El Bautismo y el Nuevo Nacimiento
Un desacuerdo principal en el mundo religioso tiene que ver con el punto en el cual ocurre el “nuevo nacimiento”. La mayor parte de la cristiandad sostiene que se nace de nuevo, y por ende se recibe el perdón de los pecados por la sangre de Cristo, cuando se “acepta a Jesucristo como salvador personal”. Con esta expresión se quiere decir que se debe decidir mentalmente y oralmente aceptar a Cristo como el Señor de nuestra vida. Por tanto, se considera que el nuevo nacimiento simplemente es una determinación de la voluntad—un momento en el tiempo cuando se acepta a Cristo en la mente y se acompaña a esa decisión con una confesión oral.
El pasaje en el Nuevo Testamento que alude específicamente a nacer de nuevo está relacionado a la conversación que Jesús tuvo con un principal de los judíos:
Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos. Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él. Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo (Juan 3:1-7, énfasis añadido).
En un esfuerzo por evitar identificar “agua” (vs. 5) como el bautismo en agua, muchos en la cristiandad por los 50 años pasados han propuesto una variedad de interpretaciones novedosas. Por ejemplo, algunos han propuesto que “agua” es una referencia al Espíritu Santo. Aunque es cierto que Juan usa la palabra “agua” simbólicamente para representar al Espíritu Santo en su libro (7:38,39), el escritor inspirado tuvo que explicar ese hecho. Sin embargo, en el capítulo tres, el significado normal y literal se ve claramente, no solamente porque el bautismo en agua está asociado con el evento de la salvación (e.g., Hechos 2:38; 8:12,13,36-38; 9:18; 10:47,48; 16:15,33; 18:8; 19:5; 22:16; Romanos 6:3,4; Gálatas 3:27; Colosenses 2:12; Hebreos 10:22; 1 Pedro 3:21), sino porque incluso en este contexto, dieciocho versículos después, el término tiene claramente un significado literal: “Juan bautizaba también en Enón, junto a Salim, porque había allí muchas aguas” (Juan 3:23). Adicionalmente, si “agua” en Juan 3:5 es una alusión al Espíritu Santo, el enunciado no tuviera sentido (“el que no naciere del Espíritu y del Espíritu”).
Otra evasiva que se ofrece para quitarle el significado a Juan 3:5 es que “agua” es un símbolo de la sangre de Jesús. Desde luego, no existe razón para hacer tal conexión. En otros lugares Juan hace referencia explícitamente al agua y a la sangre, aunque los distingue en su significado (1 Juan 5:6).
Tal vez la noción más popular, propuesta solamente en años recientes, es que “agua” es una referencia a “las aguas” de una mujer embarazada, i.e., al fluido amniótico que acompaña al nacimiento físico de un niño. Sin embargo, esta sugerencia tampoco calza en el contexto del enunciado de Jesús. De hecho, Nicodemo mismo pensó que Jesús estaba refiriéndose al nacimiento físico (“de la matriz de la madre”). Pero Jesús corrigió su mal entendimiento y contrastó tal pensamiento con el significado proyectado de “agua y espíritu”. Ciertamente, no tendría sentido que Jesús hubiera dicho a Nicodemo que él necesitaba nacer físicamente (“agua”). No tendría sentido que Jesús hubiera incluido el nacimiento físico en Su lista de prerrequisitos para entrar al reino. ¡Eso representaría a Jesús diciendo que antes que una persona pueda entrar al reino debe ser primero una persona! ¿Cuál sería el punto de declarar algo como esto? [¡¿Sería tal vez asegurar que todos entiendan que los no-humanos (i.e., animales) no pueden entrar al reino?!]. Después en el mismo capítulo, ¿bautizó Juan cerca de Salim “porque había allí mucho fluido amniótico”?
Si se toma el tiempo necesario para consultar el Nuevo Testamento y permitir que la Biblia sea su propio intérprete y se armonice, descubriremos pasajes adicionales que aclaran aun más el significado de Juan 3:5. De acuerdo al resto del Nuevo Testamento, la concepción espiritual ocurre cuando el Evangelio (i.e., la semilla del Espíritu Santo—Lucas 8:11) es implantada en el corazón (mente) humano (Santiago 1:18; 1 Corintios 4:15; Efesios 6:17; 1 Pedro 1:23). A su vez, la Palabra de Dios genera fe penitente en el corazón humano (Romanos 10:17) que guía a la persona a obedecer el Evangelio al ser bautizada en agua (Marcos 16:16; Hechos 2:38; Hebreos 10:22). La condición resultante de la persona es que ésta es ahora un hijo de Dios, un ciudadano del reino y un miembro de la iglesia de Cristo (Mateo 28:19,20; Gálatas 3:26,27; Romanos 6:4).
Otros versículos adicionales en el Nuevo Testamento clarifican y aseguran este significado de Juan 3:5, estableciendo el punto del “nuevo nacimiento”, mientras que también nos permiten entender la actividad del Espíritu Santo en el acto de conversión. Considere la siguiente tabla (Jackson, 1988):
Juan 3:5 | Espíritu | Agua | Reino |
---|---|---|---|
1 Corintios 12:13 | Espíritu | Bautizados | Cuerpo |
Efesios 5:26 | Palabra | Lavamiento/Agua | Iglesia Limpia |
Tito 3:5 | Renovación en el Espíritu | Lavamiento de la Regeneración | Salvos por Misericordia |
Estos versículos muestran que Dios realiza la conversión a través del mensaje del Evangelio escrito por el Espíritu Santo. Cuando una persona llega a entender (Hechos 8:30) ese mensaje inspirado, su fe penitente le guía a someterse a la inmersión en agua para la remisión de los pecados (Hechos 8:36,38; 10:47). El resultado de su respuesta obediente al Evangelio es que esta persona llega a ser salva y es limpia de sus pecados pasados y es bienvenida instantáneamente al reino de Cristo.
Note que la sumisión al plan divino de la salvación no significa que los seres humanos se salven a sí mismos al efectuar su propia salvación. Su obediencia no gana o merece su perdón. En cambio, los términos o condiciones de la salvación son estipulados por Dios—no por los seres humanos—y ¡son una manifestación de Su misericordia! Cuando las personas se someten a los términos de entrada al reino de Cristo, son salvas por la sangre de Jesús y la gracia de Dios—¡no por su propio esfuerzo! La inmersión en agua no debe ser considerada como una “obra de justicia que nosotros hubiéramos hecho” (Tito 3:5). Cuando nos sometemos al bautismo, somos salvos por “la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor” (Tito 3:4). Somos salvos “por su misericordia” (Tito 3:5).
REFERENCIAS
Jackson, Wayne (1988), “The New Birth: What is It?,” Christian Courier, 24:14, August.
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