El Aborto y Éxodo 21
Ya que los valores tradicionales (i.e., los valores bíblicos) continúan siendo descartados sistemáticamente de la cultura norteamericana, estamos cosechando confusión moral y espiritual. Aunque la Biblia no habla directamente de la práctica del aborto, sí provee suficiente material significativo para poder conocer la voluntad de Dios sobre el tema. Un pasaje perspicaz del Antiguo Testamento es Éxodo 21:22-25. Este texto describe lo que se debe hacer si una mujer embarazada es lesionada accidentalmente, o a lo menos casualmente:
Si algunos riñeren, e hirieren a mujer embarazada, y ésta abortare, pero sin haber muerte, serán penados conforme a lo que les impusiere el marido de la mujer y juzgaren los jueces. Mas si hubiere muerte, entonces pagarás vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, golpe por golpe.
Se requiere clarificar varias características de este pasaje. Primero, la traducción de la RVR como “ésta abortare” realmente viene de una frase hebrea que significa literalmente “su niño saliera prematuramente”. Esta frase no indica la condición física del niño, sea viva o muerta (cf. 2 Samuel 12:14-23). Solo los detalles contextuales pueden determinar la condición del niño. Así que las traducciones que consideran esta situación como un aborto donde existe una pérdida espontánea se han tomado una libertad lingüísticamente injustificable e indefendible. Los lexicógrafos Brown, Driver y Briggs estuvieron en lo correcto cuando listaron Éxodo 21:22 como un caso de un “nacimiento prematuro” (1906, p. 423).
El hebreo tenía otras palabras más adecuadas para indicar una pérdida o un mortinato. El salmista condenó a los jueces injustos: “Pasen ellos como el caracol que se deslíe; como el que nace muerto, no vean el sol” (Salmos 58:8; énfasis añadido). La palabra que se usa en este versículo (nephel), la cual ocurre solamente tres veces en el Nuevo Testamento (cf. Job 3:16; Eclesiastés 6:3-5), es definida por Gesenius como “un nacimiento prematuro; que cae de la matriz; un aborto” (p. 558; cf. Brown, et.al., p. 658). En el contexto de estos tres versículos es claro que se está considerando una pérdida o un mortinato.
Sin embargo, otro término hebreo hubiera sido más adecuado para identificar a la descendencia muerta. Cuando Jacob protestó por la falta de consideración de su suegro, dijo, “Estos veinte años he estado contigo; tus ovejas y tus cabras nunca abortaron (shachol)” (Génesis 31:38; cf. Job 21:10). Oseas invocó a Dios para que castigara a la nación: “Dales matriz que aborte (shachol), y pechos enjutos” (Oseas 9:14). De hecho, solo dos capítulos después del texto que se está considerando principalmente, Dios anunció a los israelitas los detalles concernientes a la conquista de Canaán y las bendiciones que disfrutarían: “No habrá mujer que aborte (shachol), ni estéril en tu tierra; y yo completaré el número de tus días” (Éxodo 23:26). El verbo hebreo shachol significa “causar un aborto (en mujeres, ganado, etc.)” o “hacer un aborto, i.e., permitir un aborto” (Gesenius, p. 822; cf. Brown, et.al., p. 1013). A pesar de que estos términos son más precisos para indicar una pérdida o un mortinato, Moisés no los usó en Éxodo 21:22.
Segundo, considere la siguiente frase en el versículo: “pero sin haber muerte” (VRV), “sin haber otro daño” (LBLA). Estas versiones españolas capturan la idea hebrea. No existe absolutamente ninguna indicación gramatical en el texto por el cual se pudiera asumir que el lesionado es la madre o el niño. Como Fishbane observó: “La sintaxis y la gramática no es clara en cuanto al objeto de la ‘calamidad’, sea el feto o la mujer embarazada” (1985, p. 93). Para permitir que la Escritura se explique, se debe concluir que entender que la “lesión” hace referencia exclusivamente a la madre es limitar el significado sin justificación contextual.
Por ende, estamos forzados a concluir que el escritor inspirado no hizo una especificación intencionalmente, y que quiso que el lector concluyera que la descripción se aplicaba a ambos, la madre y el niño. Así que esta expresión es la más adecuada si el escritor quiso transmitir todos los escenarios posibles sin tener que hacer una elaboración tediosa—la cual hubiera incluido al menos las ocho combinaciones siguientes: (1) lesión que no sea letal para el niño sin ninguna lesión para la madre; (2) lesión que no sea letal para la madre sin ninguna lesión para el niño; (3) ninguna lesión letal para ambos; (4) muerte del niño sin ninguna lesión para la madre; (5) muerte del niño sin ninguna lesión letal para la madre; (6) muerte de la madre sin ninguna lesión para el niño; (7) muerte de la madre sin ninguna lesión letal para el niño; y (8) muerte de la madre y el niño. El erudito en Antiguo Testamento Gleason Archer Jr. resumió el punto del pasaje:
Lo que se enfatiza es que si la madre o sus hijos eran lesionados, se debía vengar la lesión con una lesión similar para el agresor. Si involucraba la vida (ne-pes’) del bebé prematuro, entonces el agresor debía pagar con su vida. No existe un estatus de segunda clase para el feto en esta regla (1982, p. 248, énfasis añadido).
