El Bautismo de Bebés
La supuesta necesidad del bautismo de bebés para libertarlos de su “naturaleza pecaminosa” y del “poder de las tinieblas” (Catecismo…, 2003, 1250) se encuentra a la raíz de la idea que los bebés llevan el pecado de Adán (el “pecado original”). También se ha declarado que
[l]a pura gratuidad de la gracia de la salvación se manifiesta particularmente en el bautismo de niños. Por tanto, la Iglesia y los padres privarían al niño de la gracia inestimable de ser hijo de Dios si no le administraran el Bautismo poco después de su nacimiento (1250).
Algunas personas que tienen buenas intenciones y que no están de acuerdo con el bautismo de bebés han protestado estrictamente porque lo consideran una imposición de la voluntad personal en alguien que no es capaz de tomar sus propias decisiones. Aunque hacer nuestras propias elecciones es importante en cuanto a la salvación, el argumento contra imponer los deseos de otros en alguien más no debería ser el factor determinante en la práctica del bautismo de bebés. El único factor determinante debería ser si Dios lo autoriza o requiere. Después de todo, si Dios hubiera mandado bautizar a los bebés, deberíamos obedecer Sus mandamientos, incluso si el mundo lo llamara imposición. Pero si no existe razón bíblica para seguir esta práctica, no deberíamos imponer en nuestros hijos algo que carece de propósito. Con este entendimiento, se ha hecho el siguiente paralelo:
Si mi hijo recién nacido tiene alguna enfermedad, ¿debería negarle la medicina argumentando que no es conciente de recibirla? ¿Debería decir que sería mejor esperar hasta que tuviera la capacidad suficiente de razonar? (Domínguez, 2006, énfasis añadido).
Desde luego, el bautismo de bebés sería una necesidad si el pecado original se transmitiera a través de las generaciones. Sin embargo, los niños no heredan el pecado de sus padres, por ende, finalmente, nadie puede heredar el pecado de Adán (cf. Éxodo 32:32-33; Deuteronomio 24:16; 2 Reyes 14:6; 2 Crónicas 25:4; Jeremías 31:30; Ezequiel 18:20; Pinedo, 2009). Por tanto, los bebés y niños pequeños no tienen “almas enfermas”, ni necesitan el bautismo para sanidad espiritual. Nadie daría penicilina a un bebé que no está enfermo o no lo necesita. Nadie llevaría a su recién nacido a un hospital para recibir una cirugía que tiene el propósito de extraer un tumor que no existe. De igual manera, nadie debería someter a un bebé a un bautismo que tiene el propósito de perdonar pecados que el bebé no puede cometer (cf. Marcos 16:16; Hechos 2:38; 22:16; 1 Pedro 3:21).
La Biblia nunca da un mandamiento, provee un ejemplo o implica que se debería administrar el bautismo a bebés. No existe un simple versículo que lo mencione. Por tanto, algunos católicos han tratado de encontrar sostenimiento bíblico para el bautismo de bebés al argumentar del silencio de la Escritura. Al usar Mateo 28:19 y Marcos 16:15, donde Jesús comisionó a Sus discípulos a predicar y bautizar, se ha sugerido que los discípulos “por ende hubiera proseguido con la práctica del bautismo de bebés, a menos que un interdicto especial lo restringiera y prohibiera” (Hibbard, 1843, p. 95). Este argumento es erróneo porque sugiere que donde la Biblia no registra una prohibición, todo es aceptable. La Biblia no prohíbe el “bautismo de mascotas”. Entonces, ¿deberíamos “bautizar” a nuestras mascotas?
