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El Bautismo y el Carcelero de Filipos

La mayor parte de la cristiandad ha decidido que el bautismo en agua no es un prerrequisito, ni es necesario, para la salvación. Influenciados grandemente por la Reforma Protestante, la gente ha llegado a pensar que el perdón de pecados por la sangre de Cristo es logrado en el mismo momento que una persona “cree”—con lo cual pretenden señalar el momento cuando una persona, en su propia mente, “acepta” a Cristo como Señor y Salvador. Para ellos, el acto externo del bautismo en agua es considerado simplemente como un “símbolo” externo después-del-hecho o como un “distintivo” que “declara” la salvación ya asegurada del cristiano. Un pasaje usado para sostener este pensamiento es el relato de la conversión del carcelero romano en Filipos (Hechos 16). Sin embargo, un estudio cuidadoso del episodio completo revela una conclusión diferente.

Cuando un terremoto sacudió la prisión donde Pablo y Silas estaban encadenados al cepo, el carcelero supuso que sus prisioneros habían escapado. En vista del hecho que la ley romana requería la vida del carcelero como penalidad por perder a los prisioneros que habían sido colocados a su cargo (vea Ramsay, 1897, p. 222; cf. Hechos 12:19), él sacó su espada y estuvo a punto de quitarse su propia vida. Pero Pablo clamó a gran voz, alentando al carcelero a que no se hiciera ningún daño, afirmando que ningún prisionero había escapado. Pidiendo luz, el carcelero entró a la prisión y cayó temblando delante de Pablo y Silas. Luego, sacándolos de la prisión, preguntó a Pablo y Silas, “Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?” (Hechos 16:30).

¿Qué quiso decir el carcelero con este enunciado? Siendo un romano pagano (cf. Alford, 1980, 2:184), sin duda había estado expuesto a la mitología griega y/o romana por toda su vida. El cristianismo había sido introducido en Macedonia solamente unos días antes cuando Pablo llegó a Filipos (16:12; cf. Ramsay, p. 215). Por ende no es probable que él poseyera más que un entendimiento superficial de la noción cristiana de la salvación del pecado. Sin embargo, en aquellos días ocurrieron algunos eventos que pueden dar cuenta por la pregunta del carcelero.

Aconteció que mientras íbamos a la oración, nos salió al encuentro una muchacha que tenía espíritu de adivinación, la cual daba gran ganancia a sus amos, adivinando. Esta, siguiendo a Pablo y a nosotros, daba voces, diciendo: Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, quienes os anuncian el camino de salvación. Y esto lo hacía por muchos días (Hechos 16:16-18, énfasis añadido).

Observe que el demonio en la joven anunciaba a los ciudadanos de Filipos, por un periodo de “muchos días”, que Pablo y Silas eran representantes del Dios verdadero, y que ellos poseían la información que mostraría a la gente el camino de salvación. Es probable que el carcelero hubiera escuchado esta declaración de primera mano o a través de reportes de amigos, vecinos, familiares u otros ciudadanos.

Cuando Pablo finalmente expulsó el demonio de la joven, sus amos furiosos agredieron a Pablo y a Silas, les llevaron a los magistrados de la ciudad y le sometieron a procesos legales que finalmente les guiaron a la prisión donde conocieron al carcelero. No está fuera del reino de la posibilidad que el carcelero estuviera enterado de estos procesos, los cuales con seguridad hubieran incluido la referencia a su supuesta identidad como “siervos del Dios altísimo” quienes tenían información concerniente al “camino de salvación”.

Un tercer medio por el cual el carcelero pudiera haber recibido suficiente información que daría cuenta por el fraseo de esta pregunta puede ser visto en el versículo 25: “Pero a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios; y los presos los oían”. El carcelero pudo haber oído los himnos que Pablo y Silas cantaban—canciones que hubieran incluido referencias a Dios, Cristo y a la salvación.

