El Código Da Vinci y la Deidad de Cristo
En la novela mejor vendida, El Código Da Vinci, el personaje conocido como Don Leigh Teabing “ilumina” a uno de los personajes principales de la historia, Sophie Neveu, acerca de una cantidad de asuntos que yacen en el corazón del cristianismo. Uno de los temas que él aborda con esta joven criptógrafa del gobierno francés es la deidad de Cristo. Según Teabing, hasta el Concilio de Nicea en 325 d.C.,
Jesús era visto por Sus seguidores como un profeta mortal…un hombre grande y poderoso, no obstante un hombre. Un mortal… El establecimiento de Jesús como “Hijo de Dios” fue propuesto oficialmente y elegido en el Concilio de Nicea… Al aprobar oficialmente a Jesús como el Hijo de Dios, Constantino transformó a Jesús en una deidad que existía más allá del alcance del mundo humano, una entidad cuyo poder no era retado (Brown, 2003, p. 233, itálicas en original, énfasis añadido).
Constantino ascendió el estatus de Jesús casi cuatro siglos después de la muerte de Jesús… Constantino comisionó y financió una nueva Biblia, la cual omitía aquellos evangelios que hablaban de los rasgos humanos de Cristo y adornó a los evangelios que le hacían como Dios (p. 234, itálicas en original, énfasis añadido).
Sin duda, millones de lectores han examinado estas palabras y han meditado acerca de su veracidad. ¿Estaba el “cuentista experto” Dan Brown simplemente tratando de vender libros con tales enunciados, o debemos considerar estas palabras del personaje ficticio Don Leigh Teabing como verdades absolutas e históricas? ¿Era Jesús considerado simplemente como un hombre antes de Su supuesta transformación por Constantino en el Concilio de Nicea en 325 d.C.? O ¿fue Él considerado desde el comienzo de la era cristiana como Dios en la carne por los escritores inspirados y los primeros discípulos?
Es difícil descifrar dónde Dan Brown incluye hechos históricos en su novela y dónde simplemente incluye información para entretener e impactar. Ya que Brown incluye una página de “HECHOS” al comienzo de su libro que alega, “Todas las descripciones de ilustraciones, arquitectura, documentos y rituales secretos en esta novela son exactos” (2003, p. 1, énfasis añadido), uno llega a pensar profundamente desde el comienzo del libro que cuando se mencionan documentos tales como los manuscritos del Nuevo Testamento, Brown (a través de sus personajes ficticios) debe estar diciendo la verdad. El problema es que mucho de lo que él dice acerca del cristianismo, especialmente acerca de la naturaleza de su fundador—Jesús—es deplorablemente erróneo.
Primero, el profeta del Antiguo Testamento, Isaías, escribió de la deidad del Mesías venidero 1,000 años antes del tiempo de Constantino. Isaías predijo: “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz” (Isaías 9:6, énfasis añadido). Isaías también profetizó el nacimiento virginal del Mesías, y que Su nombre sería “Emmanuel” (7:14), que significa “Dios con nosotros” (Mateo 1:23, énfasis añadido). Los primeros cristianos tenían acceso a estas Escrituras judías, incluso en el lenguaje griego (i.e., la Septuaginta), las cuales podían consultar concerniente a la humanidad y deidad de Cristo. De hecho, a finales del segundo siglo d.C., Ireneo citó Isaías 9:6 en defensa de la divinidad de Jesús (vea Irenaeus, 3:19).
Segundo, cuando Jesús vino a la Tierra en forma humana en el primer siglo, hizo referencia repetidamente a Su naturaleza divina. El hecho que Él clamara ser el Mesías (Marcos 14:61,62), es prueba suficiente, ya que según el Antiguo Testamento, el Mesías sería llamado “Dios Fuerte”. Jesús también clamó ser “Uno” con el Padre (Juan 10:30), y que “todos honren al Hijo como honran al Padre” (Juan 5:23). Él aceptó adoración una y otra vez (Mateo 14:33; Juan 9:38; Lucas 24:52), la cual solo Dios merece (Mateo 4:10)—no los simples seres humanos (Hechos 12:23; 14:8-18; cf. Hebreos 1:6). Ciertamente, Jesús vino del cielo (Juan 3:13; 6:33,38,41) y ascendió de regreso al cielo para sentarse a la diestra del Padre (Mateo 26:64; cf. Salmos 110:1).