Otros han sugerido que la palabra “criatura” en Marcos 16:15 puede incluir a los bebés. No obstante, esta palabra está limitada por el contexto en que aparece. Se usa la palabra griega ktisis (“creación”) para designar el acto de creación o las acciones creativas en progreso. También hace referencia al producto de la creación (vea Vine, 1999, 2:216). En su uso general, esta palabra incluye no solamente a los bebés, sino a la totalidad de lo creado, i.e., animales y plantas, como también toda cosa inanimada. Afortunadamente, el contexto nos ayuda a entender que se debe realizar el bautismo en “toda criatura” que puede aprender el Evangelio y obedecerlo (Marcos 16:15-16). Esto excluye automáticamente a los animales, las plantas y las cosas inanimadas—así como a los bebés y niños pequeños que todavía no pueden entender o creer al Evangelio.
En Mateo 28:19, Jesús dijo a los apóstoles, “[I]d, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (énfasis añadido). Un discípulo es la persona que aprende a los pies de otra. Ciertamente esto no puede incluir a los bebés. En el versículo 20, Jesús dijo a Sus apóstoles que enseñaran a los nuevos discípulos a “guardar todas las cosas” que Él había mandado. Los discípulos no solamente debían aprender, sino debían guardar o practicar lo que habían aprendido. La verdad es obvia: el Evangelio fue predicado, oído y creído por gente que tenía la capacidad de entenderlo, oírlo y obedecerlo.
Pero ¿qué acerca de los relatos bíblicos que indican que familias enteras se bautizaban? ¿Es posible que algunos bebés fueran miembros de esas familias y que también fueran bautizados? El Catecismo de la Iglesia Católica explora esta “posibilidad” y declara:
La práctica de bautizar a los niños pequeños es una tradición inmemorial de la Iglesia. Está atestiguada explícitamente desde el siglo II. Sin embargo, es muy posible que, desde el comienzo de la predicación apostólica, cuando “casas” enteras recibieron el Bautismo (cf Hch 16,15.33; 18,8; 1 Co 1,16), se haya bautizado también a los niños (2003, 1252, énfasis añadido).
Algunos líderes católicos incluso han ido más lejos. En su libro, La Fe de Nuestros Padres, el Arzobispo James C. Gibbons declaró:
Aunque los Hechos de los Apóstoles y las Epístolas de San Pablo contienen solamente un relato fragmentario del ministerio de los Apóstoles, claramente insinúan que los Apóstoles bautizaron a niños como también a personas adultas. Por ejemplo, se nos dice que Lidia “fue bautizada, y su familia” por San Pablo, y el carcelero “se bautizó con todos los suyos”. El mismo Apóstol bautizó también a “la familia de Estéfanas” (1891, p. 308, énfasis añadido).
Aunque a primera vista este argumento pueda parecer válido, realmente es una suposición que carece de sostenimiento bíblico. Primero, es precipitado concluir que cuando los escritores de la Biblia hicieron referencia a la “familia”, “suyos” o “casa” de alguien, siempre incluyeron a cada miembro de la familia. Segundo, no hay evidencia bíblica que esas familias tenían bebés o niños pequeños. Ya que no hay manera de probar que hubo bebés en las familias en discusión, ni que la palabra “familia” incluye necesariamente a los bebés, estos pasajes no endorsan el bautismo de bebés.
De hecho, el contexto de estos pasajes en Hechos milita contra el bautismo de bebés. En cuanto al carcelero de Filipos, Lucas nos dice exactamente qué miembros de “todos los suyos” (Hechos 16:33) fueron bautizados. Fueron aquellos a quienes Pablo y Silas enseñaron la Palabra (16:32), y quienes se regocijaron con el carcelero “de haber creído a Dios” (16:34). ¿Se le puede enseñar a los bebés la Palabra y pueden creer en Dios, entender el sacrificio de Su Hijo y actuar inmediatamente por fe? ¿Pueden regocijarse a causa de su fe obediente? En cuanto a Lidia, Lucas nos dice que “el Señor abrió el corazón de ella para que estuviese atenta a lo que Pablo decía” (Hechos 16:14). Los que fueron bautizados tuvieron corazones y mentes abiertas a la Palabra. ¿Tienen los bebés corazones abiertos y mentes entendidas? El Nuevo Testamento enseña claramente que se realizó el bautismo en gente que aprendió la Palabra, abrió sus corazones, cuidadosamente escuchó y obedeció la Palabra, y se regocijó porque había hecho la decisión conciente de seguir a Cristo.
