cómo se aplica la Biblia. Nosotros debemos entender la distinción bíblica entre la aplicación de principios bíblicos y los detalles específicos.
Entonces, aquí está el punto central que se relaciona a la importancia del ladrón en la cruz: Comenzando en la Creación, todos los seres humanos fueron responsables delante de las leyes de Dios que les fueron dadas en ese tiempo. Los estudiantes de la Biblia comúnmente llaman a este periodo de tiempo la Dispensación Patriarcal. Durante este periodo, el cual duró desde la Creación hasta el tiempo de la cruz, los no-judíos estaban sujetos a un conjunto de legislaciones transmitidas por Dios a través de los padres de los grupos de familia (cf. Hebreos 11:1). En aproximadamente el 1500 a.C., Dios sacó a los descendientes genéticos de Abraham de la esclavitud de Egipto, los tomó al desierto del Sinaí, y les dio su propio código de ley (la Ley de Moisés). Los judíos estuvieron sujetos a ese conjunto de información legal desde ese tiempo hasta que este, también, fue anulado en la cruz de Cristo. Los siguientes pasajes sustentan estas aseveraciones: (Mateo 27:51; Romanos 2:12-16; Gálatas 3:7-29; Efesios 2:11-22; Colosenses 2:11-17). El libro de Hebreos aborda este tema extensamente. Para ir al meollo del asunto rápidamente, lea especialmente Hebreos 9:15-17. Cuando uno “usa bien la palabra de verdad”, se da cuenta que la Biblia enseña que cuando Cristo murió en la cruz, la ley mosaica, y la ley patriarcal llegaron a su fin. En este tiempo, todos los seres humanos en el planeta llegaron a ser responsables a la ley de Cristo (cf. Gálatas 6:2). La ley de Cristo consiste estrictamente de la información que está proyectada a estar en vigencia después de la muerte de Cristo. Esto incluye algunas de las cosas que Jesús y Sus discípulos enseñaron mientras que Él estaba todavía en la Tierra. Pero con respecto a lo específico de la salvación, uno debe ir a Hechos 2 y al resto del Nuevo Testamento (especialmente el libro de Hechos) para determinar lo que uno debe hacer hoy en día para ser salvo. Comenzando en Hechos 2, el nuevo pacto de Cristo tomó efecto y cada individuo que respondía correctamente a la predicación del evangelio fue bautizado en agua para ser perdonado de los pecados por la sangre de Cristo. Cada detalle de la conversión del individuo no es siempre mencionado, pero una lectura detenida del libro de Hechos demuestra decisivamente que la inmersión en agua fue un requisito esencial para el perdón, juntamente con la fe, el arrepentimiento y la confesión de la deidad de Cristo (Hechos 2:38,41; 8:12,13,16,36-38; 9:18; 10:47,48; 16:15,33; 18:8; 19:5; 22:16).
El ladrón en la cruz no estaba sujeto al mandamiento del Nuevo Testamento de ser bautizado en la muerte de Cristo (Romanos 6:3,4), exactamente como Moisés, Abraham y David no eran responsables ante esto. Todos ellos vivieron antes de la cruz y bajo diferentes códigos de ley. Ellos no pudieron haber sido bautizados en la muerte de Cristo—¡porque Él todavía no había muerto! El establecimiento de la iglesia de Cristo y el estreno de la religión cristiana no ocurrieron sino hasta después de la muerte de Cristo, en el día de Pentecostés en el año 30 d.C. en la ciudad de Jerusalén (Hechos 2). Una evaluación honesta y exacta de la información bíblica nos fuerza a concluir que el ladrón en la cruz no es un ejemplo apropiado de cómo la gente debe ser salva en este otro lado de la cruz.
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