Pero en El Código Da Vinci, el historiador Don Leigh Teabing alega que tales enunciados como estos, los cuales aluden a la divinidad de Jesús, fueron “adornados” por Constantino en 325 d.C. para hacer a Cristo “como a Dios” (p. 234). ¿Está Teabing, quien en la versión cinematográfica de El Código Da Vinci es representado por Ian McKellen, factualmente en lo correcto? De ninguna manera. La verdad es que existen numerosas copias de los varios documentos del Nuevo Testamento y citas de estos documentos hechas por cristianos antiguos que preceden al tiempo de Constantino por 100-200 años. Constantino no escribió o “adornó” Juan 1:1 (“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios”, énfasis añadido; cf. 1:14). Las copias de este pasaje (encontradas en manuscritos designados como p66 y p75) datan de finales del siglo segundo y comienzos del tercero—100 a 150 años antes de Constantino y el Concilio de Nicea. La reclamación de Jesús, “Yo y el Padre uno somos” (Juan 10:30), y el reconocimiento de los judíos de que Jesús se hizo, no simplemente un hombre, sino “Dios” (Juan 10:33; cf. 5:18) también preceden a Constantino por más de un siglo (cf. manuscritos designados como p45, p66 y p75). Adicionalmente, existía, mucho antes que Constantino supuestamente adornara la naturaleza de Jesús, una copia de la carta de Pablo a la iglesia en Filipos, en la cuál él afirma que “Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios” (p46).
En The Text of the Earliest New Testament Greek Manuscripts (El Texto de los Manuscritos Griegos Más Antiguos del Nuevo Testamento), editado por Philip Comfort y David Barrett, se transcriben más de 60 de los manuscritos más antiguos del Nuevo Testamento (incluyendo los mencionados anteriormente). También el libro contiene muchas fotografías de esos manuscritos antiguos (cuyos originales están almacenados en museos alrededor del mundo). Interesantemente, en la introducción de este extenso volumen de 700 páginas, Comfort y Barrett declaran: “Todos los manuscritos [contenidos en el libro—EL] datan de comienzos del siglo segundo hasta comienzos del siglo cuarto (100-300 d.C.)” (2001, p. 17). De hecho, “[v]arios de los papiros más importante datan de mediados del siglo segundo” y por ende “proveen el testimonio directo más temprano de los autógrafos del Nuevo Testamento” (p. 18). Comfort y Barrett incluso admitieron que “es posible que algunos de los manuscritos que se piensan que son del comienzo del siglo segundo sean realmente manuscritos del final del siglo primero” (p. 23). ¿Manuscritos del Nuevo Testamento con descripciones de la deidad de Jesús de mediados del siglo segundo y posiblemente comienzos del siglo primero? Pero ¿El Código Da Vinci dice que Constantino manipuló deliberadamente las escrituras en el siglo cuarto (325 d.C.) para hacer que Jesús pareciera divino cuando realmente no lo era? Los hechos hablan por sí mismos. La historia que se cuenta en El Código Da Vinci es completamente equivocada. Nosotros tenemos prueba extensa que Constantino no cambió los documentos del Nuevo Testamento al elevar el estatus de Jesús de un hombre hasta Dios. Desafortunadamente, millones de los lectores de Dan Brown han sido engañados para creer que Jesús no es Quien la Biblia dice que es.
Pero, eso no es todo. También existen escritos de cristianos antiguos que preceden a Constantino por más de un siglo, y que revelan mucho acerca de la opinión de la iglesia acerca de Jesús. Ignacio, quien murió a comienzos del siglo segundo y de quién se piensa que haya sido compañero del apóstol Juan, se refirió a Jesucristo como “nuestro Dios” varias veces en sus cartas a los cristianos en Éfeso (vea Ignatius, Capítulo 7; Capítulo 8) y Roma (Ignatius, Introducción; Capítulo 3). Policarpo, quien fue contemporáneo de Ignacio, y quien murió alrededor de 150 d.C., escribió una carta a la iglesia en Filipos en la cual llamó a Jesús “el Hijo de Dios y nuestro Sumo Sacerdote por siempre” (vea Polycarp, Capítulo 12). Otro “padre de la iglesia” del segundo siglo, Justino Mártir, escribió que Jesús, “siendo el unigénito Verbo de Dios, es incluso Dios” (vea Justin, Capítulo 63). Ireneo también nos provee con una perspectiva valiosa de lo que los cristianos (que vivieron más de un siglo antes del tiempo de Constantino) pensaron acerca de Jesús. Aproximadamente en 200 d.C., él escribió:
…este es Cristo, el Hijo del Dios viviente. He mostrado por las Escrituras que nadie de los hijos de Adán es en ninguna manera, y en absoluto, llamado Dios o Señor. El hecho que Él mismo es en Su propio derecho, por encima de todo hombre que haya vivido, Dios, Señor, Rey Eterno y el Verbo Encarnado, proclamado por todos los profetas, apóstoles y por el mismo Espíritu Santo, puede ser visto por todos los que han obtenido incluso una pequeña parte de la verdad. Ahora, las Escrituras no hubieran testificado estas cosas acerca de Él, si, como otros, Él hubiera sido un simple hombre. Pero del hecho que Él tuvo, como ningún otro, un nacimiento preeminente que es del Padre Supremo, y que también experimentó esa procreación preeminente que es de la Virgen, las Escrituras divinas sí testifican acerca de Él en ambos aspectos:…que Él es el Santo Señor, el Maravilloso, el Consejero…y el Dios Fuerte, viniendo en las nubes como el Juez de todos los hombres;—las Escrituras profetizan todas estas cosas acerca de Él (Irenaeus, Libro III, Capítulo 19, énfasis añadido).