Al usar Colosenses 2:11-12, se ha hecho otro intento de defender el bautismo de bebés basándose en la idea que el bautismo “reemplaza” la circuncisión. Según este argumento, ya que “se realizó la circuncisión en bebés”, entonces el bautismo es una práctica bíblica (“Bautismo de Bebés”, s.d.). Aunque Pablo usó la circuncisión para ilustrar el tiempo en que se “quita” el pecado y la gente llega al cristianismo (en el bautismo—Romanos 6:3-4; Gálatas 3:27), nunca enseñó, promovió o mandó el bautismo de bebés (cf. Lyons, 2006). Considere estos puntos: (1) Pablo hizo una comparación entre la circuncisión y el bautismo, no el bautismo de bebés. La comparación fue entre “quitar” la carne en la circuncisión y “quitar” espiritualmente el pecado en el bautismo. (2) Se mandó la circuncisión solamente para los descendientes de Abraham y prosélitos (Génesis 17:12-13; Éxodo 12:48), pero el bautismo es para todas las naciones (Mateo 28:19-20; Marcos 16:15-16). (3) Se realizó la circuncisión solamente en los bebés varones (Génesis 17:10), pero el bautismo es para hombres y mujeres (Gálatas 3:28; Hechos 8:12). (4) Se realizó la circuncisión en los bebés varones de ocho días (Génesis 17:12), pero se debe realizar el bautismo cuando alguien cree y se arrepiente (Marcos 16:16; Hechos 2:38). (5) Mucha gente fue circuncidada antes de llegar al cristianismo (Filipenses 3:5), y otros fueron circuncidados después, aunque fue opcional (Hechos 16:3; cf. 15:1-29). Si el bautismo reemplazó la circuncisión, ¿cómo pudieron ambos realizarse al mismo tiempo, entre la misma gente y bajo el mismo pacto (Brents, 1874, pp. 345-347)? (6) Pablo declaró que en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión (Gálatas 5:6). Colosenses 2:11-12 no justifica o apoya el bautismo de bebés.
Si la Biblia no sostiene el bautismo de bebés, ¿cuándo y cómo comenzó esta práctica? Los católicos reconocen que “[e]n el curso del cuarto siglo llegó a ser muy común que la gente naciera en familias cristianas, y en el siguiente siglo esto llegó a ser la práctica común en todo el mundo mediterráneo. Esto significa que el proceso del bautismo cambió considerablemente. El bautismo de bebés llegó a ser el patrón general” (Orlandis, 1993, p. 35; cf. Koch, 1997, p. 116). En 418 d.C., el Concilio de Cartago aceptó oficialmente esta práctica y promulgó una condena para aquellos que se opusieran (vea “Cánones”, s.d., 2). Este es otro fragmento de evidencia que indica que Dios no mandó el bautismo de bebés, sino que es una tradición de hombres.
Finalmente, según el catolicismo, ¿qué pasa con los bebés que no reciben el bautismo poco después que nacen? Según el Catecismo católico, los bebés nacen con pecado, y deberían ser bautizados para ser “librados del poder de las tinieblas y ser trasladados al dominio de la libertad de los hijos de Dios” (2003, 1250). En otras palabras, los pequeños bebés están condenados en oscuridad espiritual, y separados de toda bendición espiritual. El concilio provincial de Colonia incluso declaró que “[l]a fe nos enseña que los bebés…están excluidos del reino del cielo si mueren [sin el bautismo]” (citado en “La Existencia del Limbo…”, 2006, corchetes en original). Por otra parte, también se declara que
[e]n cuanto a los niños muertos sin Bautismo, la Iglesia sólo puede confiarlos a la misericordia divina, como hace en el rito de las exequias por ellos. En efecto, la gran misericordia de Dios, que quiere que todos los hombres se salven (cf 1 Tm 2,4) y la ternura de Jesús con los niños, que le hizo decir: “Dejad que los niños se acerquen a mí, no se lo impidáis” (Mc 10,14), nos permiten confiar en que haya un camino de salvación para los niños que mueren sin Bautismo (Catecismo…, 2003, 1261, itálicas en original, énfasis añadido).
