Menu

El Escritor Ciego

En la lógica, la Ley de la Teleología afirma que “donde existe diseño, debe existir un diseñador”—un punto reconocido por incrédulos (vea Ricci, 1986, p. 190). Por ende, incluso los no-creyentes han reconocido que el argumento del diseño es un arma para tomar en cuenta en el arsenal de la apologética.

Una de las presentaciones más influyentes del argumento del diseño fue hecha por el teólogo inglés William Paley en su trabajo, Natural Theology (Teología Natural), en 1802. Justo en el primer párrafo de su célebre tratado, Paley sostuvo que si alguien estuviera caminando a través de un área de desechos y se encontrara con una piedra él pudiera, sin evidencia contraria, suponer que ésta piedra simplemente estuvo allí por siempre. Por otro lado, si alguien tropezara con un reloj, debido al factor de que el reloj tuviera partes integradas que se mueven simultáneamente con el propósito de marcar el tiempo, él estaría forzado a concluir que este objeto no fue un accidente; en cambio, que este fue diseñado, y por tanto tuvo un diseñador. Paley entonces procedió a argumentar, por analogía, que el diseño aparente en la naturaleza era evidencia de un Gran Diseñador, a saber, Dios.

Se han hecho numerosos intentos por negar la fuerza de la lógica de Paley. Tal vez uno de los más importantes de estos—a lo menos en nuestra época—ha sido el trabajo del científico británico, Richard Dawkins, quien se ha auto-descrito como “un ateo completamente militante, con un grado considerable de hostilidad activa hacia la religión” (como citado en Bass, 1990, p. 86). Dawkins, un profesor en comportamiento animal en la Universidad de Oxford, ha alcanzado un grado de fama por los varios libros que ha escrito. En 1976, él escribió The Selfish Gene (El Gen Egoísta), en el cual estableció su teoría del determinismo genético (aunque él negaría tal designación). Parecido al concepto de E.O. Wilson acerca de la “sociobiología”, este intenta explicar el comportamiento animal/humano en un fundamento estrictamente genético. Los genes, Dawkins ha sostenido, son la clave para entender el comportamiento animal. Pero ¿no son los hombres animales, de acuerdo a la teoría evolutiva? Sí, pero para escapar de la consecuencia lógica de su argumento (que sugiriera que ya que el hombre es un animal, él no es responsable de su comportamiento), se reclama que los humanos, en su progreso evolutivo, se han liberado de los genes que les programan.

Dawkins se ha jactado de que su trabajo trae a casa la realidad de la explicación despiadada y mecanicista de la existencia humana. “Usted no tiene valor. Usted está aquí para propagar sus genes egoístas. No existe propósito superior para la vida” (Bass, 1990, p. 60). Dawkins ha admitido que él está complacido que, por leer su libro, la gente está “perdiendo la fe religiosa” (Bass, 1990, p. 60). Según Dawkins, “la religión es en gran parte un enemigo de la verdad” (Bass, 1990, p. 87). Él ha descrito a la idea de que el hombre fue creado por Dios como una “blasfemia” con la cual los ateos “tienen que pelear” (como citado en Watson, 1987, p. 11).

En 1986, el Dr. Dawkins escribió otro libro significante, The Blind Watchmaker (El Relojero Ciego), en el cual intentó negar la influencia generalizada del trabajo de Paley. Dawkins declaró a grandes voces que el intento del libro era negar la influencia de Paley porque el “diseño aparente” que es característico de las criaturas de la Tierra “gime por una explicación” (p. ix). Él incluso definió la biología como “el estudio de cosas complicadas que dan la impresión de haber sido diseñadas para un propósito” (p. 1). Sin embargo, según Dawkins, la evolución—con su proceso inconsciente y automático llamado “selección natural”—es el relojero ciego detrás del maravilloso mundo de organismos vivientes. Desde luego, Dawkins reconoce que el sustituir la evolución ciega por un Creador Inteligente como una explicación para el “diseño aparente” sobre la Tierra es una tarea formidable. Por ende, su intento por preparar las mentes de sus lectores para esta aventura propagandista es muy interesante.

Primero, el profesor se quejó de que el “darvinismo está más necesitado de defensa que las verdades similarmente establecidas en otras ramas de la ciencia” (p. xi). Lo que él pretende decir es esto: mientras que en la ciencia genuina ciertas verdades/leyes son demostrables, y por ende son muy evidentes, este no es el caso con la evolución. Por tanto, ¡la evolución debe tener una defensa especial!

Segundo—increíblemente—Dawkins frustradamente dice: “Es casi como si el cerebro humano fuese especialmente diseñado para entender mal el darvinismo, y encontrarlo difícil de creer” (p. xi, énfasis añadido). Eso es completamente correcto, ya que el cerebro humano fue diseñado para pensar lógicamente, y la teoría evolutiva no es lógica. No es razonable suponer que el caos dio origen al orden, que lo irracional produjo lo racional, que lo no-viviente evolucionó en lo viviente, que lo inconsciente llegó a ser consciente, que lo amoral desarrolló moralidad, etc. El simple hecho es que la gente no acepta la evolución porque sea lógica; en cambio, ¡muchos creen en ésta porque tienen intereses personales para no querer reconocer al Creador!

Las sagradas Escrituras describen vivamente a aquellos que rechazan tener a Dios en su conocimiento, en efecto, a aquellos de quienes sus corazones necios están entenebrecidos (Romanos 1:21,28). Algunos de ellos incluso han escrito libros, pero ellos son escritores ciegos que rechazan la evidencia obvia.

REFERENCIAS

Bass, Thomas (1990), “Interview with Richard Dawkins,” Omni, 12[4]:58-60,84,86-89, January.

Dawkins, Richard (1986), The Blind Watchmaker (New York: W.W. Norton).

Ricci, Paul (1986), Fundamentals of Critical Thinking, (Lexington, MA: Ginn Press).

Watson, David C.C. (1987), “A Reply to Richard Dawkins,” Origins, pp. 10-11, May.


Published

A copied sheet of paper

REPRODUCTION & DISCLAIMERS: We are happy to grant permission for this article to be reproduced in part or in its entirety, as long as our stipulations are observed.

Reproduction Stipulations→