Incluso algunos enemigos de Cristo del siglo segundo dan testimonio del hecho que los cristianos consideraban a Jesús como divino mucho antes de 325 d.C. En una carta que Plinio el Joven (gobernador romano en la provincia de Bitinia del Asia Menor alrededor de 115 d.C) escribió al Emperador Trajano, declaró: “Ellos [los cristianos—EL] tienen el hábito de reunirse en un cierto día fijo antes del amanecer, donde ellos cantan en versos alternados un himno a Cristo, como a un dios, y se comprometen en juramento a no cometer ninguna obra mala…” (Pliny, 10:96). Otro individuo que se opuso al cristianismo fue el retórico sátiro griego, Luciano. Él escribió:
Los cristianos, como sabrá, adoran a un hombre hasta este tiempo—el personaje distinguido que introdujo sus ritos novedosos y que fue crucificado a causa de eso… Como sabrá, estas criaturas equivocadas comienzan con la convicción general que son inmortales por siempre, lo cual explica el menosprecio a la muerte y la auto-devoción voluntaria que son tan comunes entre ellos. Y luego, fueron persuadidos por su primer legislador que todos ellos son hermanos, desde el momento que se convierten, y niegan a los dioses de Grecia y adoran al sofista crucificado y viven bajo sus leyes (Lucian, 11-13, énfasis añadido).
Por tanto, aparte de los testigos no-hostiles que testifican de Jesús como Dios, incluso Sus enemigos que vivieron en el primer siglo (e.g., los fariseos; Juan 5:18; Juan 10:33) y el segundo siglo (i.e., Plinio el Joven y Luciano), reconocieron que Jesús y Sus seguidores creyeron que Él era Dios y por ende que merecía adoración.
En realidad, Jesús fue considerado como divino por Sus seguidores mucho antes del Concilio de Nicea convocado en 325 d.C. Los líderes que se reunieron en el concilio 300 años después de la muerte de Cristo (no “cuatro siglos” como Teabing declara en El Código Da Vinci, p. 234) sí votaron concerniente a la naturaleza de Cristo (lo cual no fue un voto incluso cercano—otro golpe en contra de la exactitud de El Código Da Vinci, cf. p. 233). Pero, ese voto no fijó el asunto concerniente a la deidad de Cristo. La naturaleza de Cristo fue fijada cientos de años antes cuando Jesús y los apóstoles y escritores del primer siglo que fueron guiados a “toda la verdad” por el Espíritu Santo (Juan 16:13) enseñaron que Él era “Dios” (Juan 1:1,14:10:30; 20:28; etc.).
…Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres (Filipenses 2:5-7).
REFERENCIAS
Brown, Dan (2003), The Da Vinci Code (New York: Doubleday).
Comfort, Philip W. y David P. Barrett (2001), The Text of the Earliest New Testament Greek Manuscripts (Wheaton, IL: Tyndale House).
Ignatius (1973 reprint), “Epistle of Ignatius to the Ephesians,” The Ante-Nicene Fathers (Grand Rapids, MI: Eerdmans).
Ignatius (1973 reprint), “Epistle of Ignatius to the Romans,” The Ante-Nicene Fathers (Grand Rapids, MI: Eerdmans).
Irenaeus (1973 reprint), “Irenaeus Against Heresies,” The Ante-Nicene Fathers (Grand Rapids, MI: Eerdmans).
Justin Martyr (1973 reprint), “The First Apology of Justin,” The Ante-Nicene Fathers (Grand Rapids, MI: Eerdmans).
Lucian (1905 reprint), “The Death of Peregrine,” The Works of Lucian of Samosata, trad. H.W. Fowler y F.G. Fowler, [En-línea], URL: http://www.sacred-texts.com/cla/luc/wl4/wl420.htm.
Pliny (1935 reprint), Letters, trans. William Melmoth (Cambridge: Harvard University Press).
Polycarp (1973 reprint), The Ante-Nicene Fathers (Grand Rapids, MI: Eerdmans).
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