Estas tres circunstancias pueden dar cuenta por el requerimiento del carcelero de ser informado acerca de la salvación—aunque, incluso entonces, su entendimiento debe haber sido muy escaso. La respuesta de Pablo a la pregunta del carcelero fue: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa” (vs. 31). ¿Qué quiso decir Pablo con este enunciado? Si él quiso decir lo que muchos en la cristiandad piensan que quiso decir (es decir, si el carcelero ya sabía quién era Jesús, y si Pablo le estaba instando simplemente a creer, i.e., simplemente “aceptar a Cristo en su corazón como su salvador personal”), entonces nosotros deberíamos esperar que el próximo texto provea la respuesta del carcelero—algo que implicaría que él aceptó a Jesucristo como su salvador o que creyó en Jesús allí mismo y fue salvo.

No obstante, el texto dice: “Y le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa” (vs. 32). ¿Por qué? ¿No hizo Pablo justo eso al decir al carcelero que creyera? ¡Aparentemente no! Pablo escribió en su carta a los romanos que “la fe es por el oír…la palabra de Dios” (10:17). Así que el carcelero necesitaba oír la información adicional que le permitiría conocer qué significaba creer en Jesús. Por consiguiente, la instrucción, “Cree en el Señor Jesucristo” fue simplemente un enunciado amplio y general proyectado a redirigir el apego del carcelero a los dioses paganos de la mitología griega y/o romana hacia el verdadero objeto de creencia—Cristo. Esta fue una manera de reorientar el pensamiento del carcelero en la dirección de Jesús, en contraste a sus propias nociones paganas. Pero decir simplemente al carcelero (o a alguien hoy) que “crea en Jesús” no provee información suficiente sobre cómo creer. En otras palabras, hay más implicaciones en “creer en Jesús” que simplemente afirmar en nuestra mente que Jesús es el Señor y Salvador (un hecho fácilmente reconocido por incluso Satanás y los demonios—Génesis 3:15; Mateo 4:3,6; Lucas 22:31; Hebreos 2:14; Santiago 2:19; Apocalipsis 12 et.seq.).

Solamente al hablar la Palabra del Señor al carcelero, él pudo entender quién es Cristo, qué es el cristianismo y cuál es la respuesta adecuada para la Palabra predicada—i.e., lo que significa “creer en el Señor Jesucristo”. Ya que el carcelero no pudo ser salvo antes que Pablo le hablara la Palabra del Señor, observe la secuencia de eventos que el texto reporta inmediatamente después que la Palabra le fue predicada.

  1. El carcelero tomó a Pablo y a Silas “aquella misma hora de la noche [y] les lavó las heridas” (Hechos 16:33). Esta es una evidencia de arrepentimiento (e.g., Mateo 3:8). Esta es una evidencia de que el carcelero fue convencido por la información que le había sido dada, hasta el punto que él quiso hacer las cosas correctamente. Eso es arrepentimiento—un cambio de mente que da como resultado acciones externas apropiadas (Mateo 21:29; 2 Corintios 7:10).
  2. El texto luego declara: “y en seguida se bautizó él con todos los suyos” (Hechos 16:33). Tres aspectos de este enunciado son dignos de mención. Primero, si el bautismo no es necesario para la salvación, ¿por qué mencionarlo en referencia a la conversión del carcelero? ¿Por qué no simplemente proceder en la narración hasta el resultado de la conversión—i.e., alguna indicación de que él ya era salvo? Si el bautismo no es esencial, en vez de leer, “y en seguida se bautizó él con todos los suyos”, uno esperaría que el texto diga, “y en seguida aceptó a Jesús como su Salvador personal él con todos los suyos”. Segundo, ¿dónde consiguió el carcelero la idea de que debía ser bautizado? Esta idea debe haber sido incluida cuando Pablo le habló “la palabra del Señor”. Pero si el carcelero no pudo ser salvo hasta que Pablo le habló “la palabra del Señor”, y si Pablo incluyó en esa “palabra del Señor” la doctrina del bautismo, entonces significa que la salvación del carcelero dependió en parte en el bautismo. Tercero, ¿por qué “en seguida”? Muchos en la cristiandad esperan una semana, un mes, o más tiempo antes de bautizar a los creyentes. ¿Por qué fue el carcelero bautizado en seguida a la medianoche? La implicación es que el bautismo es más crucial y más urgente de lo que muchos piensan hoy.
  3. En este punto en la narración de Lucas, se nos informa que el carcelero trajo a Pablo y Silas a su casa y luego les ofreció comida. Luego, se nos informa que el carcelero “se regocijó” (vs. 34). ¿Cuándo indica el texto que el carcelero manifestó señales de gozo y felicidad (que vienen naturalmente como producto de la conversión)—antes o después del bautismo? ¡Después del bautismo! De hecho, cada vez que el regocijo es explícitamente aludido en los relatos de conversión en Hechos, este siempre está después del bautismo (e.g., 2:46—“alegría”; 8:39—“gozo”).
  4. Todo hasta este momento nos guía a la conclusión que el bautismo fue parte de la conversión del carcelero y precedió a su salvación como el acto culminante. Pero aquí está el factor decisivo. Mire cuidadosamente la frase en el versículo 34: “[al] haber creído en Dios”. Aquí hay una indicación clara y explícita de que el carcelero era ahora un creyente salvo. En el griego, la expresión “haber creído” (pepisteukos) está en el tiempo perfecto. Considere la siguiente explicación breve por los gramáticos Dana y Mantey.