Por una parte el catolicismo declara que, sin el bautismo, los niños pequeños se encuentran en esclavitud espiritual, y por otra parte quiere que creamos que hay un camino de “salvación para los niños que mueren sin bautismo”. ¿Significa esto que los niños pequeños son contaminados con el pecado original en el nacimiento pero que son libertados de este pecado en la muerte? Si hay un “camino de salvación para los niños que mueren sin bautismo”, ¿por qué los católicos deberían bautizar a sus bebés en absoluto?
Tal incongruencia solamente es el resultado de una doctrina que carece de autoridad bíblica. Los bebés son regalos de Dios, puros y sin mancha (Salmos 127:3). Mientras crecen, los niños preciosos pueden aprender qué es el pecado y cuáles son sus consecuencias. Se espera que cuando sean personas responsables se den cuenta de su necesidad de perdón divino, y finalmente, escojan entre creer y ser bautizados para ser salvos (Marcos 16:16) o desobedecer y vivir eternamente separados de Dios (2 Tesalonicenses 1:9).
REFERENCIAS
“Bautismo de Bebés” [“Infant Baptism”] (sine data), Catholic Answers, [En-línea], URL: http://www.catholic.com/library/infant_baptism.asp.
Brents, T.W. (1874), El Plan de Salvación del Evangelio [The Gospel Plan of Salvation] (Bowling Green, KY: Guardian of Truth Foundation, reimpresión de 1987).
“Cánones” [“Canons”] (sine data), Concilio de Cartago [Council of Carthage][En-línea], URL: http://www.seanmultimedia.com/Pie_Council_Of_Carthage_May_1_418.html.
Catecismo de la Iglesia Católica (2003), Librería Editrice Vaticana, [En-línea], URL: http://www.vatican.va/archive/ESL0022/_INDEX.HTM#fonte.
Domínguez, J. (2006), “Bautismo de los Niños, de los Infantes, de los Bebés”, [En-línea], URL: http://biblia.com/cpb/bautismo.htm.
“La Existencia del Limbo: Una Doctrina Común de la Cual Sería Imprudente Alejarse…” [“The Existence of Limbo: A Common Doctrine from Which It Would be Rash to Depart…”] (2006), [En-línea], URL: http://www.tldm.org/news8/Limbo.htm#_ednref20#_ednref20.
Gibbons, James C. (1891), La Fe de Nuestros Padres [The Faith of Our Fathers] (Baltimore: John Murphy).
Hibbard, F.G. (1843), Bautismo Cristiano: En Dos Partes [Christian Baptism: In Two Parts] (Nueva York: G. Lane & P.P. Sandford).
Koch, Carl (1997), Una Historia Popular de la Iglesia Católica [A Popular History of the Catholic Church] (Winona, MN: Saint Mary’s Press).
Lyons, Eric (2006), “¿Reemplaza el Bautismo a la Circuncisión?”, [En-línea], URL: https://apologeticspress.org/espanol/articulos/3003.
Orlandis, José (1993), Una Historia Breve de la Iglesia Católica [A Short History of the Catholic Church], trad. Michael Adams (Nueva York: Scepter).
Pinedo, Moisés (2009), “¿Nacen los Niños con Pecado?”, [En-linea], URL: https://apologeticspress.org/espanol/articulos/240106.
Vine, W.E. (1999), Diccionario Expositivo de Palabras del Antiguo y del Nuevo Testamento Exhaustivo (Colombia: Editorial Caribe), reimpresión de 2001.
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