Muchos comentaristas están de acuerdo con esta evaluación del texto. Respondiendo a la traducción pobre del hebreo en la Septuaginta y a la idea equivocada del judío de Alejandría (Filón), Keil y Delitzsch correctamente declararon: “Pero el carácter arbitrario de esta explicación es inmediatamente aparente; yeled solamente denota a un niño, como un ser humano completamente desarrollado, y no al fruto de la matriz antes que haya asumido una forma humana” (1976, pp. 134-135). Ellos también insistieron que la estructura de la fraseología hebrea “aparentemente no considera factible aplicar estas palabras a la lesión causada solamente a la mujer” (p. 135). Walter Kaiser anotó: “El agresor todavía debe pagar alguna compensación por la agresión casual, incluso cuando la madre y el hijo sobreviven… Si la mujer embarazada o su hijo muere, se aplica el principio talión que demanda ‘vida por vida’” (1990, 2:434, énfasis añadido). En vista de este entendimiento del texto, bajo la Ley Mosaica “al niño no nacido se le consideraría vivo en el útero y se le concediera protección y beneficios legales” (Fishbane, p. 93).
En su Tratado sobre el Alma (cap. 37), Tertuliano (que murió ca. 220 d.C.) aludió a este pasaje en Éxodo 21: “El embrión entonces llega a ser un humano en la matriz desde el momento en que se completa su forma [en la concepción—DM]. La ley de Moisés realmente castiga con penalidades debidas al hombre que cause un aborto, puesto que ya existe allí el rudimento de un ser humano, el cual le ha atribuido ahora la condición de vida y muerte” (1973, 3:217-218).
Así que Éxodo 21 señala una situación en la que dos hombres que pelean lesionan accidentalmente a una espectadora embarazada. La lesión causa que la mujer comience su trabajo de parto prematuramente, ocasionando el nacimiento prematuro de su niño. Si ni la mujer ni el niño sufren daño, entonces la Ley de Moisés impone una multa en contra del que causa el nacimiento prematuro. Pero si hay lesión o incluso muerte, entonces la ley impone un castigo paralelo: si el bebé prematuro muere, el que causa el nacimiento prematuro debe ser ejecutado—vida por vida. Causar la muerte de un bebé no nacido fue homicidio en el Antiguo Testamento—homicidio que fue penado con la muerte.
Note que esta regulación mosaica tenía que ver con la lesión causada indirectamente y accidentalmente: “La expresión sugiere que estamos tratando con un caso de lesión no intencional que involucra culpabilidad” (Fishbane, 1985, p. 92). Por otro lado, el aborto es la terminación de la vida de un niño de una manera deliberada, planeada e intencional. Si Dios trató severamente la muerte accidental de un niño no-nacido, ¿cuál cree que es Su opinión acerca del homicidio deliberado de un no-nacido en manos de un doctor de aborto que actúa en complicidad con la madre? La Biblia declara explícitamente cómo se siente Dios al respecto: “[N]o matarás al inocente y justo; porque yo no justificaré al impío” (Éxodo 23:7). De hecho, una de las cosas que Dios aborrece es “las manos derramadoras de sangre inocente” (Proverbios 6:17; cf. 2 Reyes 8:12; 15:16; Oseas 13:16; Amós 1:13). El aborto es un asunto serio para Dios. Nosotros debemos basar nuestros enfoques en la voluntad de Dios—no en la de los hombres. Se está desgarrando el mismo corazón y alma de esta nación [los Estados Unidos—MP] por medio de acciones no-éticas como el aborto. Debemos regresar a la Biblia como nuestro estándar de conducta—antes que sea demasiado tarde.
REFERENCIAS
Archer, Gleason L. Jr. (1982), An Encyclopedia of Bible Difficulties (Grand Rapids, MI: Zondervan).
Brown, Francis, S.R. Driver y Charles A. Briggs (1906), The Brown-Driver-Briggs Hebrew and English Lexicon (Peabody, MA: Hendrickson, 2000 reimpresión).
Fishbane, Michael (1985), Biblical Interpretation in Ancient Israel (New York: Oxford University Press).
Gesenius, William (1847), Hebrew-Chaldee Lexicon to the Old Testament (Grand Rapids, MI: Baker, 1979 reimpresión).
Harris, R. Laird, Gleason Archer Jr. y Bruce Waltke, eds. (1980), Theological Wordbook of the Old Testament (Chicago, IL: Moody).
Kaiser, Walter (1990), The Expositor’s Bible Commentary: Exodus, ed. Frank Gaebelein (Grand Rapids, MI: Zondervan).
Keil, C.F. y F. Delitzsch (1976 reimpresión), Commentary on the Old Testament: The Pentateuch (Grand Rapids, MI: Eerdmans).
Schreiner, J. (1990), “yalad,” Theological Dictionary of the Old Testament, ed. G. Johannes Botterweck and Helmer Ringgren (Grand Rapids, MI: Eerdmans).
Tertullian (1973 reimpresión), The Ante-Nicene Fathers, ed. Alexander Roberts y James Donaldson (Grand Rapids, MI: Eerdmans).
VanGemeren, Willem, ed. (1997), New International Dictionary of Old Testament Theology and Exegesis (Grand Rapids, MI: Zondervan).
Wigram, George W. (1890), The Englishman’s Hebrew and Chaldee Concordance of the Old Testament (Grand Rapids, MI: Baker, 1980 reimpresión).
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