El perfecto es el tiempo de acción completa. Su significado fundamental es el progreso de un acto o estado hasta un punto de culminación y la existencia de sus resultados finales. Es decir, este considera la acción como un producto final… Este implica un proceso, pero considera a ese proceso como habiendo alcanzado su consumación y existiendo en un estado final (1927, p. 200, énfasis añadido).

El erudito en griego Ray Summers ofreció otra explicación útil del tiempo perfecto griego:

[…]indica un acto completo con un estado resultante de existencia. El énfasis primario es el estado resultante de existencia. Tres ideas son implicadas en el perfecto del griego: una acción en progreso, su proximidad a un punto de culminación y su existencia como un resultado completo. Por ende implica un proceso, pero considera al proceso como habiendo alcanzado una consumación y existiendo como un estado completo (1950, p. 103, itálicas en original, énfasis añadido).

A la luz de la idea central del tiempo presente griego, Lucas estaba enfatizando que el carcelero pasó a través de un proceso de varias acciones antes que se pudiera declarar que él estaba en posesión de una fe salvadora en Dios. Su creencia inicial que vino como resultado de oír la Palabra del Señor que le fue predicada, le guió a su arrepentimiento (como es evidenciado por su cuidado de las heridas de Pablo y Silas) y luego culminó en su bautismo en agua—trayendo su fe a un resultado completo. Solamente en este punto el tiempo presente griego pudo haber sido usado para indicar que el carcelero ahora permanecía en un estado completo de haber creído. Lucas fue cuidadoso al no calificar al carcelero como un “creyente” hasta que todos los prerrequisitos de la salvación fueron completos, trayendo por ende su fe a su estado completo. Esta observación fue reconocida por R.J. Knowling mientras que era profesor de Exégesis del Nuevo Testamento en King’s College (Universidad del Rey) en Londres: “[…]la palabra pepisteukos, presente participio, muestra que esta plenitud de gozo fue causada por su profesión completa de fe; este fue el gozo del Espíritu Santo como resultado de su bautismo” (s.d., 2:353, itálicas en original, énfasis añadido).

Este entendimiento del relato de la conversión del carcelero de Filipos está en concordancia perfecta con los otros relatos de conversiones en Hechos (e.g., Hechos 2:38; 3:19; 8:12,13,36-39; 9:18; 10:47,48; 16:15; 18:8; 19:5). El Nuevo Testamento señala a la inmersión en agua como el punto en el cual Dios limpia el espíritu manchado de pecado del creyente penitente por medio de la sangre de Cristo (cf. Hechos 22:16; Romanos 6:3,4).

REFERENCIAS

Dana, H.E. y Julius Mantey (1927), A Manual Grammar of the Greek New Testament (Toronto, Canada: Macmillan, 1957 reprint).

Knowling, R.J. (sine data), The Expositor’s Greek Testament: The Acts of the Apostles, ed. W. Robertson Nicoll (Grand Rapids, MI: Eerdmans).

Ramsay, William (1897), St. Paul the Traveller and the Roman Citizen (Grand Rapids, MI: Baker, 1962 reprint).

Summers, Ray (1950), Essentials of New Testament Greek (Nashville, TN: Broadman).


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